Como hombre de isla que es, Luis Cabrera (La Habana, 1956) lo observa todo con una curiosidad que parte, en dosis iguales, del alborozo ingenuo de las primeras edades y de la cáustica media sonrisa de quien ha vivido inmerso en una espesa lucidez. Para él, todo es motivo de reflexión (los objetos, los personajes y las ideas mismas) que, tamizadas a través de su aguda sensibilidad, se trasmutan en arte. En su obra hallamos reflejadas —recreadas— desde las “herramientas todas del hombre”, que diría Eliseo Diego, hasta las personas fundamentales que han empujado la nave del conocimiento y la creatividad a través de los tiempos.
Sería imposible en su caso señalar, entre tantos temas que desarrolla en piezas gráficas y pictóricas, un eje fundamental. En ocasiones discursa sobre el contrapunto entre modernidad y tradición; a veces cita paradigmas del arte universal, los extrae de sus contextos, los amalgama entre sí, en un ejercicio de apropiación que intenta ensanchar nuestro campo perceptivo. También lo preocupan los espacios urbanos, su crecimiento desproporcionado, la superposición de planos temporales como capas de pigmentos sobre los muros que se han ido agrietando: intenta mirar debajo de las marcas que el salitre, el humo de los carros, la brisa corrosiva y el orín tatúan sobre la piel de la ciudad.
La metáfora del viaje lo obsesiona. El viaje como tránsito de uno a otro estado del espíritu. El viaje como símil del recorrido vital. El viaje como tentativa ilusoria de superar los dolores consustanciales a la existencia mediante el cambio de paisaje. Esta pulsión ha ido a dar a series como Argonautas y Viajeros del tiempo.
Luis Cabrera ha recibido diversas distinciones en prestigiosos certámenes de gráfica (Trienal de Grabado de Noruega, Bienal de Grabado de Sapporo…), sus obras pueden hallarse en el Gabinete de la Estampa de Leipzig, Alemania; Museo Nacional de Pequeño Formato, Lodz, Polonia; Museo Nacional de Cuba; Museo de la Estampa de Fredrikstad, Noruega; Colección de la Caja de Extremadura de Cáceres, España; Colección Frank Mestre, Miami, Estados Unidos, y en la Colección de Grabado Contemporáneo de la Biblioteca Nacional, España. Es egresado del Instituto Superior de Arte (ISA), promoción de 1982, donde ha sido, además, docente.
Entre sus exposiciones personales destacamos: 200 Millas, grabados y dibujos, Museo Nacional, La Habana, 1977; y Teselas, Centro Cultural Infanta Cristina, Pinto, 2008; Del otro lado de la puerta, Galería El Torco, Cantabria, 2010; Troyanos, Taller de Serigrafía Pepe Herrera, Madrid, 2012, y Los ojos del rinoceronte, Factoría de Papel, Madrid, 2016, todas en España.
Eres graduado del Instituto Superior de Arte de La Habana (1982); además, recibiste un posgrado en el Instituto Superior para la Gráfica y Arte del Libro de Leipzig, Alemania (1985). ¿Cómo fue tu experiencia germana? ¿Ibas en igualdad de condiciones, en cuanto a conocimientos y habilidades, con respecto a tus condiscípulos?
Si, seguro; en igualdad de condiciones. Tal vez un poco mejor preparado que el resto, pues la tradición litográfica en Cuba es muy buena y tuve excelentes maestros en la Isla. Además, llevaba algunos años como profesor de grabado en el ISA, lo que ayudó a consolidar mis conocimientos.
¿Por qué escogiste el grabado para expresarte cuando, hasta hace algunas décadas, era considerado una disciplina subalterna con referencia a la pintura?
Justo esa fue nuestra lucha, nos interesaba llevar la gráfica a rangos superiores de la valoración plástica. Tuvimos la oportunidad de coincidir con artistas como Luis Miguel Valdés, por aquel entonces director del Departamento de Grabado del ISA; entre los estudiantes de más empuje estaban Ángel Alfaro, Pablo Borges y Ángel Ramírez, por citar tres de los que luego han desarrollado una importante obra gráfica.
Fuiste miembro del Taller Experimental de Gráfica de La Habana (TEGH). ¿Qué importancia tuvo esta institución en tu crecimiento como artista?
Fui, no. ¡Soy miembro del TEGH desde el año 1982!, y allí obtuve el aprendizaje profesional complementario a mi enseñanza académica. En el Taller hice la estampación del trabajo de diploma, bajo la mirada —y amparado por las trayectorias artísticas— de figuras como José Luis Posada, Frémez, Contino, Zarza, Sosabravo, Paneca, Choco, Nelson Domínguez…
Anécdotas de esos años hay muchas, pues he sido testigo de una época muy loca, de cuando ser grabador del Taller era un grado de distinción. Ahora, lo más importante que me sucedió entre esas paredes fue conocer y hacerme amigo de Armando Posse. Era un maestro espontáneo, que me inculcó cosas que en la escuela no se enseñan, como la devoción a la gráfica y el empeño por adquirir una formación intelectual sólida. A través de él conocí la música clásica, el cine, la literatura; y aprendí a distinguir al creador genuino, con independencia de la manifestación artística en que se exprese.
¿Cuáles serían para ti los hitos más importantes en la historia del grabado cubano? ¿Señalarías, sin orden jerárquico, a cinco gráficos nuestros que consideres de imprescindible conocimiento para público, especialistas y críticos?
Me atrevo, pero debes tener en cuenta que es una opinión personal, surgida al calor de este intercambio. Es muy difícil ser enteramente justo en estos casos.
Hitos: nuestra industria litográfica, la Asociación de Grabadores de Cuba, el TEGH, La Escuela Nacional de Arte (ENA) y el Instituto Superior de Arte (ISA).
Los artistas gráficos: Belkis Ayón, Sosabravo, Nelson Domínguez, José Luis Posada y Luis Miguel Valdés. La lista sería muchísimo más larga. En Cuba la tradición gráfica es muy potente.
¿Tienes alguna preferencia, en cuanto a técnica se refiere, como grabador?
Solo me interesan las buenas obras; ante el alcance estético de ellas, la técnica empleada no es relevante. En tanto artista, mis preferencias técnicas han ido cambiando a lo largo de los años. En el principio le dediqué mucho tiempo a la litografía; ahora estoy más centrado en el grabado xilográfico y, en especial, en el linóleo.
¿Técnicas como la litografía o la colografía, que no parten de incisiones en la matriz, pueden ser consideradas grabados?
Esas técnicas pertenecen a la familia gráfica: la litografía, al igual que la serigrafía, es planográfica; y la colografía se consigue mediante el collage impreso por el sistema de bajo relieve, fundamentalmente. En efecto, no son grabados. ¿Pero eso importa? En la actualidad las fronteras técnicas tienden a desaparecer. Coloquialmente se les llama “grabados”; y a sus practicantes, grabadores. Mejor, llamémoslos artistas visuales.
Las estampas son consideradas “originales múltiples”. ¿Puedes abundar sobre este concepto?
Si, son originales porque parten de una matriz que ha sido generada y controlada por el artista de manera manual e individual. Por lo regular son ediciones cortas, numeradas y firmadas por el autor.
¿Puede haber variaciones en el resultado final entre una estampa y otra de la misma edición?
Siempre las hay. A veces esas diferencias son imperceptibles para los ojos no entrenados. Ese hecho refuerza su carácter de pieza original. Aunque no es relevante.
¿Cuándo te radicas en España? ¿Cómo fue la adaptación al nuevo país? ¿Vivir tantos años fuera de Cuba te plantea algún conflicto en cuanto a la construcción de tu identidad?
Me radico de manera definitiva en España en 1993; antes, desde 1989, pasaba largas temporadas en este país. La adaptación es dura, pues significa llegar a un nuevo grupo cultural y aprender sus esencias para poder vivir lo más asimilado posible. Permanecer tantos años fuera de Cuba me ha llevado a ser bicultural. Lo he asimilado de las personas que son bilingües: cuando estoy en España intento ser lo más nativo posible, y cuando voy a la Isla, saco el disco duro cubano y lo enchufo en mi ser. Claro está, como no soy una máquina ese criollo que llevo adentro de mi esencia se escapa muchas veces y trota sobre la península, y ese peninsular que he aprendido a ser hay veces que brota en La Habana, e incluso en contra de mi voluntad. Es complejo. En España me dicen que tengo acento cubano, y en Cuba dicen que se me sale el “gallego”.
En Cuba practicaste la docencia. Desde hace años estás vinculado a la enseñanza en la Escuela de Grabado y Diseño Gráfico de la Real Casa de la Moneda de Madrid. ¿Supone esto una vocación por el magisterio o los azares de la vida te han conducido al ejercicio de esa profesión? ¿Qué encuentras en el contacto con los jóvenes?
Siempre he ejercido la docencia, no he conocido otra forma de ganarme la vida. Es una profesión que desgasta y te pone a prueba a diario. Te toca formar los sueños creadores de muchas personas. Es una gran responsabilidad.
El contacto con los estudiantes me da una retroalimentación vital, me ayuda a mantener la mente joven y abierta: yo les doy mi experiencia y ellos me dejan la impronta de los sueños por cumplir.
Describe tu proceso de creación. ¿Cómo llegas a la obra? ¿Las imágenes surgen aisladas o vienen, desde la génesis, pensadas como parte de una serie.
Esta pregunta es difícil de contestar para un creador apasionado de su obra y sin el don de la palabra. Soy como una antena, trasmito mis ideas junto con las cosas que me rodean y los sentimientos que las motivaron. Le toca a los espectadores sintonizar el canal de preferencia y ver las imágenes adecuadas.
Entre tus muestras personales 200 millas (Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana, 1977) y Los ojos del rinoceronte (Factoría de Papel, Madrid, 2016), han transcurrido cuatro décadas. ¿Cómo miras, desde tus 66 años, a aquel artista de 21? ¿Cuánto ha cambiado su concepción de la vida y del arte? ¿Qué se mantiene inalterable hasta hoy?
Aunque estoy operado de cataratas, no alcanzo a ver bien a tanta distancia a ese joven que fui ni las ilusiones que atesoraba. Creo que, dentro de mis limitaciones personales, trato de superarme todos los días, de cuestionarme si lo puedo hacer mejor. Mientras el cuerpo se pone viejo, el alma se niega a envejecer. No quiero que muera el niño que todos llevamos dentro.
Las ganas de crear, por el momento, se mantienen inalterables. No sé hacer otra cosa, me pongo de mal humor si no produzco, es mi catarsis, mi estado Zen.
¿A riesgo de que me respondas “en la que estoy trabajando”, me gustaría saber cuál consideras tu serie más conseguida y cuál ha tenido mejor acogida de crítica?
La serie mejor es la que está por venir, sin lugar a dudas. Aunque reconozco que uno de los proyectos más populares, entre los recientes, ha sido Vincent mon amor. Parte de la pasión que sintió Van Gogh por el grabado japonés.
¿Te viene alguna imagen, o un olor recurrentes cuando piensas en Cuba?
Sabores. Las frituras de malanga, el arroz moro y los tostones. Y el olor del dulce de guayaba casero cocinándose, que lo impregna todo.
¿Para cuándo una retrospectiva de Luis Cabrera en Cuba?
¿La quieres curar?
No me respondes la pregunta.
Tú tampoco. Ojalá que algún día sea posible. No depende solamente de mí.
¿Nos ponemos para eso?
¿Darías el primer paso?
Coño, no me respondas con preguntas.
¿Empezamos ya?