Eusebio de la Habana Vieja: poner alma a las piedras

Los 500 años de La Habana también le pertenecen al Historiador de la Ciudad, Eusebio Leal, que ha liderado un esfuerzo conservacionista y de desarrollo social altamente inclusivo y sustentable.

Foto: Naturaleza Secreta.

Este no será un artículo sobre economía, aunque no dejará de serlo.

Las ciudades se han convertido en una de las actrices principales del desarrollo económico en el mundo. Le escuché decir a un colega, Ricardo Núñez, hace ya mucho tiempo (2010) que “las ciudades constituyen entes dinamizadores de las economías nacionales e incluso regionales”. Quizás hoy, Singapur con 719 km2 de superficie constituye la prueba más evidente de esta aseveración. Esa pequeña ciudad estado es decisiva en toda una región, en uno de los mercados más dinámicos del mundo y ¡no tiene más extensión que la de La Habana!

Los habaneros que somos todos los cubanos, puesto que la Habana es la capital de todos, hemos estado de jolgorio porque nuestra ciudad cumplió 500 años y lo hemos celebrado como se debe, entre otras cosas, porque, ninguno de nosotros estará presente cuando se celebre el milenio de esta ciudad. Y si ha sido posible, además de por la pasión y la dedicación de muchos hombres y mujeres que dedicaron horas y horas a ese propósito, ha sido también por la semilla sembrada y germinada desde mucho antes, desde que por allá por 1925, a Don Emilio Roig de Leuchsenring le fuera conferido el título de Historiador de la Ciudad y trece años después se fundara la Oficina del Centro Histórico.

Todo aquel esfuerzo creció después y se hizo grande desde la mente, el corazón y los zapatos de Don Eusebio Leal. Tan temprano como en 1982, la UNESCO lo reconocería al declarar al Centro Histórico de la Habana, Patrimonio de la Humanidad. Pero en vez de sentarse y descalzarse para disfrutar del reconocimiento, anduvo y desanduvo La Habana con más brío y ambición por metas mayores, convirtiendo aquel reconocimiento en la palanca para transformar al barrio y las personas que lo habitaban. No ha sido este un esfuerzo únicamente conservacionista, sino en un propósito de desarrollo social altamente inclusivo y sustentable.

Es probable que muchas habaneras y habaneros no conozcan que el Centro Histórico de nuestra ciudad con sus 2,14 kilómetros cuadrados apenas alcanza a ser el 0,3% del territorio de la ciudad (727 km2) y no más del 0,6% de su área urbanizada. También es probable que apenas sepan que, en su momento, fue uno de los territorios de Cuba con mayor deterioro de su infraestructura, tanto habitacional, como de redes de servicios básicos, como el agua y el alcantarillado. Es probable que haya sido en su momento el territorio con mayor concentración de déficits de infraestructura por metro cuadrado, si ese indicador existe. Todavía hoy, después de tanto esfuerzo, ese indicador debe seguir siendo muy alto.

Es en ese pequeño territorio donde surgió y se consolidó el proyecto de desarrollo local más exitoso que yo haya conocido en Cuba. Comenzó con un capital inicial de apenas 25 000 dólares y un préstamo de 1 millón de dólares y algunos activos como, el Hotel Ambos Mundos (que para nada era el hotel que es hoy) un hostal de 13 habitaciones, la empresa constructora del Poder Popular, tres restaurantes, La Mina, El Mesón y el Patio, un taller de arquitectura del Ministerio de Cultura y la Oficina del Historiador, en aquel momento en el Palacio de los Capitanes Generales[1].

Foto: Naturaleza Secreta.

En apenas unos años (2009), los activos totales alcanzaron los 1000 millones de pesos cubanos y el aporte de las sociedades mercantiles pertenecientes a la Oficina del Historiador generaron más de 35 millones de dólares que eran redistribuidos entre inversiones productivas en las sociedades mercantiles que permitían hacer sustentable económicamente el proyecto, inversiones sociales, infraestructura y obras para el patrimonio cultural. Hoy todas las rutas de turismo de Cuba, incluso las que no pasan por La Habana de alguna forma no pueden sustraerse a su encanto, decenas de restaurantes han convertido al barrio en un destino gourmet, una buena parte de sus habitantes todos los días descubren algo nuevo que hace distinto su entorno y su gente ha mejorado.

Luego vinieron otros tiempos aciagos, todavía misteriosos para mí, donde prácticamente le fueron tronchadas varias ramas al árbol y casi lo talan. Siempre llama la atención la habilidad que a veces se despliega para atentar contra lo que ha sido exitoso tanto en términos sociales, como económicos, políticos y ambientales. Ahora parece que algo se ha rectificado al respecto.

Pero más allá de los avatares, la obra ha quedado y el ejemplo de cómo armar un proyecto de desarrollo a partir de construir, CON TODOS, un plan de desarrollo estratégico del territorio es quizás uno de los mayores legados de la Oficina y del Historiador de la Habana. Barrios como el del Santo Ángel, han reproducido e innovado sobre la base del modelo de la Oficina y con proyectos compartidos por sus moradores han transformado el barrio, haciéndolo más rico material, cultural y espiritualmente. Lo mismo puede decirse del Proyecto Alianza por la Plaza Vieja.

Los que han estudiado la experiencia de la Oficina subrayan algunos rasgos decisivos:

Pero sin dudas, habría que volver a aquel decreto 143 que le dio facultades inéditas si queremos entender bien la magnitud de todo el proceso cambio; creó las bases para una rehabilitación autofinanciada, con una organización institucional; se estableció un nuevo régimen administrativo especial que facultó a la Oficina para conocer, decidir y controlar cuestiones relativas a la vivienda, bienes de propiedad estatal, uso del suelo, proceso inversionista, y otros; la Oficina dejó de ser una institución supeditada al gobierno provincial para subordinarse al Consejo de Estado;  también se le reconocía personalidad jurídica propia; para materializar el Decreto se creó un sistema empresarial integrado por las entidades que garantizan el esquema de retroalimentación financiera del Centro Histórico, capaces de conducir el proceso desde la planificación integral estratégica en su sentido ambientalista más amplio (economía-sociedad-territorio-hábitat) hasta la recuperación física de inmuebles y espacios urbanos.

Foto: Naturaleza Secreta.

Aquel decreto, desde lo legal, también reconocía la obra de amor y entrega, que, durante decenas de años, a golpe de imaginación y trabajo Don Eusebio le regaló a su Habana convencido de que la obra hace fe.

Es cierto que lo peor es copiar mecánicamente e intentar traspolar a otras realidades una experiencia, cualquiera sea, más aún esta del Centro Histórico. Pero para La Habana toda sería muy bueno aprender de esta experiencia exitosa, con sus aciertos y desaciertos, pero sobre todo captar la pasión y la entrega de su líder indiscutido.

Haber logrado irradiar desde aquellos 2,14 kilómetros cuadrados de su terruño una manera especial de mirar la ciudad toda, de pensarla y sentirla, ha sido otra de sus grandes obras.

No sé cuántos encuentros de intercambio de experiencias han producido otros municipios de la ciudad con la Oficina del Historiador; no sé cuántos de nuestros presidentes de municipio han invitado a los que durante años han manejado este gran proyecto a narrar sus experiencias; no sé cuántos de los equipos de desarrollo local de los municipios han ido a aprender in situ allí en ese pequeño territorio, ojalá que hayan sido todos. Las distancias no son grandes en La Habana, tampoco hay que obtener visado para llegar a la Habana Vieja ni gastar en traductores que nos ayuden a entender lo que se nos explica. Es cierto también que calzarse los zapatos de Don Eusebio no es para todos.

Hoy puedo confesar que hace ya mucho, perdido casi en las calles de aquellos barrios que apenas conocía y que aún estaban lejos de ser como son hoy, me topé con una tropa de personas que casi perseguía a un hombre que caminaba y hablaba a la vez y contaba de unos muros derruidos no sé qué historia para mí increíble. Por la curiosidad que me despertó y la vehemencia de sus palabras me sumé al grupo y luego de unos minutos, aquellos mismos muros me parecieron distintos, tal era la magia de la descripción.

Poner alma a las piedras ha sido una de sus grandes habilidades y llenarle de esperanzas el corazón a su gente ha sido quizás la mayor de sus virtudes, por eso los 500 de la Habana son por mucho los 500 de Don Eusebio.

 

Nota:

[1] Hoy hay municipios de la ciudad que tienen más de 30 millones de pesos cubanos en el Fondo para el Desarrollo Local

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