Desde la cima de la elevación, en toda dirección, se prolonga el paisaje, en su mayoría llano y bajo. Toti, de pie sobre los cimientos límites de la destruida cabaña, señala el fin de la extensa planicie denotada por el mar, difuso a la vista, como a 3 kilómetros.
“Él quería construir un inmenso canal, a pico y pala, y traer el agua hasta aquí, para llegar con su yate y no caminar. ¡Mira la distancia que hay hasta la costa!”, dice Agustín Olivera, conocido como Toti.
Detrás, apenas se yerguen los restos de una amplísima residencia. Desde la altura, el dueño dominaba la tierra vasta y el ganado que pastaba donde hoy crece el marabú filoso, como navaja.
“¡Claro que conocí a Alemán! Fue Ministro de Educación, robó millones y se fue para Estados Unidos. Esto era suyo, aunque no vino mucho”, afirma el guía de nuestro grupo de cuatro personas.
Hace ya más de sesenta años que José Manuel Alemán anduvo por estos dominios, en Minas de Matahambre, provincia de Pinar del Río. Su finca se ubicaba entre el pueblito de Río del Medio y lo que fuera el asentamiento, hoy abandonado, de Baja.
Por qué escogió este lugar alejado a más de 80 kilómetros por carretera de la cabecera provincial, es una incógnita seductora. Como las leyendas sobre “el Bicho”, que amasó una fortuna, señala el historiador Ciro Bianchi, que “nunca se pudo calcular del todo: 200 millones de dólares, según unos; 600, según otros”.
“Dinero que robó al Tesoro de la nación sin que aparezca un solo papel que lo incrimine (…). Llevaba siempre encima entre 30 y 40 mil pesos. Solía decir: Para mí, dar ahora una limosna de mil pesos es como antes dar diez centavos. Y daba los mil pesos, realmente”, cuenta Bianchi.
Aquí poseyó 137 caballerías, apuntan Rolando Beades y Anicia Miranda, historiadores. Tanto tiempo después, las muescas de la Cabaña del Alemán –como se conoce su residencia– permanecen junto al recuerdo de sus visitas y su oscura leyenda.
El refugio
“La cabaña la hicieron varios carpinteros de la zona. En Baja él tenía gente, que cuidaban mientras él no estaba. A veces decía que les dieran comida a las personas. No es que fuera tan bueno, sino que el dinero que tenía era robado”, explica Toti.
Camina sobre la hierba rala, donde hubo piso. Muestra algunas paredes en pie, con las marcas para colocar la madera que revestía el exterior de la construcción, hecha en los años 40 del siglo XX. Según Beades y Miranda, desarrolló la crianza de ganado bovino, más que la de cerdos y caballos.
Esta fue su época de esplendor. Sobrevivió y medró en varios gobiernos, hasta llegar a primer mandato de Fulgencio Batista, de 1940 a 1944.
En este, bajo las órdenes de Anselmo Alliegro, Ministro de Educación, robó a su antojo aprovechando el inciso K, de la Ley No.7 de abril de 1943 o de Ampliación Tributaria. Esta estipulaba la asignación de una parte importante de las recaudaciones fiscales obtenidas mediante esa legislación a la creación de nuevas plazas para maestros, escribió la historiadora Latvia Gaspe Álvarez.
Pero su fama y riquezas crecieron como Ministro de Educación de Ramón Grau San Martín, entre 1944 y 1948. Fue en este período, indica Gazpe Álvarez, cuando compró numerosas propiedades.
Entre estas estuvieron Il Mio Castello, residencia en Miami Beach; Ansan Corporation, sociedad poseedora de edificios de apartamentos y hoteles en La Florida; el Stadium de Miami y el Cayo Byscaine, cercano a esa ciudad; La Canoga, empresa inmobiliaria con propiedades en La Florida; la línea Cuba Aeropostal; una compañía urbanizadora con terrenos en lo que sería el reparto Bahía; el Central Portugalete; fincas de cultivo en la antigua Pinar del Río y las proximidades de Güines; el Club Marianao de la Liga Profesional de Béisbol de Cuba; una residencia en el reparto Kholy, La Habana y la finca América en Calabazar.
“Fue uno de los más corruptos de la Neocolonia, hombre de confianza de Grau y enriqueció a otras personas, como la Primera Dama, Paulina Alsina de Grau”, comenta Alain, profesor de historia en el preuniversitario del pueblo de Santa Lucía, quien conversa con Toti, a la sombra, sobre aquel tiempo de terratenientes.
“Él vendía madera para las Minas de Matahambre. Había que cortar los pinos con hacha y después halarlos hasta el camión. Había miles de vacas sueltas y en corrales”, dice Toti.
Beades y Miranda, señalan en su libro sobre Minas de Matahambre, que Alemán desalojó a 121 campesinos pobres para coger todo el terreno y dedicarlo a la cría extensiva del ganado.
Sus últimos años fueron turbulentos. Lo señalaron como sospechoso del robo del brillante del Capitolio Nacional, pero el presidente confirmó que fue quien se lo devolvió.
Lejos ya de la vida política, fue culpado como responsable principal de la malversación gestada bajo el gobierno de Grau, en la Causa 82, formulada por el Senador Pelayo Cuervo, en 1949. El monto llegaba, según este, a 174 millones 241 840, 14 pesos.
Pasó el resto de su existencia viajando entre Miami y La Habana y fue electo senador en el gobierno de Carlos Prío. Vivía lejos del acontecer cubano, en un cayo de la Florida, aquejado por la llamada enfermedad de Hodgkinn. Murió el 24 de abril de 1950.
“Después seguía viniendo su hijo, Alemancito. Yo estaba jarretú –como llaman a los jóvenes fuertes aquí– cuando él le daba un tiro a una res y mandaba a dársela a los perros”, recuerda Toti.
Su versión fue confirmada por otros residentes del lugar, como Luis Herrera, ahora propietario de una pequeña casa levantada en parte del terreno de la cabaña. El hijo, cuenta, vino aun después 1959. Pero la finca fue intervenida por las transformaciones agrarias del gobierno revolucionario contra el latifundismo, y no volvió más.
“La Cabaña se cogió como sede de la granja del municipio. Después se mudó para otras instalaciones, pero esto permaneció intacto hasta los años 90. Hasta se pensó explotarla para turismo. Con el tiempo, las personas se llevaron las cosas y se destruyó”, explica Patricio, el cuarto miembro del grupo.
Alemán se desvaneció, lentamente, del panorama nacional. Pero la muerte no destruyó el mito nutrido por las tendencias megalómanas del hombre. Se dice que, en medio de su enfermedad en Miami, mandaba buscar sandwiches por avión a La Habana.
En Baja también se le recuerda. Cuentan que, después de morir, los calderos caían y se escuchaban voces en La Cabaña. Ya solo resisten en pie la chimenea de ladrillos terrosos y la vivienda de Luis Herrera, el sótano y los cimientos exteriores.
Del piso queda, poco, muy poco. Apenas par de losas intactas, de las tantas que se llevó la gente. Buscando quizás, como también rumoran por ahí, las botijas con algo de los millones que en su tiempo robó el Bicho, José Manuel Alemán.
Tremenda propiedad,tremenda finca,tremenda casa,seria robada,pero riqueza de verdad…Llego el comunismo y solo queda marabu,mierda de caballo,y ni adonde amarrar los chivos…Y el toti ese,esta que se lo lleva el viento…Su expresion es la de uno que no come caliente desde hace tres meses.
Este trabajo no deja de ser interesante, pero no entiendo cómo el periodista falsea de esta forma la realidad de los hechos. Alemán, ladrón consumado, nunca fue sospechoso del robo del brillante, por ser la mano derecho de Grau y no necesitar una presa menor, y muchos menos se lo devolvió como increíblemente se dice aquí. El brillante apareció en la mesa del despacho presidencial del presidente Grau el 2 de junio de 1947. Jamás se supo quién lo puso allí. Otro detalle, el amigo Bianchi es un costumbrista no un historiador, que son, periodista, cosas diferentes. El historiador investiga y es un ratón de biblioteca. Bianchi escribe lo que vivió o le cuentan. Los trabajos basados en la oralidad tienen el problema de que los humanos imaginamos muchas cosas. Por eso deben también acudir a las fuentes escritas.
Qué bueno es hablar de la corrupción y las cosas malas e inexplicable de lo que pasó hace más de 60 años atrás, pero el valor y el verdadero periodismo investigativo y no comprometido está en enseñarle al sufrido y vituperado pueblo de Cuba, cómo viven sus altos dirigentes, lejos de toda las penurias y necesidades que están pasando miles de miles de ciudadanos cubanos, y como la corrupción nunca se fue ni aún con otras estructuras de gobierno. Ten valor investiga y ten coraje y publicalo.
qué barbaridad… qué malo era el pastor Alemán… que tenía una finca hermosa… que la manejaban otros… y era el sustento de mucha gente… los buenos son los que sacaron al perro ese… sembraron marabú al descuido… mataron de hambre las vacas… sacaron la gente que vivía ahí porque ni cooperativa ni granja ni nada funcionó… ah y lo más lindo… el marabú que nace ahí… lo cogieron para hacer carbón y vendérselo a los malos que están a donde se fue a vivir Alemán…
el edificio que esta en la esquina de 27 y O, por cierto premio arquitectónico, lo sacó el constructor del Inciso K.
De acuerdo con el Dr William. Hablar de cosas que nadie recuerda y a muy pocos importa. Pero creo que Robles quiere que una mata de mango de aguacates. Estos periodistas tienen la educacion de los maestros emergentes y de la literatura censurada. No se les puede pedir profesionalidad porque no la poseen. Estan muy mal preparados.
El artículo es muy metafórico. Porque muestra dos cosas: las razones por las cuales era necesario un cambio importante en Cuba (para acabar con personajes como este y las consecuencias de sus actos) y lo que terminó resultando esa entelequia llamada Revolución cubana: “Desde la altura, el dueño dominaba la tierra vasta y el ganado que pastaba donde hoy crece el marabú filoso, como navaja.”
Alemancito (José Braulio Alemán) murió en Miami en 1983, con 50 años. Durante una crisis psiquiátrica mató a una tía de un disparo en la cabeza e hirió a otros familiares que vivían en su casa, y cuando vino la policía se suicidó.