Ramón Fernández-Larrea y las crudas palabras

De un verso de Julio Gerber, un paciente psiquiátrico de Buenos Aires, sale el título del poemario que nos ocupa: “Terneros que nunca mueran de rodillas”.

Ramón Fernández-Larrea.

Ramón Fernández-Larrea. Foto: Página del entrevistado en Facebook.

La publicación de un libro de Ramón Fernández-Larrea siempre es noticia. Desde hace décadas es una de las principales voces poéticas de Cuba: su poemario El pasado del cielo (1987), acreedor del Premio Julíán del Casal, marca un antes y un después en la lírica nacional. No es, como en ocasiones ha querido verse, un puente entre generaciones, sino una ruptura en el verbo y en el posicionamiento ante la realidad de aquellos años.

La poesía afirmativa, empática con el proceso social, y no carente de destacables valores formales, daba paso, con él, a una expresión cuestionadora, cáustica, amarga, que ponía en el centro de la mirada no al hombre en conflicto con su circunstancia, sino al hombre en conflicto consigo mismo, en un contexto no exento de violencia.

El propio RFL ha dicho: “La década del 80 comenzó con la isla de Cuba rompiéndose en pedazos. Eran los sucesos de la Embajada del Perú y la estampida por el puerto del Mariel”. Éxodo masivo como no se había visto antes, actos de repudio a las personas que se proponían emigrar, “brigadas de respuesta rápida”: desesperanza, clausura de un mito, linchamientos…

Por entonces, las lecturas de Fernández-Larrea se centraban en autores como Evgueni Evtushenko, Hans Magnus Enzensberger, Antonio Cisneros, y el Heberto Padilla de Fuera del juego y El justo tiempo humano. Eran voces de gran beligerancia en el tratamiento de los temas sociales y no desprovistas de hondura lírica.

Es por esos años que nuestro poeta da con una revista argentina que incluía un reportaje sobre los manicomios de Buenos Aires. Ahí conoció los versos de Julio Gerber, un paciente, que le parecieron cargados de la angustia existencial y la osadía verbal que él mismo incubaba en esa década:

Señor: haz de mí crudas palabras,

mañanas soleadas en las hélices,

madres poderosas en los halcones.

Terneros que nunca mueran de rodillas.

Y justamente de ahí sale el título del libro que nos ocupa: Terneros que nunca mueran de rodillas (Ediciones Furtivas, 2022).

Escrito en la década de los 80, por razones que tomaría mucho espacio contar, se publicó en dos ediciones parciales: el capítulo titulado Manual de pasión (Ed. Universidad de Guadalajara, México, 1993) y Terneros que nunca mueran de rodillas (Ayuntamiento de Santa Cruz, Tenerife, España, 1998).

Ninguna de las dos ediciones tuvo una circulación aceptable, por eso ahora ve la luz como se concibió originalmente, sin retoque en los versos, ni supresiones o adiciones de poemas.

Para el pórtico de la edición canaria de Terneros… la académica cubana Nidia Fajardo escribió:

“Ninguno de los que se enfrenten a este poemario debe esperar unos madrigales con gusto a bienmesabe o pastelitos de guayaba, nada apto para delicados paladares, sino para los hechos a la sal gruesa y el ron sin hielo. Parecería que estos poemas están escritos bajo aquel reclamo de Virgilio Piñera: ‘Hay que morder, hay que gritar, hay que arañar. He dado órdenes’.” (Retrato de una amiga hecho de memoria).

Y así es. De punta a punta del poemario la palabra vocifera, se trenza en imágenes que van de la sorpresa al desconcierto; acaricia el oído a golpes, estruja (nos estruja) el corazón con “violenta ternura”. Cito casi al azar un fragmento de poema donde se plasman las duras experiencia de la Guerra de Angola:

“…había vitrinas bellísimas en el mundo

y dedos diminutos en la basura de Luanda”

(“Manuscrito encontrado en Guanabacoa”).

Los poemas de tema amatorio son frecuentes en el libro; solo que hay que detectarlos bajo el fárrago de blasfemias: “…los policías que investigaban el caso / encontraron tus huellas en mi tos derramada / fuego antiguo en la sábana de animales eternos / que se comen las cosas de la felicidad // en los archivos no tenían fotocopias / de tus dedos tus dientes tu corazón anónimo / pero el cadáver mío guardaba tu mirada / y hasta el rubor de las caderas” (“Manual de vida”).

Es difícil discernir en la obra de Ramón Fernández-Larrea dónde termina el impulso cívico para dar lugar a la subjetividad del yo más profundo. Desde siempre se ha propuesto decirlo todo sin otro compromiso que con la verdad poética, ese terreno de deslumbramientos sensibles donde el lector reconoce lo que hubiera querido escribir, porque “así mismo es”, aunque hasta ese momento él no lo sabía.

Gran servicio le hace Ediciones Furtivas a la literatura cubana no solo con la publicación de este libro temprano y fundamental de RFL. En su catálogo breve pero bueno (la editorial fue fundada en 2019), se leen también los nombres de Reina María Rodríguez (Dársenas), José Kozer (Imago Mundi V) y Carlos Pintado (El árbol rojo); y de los narradores Abilio Estévez (La imagen en el espejo), Alejandro Querejeta (El profundo azul del aire) y Evelio Traba (Vendrás conmigo).

Va una pequeña muestra de este libro más que recomendable.

POEMA LLENO DE HEROÍSMO
los soldados toman sopa los martes los jueves
a veces hay sardinas en la bandeja de aluminio
siempre antes del éxtasis riguroso de un sábado
en que salen de vidrio a arañar mulaticas
en un hueco en la hierba de la noche
los soldados se enfundan en una cruda camisa
te cuidan a ti y a mí y las esquinas y los poros
pasan gritando desde un camión su rabia joven

los soldados tienen a veces pocos años
los viejos dignos les miran con expresión complacida
como pensando qué vida tan magnífica
y en los discursos son algo así como héroes

pero quién carajo pone al soldado de soldado
con su hierro asesino a no tener ojos ni novias
a no tener almuerzos los domingos
a ser un animal sin dientes y con sed

pero quién carajo lo saca del hueco
de sus maniobras mortales
no importa que haya bisté y no sea la sopa
grasienta y triste de los martes
el soldado está ahí en su hueco perpetuo
y los viejos le miran alegres y limpios
como diciendo qué vida tan magnífica

algún día no habrá dioses ni perros ni soldados
que griten desde un camión o escupan a la luna.

 

ALGO SOBRE LOS GUERREROS MASAIS
LAS NOCHES BLANCAS Y LOS DISCURSOS CARIÑOSOS

la mortalidad infantil ha descendido en los últimos tiempos
pero el salario no es ninguna novedad
con el salario uno tiene que comprar ilusión para el hijo
tiene que mantener contento al bodeguero
pagar las armas de los domingos de fango

uno debía tener un útero
en el útero cabe una lanza de los masáis
pudiera hacerse la gran paja
para evitar los pensamientos dolorosos
todo el día en esa paja de león
tarareando algo bello algo que te distraiga
hacer un safari sin mirones
un viaje al infinito con carlos marx en la ceja
a recorrer los bares de la habana
imaginando que uno tiene dólares
y no el salario impuro de llevar al hijo los domingos
y explicarle las cosas de la mortalidad infantil
de que no crea todo lo que sale en pantalla
y decirle muchacho sé albañil o cartero
los guerreros masáis eran mis buenos amigos
el comunismo no está en la próxima cuadra
y etcétera y etcétera y etcétera.

 

CANTANDO EN LA DUCHA

soy hermoso me gusta el cuerpo en que crecí
soy sexual y me sumerjo en el agua
soy hermoso y triste y tengo venas abultadas
como todo el que sufre su sangre
tengo paredes para resistir
en un siglo falaz donde la gente se mira
con un oculto miedo
soy hermoso y no temo pudrirme
sobre el colchón del mediodía
canto mientras puedo grito mientras la lengua me ayude
acaricio erizándome escribo trago la sopa
soy hermoso estoy vivo gracias a dios y los astros
los genes y otras porquerías
en la madrugada resisto
los hirientes deseos de regresar a la selva
evito amanecer con cara de tigre
soy hermoso me duele estar respirando
con tanto cristal dentro con mi tos que molesta
con tantos dedos húmedos donde crecen las zarpas
soy hermoso y tarareo y fumo
en contra de las tropas y los heraldos negros
que vigilan mi cuerpo tostado
para satisfacción de las bestias menudas
soy un hombre que se seca las lágrimas
con las batas de casa que huelen a humo
con las postales del día de las madres.

 

MUERTE DEL TONTO DE LA COLINA

bebía grandes tajadas de sol
sus pies su vesícula las diminutas venas de los ojos
estaban llenas de lumbre y sobriedad

sabía mucho
sabía el horario de las mariposas
las palabras que no decía la gente
al abrazarse doblando las pestañas
él estaba por ahí en su pedazo de tierra
en la suave colina donde podía respirar
mirando la rueca hora tras hora
sabiendo lo que pensaban los pájaros de los hombres

nunca mintió
no tuvo nunca día de ponerse una corbata y sonreír
llenar papeles estúpidos con el nombre de su madre
él estaba por ahí mirándolo todo con esa especie de desdén
que uno tiene en los ojos cuando conoce el horizonte.

II

hoy degollaron al tonto de la colina
le hicieron vomitar toda la luz
y dejaron su lengua sin tesoros

después había burbujas encima de las piedras
donde su rostro vigilaba los fulgores
sacaron de su estómago hasta las últimas estrellas
que todavía latían su vivir

hoy degollaron al tonto de la colina
seguramente está al venir la guerra.

 

JENNY LA GENIO

quién es mi Jenny la genio cuál es mi hora para Jenny la genio
puedes ser tú o la que has sido y ya nunca regresa
cuál será el rostro de Jenny la genio en la futura niebla
qué nube trae arriba a esa Jenny la genio
cuáles sus ojos de matarme
quién es mi Jenny la genio cómo mis labios sin ella
siempre he buscado a Jenny la genio
puedes ser tú o la otra que nunca murmura
el césped contra el aire de la primera carrera
puedes ser tú la genio
que atravesando el círculo ha perdido los ojos
cuál es mi Jenny la genio mi angustia de leopardo
responde por favor que tú eres Jenny la genio
aunque sea un puñal de mentira
una pequeña carta de dios.

 

LOS POETAS CUELGAN DEL CIELO

A Benjamín Moloise

frutas ardiendo en el verano los brazos de la poesía
empiezan a doler a decirse no más
a estar sencillamente en las mirillas
los unicornios se marcharon las aves clandestinas de las fábulas
quedan dos pies y lengua nacen dos ríos y catástrofes
la puerta ha sido abierta no hay jardín encantado
el organista de la esquina subió al tejado a disparar
cuanta paloma triste le quedaba en la boca
los niños cantan y construyen un camino infinito
un nuevo laberinto para ver
el viudo echó a volar los artilleros se asombraron
al ver su corazón repleto de manteles
pero la muerte esa vieja blasfemia pero la muerte ese escondrijo
pero la muerte la sonámbula no tiene ya banderas
pero la muerte cabizbaja se escondió de su soga
mil cinco mil millones de trapecistas rieron
y lanzaron al aire un canto que la esfuma

frutas ardiendo en el verano ojos recién lavados
el día está ahí mismito

debajo de sus cuerpos amanece.

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