Herida en Las Ramblas

Varias personas esperan en el interior de un bar la autorización de la policía para poder salir. Foto: Joan Sánchez.

Ver para creer pero tocar para conocer. Uno puede solidarizarse en abstracto con lo que ve o escucha, hacer el esfuerzo por generar más empatía, pero no hay nada más concreto que lo cotidiano.

Mil veces recorrí Las Ramblas de Barcelona, ciudad en la que nunca viví más de tres meses pero que conozco mejor que otras en las que pasé más tiempo. Afán no deseado de protagonismo; cuando sucede algo terrible en un lugar cotidiano, sólo hay que cerrar los ojos para protagonizarlo y quizás por eso el dolor y el asco es todavía más enorme.

Parpadeo y veo al kiosco con la publicidad de revista Clara, los turistas rusos comprando la estafa de semillas de pimientos con forma de pene, las tristes estatuas humanas trabajando a rayo partido, el mozo con el menú abierto, la flaca argentina buena onda que sonríe con la esperanza de que entres a la disco, los cibercafés ahora todos en primer o segundo piso, las niñatas inglesas ya borrachas al mediodía, los gringos saliendo del Starbucks con una mochila que denota Macbook dentro, todas las fotos de paellas que luego serán recalentadas en microondas en cocinas de calor infernal, la familia gordita de Estonia, todos insolados, los forasteros tomando –asquerosa ironía– una sangría diluida pero fría, los más chicos comiendo helados, la pareja de setenta años cargando sus mochilas con mayor dignidad que yo, la alemana jadeante usando un abanico espantoso que acaba de comprar por diez veces lo que vale y tanto chiquillo de cinco, seis, siete, ocho años con la camiseta del Barça, caminando de la mano de sus padres, desde la Plaza Cataluña al Monumento a Cólon, en un día de sol, en agosto.

Cierto, el turismo es caos, ruidoso y a veces hasta molesto. Pero más allá de la urbanidad, lo que hay en Las Ramblas es un montón de gente caminando, sintiendo la brisa del Mediterráneo en su sudor.

No hay poeta en el mundo que pueda imaginar las palabras para describir el desprecio por estos asesinos, ni geopolítica que justifique destrozar estas vidas.

Poco antes de las cinco de la tarde (hora de España) una furgoneta blanca embistió a un grupo de personas en uno de los pasos peatonales existentes en la conexión de la plaza de Catalunya con la Rambla, una de las vías más concurridas de Barcelona y activo punto turístico de la capital catalana. En el quinto atropello de este tipo en Europa en lo que va de año, han muerto al menos 13 personas y ya se contabilizan unos 100 heridos. “Lo que he visto es un auténtico desastre”, dicen testigos a El País.

Furgoneta que ha causado el atropello de La Rambla. Foto: El País.
Furgoneta que ha causado el atropello de La Rambla. Foto: El País.
Varios policías intervienen tras el ataque. Foto: Joan Sánchez.
Varios policías intervienen tras el ataque. Foto: Joan Sánchez.
Varias víctimas permanecen en el suelo del lugar donde se ha producido el atropello masivo. Foto: David Armengou / EFE.
Varias víctimas permanecen en el suelo del lugar donde se ha producido el atropello masivo. Foto: David Armengou / EFE.

Este fue el recorrido de la furgoneta. Entró en La Rambla, una de las vías más turísticas de la ciudad, desde la plaza de Cataluña. A continuación recorrió más de 500 metros, algunos por el centro de la vía que es una zona reservada a peatones, hasta detenerse en el centro de La Rambla, a la altura de la calle de Sant Pau, cerca del conocido Teatro del Liceo. Con la furgoneta ya detenida, su conductor inició una huida a pie. Horas después los Mossos d’Esquadra confirmaron que se había detenido a dos personas, pero no al autor de los hechos.

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