Antes de la COVID-19, cuando el mundo y nosotros éramos otros, conocí a Emerio Medina (Mayarí, 1966). Compartimos un avión, algunos eventos literarios; un día hasta compartimos una pizza y una cerveza en un sitio muy especial de la calle Corrientes. Había viajado hasta Buenos Aires para participar de la Feria Internacional del Libro y después lo acompañamos al hotel donde se hospedaba cerca de la Plaza de mayo.
“Me agarró en Pinar del Río”, dice refiriendo los inicios del coronavirus: “Estaba participando en la Feria del Libro de esa ciudad. Presenté un libro de cuentos publicado por la Editorial Hermanos Loynaz bajo el título La isla y otros cuentos. Como dato triste te contaré algo: yo no conocía en persona al editor del libro, el escritor Alfredo Galiano. El marco de la feria sería el espacio ideal para conocernos, pero el hecho no ocurrió: Alfredo murió poco antes de la Feria. Son esos eventos desafortunados que puede enfrentar un escritor”.
Los inicios de su carrera literaria se remontan a talleres literarios, aunque como fecha de relevancia, creo, 2005 fue un año notable: alcanzó el Premio de la Ciudad de Holguín por su libro Rendez-vous nocturno para espacios abiertos, publicado poco después por Ediciones Holguín. Desde entonces el cuento fue el género literario por el cual empezamos a conocerlo. “Emerio, el escritor de Mayarí”, se decía. “El mulo”, recordaban otros porque Emerio escribe como un mulo; es decir, tozudamente y sin descanso.
Los premios empezaron a llenar su currículo, donde destacan el Oriente, el Iberoamericano de cuento Julio Cortázar, el de la Alianza francesa, el Casa de las Américas. La última noticia que había tenido de él fue precisamente referida a otro lauro, el Alejo Carpentier-2016. “Gané el Premio Alejo Carpentier de Cuento con un volumen llamado La línea en la mitad del vaso. Un par de años después comenzó la pandemia”, me escribe, aunque además de escribir, hablamos.
Un día, hace muy poco, comienzan a sonar todos los aparatos a mi alrededor: el móvil, la laptop, el speaker. De repente, como por arte de magia Emerio Medina estaba frente a mí. Hacía años no lo veía y fue una sorpresa. Estaba sentado en una oficina, en Felton. Era agradable volver a escucharlo, verlo y a saber que estaba bien.
“Trabajar en una termoeléctrica fue una opción que apareció en el momento justo. Quizá el hecho de chocar otra vez con la actividad del montaje industrial le dio algún sentido a mi vida.”
Graduado de Ingeniería Mecánica en Uzbekistán, la vida de este escritor también destacado por sus novelas y relatos escritos para niños, ha alternado entre la creación y la supervivencia, aunque haya una redundancia en esto, pues para supervivir se exige una perpetua cuota de creatividad en todos los tiempos. Me refiero a la alternancia de oficios que van de la creación intelectual pura a la creación intelectual con motivos prácticos y técnicos. Le pregunto si ha tenido que lamentar la muerte de allegados en estos tiempos.
“No he tenido que lamentar la muerte de personas cercanas por la COVID. Conocía a muchos de los fallecidos, pero ninguno era de mi familia. En cambio, esta etapa, estos dos últimos años, han sido particularmente aciagos. Mi madre falleció en marzo a causa de una hemorragia cerebral, y unos meses antes perdí a dos tíos muy queridos” me confiesa Emerio.
¿Qué ha significado para un escritor, para alguien que vive de la escritura y de la cultura, toda esta circunstancia?
El escritor lleva por dentro una sensibilidad muy especial. Estos tiempos son duros para todos, y mucho más para quien se dedique a contar historias. Los hechos que ocurren alrededor todos los días son tan dolorosos que llegan a afectar la concentración. Sumemos a eso la precariedad de la vida en la Isla, que en estos años se ha agudizado hasta límites insoportables. ¿Crees que uno puede sentarse a escribir cuando lo rodea un ambiente casi tétrico? Todos los escritores me dicen lo mismo: no es posible escribir ni una sola oración.
¿Cómo ves hoy tu entorno?
El entorno se ha oscurecido. Hay una atmósfera tensa. Incertidumbre. Carencias de lo más elemental. Hay miedo. Y ese miedo se siente en el aire. Cualquier conversación gira en torno a una pregunta única: ¿seremos capaces de sobrevivir?
Entonces, puedes hablar de un cambio profundo en tu propia personalidad, ¿habrás cambiado considerablemente por este tiempo?
Yo no he cambiado mucho. Creo que no he cambiado nada. Sigo siendo un chico de doce años, como me describió la escritora Inés Garland. Siempre fui introvertido y sencillo, y eso no ha cambiado. Pero las circunstancias me han obligado a replantearme algunas cosas. Muchos planes se han ido abajo. Muchas ideas se esfumaron. Muchos proyectos debieron ser abandonados. Como resultado, soy una persona sin proyectos. Más introvertido, quizá. Me estoy centrando mucho más en la atención a mis hijos y he puesto a un lado la coraza del escritor.
¿Cómo era esa coraza tuya ahora que la puedes ver al lado?
Me refiero a que el escritor se arma de frialdad para poder escribir de cosas dolorosas. La cercanía de los hijos le da a tu existencia una razón tangible y lo obliga a pensar en claves de realidad. Te desarma, quizá. He escrito un cuento sobre eso: “El hombre que vino a leer”. Inédito.
¿Has tenido tiempo para lecturas o relecturas?
No me he podido centrar en la literatura como hubiera querido, pero algo he hecho. Logré terminar un par de proyectos.
¿Qué función exactamente desempeñas en Felton?
Trabajo como supervisor de montaje de turbina. En estos dos años dirigí el montaje del Sistema de aceite de una turbina nueva, 260 mw, la segunda más grande del país.
¿O sea que si sale de circulación la termoeléctrica eres culpable de los apagones?
No tanto. Yo hice bien mi trabajo. Hay muchos factores.
“Esos varios mundos que yo tengo en la cabeza y en el cuerpo se fueron perfilando hacia el ingeniero, entonces me he dedicado en este último año y medio al montaje de esta máquina”, dice Emerio Medina para un reportaje de la tv cubana sobre uno de los centros generadores de energía eléctrica en Cuba; y puede verse él ante un entramado inmenso que pareciera una gran araña blanca y que no es novela, cuento o montículo de libros, sino el nuevo turbogenerador de Felton, el monstruo que ahora ocupa y seduce al escritor.
Excelente entrevista a Emerio,a quien admiro por su obra y por sus valores humanos.El ha dicho lo que muchos pensamos.Ojala que vuelva a escribir pronto,lo necesitamos.
La entrevista a Emerio Medina en Felton, donde vuelve a su mundo dentro de la ingeniería, pienso mientras aparezcan las oportunidades que nos permitan disfrutar de sus textos.
Lo admiro mucho y también lo admira su amigo el Arq. José Antonio Choy.
Querido Emerio te saludamos por aquí mientras llegue el momento en que podamos encontrarnos por tus territorios.
Mientras si vienes a La Habana aquí estaremos para admirar tu obra como siempre.
Mucho éxito esta vez en tu paso por la termoeléctrica de Felton.
Abrazos
Julia y Choy