La cámara acorazada de “Fort Knox” —donde se guardan las reservas federales de oro de los Estados Unidos— está protegida por una puerta de más de 22 toneladas de peso y 52 centímetros de ancho. La rodean muros de más de 450 metros cúbicos de granito y 3.200 de cemento. Diversas fuentes confirman que atesora más de 4.500 toneladas en lingotes de oro, poco más de la mitad de las reservas totales de los Estados Unidos.
El Campamento “Henry Knox” estuvo en activo desde la década de 1860, aunque no es hasta finales de la primera guerra mundial que el Gobierno decide utilizarla como un campo de entrenamiento para la artillería del ejército. Los gorriones y las ardillas desaparecieron. Años después todo volvería a quedar en silencio cuando desmantelaron una gran parte del campamento e irónicamente fuera declarado “Área Boscosa Protegida”. Regresaron los trinos, los grillos, la vida silvestre. Y en el súbito silencio empezó a ser conocido como “Fort Knox”.
La seguridad que protege una fortuna de esta naturaleza es inimaginable. No es que puedan descargarse de internet los planos arquitectónicos con sus conductos de aire e instalaciones hidráulicas. No es algo que intentarían Danny Ocean y Rusty Ryan. Lo mismo reúnan once, doce o trece bandidos geniales. Kentucky es un estado frío y silencioso, predominantemente rural. Durante mucho tiempo se tuvo la idea de que su nombre proviene de una palabra amerindia que significa “terreno de caza oscuro y sangriento”.
Así que pueden hacerse una idea de las medidas que protegen este espacio. Aun así, cuesta imaginar que buena parte de los ladrones ilustrados del continente no hayan desarrollado durante décadas fantasías delirantes con la posibilidad de asaltar y robar el fuerte. Jamás se lo tomaron en serio, por supuesto. Atravesar el perímetro de seguridad, con miles de dispositivos defensivos, minas, cámaras, detectores de movimiento, micrófonos, es impensable. Y no es un espacio donde los empleados salen a las cinco y media dejando un anciano solitario en la garita de la entrada escuchando la narración de un juego de pelota. La mayoría entra a trabajar precisamente cuando se pone el sol.
Los desmadres paranoicos de las compañías encargadas de la custodia de valores son igualmente asombrosos. Es el mundo real, hay demasiado en riesgo. En el nuestro, encontramos muy frecuentemente “recintos acorazados”. Y no es que sea por completo irracional. Lo poco que se tiene se cuida con la vida. El sentido de posesión es el mismo si se trata de un kilo de paladio o de un cepillo de dientes.
La fachada de la EPCS (Empresa Productora y Comercializadora de semillas) perteneciente al Ministerio de la Agricultura (MINAG) de Cuba recuerda la cámara acorazada del Bellagio, el casino de Las Vegas. Planchas de metal superpuestas, soldadas groseramente con aplicaciones rústicas de seguridad. No es que cualquiera se antoje y venga a pillar un puñado de semillas. Para nada. Pero antes de extender unos metros de papel en blanco, distribuir plumones y marcadores y abrir la botella de ron es preciso conocer qué clase de semillas esconde la EPCS. ¿Semillas de mango, acaso? ¿De mamey, de limón, de tomate, de fruta bomba? ¿Qué tipo de semillas puede proteger de esta manera el Ministerio de Agricultura? Teniendo en cuenta que no sirven de mucho —a menos que se disponga como mínimo de una hectárea y un año sabático— no le veo sentido a acorazar la entrada de esta manera. Voy a saltar la parte donde hablo de la vocación tipográfica del rotulista de la empresa.
Por otro lado, todos estamos claros de lo que significa José Martí para los cubanos. Con el apóstol no se juega. Pero tampoco creo que los robos de sus bustos estén a la orden del día. No imagino a un gamberro en la madrugada llevándose uno furtivamente a casa ante los espantados ojos de su madre. ¿Cuál es el propósito de este muro rematado con una reja? ¿De qué queremos proteger al Héroe Nacional?
¿No será que ante la carencia de activos materiales empezamos a velar por los simbólicos? ¿Será que nos reconforta el ideal de la posesión? Esto conecta directamente con el discurso de un país asediado que intenta proteger lo poco que tiene recortando el acceso de sus habitantes a toda la esfera de productos y servicios, incluso, a la representativa. Las absurdas medidas de seguridad en tiendas, empresas, en todas partes, ralentiza innecesaria y dolorosamente la vida práctica. Todo y todos estamos bajo vigilancia. Somos los activos de la puesta en escena.
No hay nada. Quizás la idea del cuidado es la que más cuidado necesita. La idea es nuestro principal activo. Las Reservas Ideológicas de la Nación se protegen hoy con garrotes, fusiles, machetes. Con la caballería. Con el oro no se juega. Con la Idea tampoco.
Todo es una ilusión,en Cuba no se cuida nada;cuando pase el SM como enfermero y mi unidad la envían para Angola,yo me negué,me trasladan a una unidad de servicio más pequeña en Campo Florido,cuando abrimos los pequeños hospitales de campaña,todo estaba vacío,se habían robado,desde el alcohol hasta las ampulas de morfina,en otra ocasión vi un Lada entrar por detrás la unidad y parquear detrás del gimnasio,resultó,que se estaban llevando todos los discos de pesas del gimnasio,todo el personal de salud lo vio,Cuba se ha convertido en el país del absurdo.