Miles de autos americanos de los años 50 y 60 ruedan diariamente por La Habana, con licencia de transporte público para cubanos o servicio de tour en pesos convertibles para extranjeros. La mayoría tiene injertos de otros carros, sobre todo el motor de petróleo para abaratar el precio del combustible con que se mueven.
Para los cubanos, los “almendrones” compensan a duras penas la insuficiente oferta del transporte público, mientras los turistas disfrutan de objetos museables circulando en una Isla que les parece detenida en el tiempo. Para ellos, los no-cubanos, pasearse en los descaptobles mejor conservados es una fiesta que cuesta alrededor de 30 CUC por recorrido.
Los Chevrolet, los Ford y los Buick son los que más circulan en Cuba, aunque en menor medida también se hallan ejemplares marca Cadillac, Mercury y Pontiac. Todos son considerados piezas del patrimonio cultural para el Estado cubano, de ahí que no tengan permiso legal para salir del país.