Cuando los cubanos decimos La Bayamesa nos viene inmediatamente la asociación de algo entrañable, una señal poderosa de identidad nacional. Se evocan obras y momentos distintos bajo el mismo nombre. Se le llama así a la música del primer himno compuesto por Perucho Figueredo en 1868. En este caso los patriotas cubanos buscaban el parentesco con la Revolución francesa y su Marsellesa.
Ya entrado el siglo xx (en 1918), el gran compositor Sindo Garay compuso aquellas preciosas notas –en una canción que lleva el repetido título pero con el segundo nombre de “Mujer bayamesa”– y todos hemos entonado alguna vez: “lleva en el alma…”.
En estas líneas prefiero centrarme en la primera, cronológicamente hablando, la de 1851. Firmaron como autores de esta aventura sentimental el importante poeta José Fornaris, el músico enamorado Francisco Castillo y un joven abogado de ideas avanzadas y estudios europeos que respondía al nombre de Carlos Manuel de Céspedes. Todavía no había liberado a sus esclavos, ni nadie lo llamaba el Padre de la Patria.
Moribundos de dicha y amor
La ventana de la bella Luz Vázquez en la calle San Salvador, en Bayamo, puede suponerse retablo de enamoramiento, territorio para el galanteo; zona enrejada que propicia el cortejo y dificulta el noviazgo. Lo del reducido espacio y la visita fugaz del rostro masculino nos recuerda a Lorca y a aquella Bernarda Alba llamando a sus hijas “ventaneras” en tono de insulto.
Repasando la letra de la preciosa canción y atendiendo al comentario de algunos cronistas se robustece la idea de que la obra, la conspiración del apasionado Castillo y sus amigos es asunto de reconciliación entre esposos disgustados momentáneamente. No parece cosa de candidato a novio extendiendo los dedos temblorosos; cazando el perfil, adivinando un susurro en la penumbra, sino del joven marido que no quiere perder a su linda trigueña y le regala una serenata. El formidable verso “moribundos de dicha y amor” está precedido de otros que evocan momentos de plenitud amorosa.
El tenor Carlos Pérez cantó en la noche de aquel 27 de marzo de 1851 el himno melancólico; buscando, a manera de premio, que los recuerdos amables sustituyeran el enfado y Luz dejara ver su rostro en la noche cubana.
Fornaris se olvida por un rato de la gloria literaria; Céspedes acude al refinamiento de sus años universitarios en La Habana o Barcelona y pone el hombro en algo de trascendencia más íntima pero no menor: propiciar la felicidad de una pareja. Si muchos lugares en Cuba llevan el nombre del gran Carlos Manuel por su gesta independentista, la calle de Bayamo –donde Luz Vázquez parece no cesar de salir a su ventana– se nombra ahora Céspedes recordando al cómplice musical de la continuidad de una pasión y el florecimiento de una familia.
La Bayamesa
¿No recuerdas, gentil bayamesa,
que tú fuiste mi sol refulgente,
y risueño en tu lánguida frente
blando beso imprimí con amor?
¿No recuerdas que en tiempo dichoso
me extasié con tu pura belleza,
y en tu seno doblé mi cabeza
moribundo de dicha y amor?
Ven y asoma a tu reja sonriendo;
ven y escucha, amorosa, mi canto,
ven, no duermas, acude a mi llanto,
pon alivio a mi negro dolor.
Recordando las glorias pasadas,
disipemos, mi bien, las tristezas,
y doblemos los dos las cabezas,
moribundos de dicha y amor
Nota de la editora:
Luz Vázquez y Moreno, nació en 1831, en la ciudad de Bayamo. Considerada una de las mujeres más hermosas de la ciudad, contrajo matrimonio con Francisco del Castillo y Moreno, y juntos tuvieron siete hijos.
Cuentan que la hermosa serenata que tuvo lugar a los pies de la ventana de Luz Vázquez el 27 de marzo de 1851, fue el exitoso intento de su esposo para reconquistar a su mujer. Luz estaba dispuesta a dejarlo al enterarse que este le había sido infiel. Francisco, desesperado, recurrió a la complicidad de su primo Carlos Manuel de Céspedes y su amigo José Fornaris, quien compuso la letra, y Francisco y Carlos Manuel pusieron música a lo que hoy se conoce como la primera canción romántica cubana.
Una serenata de patriotas. Carlos Manuel de Céspedes, fue el iniciador de las luchas de independencia de Cuba. La mayor parte de la obra poética de Fornaris reflejaba su pasión por Cuba. Francisco, de ideas independentistas, murió un año antes de comenzar la guerra pero Luz y sus hijos se incorporaron a la lucha desde el primer momento. Fue ella una de las primeras bayamesas que incendió su propia casa cuando era evidente que los españoles reconquistarían Bayamo en el año 1869. Luego partió con sus hijos a la manigua, y en la lucha los fue perdiendo uno a uno.
Regresó a su casa en ruinas huyendo de la persecución del ejército español y allí perdió a sus dos hijas. Abrazada a una de ellas, desesperada de tristeza, murió Luz Vázquez, la gran mujer que inspiró una de las más hermosas canciones cubanas.
En el sitio donde estuvo la casa de Luz Vázquez existe actualmente una construcción conmemorativa, ubicada en la calle Carlos Manuel de Céspedes número 160, entre Perucho Figueredo y Lora, reparto El Cristo.
Ilustración: Anabel Medina y Dieiker Bernal
Hermosa recordación. El sambenito de Padre de La Patria, difumina aristas interesantes del gran Céspedes.