¿Qué tengo que ver yo con el muro?

Lo cierto es que los ingresos han disminuido desde que la Casa Blanca "cerró las puertas".

Luminarias instaladas en suelo de Estados Unidos iluminan varios puntos del muro fronterizo con Tijuana, México, el lunes 7 de enero de 2019. Foto: Gregory Bull / AP.

Luminarias instaladas en suelo de Estados Unidos iluminan varios puntos del muro fronterizo con Tijuana, México, el lunes 7 de enero de 2019. Foto: Gregory Bull / AP.

No hay duda de que la política es el arte de la manipulación de los vasos comunicantes. Hagas lo que hagas, terminas influenciando a todos, incluyendo a los que no tienen nada que ver con el asunto.

Desde que hace dos semanas a Donald Trump se le ocurrió la idea de irse a la huelga con la disputa del muro en la frontera con México, cerca de 800,000 empleados federales han dejado de cobrar la quincena.

Esto tiene varias implicaciones: les desbalancea la vida y frena las economías locales. Se hacen menos gastos y hay menos dinero circulante. Se hacen cálculos y hay que amarrarse el cinturón.

Como es la primera vez que me toca una huelga gubernamental desde que manejo para Uber y Lyft, no tenía idea de cómo podía afectar el sector. Y a mí. Pero afecta.

Todo comenzó cuando dejaron de llamar tres empleados de la Agencia de Seguridad en el Transporte (TSA), que controlan el acceso a los aviones en el aeropuerto de Miami.

Aunque la aplicación es aleatoria al momento de distribuir los clientes, cuando estos son regulares y viven en una determinada área donde uno se mueve, no tarda mucho en que los recojamos a menudo.

Se pudiera preguntar por qué un empleado de la agencia gubernamental necesita de Uber. Hay varias razones. No tiene que preocuparse por el estacionamiento en el aeropuerto (aunque hay uno especial para los empleados, pero está lejos), llega más rápido al trabajo y termina ahorrando el gasto del carro.

Son carreras que no pasan de los 5 dólares porque esos empleados entran a trabajar en horario de bajo costo. Además Uber, por ejemplo, ha implementado en Miami un programa de fidelización y ellos reciben descuentos interesantes.

Aunque no pagan mucho y uno no gana tanto con ellos, lo cierto es que son una clientela imponente, y si a ello sumamos al montón a los empleados de las aerolíneas, las tiendas y restaurantes de la terminal, la cosa mejora todavía más.

Pero lo cierto es que los ingresos han disminuido desde que la Casa Blanca “cerró las puertas”.

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Hechas las cuentas, en lo que me toca los ingresos semanales se han reducido 250 dólares y, para recuperarlos, he sido obligado a cambiar de horarios.

Varios colegas me han confirmado que lo mismo les pasa a ellos. Algunos han perdido más del 20% de sus clientes y, por carambola, esto los ha obligado a trabajar más para recuperar ingresos.

Antonio, por ejemplo, un enfermero de origen guatemalteco, cuenta que hay días en que está al timón más de 12 horas seguidas, algo que Uber prohíbe. Pero como él se alterna entre las dos plataformas, nadie se da cuenta. Pero el cansancio se acumula. Él tiene otro trabajo. El cansancio es peligroso, tanto detrás de un timón como delante de un paciente.

Los empleados de TSA se han perdido porque han buscado una forma de enfrentar la huelga de Donald J. Trump, “el cierre del Gobierno” le llaman: sencillamente no van a trabajar porque no saben si les van a pagar estos días que consideran ya perdidos. De modo que llaman al trabajo y se reportan enfermos. Nadie les puede decir nada. Los días de enfermedad están previstos en su contrato. Y los sindicatos obligan a que el contrato sea respetado.

Aun así, esta semana me ha tocado uno. Somos vecinos y como lo he transportado varias veces, ya entramos en confianza. Y en confianza me dice lo que piensa. Básicamente es lo que piensan todos. ¿Qué tenemos que ver con el muro?

“Esto no lo entiende nadie, nobody. It’s crazy. Todo el mundo sabe que la mayoría de la gente que se queda ilegal entra por los aeropuertos, no por la frontera”. Y me cuenta que la mayoría de sus colegas tampoco va a trabajar por otra razón que no es sólo la incertidumbre del sueldo.

Sencillamente no están dispuestos a soportar los reclamos de los pasajeros. Es que al haber menos agentes de TSA supervisando el embarque a los aviones las filas son mayores, más lentas y la gente se pone nerviosa. Si a eso sumamos que los pasajeros no tienen noción del impacto de la huelga de Trump y llegan al aeropuerto casi al momento de embarcar, la situación se complica.

Aunque no tengo ningún cliente (que yo sepa) que se ocupe de los que ingresan al país, lo cierto es estos empleados que los identifican, chequean la documentación y ponchan el pasaporte tampoco están yendo a trabajar porque también son empleados federales.

Además, por la mañana y al final de la tarde cuando arriba el grueso de los vuelos de Europa o Latinoamérica, los llamados long haul, de repente hay unas dos mil personas apretadas en la sala de llegadas esperando que les estampen el cuño rojo y azul en el pasaporte.

Después de 8 o 10 horas encerrado en un avión como lata de sardinas, ¿quién aguanta una fila de dos horas de pie esperando el turno de entrar a Estados Unidos de América? Es el caos.

Si Trump, tal como dice, está convencido de que los empleados federales comprenden las razones de su huelga, que les pregunte a los empleados del aeropuerto de Miami. Y de paso que explique a todos los que dependemos de ellos, ¿qué tenemos que ver con el muro?

 

Continuará…

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