La Charanga Habanera acaba de cumplir 25 años. La orquesta que dirige David Calzado llega al cuarto de siglo disfrutando de gran popularidad entre bailadores de Cuba y otras plazas del mundo y con disco nuevo. En un reciente artículo en el diario Juventud Rebelde la colega Yelanys Hernández Fusté nos recuerda que Charanga Ligth 2 acaba de ganar el Premio Cubadisco 2013 en el apartado de Música Latina.
De la misma fuente anoto la idea de Calzado de que su nuevo trabajo está “ajustado a la estética de este tiempo”. Esa parece haber sido la vocación continua a lo largo de estos años. Si en Van Van –los clásicos, los maestros en nuestra música bailable de las últimas décadas- el estar al día se produce sobre todo por la crónica urbana que han ido tejiendo; en Charanga Habanera está también la temática actual, el reflejo inmediato de la vida cotidiana pero además –tanto en las actuaciones en vivo como en los videos promocionales- insisten en un culto a lo juvenil, un apego a la moda y los modos de último momento. Alcanza protagonismo en esta agrupación el discurso gestual cómplice con sus seguidores y que puede resultar agresivo para los más pacatos.
El balance musical lo estarán haciendo seguramente los conocedores del tema. Mi óptica está más cerca de los miles de cubanos que sin ser fans de la agrupación pero mucho menos detractores, se han sentido entre fascinados y desbordados por el vigoroso desenfado de la Charanga Habanera.
Hace dos o tres años, mi hija y yo mal cantamos y tomamos como “material de estudio” un tema para la risa y otros comentarios. Estábamos sentados en el Parque de La Normal, a unos pasos de la ruidosa avenida de Infanta. Le pedí a Adriana que me actualizara y comenzamos a desafinar los fragmentos de “Gozando en La Habana”. Le recuerdo que “Cuéntame”- que los charangueros reciclan a su estilo- es un clásico del pop español, muy escuchado en Cuba desde antes de que ella naciera.
El estribillo “cuéntame cómo te va” del original enlaza con la muy habanera pregunta: ¿qué bolá?, giro más fácil de utilizar que de “traducir” al castellano general. La pregunta significa bastante más que cómo estás o cómo te sientes, tiene algo también de ¿y ahora qué? ¿En qué tú andas? Según la circunstancia puede variar desde el saludo casi mecánico hasta el desafío en toda regla.
El personaje femenino se ha ido a Miami y se está perdiendo “el chisme y la sabrosura”. Vale precisar que –como buen lector y hasta “comentador” del gran escritor Virgilio Piñera- revindico el chisme en su costado más noble. El travieso Virgilio iba más allá. Yo –con menos talento que Piñera también en este asunto- me quedo en el goce de estar informado, en consumir los chistes o rumores, entre candorosos y ácidos, que muchas veces apuntan a tendencias y fenómenos interesantes.
La sabrosura es una palabra adorable; tal vez la que más se aproxima al camina’o de nuestras mujeres, al estallido del piropo que lo acompaña. Podría ser aquel requiebro con resonancia gastronómica: “Mi vida, si cocinas como caminas me como hasta la raspita”.
Me quedé pensando unos días en los argumentos de “Gozando en La Habana”. De repetírmela en una parada de guagua o escucharla una vez más desde la radio de los vecinos, me sugirió una rápida mirada sociológica. La novia que se fue “a noventa” –como se le decía en mi infancia a Miami- se aburre. Le faltan las esenciales presencias de Los Van Van (lindo homenaje) o de la mismísima Charanga. Hasta ahí normal la defensa del amante abandonado, el recordatorio de goces comunes por vía de la música. Lo que valdría la pena detenerse es en el cómo vive el novio, el que se quedó. No es difícil suponer que el protagonista “goza” La Habana desde unas posibilidades económicas superiores a la media. Es músico, cuentapropista, persona que entra y sale del país, un representante de la Cuba emergente, portador de una forma de vestir, divertirse y proyectarse que, en buena medida, deja atrás los estrictos ideales igualitarios.
La popularidad –término que Brecht distinguía del más simple y acumulativo masividad- suele tener que ver con la identificación de los grupos sociales que ocupan un lugar protagónico en un momento puntual. Explicarlo en detalles sería complicado. El que pueda asistir a un concierto de Charanga Habanera lo entenderá desde el sudor, la energía, el ímpetu de lo musical y lo coreográfico; desde el centro mismo de un chisme y una sabrosura que permiten hablar de identificación y complicidad en la relación del hecho artístico y su cambiante público.