Hablemos de cine cubano.
En los noventa se criticaba en comedia; ahora se critica en drama. Aparte de La cosa humana, de Chijona, los capítulos de Crematorio de Cremata, los animados de Ernesto Piña y mis propios trabajos, no hay gran cosa. La situación es particularmente árida entre los cineastas emergentes: año tras año, la abrumadora mayoría de los trabajos presentados a la Muestra de Cine Joven apuesta por la tragedia trágicamente narrada, el drama, la seriedad. Es como si volviera a ganar fuerza el viejo criterio de que los temas serios hay que tratarlos dramáticamente, que la comedia es para la gozadera y sólo su adusta hermana vale a la hora de ponernos profundos y atrevidos.
Es cierto que dos décadas atrás eran comedias casi todas las películas del patio, no tanto porque los cineastas encontraran divertidísimo el Período Especial como porque era lo que interesaba a los coproductores extranjeros. Una historia ágil, con abundantes risas, música cubana y nuestras exóticas sensualidad y pobreza de telón de fondo, vendía. Antes de juzgar con excesiva severidad a los realizadores, téngase en cuenta que no se trataba de elegir entre hacer una comedia o un drama, sino entre hacer una comedia y no hacer nada: a mediados de la década la producción nacional cayó prácticamente a cero, había que buscar partners o esperar estoicamente por un milagro equivalente al de los panes y los peces. El coproductor no sólo ponía el dinero y abría camino a la película en mercados y festivales, sino que seleccionaba el tono, y con no poca frecuencia exigía que el papel protagónico recayera en determinado actor porque resultaba conocido en Europa. Al realizador le quedaba un margen exiguo para hacer evidente su maniera, su estilo personal. A veces lo lograba. A veces nada más.
Pero lo anterior no significa, ni mucho menos, que la comedia sea o deba ser tratada como un género menor, indigno de abordar temas importantes. Para no ponernos universales y hablar de Chaplin, de Allen o Benigni, habría que recordar que algunos de los más conspicuos maestros del cine cubano, Titón y Tabío, recurrieron a ella una y otra vez. Obras maestras como Las doce sillas, La muerte de un burócrata, Los sobrevivientes, Se permuta o Plaff! son comedias sabiamente construidas. Los Noticieros dirigidos por Santiago Álvarez, alguna película de Julio García Espinosa (Aventuras de Juan Quinquín, Son o no son), toda la obra de Juan Padrón, echan mano a la sátira, el pastiche y la ironía.
¿Qué ocurre, entonces? No se trata, evidentemente, de que los tiempos sean malos, porque no son peores que el punto álgido del Período Especial, y ya vimos lo que se hacía en esa época. Por lo general, la necesidad aguza el ingenio: a unos les da por jinetear, a otros por abrir cafeterías o vender discos quemados, a los artistas los surte de angustias y temas urgentes. ¿Será tal vez que los tiempos, ahora, son demasiado buenos? Yo diría que no. Nadie diría que sí, ¿verdad?
Me temo que se cierra un ciclo y se abre otro en la vieja batalla de los cultores de la comedia por demostrar que el género está a la altura. Lo mismo que ocurre a quienes apuestan por la ciencia ficción, el terror o el cine policial: todo el mundo se divierte con sus obras, pero son pocos quienes las toman en serio. Creo que los realizadores están llenos de rabia y ganas de develar lo que el discurso oficial soslaya, y eso está bien; lo preocupante es que opinen que la tarea sólo puede acometerse a través del drama. Y, a menudo, de un drama críptico al que siempre parecen faltarle algunas piezas. Por si fuera poco, hay un puñado de críticos que piensa lo mismo: mientras más lenta y complicada, más atormentada y difícil es una película, mejor es. El equivalente en el ámbito literario sería, supongo, considerar válida exclusivamente la obra de James Joyce.
La comedia no es banal per se: hay universos de distancia entre The gold rush o Dr Strangelove y cualquier, ejem, obra con Adam Sandler o Will Ferrell. Es verdad que los cubanos, fieles a aquello de que no llegamos o nos pasamos, a menudo hacemos –y preferimos- piezas demasiado escoradas hacia la farsa. Pero, insisto, ese no es problema del género, sino de los realizadores.
A ver si les hacemos más chistes en la EICTV o la FAMCA, antes de que sea demasiado tarde…
pero eduardo, el icaic se paso un monton de años tratando de hacer solo obras maestras y el resultado no fue el esperado. con todo memorias del subdesarrollo, la ultima cena y demas, el titulo que los cubanos mas recuerdan y mas disfrutan es ese mismo de tu foto, la muerte de un burocrata. una vez le pregunte a carlos ruiz de la tejera si la raiz del personaje que lo encumbro es el siquiatra de “burocrata” y me respondio que nunca se habia lo habia notado. es muy dificil quitarle a los cineastas el sindrome de sam wood: todos quieren ser inmortales, pero nunca olvides que somos cubanos y uno de nuestro mas grande antidoto es la jodedera, convertir todo en una rumbita. yo se que los temas son dificiles de encontrar y algo complicado en el cine son buenos guiones, pero el cine nacional (tambien por ejemplo) tiene un monton de musicos y otro mayor de deportistas que darian historias interesantes para ser contadas. incluso una fusion de ambos. se murio rita montaner, se murio bola de nieve, se murio parez prado… se murio stevenson y nada. los nicanor, y no otras cosas, te han propiciado el cariño de la gente. a pedro luis ferrer mas las guarachitas criollas que el romance de la niña mala. somos asi. a todo artista le gusta la trascendencia, pero si lo encuentra en la risa, en alegrarle la vida a los demas, entonces la satisfaccion deberia ser mas completa.
Gusto mucho del cine de comedia,reir y reir sin parar y desconectar de los problemas del dia dia,me interesa poco de que pais sea el film,o si es de humor negro o de otro color ,lo que me interesa es reir sin para , jajajajja,
“Aparte de (…) y mis propios trabajos, no hay gran cosa.” Me parece estupendo, Llanito, que si nadie elogia o toma en cuenta tus obritas seas tu quien dé el paso al frente. Es mas barato, ademas, pues tampoco pagas por publicidad.
No pude continuar luego de la primera línea de “aparte de …. y mis propios trabajos”.
Quizás lo q digas después está interesante, pero no puedo seguir leyendo, lastima porque cuando no empiezan así y logro leerlos casi siempre me gustan.
Me recuerdas a Amaury Pérez.
Hace ya varios años tuve la oportunidad y el privilegio de moderar una conversación- entrevista, por que no, en la Casa del Joven Creador de la AHS de Santiago de Cuba, en la que Eduardo del Llano, tú, eras el invitado de honor. Presentabas entonces tu largometraje documental sobre la historia del grupo Nos y Otros, imprescindible a la hora de hablar del humor inteligente en Cuba, del que hacían los grupos de artistas aficionados de la FEU, al menos de los años ochenta para acá. Incluso tengo una deuda de gratitud contigo. Te considero uno de mis mentores literarios, lo cual no creo que hable precisamente bien de mí, pero leyendo tus cuentos descubrí que la buena literatura nacional puede pasar, hasta un punto, por adoptar un estilo típicamente cubano, jodedor, chovinista, irónico, auto referencial, sin grandes pretensiones estilísticas ni filosóficas. Escribir por el placer de hacerlo. Bien hasta ahí. Incluso considero que el Decálogo de Nicanor amerita un análisis cinematográfico más detenido, que trascienda la estética fílmica para detenerse en lo sociológico. Más allá de los cuestionamientos que te hace la comunidad de lectores, que te acusan de ser un narcisista recurrente, que puede ser o no, hay otros puntos en los que disiento de la apreciación que haces de la no presencia de la comedia en el cine hecho por los jóvenes realizadores cubanos, una producción que consumí mientras vivía en Cuba. Que el género comedia no sea muy recurrente en las historias de ficción o los documentales que narran los egresados o estudiantes de la FAMCA o la EICTV no debería preocuparnos. Los tiempos han cambiado y con ellos la percepción que tienen los realizadores de la realidad. La comedia no es un género cinematográfico menor. Por supuesto que no, pero su recurrencia finisecular tiene la explicación más sencilla, como bien lo insinúas, o dices, en el si no de los realizadores, abocados a filmar un tipo de humor complaciente para con los productores, en este caso extranjeros, que no me parece denigrante per se, desde lo ético, pero si cuestionable hasta un punto. Era como ejercer el triste papel del ventrílocuo, para hablar a través de un muñeco muerto, irresponsable de sus actos. Eres el director y guionista del cine cubano contemporáneo que más ha incursionado, con éxito, en el género comedia, pero no eres el único. Una de las grandes obras del movimiento de los jóvenes realizadores es precisamente Utopía, de Arturo Infante, una película que abrió una brecha en el modo de hacer un tipo de cine hilarante sin redundar en los facilísimos habituales. Existen muchos tipos de comedias cinematográficas. La existencial e intelectual, de raigambre británica y francesa; la erótica y de enredos, más cercana a la cuerda italiana, y el jamón jamón ibérico, que intenta remedar las anteriores desde una perspectiva picaresca, la mayoría del tiempo, sin conseguirlo. Esos son las fuentes de las cuales abreva todavía el cine cubano, que debería apostar por la autenticidad, y el drama, aunque sea denso. Para ser felices no basta con reír. También es preciso reflexionar. La comedia es mucho más difícil que hacer de lo que parece. No es un encabalgamiento de gags y chistes fáciles. No es lo mismo ser un comediante, un actor cómico, un humorista, que un bufón. Estos, enanos, con gorros multicolores y de cascabeles, aunque podían criticar al Rey y hacerlo sonreír, al final no pasaban de ser esos, bufones, el hazmerreír de los cortesanos hipócritas. A lo mejor es precisamente lo que quieren evitar los jóvenes realizadores. Un primer buen paso para empezar a entenderlos es no juzgarlos ni considerarlos discapacitados para la creación y el Arte, con mayúsculas. Hay que concederles siempre el beneficio de la duda. A ellos y sus profesores. de todos modos el artículo lanza una pregunta y advertencia veraz: ¿Acaso estamos perdiendo el sentido del humor? Puede ser, pero siempre será preferible a perder la sonrisa. Saludos.