Resulta curioso. En el periodismo cubano hay de todo, menos periodismo. Es como un agujero negro. Cuenta con los atributos necesarios, las leyes de la física indican que debe existir, pero continúa siendo un accidente, una depresión indiscernible en el convulso panorama de la nación.
Solo la costumbre -la pereza extendida- hace que veamos una situación menos grave de lo que en realidad es. Del último Congreso de la UPEC podemos rescatar tres breves. Díaz Canel en persona reconoció que el principal culpable de la mala gestión de los medios nacionales era el Partido, Raúl Garcés apuntó que “cualquier piedra en el camino será infinitamente menor que el precio a pagar por esperar otro medio siglo para tener una prensa que se parezca a nosotros mismos”, y Rosa Miriam Elizalde, en la presentación de los resultados iniciales de su Tesis de Doctorado, sintetizó algunos de los criterios fundamentales expuestos por los periodistas en sus asambleas de base. Uno de ellos dice que “la recuperación de las funciones de los medios (…) depende de la mayor participación de la sociedad en la toma de decisiones, y no al contrario; y esto se decide en el Sistema Político, no en el Sistema de Comunicación.”
Lo que hace a estas opiniones un poco más esperanzadoras no es el reconocimiento a fondo del problema. Cuba ha hecho eso muchas veces. Lo que las hace más esperanzadoras son las circunstancias, la certeza ineludible de que hoy, para llegar a algún sitio, la sociedad precisará inevitablemente más participación real en la conformación del país, y de que el Partido no podrá seguir monopolizando, durante toda la vida, el acceso ciudadano a la información.
Los funcionarios que dirigen la prensa cubana no entendieron nunca que para que fuera más revolucionaria, y, si lo prefieren, más partidista, debía ser única y exclusivamente más prensa, más descarnada y verosímil, no tan panfletaria y pedestre, como lo es ahora. Debía insistir en su misión social, no en la ratificación de lo que es ya una falsa dicotomía. Nuestra comparación más fidedigna, menos provecta, menos insustancial, no es con la década del cincuenta, con la dictadura batistiana, o con los gobiernos de Prío y Grau, sino con lo que pudimos ser y no fuimos. Un país vigoroso se mide siempre con el ideal de lo posible, pulsea con el horizonte de su posibilidad, no con las ruinas sobre las que se ha erigido.
Después del Partido, sin embargo, nadie le ha hecho más daño al periodismo cubano que los propios periodistas. Hay en el seno de las redacciones un consenso respecto a nuestra condición de víctimas francamente reaccionario. Es como una palmada colectiva en el hombro de nuestra estima, una resignación malsana, una falsa redención, un engaño a nosotros mismos, que es, como sabemos, el peor de los engaños. En su carta de despedida a Julio García Luis, decano en aquel entonces (enero de 2005) de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, Juan Orlando Pérez dice: “Yo no puedo continuar enseñando periodismo en Cuba, aparentando creer que mis estudiantes tendrán oportunidad de hacer más que árida propaganda de un espejismo o una mentira.”
Uno, si le alcanza la paciencia y el tiempo, si le es imperiosa la necesidad, puede permanecer en un medio, creyéndose, optimistamente, capaz de contrarrestar lo innegable, pero no puede, en ningún caso, desconocer el terreno, hacer como que no es cierta la propaganda, el espejismo y, naturalmente, la mentira. Si algo digno queda en Cuba son los pocos pero valiosos periodistas que han arrendado, con talento y astucia, una pequeña parcela, una breve columna, un mínimo espacio de libertad. Por ellos hemos aprendido que escribir bien, y escribir honestamente, es también una posición política.
No necesitamos cambios graduales, simulacros de avances. Necesitamos una revolución fundacional, una subversión total de las bases. Es sintomático. La noticia sobre los muertos por el consumo de alcohol metílico no fueron los muertos en sí, sino que se estuviera informando el incidente. A partir de ahí, a partir de la primera nota leída por Serrano o por algún otro en el Noticiero de las ocho, el resto, admitámoslo, fue llover sobre mojado. Tan contentos nos pusimos que olvidamos hacer o al menos intentar lo que nos tocaba, si es que todavía sabemos hacerlo.
Para que la prensa jugara su papel, y no ejecutara obedientemente una autorización superior, era imprescindible una investigación detallada de los hechos, de sus causas y procederes, y no una serie de reportes sobre la diligente atención de los médicos a los pacientes. Quien crea que ante esta situación se hizo periodismo, deberá saber inmediatamente que se ha estado engañando sin escrúpulos.
Cito la definición de Horacio Verbitsky que tanto agrada a mi amigo Rafael G. Escalona: “Periodismo de investigación es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativo y documentado posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa; de la neutralidad, los suizos; del justo medio, los filósofos, y de la justicia, los jueces. Y si no se encargan, ¿qué culpa tiene el periodismo?”
Los símiles son venturosos. La prensa cubana es como una república neocolonial. Con bandera, con escudo, con constitución, y sin independencia. Esta dilapidación del presente nos traerá una desmemoria de insospechadas secuelas. El tiempo, que no cree en víctimas o verdugos, proseguirá, y cuando los cubanos del futuro lean los periódicos de hoy, van a llevarse la amarga impresión de que en Cuba había de todo, menos país.
que bueno que existen periodistas como tú… para mí, hasta ahora, los periodistas eran los peores profesionales de mi país, gracias a ti y unos pocos, estoy cambiando de opinión
Cuando te veo otra vez me tiro una foto contigo. Te admiro
Flaco, te mereces una botella de ron pa cuando vaya… la nutella es pa Marian…. averiguame q le gusta a Elizabeth jajaja.
Firmo !
el problema es que mientras sean los periodistas de un partido u otro,como es actualmente, no serán los periodistas de CUBA.
Buen artículo, sin colorete, sincero…es la única forma de despojarnos de las sombras que nos oscurecen. Lo felicito; el periodismo en Cuba muchas veces “llueve sobre mojado”, es aburrido; no quiero un periodismo sensacionalista ni “pacotillero”, solo quiero sentir, que cuando compre cualquier diario, o lea cualquier blog, me sienta informada, dueña de un pedazo de verdad…
Me gustó muchisimísimo… y me entristeció otro tanto; será por ser de los que lucha por la parcela y ni eso, y a dos años y algo de forzar la paciencia y el tiempo, y pa colmo sin la necesidad, el optimismo se me va terminando. Ereungenio, Oliverio, sigue dándonos oxígeno. Un abrazo grande.
Gracias. Contigo, y otr@s más, vamos siendo hoy el país del futuro.
Me quedó la misma triste sensación que a Tunie.
Bien escrito, impecable dirán algunos, pero es no basta digo yo. Viene aseguidas la pregunta ¿y entonces?…… porque lo demás es muy fácil, creo, mas plantearse el ¿y entonces? es la cuestión…
Magnifico, una manera muy precisa de describir la realidad del “periodismo” cubano de hasta ahora, insisto, de hasta ahora, porque, por suerte, hace un rato que ya es distinto, incisivo y mucho mas realista.
Mis respetos muchacho, me quito el sobrero.
ahora si social, esa es tu funcion: hacer periodismo, no convertirte en vedette de las circunstancias. tu estilo puede ser dificil, pero lo fundamental son las intenciones. nunca olvides que el periodista jamas es noticia.