“Kamala Crash” y “Tampon Tim”

Los asesores de la campaña de Donald Trump, contra la pared y a la defensiva, no terminan de encontrar una riposta eficiente.

La candidata demócrata a la presidencia, Vicepresidenta Kamala Harris, y su candidato a vicepresidente, el gobernador de Minnesota, Tim Walz, en Las Vegas, Nevada, el 10 de agosto de 2024. Foto: EFE/EPA/BIZUAYEHU TESFAYE.

Hace apenas unas semanas, después del atentado a Trump y en medio del triunfalismo de la Convención Nacional Republicana (Milwaukee, 15-18 de julio), cierta prensa al uso, con repercusiones fuera de EE. UU., se dedicó a socializar la existencia de un supuesto patrón según el cual hechos como los atentados contra el presidente José María Aznar en España (1995) y el diputado federal Jair Bolsonaro en Brasil (2018) terminaban fatal e inevitablemente con la victoria del agredido.

Se olvidaba de paso que Theodore Roosevelt (1858-1919), más conocido por Teddy —el mismo de los Rough Riders de Santiago de Cuba y de I took the Canal”—, sufrió en octubre de 1912 un atentado que no le rozó la oreja, sino le puso una bala en pleno pecho. El candidato electoral que había abandonado a los republicanos para fundar el Partido Progresista sobrevivió por obra de la Providencia, pero perdió el intento de reelegirse por tercera vez en su vida en este caso, frente al demócrata Woodrow Wilson (1913-1921).

Era una manera de tratar de apuntalar la idea del triunfo inexorable de Donald Trump en las elecciones de este año, en medio de aquella atmósfera de euforia. Sin embargo, por esos mismos días un miembro del GOP, el gobernador de Georgia, Brian Kemp, les advirtió a los entusiastas que el tono de inevitabilidad era tan inapropiado como prematuro. “No creo que los republicanos deban confiarse demasiado en este momento. Cuatro o cinco meses es una eternidad en política, y muchas cosas pueden suceder”, dijo.

Pero se quedó por debajo en cuanto a tiempo. Días más tarde su alerta probaría ser enteramente cierta, aunque fue rechazada por Donald Trump con otra de sus diatribas, y desde luego con los correspondientes ataques a la familia de Kemp, en especial a su esposa, reforzando la idea de que al Gran Jefe no se le puede contradecir ni de lejos: la incondicionalidad es lo único que cuenta. Kemp debería estar, dijo entonces, “luchando contra el crimen, no contra la unidad y el Partido Republicano. Es un mal tipo. Es un tipo desleal, el pequeño Brian, el pequeño Brian Kemp. Un mal tipo”…

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Hoy el panorama les ha dado un giro de 180 grados a aquellos vencedores todoterreno. La renuncia de Biden a la campaña por la reelección, la entrada de la vicepresidenta Kamala Harris a la contienda, la inesperada selección de Tim Walz como el número 2 de la boleta, los sistemáticos progresos en las encuestas, el entusiasmo y hasta la alegría que los demócratas han logrado llevar a la carrera después de verse bajo la tierra del cementerio, los ha dejado colgados de la brocha, sin un discurso coherente que plantarles a sus oponentes, a pesar de haber intentado varias movidas enfiladas a golpearlos.

Al principio trataron de presentar desafíos legales contra Kamala Harris: se dedicaron a cuestionar/tratar de impedir su acceso al dinero de la campaña conjunta con Biden. Más tarde dijeron que no era correcto que asumiera la candidatura después de que 14 millones de votantes de las primarias habían levantado su mano por Biden —en todo caso un asunto interno del partido. Finalmente, los republicanos de la Cámara intentaron ponerle a Harris un proceso de impeachment, movidas todas condenadas al fracaso en el mejor de los casos y, en el peor, consideradas “descaradamente frívolas” por expertos independientes.

Llegó entonces el momento de los ataques personales, los que se prolongan hasta hoy. Empezaron por tratar de descalificar a Harris afirmando que no tenía las condiciones necesarias para desempeñar el cargo al ser una “DEI hired”1; es decir, que solo estaba ahí por el color de su piel y no por sus propios méritos profesionales y personales (algunos, sin embargo, se llamaron a capítulo por las implicaciones racistas de la propuesta).

Fue también cuando se reforzaron los nombretes propios de la retórica populista, en especial los creados por el propio Trump, quien ha llamado indistintamente a Harris “Crazy Kamala”, “Laffin’ Kamala”, “Lyin’ Kamala”, “Kamabla” o “Kamala Crash”, este último apelativo para sugerir que la candidata sería la responsable de una supuesta “Gran Depresión de 2024”.

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Idéntico procedimiento han empleado con Tim Walz; aunque tratar de desprestigiar su labor en la Guardia Nacional ha desatado reacciones adversas en varios actores sociales, entre ellos el Wall Street Journal. “Hay otras y mejores razones para oponerse a la candidatura del señor Walz”, escribieron en un editorial reciente.

Ya le han lanzado los correspondientes motes, el principal “Tampon Tim”, en el fondo una marca identitaria y hasta un boomerang. En 2023 una ley firmada por el gobernador, junto a otras provisiones instruyó que las escuelas públicas dispusieran de productos menstruales gratuitos en sus baños.

Comparar al candidato a vicepresidente con un artículo de higiene menstrual al que dio libre acceso a miles de estudiantes, coloca a sus emisores en la postura de machos alfas que fustigan a un hombre por ser supuestamente subordinado/utilizado por una mujer. Y, por último, el golpe más bajito: echarle mano a una detención de hace treinta años por conducir bajo la influencia del alcohol en una carretera de Nebraska. 

El discurso republicano contra Kamala Harris

Los ataques de más sustancia que han intentado no parecen haber tenido demasiado éxito, ni siquiera entre sus propias huestes. Sus ejes fundamentales acaba de resumirlos el propio Donald Trump en una conferencia de prensa que convocó en su mansión de Mar-a Lago el 8 de agosto. Ahí pueden hallarse cinco de ellos:

El primero, que a Biden “le quitaron la presidencia como a un niño y que estaba muy molesto”; el segundo, lo mismo que han dicho Marco Rubio y otros agentes republicanos: Kamala Harris es una “representante de la extrema izquierda” o “una lunática de la izquierda radical”; el tercero, que Estados Unidos es un país enfermo y que esa condición empeoraría si triunfa Harris; el cuarto, que con los demócratas el país era irrespetado en todo el mundo; el quinto —destinado a seguir metiendo miedo, pero a otro nivel—, que Estados Unidos se aboca a una crisis/depresión similar a la de 1929-1933, afirmación rechazada hasta por un experto de Fox News.

“Parece que a Nevil Cavuto se le está agotando la paciencia con las afirmaciones infundadas del expresidente Donald Trump sobre casi todos los temas que preocupan a los estadounidenses, pero principalmente sobre el mercado de valores. Quizás usted haya oído al expresidente referirse a lo que está sucediendo ahora como un camino hacia la depresión”, dijo el presentador de Your World with Neil Cavuto. “Bueno, si ese es el caso”, respondió Vacuto, “el mercado tiene una forma curiosa de demostrarlo. Al menos hoy, el S&P 500 ha tenido el mejor desempeño diario que hemos visto en un par de años, mientras que el Dow ha registrado su mayor ganancia anual…”.

Están a la defensiva. Más bien contra la pared. Todo eso, y más, lo saben los asesores de la campaña, que no acaban de encontrar una riposta eficiente. Y también la influencer trumpista Laura Comer, elogiada más de una vez por el propio Jefe. “El presidente Trump necesita hacer algunos cambios serios en su campaña lo antes posible”, escribió en X el jueves. “El juego de campo no es suficiente. La ofensiva es deficiente. La comunicación es pésima. El impulso se está desplomando”…

Un consulltor y encuestador republicano lo puso de otra manera: “La campaña es disciplinada, pero su candidato no. Trump está destruyendo por sí solo sus posibilidades de reelección [ …]. Su insistencia en hacer que los ataques sean personales y crueles está atenuando su impacto y, de hecho, está teniendo consecuencias negativas para él”.

 

 

 


[1] Siglas inglés de Diversidad, Equidad e Inclusión.

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