En un artículo de Magaly Espinosa dedicado a la obra de la artista que hoy entrevistamos 1, leo: “Rocío visitó la noche del malecón habanero, en el que se dan cita gran parte de los personajes que recrea; estar ahí le permitió llenar de anécdotas sus pinturas. Pero su interés no se centra en la crónica, ni en el valor de memoria que representa simbolizar personajes y anécdotas, sino brindarlas enmascaradas a través de los acontecimientos mismos, disfrazarlas en el sujeto aprovechando sus cualidades físicas: los estereotipos y los significados sociales que portan.”
Y pienso que su método es antiguo y moderno a un tiempo: pasar por el tamiz de la subjetividad tantos estímulos visuales y conceptuales como brinde ese segmento de tiempo y espacio que llamamos realidad, para devolverlos hechos obras artísticas que, como es de rigor, sugieren más de lo que explicitan. De modo que en una pieza como Bad Cowboy, pongamos por caso, más allá de los contendientes claramente identificables, uno encuentra sedimentos de taras sociales como el machismo, los preconceptos que empañan nuestro modo de pensar. La obra de Rocío García (Santa Clara, 1955) se erige, pues, sobre una paradoja: plasma los estereotipos sociales, pero sólo para ponerlos en solfa: el barman, el policía, la geisha…
Y, definitivamente, el gran tema de su espléndida obra es el amor y su anverso. En el pequeño espacio en que los cuerpos se aman o contienden se replican las relaciones sociales en su vasta gama. Obra inteligente la suya, nos da para ver y para pensar. Es arte. Y no se hable más.
En 1975 concluyó sus estudios en la academia habanera de San Alejandro, y en 1983 obtuvo la Maestría en Bellas Artes en la Academia Repin de San Petersburgo, Rusia, donde pasó siete años.
Su primera exposición personal data de 1987: Interiores. Centro de Arte 23 y 12, La Habana, Cuba; y la más reciente, de 2021: Thomas Nickles Projec, New York, U.S.A. Entre una y otra, son destacables las muestras El Eros del lobo, 1993. Galería Espacio Abierto, La Habana, Cuba; Mis pedacitos en venta, 1997. Racklan Building East Gallery. Universidad de Michigan, USA; Hombres, machos, marineros, 1999. Galería Habana, La Habana, Cuba; El domador y otros cuentos, 2005. Galería J.M. ARTS, París, Francia; El Thriller, 2007. Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana, Cuba; Very, very Light… and very oscuro (Un policía con Alzheimer), 2010. Galería Luz & Suárez del Villar, Madrid, España; El regreso de Jack el Castigador…, 2013. Havana Galerie, Zürich, Suiza; y Beliki Tuman, 2019. XIII Bienal de La Habana, Galería Villa Manuela, La Habana, Cuba.
Obras de Rocío García forman parte de prestigiosas colecciones de Cuba, España, Estados Unidos, Suiza, China, Japón y Rusia.
¿Cuándo Rosa Eugenia García de la Nuez se convirtió en Rocío García? ¿Cuándo te asumiste como artista? ¿Cómo fue ese proceso?
Mi madre me llamó Rocío desde que nací, no le gustaba el Rosa Eugenia con el que me inscribió mi padre (Rosa, por mi abuela paterna y Eugenia, por el santo de mi día de nacimiento). Como siempre fui Rocío y todos me llamaban así, ese es el nombre que siento más auténtico.
Mi relación con el arte y la pintura comenzó desde temprano. Pintaba y dibujaba como todos los niños. Un día, una vecina me comentó de una escuela llamada San Alejandro donde se estudiaba pintura; mis padres no sabían nada de esto, pero a mí no se me olvidó, y cuando tuve la edad de matrícula fui a hacer las pruebas y me admitieron. Solo entonces mis padres se enteraron de que ya no iría al pre de El Vedado, sino a San Alejandro.
Advierto en una zona importante de tu obra una intención narrativa, dramática. Los cuadros presentan “escenas”, “fotogramas” de tensas historias en curso. Uno se pregunta qué pasó antes de lo que estamos viendo, cómo terminará el relato. Me parece que, más allá del gesto meramente visual, hay una profundización en los temas tratados, muchas veces inquietantes por referirse a zonas de las relaciones interpersonales que la moral al uso ha relegado a la marginalidad.
Mi pintura es secuencial, en numerosas series trato de crear secuencias como las cinematográficas para que el espectador use su imaginación y arme la historia a su manera, que podría coincidir o no con mi intención. Provocar su imaginación es uno de mis objetivos.
Por lo general, tus “historias” se desarrollan en ámbitos cerrados, íntimos, que reflejan una dosis considerable de violencia. Eso que “sucede” entre los personajes, el sexo duro, ¿son formas del amor? Ahora recuerdo el título de un libro de Roque Dalton: El amor me cae más mal que la primavera. ¿Qué opinión tienes del amor? ¿Es la posesión amorosa, en cualquiera de sus formas, un intento de aniquilación del otro? ¿El ejercicio del amor pudiera no ser un acto de poder?
La tesis esencial de mi obra, casi siempre estructurada en diferentes series, es cuestionar el concepto de poder en la vida contemporánea. Ese rejuego de “domadores y domados” que constantemente se refleja en el ámbito de las relaciones amorosas, psicosociales, políticas, militares, etc., está permeado, como dice Freud, por traumas de naturaleza erótica que provocan en el ser humano actitudes y causas ocultas. Por ello, en mis trabajos uso un imaginario donde lo sensual y lo íntimo sean el resorte que active en el espectador su mundo interior. Este recurso a veces es solo un pretexto o metáfora para llegar a otros contenidos más allá de lo puramente sexuado, pero el espectador no siempre profundiza y se queda en la punta de icebergs.
Una muestra personal tuya de 1997 tiene un título inquietante: Mis pedacitos en venta. ¿Te referías a la relación arte-mercado? ¿Hablabas de lo que hay de autobiográfico, explícita o implícitamente, en cualquier obra de arte?
Mis pedacitos en venta es una obra que pertenece a la serie Geishas o Estampas de la vida que fluye, de 1997. Se trata de una figura femenina que vende sus pedazos como un país. Ésta fue una de mis primeras series, es una metáfora del ser y hacer de lo femenino en un mundo de apariencias.
Hay ahí dos obras tuyas de 2018 que parecen dialogaban entre sí: …y quizás un héroe y Los elegidos. Los elegidos representa una multitud de torsos de hombres y mujeres sin cabeza en medio de un bosque; en …y quizás un héroe, en cambio, vemos una serie de cabezas “plantadas” en un suelo arenoso. Cada obra por separado y vistas en conjunto, proponen una densidad de sentidos que pueden no coincidir con tus intenciones a la hora de facturar las piezas. ¿Te molesta la polisemia? ¿Recuerdas qué pensabas de esos cuadros en aquellos momentos?
La desnudez no siempre significara erotismo, homoerotismo, sexo y sexo… Puede significar muchas otras cosas según el contexto, como, por ejemplo, estas obras que mencionas: … y quizás un héroe y Los elegidos, que pertenecen a la serie Beliki Tuman (frase del idioma ruso que significa “La Gran Niebla”) que se mostró en la Galería “Villa Manuela” dentro del marco de la XIII Bienal de La Habana, en el 2019. Ambas obras, por supuesto, dialogan entre sí y, a su vez, con todas las demás de la expo en un tono sugerente, aunque también están pensadas para que puedan existir/ decir en solitario.
“Beliki Tuman” o “La Gran Niebla” es todo esto donde estamos, así… y no sabemos hasta cuándo.
Transcribo una afirmación tuya de una entrevista con Corina Matamoros 2: “Hasta qué punto el ser humano goza plenamente de su libertad sexual, es también un tema político”. ¿Puedes abundar sobre este concepto?
Todo lo que impida la libertad de expresión y de elección en las relaciones interpersonales y sexuales, entre seres adultos, es también un tema político, pues son las políticas de instituciones creadas por la sociedad, —ya sean partidos políticos o religiones—, las que han generado pautas y protocolos de actitud que fijan taras y convencionalismos extremos. El feminismo, los movimientos LGBTI, los movimientos antirracismo… son todos movimientos sociales en contra de políticas que involucran las libertades sexuales también.
¿Trabajas por series? ¿Partes de una investigación previa? ¿Otras artes te nutren durante el proceso de creación pictórica?
Mi trabajo se estructura en diferentes series, donde mis personajes (Geishas, Machos Marineros, El Castigador, El policía) se entremezclan y son protagonistas según la idea que me interese resaltar. Por ejemplo, “El Barman” es un personaje que he usado mucho, pues puede ser desde un espía hasta un confidente. A veces las investigaciones vienen de la calle, de la vida misma, otras vienen de la literatura, o de filmes u obras teatrales que me han impresionado. Todos esos medios me llenan de imágenes y me provocan reflexiones.
¿Te basta el plano bidimensional para expresarte? ¿No has intentado la instalación, el performance?
Lo que realmente me gusta es el plano bidimensional, aunque puedo disfrutar de una instalación, un performance o un video arte. Hasta ahora siento que mi ADN es de pintora al 100%.
Eres, además de pintora, una gran dibujante. Con escasísimos recursos planteas tus personajes. ¿Es la tuya una estética que bordea lo minimalista? ¿Tienes afinidad con el arte asiático?
El minimalismo estudiado del arte japonés, conjuntamente con la lectura de su filosofía zen, la ironía y el humor de los comics, así como el gusto por el arte clásico griego y tantas otras influencias de las vanguardias pictóricas del siglo XX, son referentes imprescindibles tanto en lo formal como en lo conceptual de mi trabajo.
En San Alejandro compartiste aula con artistas que hoy son figuras imprescindibles de nuestra plástica. Uno de ellos fue Arturo Cuenca, recientemente fallecido en Miami. ¿Cómo recuerdas al Cuenca de aquellos años? ¿Llegaron a ser amigos? ¿Mantuvieron la comunicación a pesar de la distancia?
Cuenca era un ser especial. Le decíamos “Rosadito”, porque casi nunca se quitaba una camisa rosada que, al parecer, era su preferida. Fuimos amigos, hasta hicimos una película juntos donde yo era la protagonista, en casa de Fors, otro artista cubano hoy muy reconocido. Recuerdo que nos divertimos mucho tratando de imitar la onda rara del cineasta italiano Michelangelo Antonioni…Luego la vida nos llevó por caminos diferentes y nos distanciamos, pero siempre lo recordaré como un ser talentoso y provocador, no solamente en su arte, sino también en su vida. Cuenca es un grande del arte cubano.
¿Escribes cuentos aún? ¿Hay intercepciones entre tus historias narradas en la década de los ochenta y tus pinturas de entonces? Háblanos de tu vocación literaria, tus lecturas favoritas, autores que han contribuido a tu educación sentimental.
Me gustaba escribir. En una época escribí cuentos. Admiro a Chéjov, Bulgakov, Gógol, García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Horacio Quiroga y tantos otros “monstruos” de la literatura en general, con acento en la francesa, estadounidense, japonesa. Hubo épocas en la que solo leía, pero siempre supe que pintar era lo mío. La pintura no es la ilustración de una historia, ni de un tema, la pintura es una transferencia silenciosa de la imaginación que habla sin palabras, conmueve sin palabras, es absolutamente independiente de las palabras aunque pueda generar textos y tratados.
Tienes una Maestría en Bellas Artes por la Academia Repin de San Petersburgo (1983), ciudad donde viviste por siete años. ¿Por dónde iba tu obra en los años ochenta del pasado siglo? ¿Cuáles eran tus temas más recurrentes? Desde entonces a la fecha, ¿ha cambiado tu estilo? Describe brevemente ese proceso.
Cuando regresé de Rusia, en 1984, mis intereses pictóricos estaban más cerca del expresionismo clásico alemán del pasado siglo (Munch, Kirchner, Emil Nolde). Luego fui perfilándome por el gusto de la línea pura. En esa época estudié las estampas del grabado japonés, leí mucho a Mishima, y su obra me inspiró para crear una serie que denominé Geishas o estampas de la vida que fluye (1997). Luego, todo fue discurriendo entre el gusto por la línea y lo gráfico con el uso del color expresado en toda su pureza. En general, siempre me propongo objetivos formales que me permitan llegar a un fin, a la esencia misma del contenido, porque amén de la destreza técnica que pueda tenerse, el pensar la pintura es también vital.
De tiempo en tiempo se cuestiona el futuro de la pintura. ¿Crees que esa antiquísima expresión del espíritu humano va a desaparecer ante el surgimiento de otras formas de expresión artística?
La pintura no es un método cíclico, pintar es un laberinto no siempre descifrable. He ahí su misteriosa belleza.
Por eso te aseguro que no va a desaparecer, y menos hoy en día que como va el mundo creo que volveremos pronto a dibujar y pintar en las paredes de las cavernas.
Notas:
1 Entrevista de Magaly Espinosa a Rocío García: https://www.hypermediamagazine.com/arte/artes-visuales/rocio-garcia-se-empena-en-el-amor/
2 Matamoros, Corina. Confesiones de Rocío García. Ed. Turner, 2017.