En 1909, en Camagüey, un ciudadano estadounidense se negó a atender a un cubano “de color”. El suceso, que generó discusión pública, tuvo lugar en una barbería abierta al público. El informe que rindió cuenta del caso aseguró que “sean cuales fueren las preocupaciones que existan en los Estados Unidos, con respecto a la diferenciación de razas en el orden social, esas preocupaciones, que sin duda alguna han existido también entre nosotros como dolorosas reminiscencias de la esclavitud, han ido desapareciendo […]”.1
El informe citaba como causas de dicha desaparición el resultado “gradual, pero efectivo” de las guerras cubanas de independencia y los desenvolvimientos de la cultura de la llamada “raza de color”. Tal “raza”, tanto por el “mandato de la ley” como por su “esfuerzo personal”, habría logrado “acceso a los puestos más elevados de la República, sobre la base de igualdad de derechos en relación con los demás ciudadanos”.
Otro acto cometido por un estadunidense, el ex policía Derek Chauvin, ha despertado grandes discusiones ahora en el mundo, también entre cubanos, acerca de la legitimidad de las formas de protesta, a partir del asesinato de George Floyd en los Estados Unidos. Irónicamente, algunas de las expresiones de aquel lejano informe aparecen también en las discusiones del presente.
En las redes, hemos visto a connacionales—identificados con el “exilio duro” en Miami, pero no solo— cuestionar las protestas contra la muerte de Floyd, reclamar en exclusiva formas pacíficas de contestación, y asegurar que los afroamericanos deben aprovecharse del ejercicio de sus derechos y aplicarse con mayor esfuerzo para disfrutar de las posibilidades de superación y ascenso social que proveería el capitalismo estadounidense.
El racismo tiene en cada contexto su historia y particularidades, pero es un fenómeno global que ha modelado el mundo en que vivimos. Para el análisis de ese mundo, como ha dicho Stuart Hall, la raza no es una “subcategoría”. Antes bien, estructura una “formación social total que está racializada”.
Cuba tiene su historia con el racismo y sus formas de protesta. Parte de las críticas frente a las reacciones por la muerte de Floyd también tienen historia entre los cubanos.
El esfuerzo personal y la desobediencia civil
José Proveyer fue un joven cubano, estudiante universitario, que ejercía el periodismo. Para su familia, y para el medio social en que vivía, su carrera representaba la esperanza de inclusión y ascenso social a través de la calificación profesional. Su activismo antirracista suponía la lucha pacífica a favor de la intervención del negro cubano en la vida del país.
Proveyer era “mulato”, una jerarquía racial “superior” a la del negro en la Cuba de entonces, que mantenía sociedades “mulatas” exclusivas, prohibidas para los negros.2 En 1934, en un acto reivindicativo, junto a un grupo de personas “de color”, el estudiante “invadió” la zona blanca del parque de la ciudad de Trinidad.3 Como consecuencia de la reyerta que generó el acto, Proveyer fue linchado.
Su crimen fue traspasar “la línea de color” de un parque. No había incendiado un cañaveral, ni saqueado, ni robado.
Ciertamente, por su esfuerzo personal —y colectivo— un número importante de negros y mestizos cubanos habían logrado convertirse, para esa fecha, en profesionales, empresarios y obreros organizados. No obstante, el racismo seguía siendo una afrenta cotidiana. Días después del asesinato de Proveyer, varios de sus linchadores atacaron a cabillazos a uno de los cubanos negros que había protestado por la muerte del estudiante.
El “esfuerzo personal” de Proveyer chocó con el férreo límite del lugar —físico y social— reservado entonces para los negros cubanos. No importó que Proveyer practicara una vía no radical de protesta: la desobediencia civil pacífica. Una ilustración que representa su muerte lo muestra siendo obligado a tragarse un periódico, esto es, su voz antirracista.
La justicia social y la protesta racial
El Partido Independiente de Color (PIC) representó, como ningún otro partido político cubano en las dos primeras décadas del siglo XX, las demandas del nacionalismo popular latinoamericano en esa fecha.
Apostar por “lo popular” frente a un Estado oligárquico es un desafío radical. El nacionalismo del PIC entendía que lo “popular”, en Cuba, estaba encuadrado por la raza. Observaban que eran excluidos como pobres a la par que como negros. Comprendían que el ser negros era una condición sustancial del origen y mantenimiento de su pobreza.
El PIC reaccionaba frente al nacionalismo excluyente que presentaba el marco posible de protestas en Cuba de este modo: (pedir) “Nada como negro: todo como cubano”. En 1912, el periódico El Triunfo lo decía así: “Aquí en Cuba no se dice “The best negro is the dead negro” (en referencia a un dicho de los EEUU); no, aquí en esta tierra fertilizada con la sangre de sus héroes se dice: “Es el mejor negro, el negro más cubano”.4
Antes que decir que es una buena idea es necesario explorar lo que esconde. Hubert de Blanck compuso un Himno a la República, dedicado a José Miguel Gómez al momento de que este ganara la presidencia (1908), que expresa: “Toda Europa y América aplaude/y a la par los Estados Unidos/a tus hijos que ayer divididos/hoy los une el amor fraternal.”5
La música popular cubana recoge de varios modos la masacre de 1912. La investigadora Yorisel Andino menciona los siguientes temas: de Juan de la Cruz, “Estenoz e Ivonnet”; de Pepe Sánchez, “Ivonet”; y de Manuel Corona, “Ivonet y Estenoz”. (Discursos transgresores: rupturas en el canon musical cubano, Ediciones Santiago, 2015.) Como ha dicho Cristóbal Díaz Ayala —en correspondencia personal con el autor de este texto—, menciones a 1912 se usan como citas intertextuales en varias canciones. Las más conocidas de esas citas son las referidas a La Maya y a Alto Songo, que pueden encontrarse, por ejemplo, en Antonio Machín (“Fuego en La Maya”), el Septeto Nacional (“!Mamá, se quema La Maya!”); el Conjunto Chappottín con Lilí Martínez Griñán (“Alto Songo”) —con versiones como la de Johnny Pacheco y Pete El Conde Rodríguez—, etc. Por cortesía de René Espí Valero, se reproduce aquí, acaso por vez primera, el tema “Ivonet y Estenoz”, una clave de Miguel Companioni (Cuarteto Nano con guitarra, Odeon Record A 88000). Agradezco la generosidad de Espí Valero, uno de los más acuciosos estudiosos de la música cubana, por ceder esta pieza de su colección personal para acompañar este texto.
El PIC reaccionaba contra esa noción de fraternidad racial, que unificaba a todos en el seno de la patria, pero dejaba intacta la desigualdad racializada. Según el PIC, “frases son esas [“nada como negro…”] que han matado las justas y legítimas aspiraciones del elemento negro al punto de haberlo acobardado de tal modo, que se siente incapaz de reclamar lo que de hecho y derecho le corresponde.”6 Para sus miembros, eran a la vez negros y cubanos. No había nada antagónico en ambas identidades.
A una protesta (malamente) armada se lanzó el PIC en 1912. En 1910 varios de sus integrantes habían sido sometidos a una farsa legal por una supuesta “conspiración negra”. Antes, habían sido carne de cañón en la “revolución” de 1906. Antes, habían integrado un muy poderoso ejército interracial, que había desafiado las nociones racistas asentadas en la época, lo mismo en los Estados Unidos que en España.7
Su levantamiento en 1912 tuvo lugar el 20 de mayo, para denunciar la exclusión a que los sometía la República que muchos de sus miembros habían contribuido decisivamente a fundar. La protesta fue sofocada por un violentísimo crimen de estado, que hasta hoy todavía se conoce solo como “la guerrita del 12”, o la “guerra de razas”. Ese mismo Estado había cerrado antes las puertas a la participación política auto organizada, por vía legal, del negro cubano para enfrentar sus exclusiones desde sus intereses y necesidades.
Un tema del hip hop cubano: Obsesión, “Furé en talla”, con mención a Estenoz y a Ivonet.
Alianzas y diferencias dentro del antirracismo
Para muchos en sus respectivas épocas, ambas formas de protesta, la de Proveyer y la del PIC, eran calificables de “racismo negro” por una lógica acaso parecida a la que hoy se llama “racismo inverso”, que vendría a ser una especie de “racismo antiblanco”. Sin embargo, tal cosa no se advierte en sus ideas ni en sus actos.
Las luchas antirracistas cubanas han recurrido a diversas vías, pero tienen en común que en muy raras ocasiones han defendido algún tipo de primacía jerarquizada de los “negros” frente a los “blancos”. No lo hizo Gustavo Urrutia, que defendió las vías legales para el avance del antirracismo —junto a demandas de justicia social. Tampoco lo hizo el PIC.
Esa tradición tiene una gran pluralidad de enfoques y contradicciones entre sí. Tal diversidad la hace muy potente.
Durante la fase final de la Independencia, tanto Juan Gualberto Gómez como Rafael Serra defendieron la necesidad de la autorganización negra para lograr mejoras sociales y avances antirracistas.
El Directorio Central de las Sociedades de la Raza de Color, liderado por Juan Gualberto, o la sociedad La Liga, creada por Serra, buscaban la integración de los negros y mulatos en la sociedad cubana. Pero esto no sucedía sin diferencias entre ellos. En un texto publicado en La doctrina de Martí, dirigido por Serra, se puede leer que Juan Gualberto había editado en Patria un texto “donde no se puede injuriar más a la clase de color”.8
José Martí fue amigo íntimo de ambos y celebró su participación destacada en la guerra. Con el tiempo, Martí y Serra serían referentes muy cercanos del PIC. Juan Gualberto, en cambio, sería uno de sus críticos.
Antonio Maceo y Martín Morúa Delgado, por su parte, compartían el programa de integración social del negro, pero no creían en la utilidad de organizaciones negras separadas. Maceo es el líder consensuado del antirracismo cubano. Morúa es una figura bastante discutida.
A su vez, Juan Gualberto y Morúa mantuvieron posiciones encontradas. No obstante, un comunista antirracista, Salvador García Agüero, nada sospechoso de ser “traidor a su raza”, le dedicó estos versos a Morúa: “(…) Condignos tributos a tu justa gloria/, por igual te deben tu raza y la historia/, la ofrenda del bronce, los ritmos de un estro/, y el claro prestigio de ilustres laureles./ ¡Ojalá que fuesen discípulos fieles/ cuantos te llamaron una vez Maestro!9
El PIC, ilegalizado a través de una Enmienda presentada por Morúa Delgado, tampoco las tenía todas consigo con Juan Gualberto. Para el PIC, el amigo de Martí era “como siempre, inoportuno”10, por razones similares a las esgrimidas11 por Lino Dou, si bien se consideraba discípulo del prócer.
Por su parte, Pablo de la Torriente celebraba estas palabras del “viejo” Souza: “Antes que nada […] Juan fue un hombre que siempre, con mayor o menor intensidad, estuvo del lado del espíritu de la libertad. Después, fue un verdadero reivindicador de los derechos de su raza”.12
La prensa dominante fustigó de otros modos, y con mucha frecuencia, a Juan Gualberto.
Con el tiempo, intelectuales antirracistas, como Juan René Betancourt y Sixto Gastón Agüero, fueron inclusivos al reconocer la utilidad de esa tradición plural.
Para Betancourt, no había “más remedio que declarar que desde la colonia hasta los días que corren (los 1950) han sido cuatro hombres los más conspicuos defensores de su raza: José Antonio Aponte, Antonio Maceo, Juan Gualberto Gómez y Evaristo Estenoz. En ello, “Juan Gualberto Gómez fue el mejor teórico en esta materia” y Estenoz era “el más insigne de los dirigentes que han tenido en Cuba republicana los hombres de color.”13 Para Gastón Agüero, con Morúa había muerto (1910) “la última corriente antirracista integral”, corriente en la que situaba también a Martí.14
Viendo lo visto, no conviene simplificar la pluralidad ni borrar las diferencias dentro de la tradición antirracista cubana.
Antes bien, es importante reconocer cómo esa diversidad tiene varias claves en común: la justicia es el valor supremo; la legitimidad de la protesta frente al racismo es directamente proporcional a la gravedad de la exclusión que genera y a las vías que se encuentren disponibles para enfrentarlo; el esfuerzo personal es incapaz por sí solo de modificar las condiciones estructurales del racismo; es impertinente “dictar” a otros las condiciones en que pueden protestar; y el antirracismo cubano ha considerado como legítimas una gran pluralidad de formas de lucha, que van desde la educación hasta la protesta radical, pasando por la demanda clasista de inclusión económica.
El racismo no es un vestigio, es un problema aquí y ahora
Los cubanos llevamos más de un siglo escuchando que el racismo es un “vestigio”, una “reminiscencia” del pasado. Durante la República nacida de 1902, se dijo que lo era de la esclavitud. Después de la Revolución de 1959, se ha dicho que proviene de aquella República, tanto como de la esclavitud.
Así lo dice aquel informe policial de 1909 y así aparece citado en la nota que presentó el “Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial” en noviembre pasado.15
El capitalismo cubano produjo y reprodujo el racismo nacido con la esclavitud. El socialismo, tras 1959, transformó en profundidad sus condiciones de posibilidad tanto estructurales como culturales, pero está muy lejos de haberlo hecho desaparecer.
El racismo se sigue produciendo y reproduciendo aquí y ahora: mantiene sus usos diferenciadores en la Cuba actual en el trato social y policial a las personas, en el acceso a viviendas, universidades y a la propiedad, en el perfil de la emigración y el recibo de remesas, en la preferencia en zonas pujantes de la economía —sean estatales o privadas—, en la predisposición de las tasas de deserción escolar y población carcelaria, en el desigual reconocimiento que reciben los cubanos negros miembros del Ejército libertador o del Ejército Rebelde, y en el propio desconocimiento de tantos integrantes negros de la gran tradición antirracista cubana.
El racismo antinegro es, como argumentó Fernando Martínez Heredia, un elemento constitutivo de la cultura cubana. No es que se trate de un problema exclusivamente “cultural”, es que atraviesa lo que ha sido la conformación de la nación y del pueblo cubanos. Aún con diferencias profundas, ha sido y es un problema crucial para la nación, la república y la democracia en el país. Los debates en torno a la protesta por la muerte de George Floyd nos recuerdan que cada vez se hace más tarde para reconocerlo como un problema nacional, se trate de la comunidad cubana en Banes, en Miami, o en Barcelona.
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Notas:
1“Las razas ante las leyes y las costumbres de Cuba. Un caso de discriminación en Camagüey” (1938). Estudios Afrocubanos. Revista semestral (Vol.2 No. 2), pp. 104–107.
2 Las crónicas de la época que he podido consultar lo presentan mayormente como “mulato”, aunque alguna se refiere a Proveyer como “negro”. Por ejemplo, aquí: “Alcemos nuestra más enérgica protesta contra los linchamientos de Trinidad” (1934). Juventud Obrera. 8 de febrero, p. 6
3 “Son agredidos los negros en distintos lugares” (1934). Bandera Roja. Órgano Central del Partido Comunista de Cuba (Año 2. No. 14).
4 “Antes que todo, cubanos” (1912). El Triunfo, 29.05.1912.
5 Hubert de Blanck, “Himno a la República”, En: Roa García, Raúl (2006): Bufa subversiva. La Habana: Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, p. L.
6 “Negros y cubanos”. Previsión, 07.04.1910.
7 Ver Ferrer, Ada (2011). Cuba insurgente. Raza, nación y revolución (1868-1898). La Habana: Ciencias Sociales.
8 Serra Montalvo, Rafael (1907). Para blancos y negros. Ensayos políticos, sociales y económicos. Habana: Imprenta El score, p. 89
9 García Agüero, Salvador (1936). “A Morúa”. Adelante 1 (13, junio).
10 “La conferencia de anoche en el club benéfico”. Previsión, 05.03.1910
11 “En definitiva nada tenemos que perder porque lo que debimos ganar se nos ha negado y al convencernos de que practicando las doctrinas de Juan Gualberto Gómez —que hasta ahora nada ha querido para el negro separado del blanco— tendríamos que esperar la consagración de nuestros derechos a un plazo que iguale al de la llegada del Mesías para los israelitas. (….)”. Dou, Lino (1909). “Derrotero obligado”. Previsión, 11.05.1909.
12 De la Torriente, Pablo (2016). “Un muerto explotado y olvidado”. En Pablo en Ahora. t. 2. La Habana: Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, pp. 163–164
13 Betancourt, Juan René (1955). Doctrina Negra. La única teoría certera contra la discriminación racial en Cuba. La Habana: P. Fernández y Cia, pp. 72–74
14 Gastón Agüero, Sixto (1959). Racismo y mestizaje en Cuba. La Habana: Lid, pp. 224–225
15 Leticia Martínez Hernández: “En la reunión del Consejo de Ministros fue dado a conocer el Programa Nacional contra el racismo y la discriminación racial, que se ha concebido «para combatir y eliminar definitivamente los vestigios de racismo, prejuicios raciales y discriminación racial que subsisten en Cuba»”.
Me ha gustado este articulo, toca un tema bastante tabu o poco analizado y sometido a la cosulta popular en Cuba como es el racismo y la discriminación de todo tipo, ya que el gobierno de la isla lo ha postergado y nunca lo ha tenido como primordial, por eso a veces no los entiendo, cuando hablan tanto de esta remora en Estados Unidos, mis felcitaciones
Justamente, los primeros que han reconocido lo dìficil que es eliminar el racismo que aun subsiste despuès de 1959…han sido FIDEL Y RAUL CASTRO. Interesante no ?
Pero me llama la atención que despuès de tan prolija explicación histórica para abarcar casi un siglo, el autor no mencione eso y despache 60 años de esfuerzos del gobierno cubano para enfrentar el problema…en cinco párrafos.
Interesante. Muy interesante.
Es una tonteria culpar la sociedad cubana de que las personas de color no reciban remesas. Eso descalifica al autor.