¿Quién se ha tomado mi sopa?

Que la hecatombe haya salido adelante con tantas personas involucradas deja ver un problema gravísimo.

Se armó una buena el fin de semana con el desfile que organizó el Ministerio del Comercio Interior de Cuba para inaugurar el Encuentro de Técnicas Comerciales del 2022. Los diseños se inspiraron en los productos que se comercializan en la red de tiendas cubanas. Allí estuvieron, entre otros, las compotas Osito, algún helado y una ensalada de pollo. Los hechos tuvieron lugar en la Estación Cultural de Línea y 18, en La Habana.  

Tras el estallido en las redes, ¿debemos insistir en que los diseños dejan que desear? No, no vamos a hablar de ellos. Me interesan el entorno, sus circunstancias, las condiciones necesarias para que se produzca una tormenta como esta: perfecta.

Hasta Cubadebate probó el guiso y notó el vinagre de más. Se apresuró a matizar el sabor con un titular insípido Un desfile con sabor agridulce. No le dedica un solo reproche. Agridulces son las cerezas y las ciruelas, los dátiles, una gran cantidad de platos asiáticos. Como era de esperar, fueron el capitalismo y su guerra cultural, la violencia imperial y el colonialismo multisecular los culpables. ¿Cómo convertir el revés en victoria? Sencillo. Las burlas evidenciaron que el pueblo genera anticuerpos contra la banalización y el consumo, respuesta que no vemos en otros países, donde estos desmanes ocurren todos los días.

¿Cómo fueron las secuencias de acontecimientos? Alguien lo pudiera contar, naturalmente. Pronto nunca habrá ocurrido. Sin embargo, quedaron claros unos pocos presupuestos esenciales. La existencia de un ser que manda, decide y es lo que es y no hay nada más que hablar: el que aprobó el proyecto. Al que se le ocurrió la idea, uno o varios diseñadores, quizás la misma persona. Entre ambos debió discurrir un oscuro personaje: el enlace, el “correveydile”. El que alcanzó la cicuta. Quienes diseñaron los “disfraces” tienen culpa, pero poca. Mejor darles un abrazo y llorar con ellos, consolarlos. Varias costureras, realizadores, un montón de gente se prestó para ejecutar el “crimen”, todo un ejército para montar la pasarela alucinada que nadie logró detener. Un montón de modelos o voluntarios se dejaron secuestrar y maniatar para salir de la sombra y abochornar al género humano. Alguno posiblemente imaginó el aluvión, pero no creo que llegara a vislumbrar la viralización que alcanzaron las fotos publicadas por los propios organizadores.

En las empresas estatales cubanas las jerarquías están muy bien delimitadas. Quien ha decidido trabajar para el Estado tiene que aceptar que las cosas son como son. Seguir las orientaciones. Nadie es capaz de “decirle al rey que está desnudo”. En tiempos donde la jabita prácticamente es cuestión de vida o muerte, pocos se quieren meter en problemas. Es fácil agitar las banderitas.

Existe un problema de plantilla o de recursos humanos. Aunque es absurdo pretender que exista una plaza de director de arte o director creativo en entidades del MINCIN, tendría que haber una oficina, en algún lugar, donde alguien pueda advertir sobre una idea nefasta.

Que la hecatombe haya salido adelante con tantas personas involucradas deja ver un problema gravísimo. No importa nada, da lo mismo. No hay criterio para confrontar una realidad que nos trasciende. El desfile no fue una representación distorsionada del estado de las cosas. Es la expresión material, literal de una existencia deforme y distorsionada. Compotas, bloques, pedazos de pollos, tabacos… productos baratos y “cutres” exhibidos como trofeos dan la idea de hasta dónde se ha empoderado la carencia. No estamos lejos de una feria local en una aldea medieval encerrada entre montañas, cuyos pocos habitantes mantienen un cerdo vivo solamente para enseñar a los niños de dónde sale la manteca.

Hay algo bueno que sacar de esta experiencia. Tenemos un villano de la altura de Palpatine, Darth Vader o Sauron. Estos diseños pueden ser exhibidos en los grandes museos como ejemplos purísimos de arte tumefacto. Hay que trabajar muy duro para llegar a este nivel de infección creativa. Después de todo me divertí muchísimo con los diseños. Estoy casi orgulloso de que, como sucede a menudo, somos los que más… los que somos capaces de superarlo todo, de acomplejar y deprimir al ridículo. Pronto seremos anfibios.

 
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