El sabotaje de los Nord Stream, otro enigma para la historia

Está por verse si el hecho, que afectará por un buen tiempo las relaciones económicas entre Rusia y Europa, quedará sin esclarecer y se convertirá en otra de las grandes interrogantes de la historia.

Foto: EFE.

A lo largo del tiempo han ido quedando grandes enigmas sin resolver sobre hechos que, en mayor o menor grado, torcieron los acontecimientos de la historia de la humanidad.

No hay más explicación para la muerte de Julio César que el hecho de que Brutus era republicano. La muerte conjunta de Adolf Hitler y Eva Braun se ha explicado más por agotamiento que por evidencias indiscutibles. Las versiones del asesinato de John F. Kennedy fueron selladas por la Comisión Warren para impedir que se siguiera abriendo una gran grieta en la unidad política de Estados Unidos.

Algo parecido está ocurriendo en torno a las explosiones de los estratégicos gasoductos Nord Stream 1 y 2.  

Nord Stream 1 y el Nord Stream 2 son (o fueron)  dos gasoductos submarinos que conectan Rusia con Europa, específicamente Alemania, a través del Mar Báltico. Eran clave para el suministro de gas natural ruso a Europa, especialmente a Alemania, de forma directa y eficiente.

Con una longitud de 1224 kilómetros, siguen la ruta del Mar Báltico. El gasoducto Nord Stream original, el 1, con una capacidad anual de 60 mil millones de metros cúbicos, se terminó a finales de 2012. Con el Nord Stream 2 se duplicaría esa capacidad. El gasoducto cruza las zonas económicas de cinco países: Rusia, Alemania, Dinamarca, Finlandia y Suecia.

Los bajos precios de la extracción del gas ruso y la eficiencia en el transporte a través de los gasoductos, eran vitales para las economías europeas, sobre todo para Alemania.  El gas ruso cubría más del cincuenta por ciento, era estable y como dije, barato.

Por supuesto que tenían un gran peso en los ingresos rusos. Gazprom, la empresa estatal rusa de gas, era el principal accionista y tenía presencia, física y en directivos locales, en distintos países europeos.  

Foto: EPA-EFE/HANNIBAL HANSCHKE.

Demasiado bueno para ser verdad

Mientras los europeos miraban con satisfacción los resultados del Nord Stream y con esperanzas la puesta en funcionamiento del Nord Stream 2, para Estados Unidos eran una gran fuente de preocupación.  

Los gasoductos, de hecho, creaban una relación mutuamente beneficiosa, pero también una gran dependencia económica de Europa hacia Rusia.

De entonces datan las primeras tempestades que han traído los lodos actuales. Los años de Yeltsin, es decir, la década del 90, fueron los años anárquicos del cambio estructural del país.

Con Putin al mando, poco a poco la estabilidad interna y la seriedad de la política exterior de Rusia se fueron imponiendo. Otra Rusia se proyectó hacia Estados Unidos y hacia Europa, primero con intenciones de integrarse a las estructuras occidentales, incluyendo la OTAN, y luego con personalidad propia cuando recibieron el portazo de Occidente. Ya el presidente Clinton comenzó a cruzar, como hicieron sus continuadores, la línea roja de la expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas.

Es historia conocida, y está en  el origen de la actual conflagración entre la OTAN, encabezada por Estados Unidos, pero utilizando las fuerzas armadas de Ucrania, y Rusia. 

Mapa: Wikimedia.

Nord Stream: el obstáculo

El primero de los gasoductos se vio involucrado rápidamente en el enfrentamiento que comenzó con la llamada operación especial entre Rusia y Ucrania, en febrero de 2022.  Rápidamente, Rusia  fue objeto de sanciones de parte de quienes defendían la expansión de la OTAN a través de Ucrania. Rusia ripostó reduciendo progresivamente el suministro de gas a través de Nord Stream 1 de 170 millones de metros cúbicos diarios a la mitad. 

El impacto en Europa fue inmediato. Los precios del combustible subieron, la electricidad también subió y la inflación se cernió sobre las poblaciones europeas.

Ahora fue más evidente que la dependencia del gasoducto era un obstáculo para las políticas anti rusas de la OTAN.  Tanto del primero, en funcionamiento, como del 2, terminado pero aún pendiente de  uso. 

El 26 de septiembre de 2022 se registraron explosiones submarinas que dañaron ambos gasoductos en el Mar Báltico, cerca de la isla danesa de Bornholm. La primera explosión se detectó a las 02:03 hora local en Nord Stream 2, seguida de una segunda explosión en Nord Stream 1,  aproximadamente 17 horas después, y crearon varias fugas de gas en ambas infraestructuras.

https://x.com/forsvaretdk/status/1574739041504870400

Tres teorías

 Fueron abiertas investigaciones por varios  países del Báltico. Todos han declarado su incapacidad para llegar a conclusiones. Solo Alemania las mantiene abiertas. 

A lo largo del tiempo transcurrido desde entonces, varias teorías se disputan la credibilidad sobre los perpetradores del sabotaje.

Teoría 1. Culpable: EE. UU.

La más completa, pero la más difícil de aceptar por Occidente, es la del periodista estadounidense Seymour Hersh.  

Hersh recuerda las afirmaciones del presidente Joe Biden y de la entonces subsecretaria de Estado, Victoria Nuland. A inicios del 2022, Biden, después de reunirse con el canciller alemán Olaf Scholz, dijo: “Si Rusia invade, es decir, tanques y tropas cruzan la frontera con Ucrania, no habrá más un Nord Stream 2. Acabaremos con él”.

Y respondiendo a un periodista, según el The New York Times, Biden fue críptico:  “Le prometo que sabremos cómo hacerlo”. 

Veinte días antes, dice Hersh, en un briefing en el Departamento de Estado, Nuland afirmó: “Si Rusia invade a Ucrania, de una manera u otra Nord Stream 2 no progresará”.

Hersh explica en detalle el montaje de la operación de sabotaje con la ayuda de Noruega y de buzos especializados, a los que se sumaron otros, estadounidenses, formados en una unidad en Panamá. Fueron numerosos los obstáculos técnicos a vencer para localizar y poner los explosivos en los tubos —dos por cada gasoducto— en pleno Mar Báltico.  

Y una vez puestos y calculado el tiempo necesario para evacuar a los buzos, debieron crear, por demanda de Biden, un sistema que los hiciera estallar cuando se considerara conveniente. El nuevo sistema utilizaría una bomba sónica que sería lanzada al mar.

Como le ha sucedido muchas veces, Hersh fue inmediatamente atacado por la Casa Blanca y por una parte de la prensa, que lo acusó de no revelar sus fuentes. 

Pero Rusia se hizo eco de la versión y llevó el asunto hasta el Consejo de Seguridad. Allí, el economista Jerry Sachs afirmó que “una acción de este tipo sólo puede haber sido llevada a cabo por un agente estatal”. 

Enumeró a los distintos países que a su juicio podrían haber cometido el sabotaje: Estados Unidos, Reino Unido, Polonia, Noruega, Alemania, Dinamarca y Suecia “ya sea de forma individual o coordinada”.

Fuga del gasoducto Nord Stream.EFE/EPA/SWEDISH COAST GUARD.

Teoría 2.  Culpable: Rusia

Rusia fue también profusamente acusada en Occidente. Pero había muchas consideraciones para descartarla.  

Andréi Kortunov, del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales (un grupo de expertos con sede en Moscú) dijo que no tenía sentido que Rusia fuera responsable, ya que son los dueños de los gasoductos. Si Rusia hubiese querido ejercer presión sobre los suministros de gas europeos, podría simplemente haber detenido la entrega. 

Para febrero de 2023, las agencias de inteligencia de la OTAN descartaban que Rusia hubiese perpetrado el sabotaje.

Teoría 3. Culpable: Ucrania

La pista ucraniana ha sido la más amplificada.  Desde un inicio se adujo que la voladura había sido obra de un grupo ucraniano radical, no identificado. La revista alemana Der Spiegel del 25 de agosto de 2023,  insiste en la responsabilidad ucraniana, luego de considerar varias alternativas.

Un comando de seis soldados de  Ucrania, con identidades falsas, en un barco alquilado, el Andrómeda, se habrían sumergido en el fondo del Mar Báltico y habrían volado las tuberías. “Según la información, los hombres estaban bajo el mando del comandante en jefe ucraniano, Valerii Zaluzhnyi, pero el presidente Volodymyr Zelenskyy aparentemente no había sido informado del plan.”

Es una de las posibilidades que examina en detalle, en las que son más frecuentes los desmentidos de los funcionarios de varios países, que las verdades que, al final, no encontraron.

“Los investigadores de la BKA, la Policía Federal y la Fiscalía Federal tienen pocas dudas de que un comando ucraniano fue el responsable de la voladura de los oleoductos. Un número sorprendente de pistas apuntan a Ucrania, dicen. Comienzan con Valeri K. (el ucraniano que supuestamente dirigió la operación), las direcciones IP de correos electrónicos y llamadas telefónicas, los datos de ubicación y muchas otras pistas aún más claras que se han mantenido en secreto hasta ahora”, añade la revista alemana.

“Según las fuentes de Der Spiegel, los investigadores están seguros de que los saboteadores estuvieron en Ucrania antes y después del ataque. De hecho, la imagen general formada por las piezas de los rompecabezas de la información técnica se ha aclarado bastante”, añade la publicación.

Pero nada pasó, y Alemania continuó apoyando a Ucrania en su enfrentamiento con Rusia.

¿Entre millonarios?

Ahora, en 2024, una inesperada información del periódico estadounidense Wall Street Journal, reseñada por varios diarios en todo el mundo, informó de una conspiración entre varios millonarios para financiar la operación, acordada durante un paseo en una embarcación de recreo, y estimulados por el alcohol —borrachos— que habían consumido. 

Habrían convenido en rentar un barco, buzos y el equipamiento y los explosivos. Su idea, afirman, sería supervisada por el entonces comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, el general Valery Zaluzhny, muy posiblemente con conocimiento del presidente Zelensky.

Pero lo que actualizaba la pintoresca  reapertura de la teoría ucraniana era la responsabilidad del gobierno alemán en la política antirrusa atlantista, que ha hundido la economía del país, la mayor de Europa, con serias consecuencias para la vida cotidiana de los alemanes. Alemania casi no crece, Scholz termina su mandato sin glorias, y la ultraderecha avanza.

El lavado de manos de cualquiera de los países mencionados o aludidos por el reportaje es general. Los ucranianos no solo se desligan, sino que niegan cualquier cooperación con los investigadores alemanes.

Es, hasta hoy, otra gran incógnita de la historia, esta vez reciente, de un hecho que reorientó, junto con otros, la deriva de la política europea. Que ayudó a bloquear una relación con Rusia mutuamente ventajosa para todos. Y cuyas consecuencias siguen resonando en las vidas de las familias en el llamado Viejo Continente.

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