Todos los que participaron en esta cena firmaron un documento donde reconocían
que ellos eran solo una representación de un grupo mucho mayor y variopinto;
y que esperan que en 2019 alcance el presupuesto para que vengan todos.
20 de Octubre. La Habana.
Año 2017.
Hay un enorme banquete
esta noche en Tropicana.
Cada año esta fecha gana
tintes, ribetes hermosos.
Y hoy merecen, orgullosos,
una cena de locura,
quienes regalan cultura,
todos nuestros “culturosos”.
Para que nuestra cultura
hoy viva codo con codo
hay largas mesas con todo:
teatro, literatura,
música, danza, pintura
y cine y televisión.
Hasta la improvisación
tuvo algunos invitados.
Todos emperifollados,
de etiqueta (y con razón).
Mesa 1. Teatro y Televisión (más Dramaturgos)
La primera “im-pertinencia”
en esta mesa tan larga
(y tan honda, por su carga)
surgió por la “presidencia”.
¿Quién sería Su Eminencia
en aquella reunión?
¿Quién iría en el sillón
presidencial, por solera?
¿El Gran Virgilio Piñera?
¿Miravalles o Titón?
A los tres les daba igual,
pero lo ocupó Piñera
y estuvo la noche entera
con gesto amable y jovial.
A su lado, un comensal
serio (Osvaldo Doimediós).
Y Coralita Veloz
que hablaba con Paula Alí
sobre si el arroz congrí
era más frijol que arroz.
Pastor Vega: “Esto está frío”.
Pineda Barnet: “¿Quién paga?”
“¡Yo no!” (Eliseo Altunaga).
“¡Ni yo!” (Juan Carlos Tabío).
Cristina Obín: “Yo me río”.
Mirtha Ibarra: “Estoy nerviosa”.
Montse Duany: “Ay, tú, qué cosa”.
Cremata: “Todo muy rico”.
Y Ana de Armas: “No me explico
qué hace Hernández Espinosa”.
Muy cerca, Daisy Granados
no quería ni comer
porque Rita Montaner
era alérgica al pescado.
Arredondo, algo enfadado,
le dijo a Enrique Almirante:
“Espero que echen bastante
porque estoy que me desmayo”.
“Yo merendé en el ensayo”,
dijo Enrique, tan campante.
Frente a ellos, Reinaldo Arenas
hablaba con Arrufat,
y Antón: “Yo soy como Prats,
ya no me gustan las cenas”.
“Cuando son buenas, son buenas”,
interrumpió Chely Lima.
“Y yo no soporto el clima”,
dijo Rómulo Loredo.
“Pues, yo si es gratis, me quedo
y así hoy no cocino, prima”.
Quien habló, ¿quién iba a ser?
El gran Reinaldo Montero,
tan directo y tan sincero
en las cosas del comer.
Eduardo Manet: “Yo ayer
comí solo pan-con-pan”.
Y José Agustín Millán
le dijo a Isabel Moreno:
“Yo lo veo todo bueno,
¿qué quieren estos? ¿faisán?”
Don Jorge Perugorría,
callado, fumaba un puro.
Matías Montes (lo juro)
un fantasma parecía.
Néstor y Luisa María
enseñaban sus encantos
mientras doña Isabel Santos
le dijo a Pánfilo: “Ven
y haznos un chiste también,
tú que sabes unos cuántos”.
Freddy Artiles por su parte
hablaba con Nilo Cruz
y con Laura de la Uz
sobre las “trampas del arte”.
Como si comiera aparte,
Rodolfo Pérez Valero
no hablaba con nadie, pero
escuchaba a todo el mundo.
(Sobre todo, al viejo Cundo
y a René Portocarrero).
Celia Ponce de León
elogiaba Tropicana
y otras partes de La Habana
con Antolín el Pichón.
Mientra, Jorge Villazón
preguntaba si había vino,
y fue Amadito del Pino
quien le dijo: “Tinto y blanco,
aunque, para serte franco,
por la gestión de Estorino”.
Con María Irene Fornés
estaba Nicolás Dorr
y Rodríguez Salvador
junto a Beatriz Valdés.
Abilio Estévez (tal vez
el más serio de la mesa)
bebía a sorbos cerveza
y Alberto Pedro decía:
“Está bien fría, bien fría,
da la punzá en la cabeza”.
Serio, Alberto Sarraín,
observaba a José Triana
y este observaba a Susana
y esta a Barbaro Marín.
Feliz, Verónica Lynn
hablaba con Pablo Armando.
Todos felices, charlando.
Incluso Humberto Arenal
y Consuelito Vidal:
más jóvenes que Rolando.
Hablo de Rolando Brito,
que estaba de compañero
del otro Brito, Cepero,
el locutor infinito.
“El plátano verde frito
siempre fue el mejor entrante”,
dijo Cepero, exultante.
“Ey, no olvides la fritura
de malanga, qué ricura”,
recordó Tito al instante.
Tito Junco, por supuesto,
que hablaba con Llauradó
sobre lluvia y dominó,
sobre aquello y sobre esto
hasta que torciendo el gesto
escuchó a Cepero Brito:
“Cierto que el plátano frito
o chatino está muy bueno,
mas la fritura, moreno,
es mi plato favorito”.
Tito Junco le decía
a todo el mundo “moreno”.
Alberto Pujols ajeno
a todo se mantenía
con Luis Alberto García
y César Évora, hablando.
Y William Levy gozando
los chatinos, las frituras,
y todas las sabrosuras
que les iban regalando.
Dirigiéndose a Piñera,
“¡Ey, qué aguacates tan grandes!”,
dijo Leopoldo Fernández,
esperando que lo oyera.
Pero no, no hubo manera.
Eslinda Núñez reía
en voz alta, porque había
pisado a Adela Legrá.
(Y de fondo, un chachachá
de los antiguos se oía).
Eslinda y Rolando Brito
besaron a Miravalles
delante de Ana LaSalle
que por poco pega un grito.
Mirta Ibarra llamó a Tito
y esta a Beatriz Valdés.
Laura de la Uz después
le preguntó a Ezequiel Vieta
si Titón estaba a dieta,
y Ezequiel le dijo: “Yes”.
Ezequiel quería ron
(por eso hablaba en inglés).
Y Carlos Díaz después
le dio whisky, el muy carlón.
Otro Carlos, con razón,
quería darse a la fuga
“Quédate, Carlos Lechuga”,
le dijo Hernández Catá,
“que la carne viene ya,
y aquí el que se va se arruga”.
Se partieron de la risa
Susana Pérez y Antón,
mientras Piñera y Titón
se ajustaban la camisa.
“Señores, cuál es la prisa”,
dijo, ya seria, Susana.
“Estamos en Tropicana,
celebrando todos juntos,
los vivos y los difuntos,
por la cultura cubana”.
Y levantaron los brazos
y se pusieron de pie
y a Doimediadiós se le fue:
“Choquemos copas y vasos”.
“Los amigos son escasos”,
completó Perugorría.
“Brindemos por la armonía
del arte y por la amistad”.
“20 de Octubre, ¿verdad?
¡Vivan!, que un día es un día”.
Por supuesto, había más
(la mesa era kilométrica):
solo por temas de métrica
no menciono a los demás.
Todos delante o detrás,
todos de frente o de lado
junto a los que he mencionado
dentro de esta Gran Escena.
Pues los que armaron la cena
de nadie se han olvidado.
Mesa 2. La danza
En la mesa de la danza
presidía Alicia Alonso
al lado de Lizt Alfonso,
entre el rondó y la mudanza.
Vistiendo verde-esperanza
Carlos Acosta reía
y Daniel Sarabia abría
una botella de cava
por lo bien que terminaba
para todos aquel día.
Aylin Mujica pidió
que en su parte del mantel
cenara Jorge Esquivel,
y Esquivel la complació.
Qué feliz Lorna Feijóo
junto a Narciso Medina.
Y con look de bailarina
se vio Rebeca Martínez
hablando de patakines
con Patri Santamarina.
A Regina Balaguer
no le gustaba el arroz.
Se lo dio a Lázara Ross
y a Svetlana Ballester.
Bebió Liset Santander
una copa de champán
e hizo un brindis con Lienz Chang
delante de Alberto Méndez
que sentó a Tony Menéndez
cerca de Manuel Hiram.
Marlon de la Concepción
miró a Verena García:
“Mi cerveza no está fría”
“Entonces, tómate un ron”.
Pidió Grethel Morejón
que se hablara más bajito.
Pero llegó Amparo Brito
tan feliz y emocionada
que sin importarle nada,
“¡Soy muy feliz! (pegó un grito).
Aplaudió Oscar Torrado
de alborotada manera
junto a Yanela Piñera
y con Maisabel Pintado.
Luego Analucía Prado
miró a Alicia de reojo.
Llevaba un pañuelo rojo
y cuando le iba a expresar
“Tengo ganas de bailar”
llegó la yuca con mojo.
Yuca con mojo, congrí,
plátanos fritos, fritura.
“Como engorda la cultura”
dijo Alicia Alonso. “¡Síiii!”,
respondieron Lorna y
Litz: “Vaya ambiente cubano”.
Y hasta José Zamorano
le dijo a Fidel Pajares:
“Yo conozco otros lugares
donde hay un menú más sano”.
Feliz Zenaida Armenteros:
“Josefina, tú me entiendes”.
Feliz Josefina Méndez:
“Qué gran noche, compañeros”.
Cristy Domínguez: “No hay peros”
La Castiñeira: “Qué ambientes”.
Aplaudía Amanda Fuentes.
Aplaudía Amelia Vargas.
Y en todas las mesas largas
Fiesta de labios y dientes.
Fidel Pajares pidió:
“Rosario Cárdenas, habla”.
Y con buen ritmo en la tabla
ella silencio pidió.
Su discurso comenzó
con un “soy feliz” sincero.
Rudisberto Carralero
la tomó por la cintura
y se escuchó “Qué hermosura”
(la voz de Sonia Calero).
Y un feliz Erviti quiso
bailar cerca de la mesa
pero le dieron cerveza
y no le dieron permiso.
Carlos Acosta, insumiso,
se paró e hizo un fouetté.
Y Fernando Alonso, en pie,
Aplaudió tanta hermosura.
“Qué bueno cenar cultura”.
“Cuba, qué bien se te ve”.
Así, en la segunda mesa,
la mesa más bailarina
la de figura más fina
y mayor delicadeza
se hizo grande la belleza
y más grande la esperanza.
“Coman sin miedo, que alcanza”,
les decía el cocinero
y octubre rompía el cuero
en homenaje a la danza.
Por supuesto, había más
(la mesa era kilométrica):
solo por temas de métrica
no menciono a los demás.
Mesa 3. Literatura
La tercera mesa era
la mesa más complicada.
Tal vez la más alargada.
Tal vez la más vocinglera.
Tal vez la más majadera.
Tal vez la más “culturosa”.
Tal vez la más peligrosa.
Tal vez la más peliaguda.
Pero si el ambiente ayuda
se cena en verso y en prosa.
Dulce María Loyaz
decía que iba a comer
con Alejo Carpentier,
pero un poco nada más.
Padura, hambriento y locuaz
seguía siendo Padura.
“Cómo engorda la cultura”,
decía Lezama Lima
que tenían en alta estima
el ritual de la fritura.
Martí comía también,
y hasta le quitaba el pan
al pobre de Pedro Juan,
sentado junto a Guillén.
Severo Sarduy: “Y con quién
Wendy Guerra se sentó?
Heredia, que lo escuchó
dijo: “con Lydia Cabrera”.
Y Wendy halló la manera
de hacerle un guiño a Feijóo.
Feijóo junto a Senel Paz
y Senel cerca de Sacha
“Ey, Mirtha Yáñez, muchacha,
no se puede comer más”.
Chavarría fue incapaz
de decirle a Milánes
que no se comiera tres
chatinos (vaya goloso)
y Onelio Jorge Cardoso
en vez de tres, cogió diez.
Risa de Eliseo Diego
Risa de la Avellaneda:
“Vaya, sálvese el que pueda!,
si se acaban no hay más luego”.
Todo parecía un juego
para el amigo Jesús
Díaz (siempre a contraluz).
Y para Fayad Jamís
que quería hacer feliz
a Fina García-Marruz.
Luego Carilda Oliver
le dijo a Cleva Solís
que hablara con Raúl Luis
que no quería comer.
Y Desnoes: “Hay que ver
lo flaco que estás, hermano”.
Alberto Rocasolano
Y Mañach le sonrieron.
Y al final le prometieron
libros de Eduardo del Llano.
Alberto Serret cenó
(casi nunca se lo pierde)
con Cirilo Villaverde,
que era fan del quimbombó.
Benítez Rojo pidió
un absurdo arroz con mango
y Cirules cantó un tango
que tenía voz y eco
antes que Sindo Pacheco
saludase a Arturo Arango.
Carlos Pintado, pintado
estaba en algún rincón
y Ricardo Riverón
tristemente emocionado.
Carlos Loveira, inspirado
con brindis de “no me olvides”,
mientras Rafael Alcides,
Heberto, César y Friol
estaban buscando alcohol:
“Yo hago una seña y tú pides”.
Casal, Florit y Piñera
pidieron a Retamar
que llamara a los del bar,
y por favor, que pidiera.
Gaztelu, con su manera
escolástica ayudó,
pero de pronto Feijóo
improvisó una cuarteta
en la que llamó “poeta
de poca monta” a Escardó.
Y el viejo Cabrera Infante
le dijo a Gastón Baquero
“Falta Reinaldo Montero”,
mas lo vio en el otro “plante”.
“Es que está de comediante”,
le aclaró Lina de Feria.
Waldo Leyva entró en materia
con un trozo de langosta
y dijo Agustín Acosta:
“Reina María está seria”.
“Ella siempre ha sido así”,
dijo Ángel Escobar,
que estaba intentando hablar
de cocina con Martí.
Luego el Indio Naborí
pidió otro plato de arroz
y fue León de la Hoz
quien se lo puso en la mano
mientras Roberto Manzano
decía: “Para los dos”.
Por cierto, Manzano estaba
sentado con Juan Francisco
Manzano, que pidió un pisco
pensando que en Chile estaba.
Cintio Vitier se tronchaba
de la risa con Zenea.
y Padura dio una idea:
“¿Por qué no canta Manzano
algo de punto cubano,
una décima aunque sea?”
Luisa Pérez de Zambrana
le dijo a Mariano Brull:
“Yo era antes del Bando Azul
y mi equipo era el Habana”.
Cintio dijo: “¡Qué cubana!”
Y Poveda: “¡Qué bonita!”.
Y luego Santiago Pita
a Félix Pita Rodríguez:
“No entiendo por qué tu sigues
con mi apellido, me irrita”.
Degustando su lechón
junto a los Pita, Fornaris.
Y junto a este Damaris
(sí, Damaris Calderón).
Cabizbajo y con un ron
se vio a José Ángel Buesa.
Y entre cerveza y cerveza
vimos a Regino E. Boti
dándole a la Pogolotti
un papel bajo la mesa.
“Qué bueno quedó el congrí”,
dijo Ronel, encantado.
Y Lezama: “A este pescado
yo le hubiera puesto ají”.
“¿Y el Cucalambé está aquí?”,
dijo de pronto Padura.
Pero ya nadie a esta altura
improvisó una respuesta.
Todos estaban de fiesta,
todos comiendo cultura.
Eso sí, el Cucalambé
estaba con Senel Paz
mirando a Roberto Faz
en la otra mesa de pie.
A Gaztelu se le fue:
“¿Aquel no es Perugorría?”
Y entonces Dulce María
se escapó de su Jardín:
“Dulce de coco, ¡por fin!
criolla repostería”.
Y Comas Pared pidió
langosta en varios idiomas.
Y Carilda: “Tú no Comas”,
un chiste le improvisó.
De la risa se partió
Luisa Pérez de Zambrana.
Y luego dijo: “La Habana
está igualita-igualita”.
Y Poveda: “¡Qué bonita!”
Y el gran Cintio: “¡qué cubana!”.
Otra vez habló Ronel
con Oraá y con Manzano
mientras José Luis Serrano
hablaba con Esquivel.
Peglez y Pérez Montiel
le pidieron a Larrea
que le dijera a Zenea
que leyese más a Ponte
cuando Domingo del Monte
respondió: “Muy buena idea”.
Karla Suárez se sentó
con Yoss y con Rubalcaba,
mientras Zequeiras rogaba:
“Por favor, más quimbombó”.
José Kozer se estiró
mirando a Comas Pared
y entre Sigfredo y Odette
se vio a Reinaldo García
que un secreto le decía
a Zacarías Tallet.
Abel Prieto hizo un buen chiste
y soltó una carcajada.
Y Dora Alonso, cansada,
puso cara de alma triste.
Cofiño le dijo: “¿Viste?”
Y dio un toque a Ena Lucía.
La Portela no sabía
lo que tenía que ver.
Y Cofiño: “¡Qué iba a ser!”
“¡Que la carne se te enfría!”
Y así, la literatura
cubana se alimentó,
y con palabras pagó
la cena de la cultura.
Parecía una locura,
pero todos se elogiaban.
Por primera vez estaban
de acuerdo en algo importante.
Si Cuba estaba delante
qué bien todos se llevaban.
Por supuesto, había más
(la mesa era kilométrica):
solo por temas de métrica
no menciono a los demás.
Mesa 4. Artes plásticas
Pidiendo a gritos más pan
se escuchó a Zaida del Río
y con el plato vacío,
callado, Wilfredo Lam.
“Yo sí quisiera faisán”
dijo Roberto Fabelo.
“Se te va a caer el pelo”,
le dijo risueño Choco.
Y Rancaño: “Tú estás loco”.
Y Kcho: “Yo, un ron con hielo”.
Nelson Domínguez comía
rico tamal en cazuela
haciéndole un cuento a Abela
sobre cómo hacer jutía.
Antonia Eiriz decía
que Amelia estaba muy flaca.
Y Carlos Enríquez saca
su móvil y hace un foto.
Fofográfico alboroto
y pictórica alharaca.
Rubén Alpízar Quintana
le comentó a Ever Fonseca:
“La carne está un poco seca”.
“Oye, ¿y aquella no es Juana”.
Cierto, Juana la Cubana,
llegando tarde a su mesa.
“¿Y aquel no es José Ángel Buesa”,
Ever lo reconoció.
“Qué bueno está el quimbombó”.
“Y la caldosa, qué espesa”.
Los Carpinteros comían
mirando a Belkis Ayón
y estudiando un chicharrón:
“Qué obra de arte”, decían.
En voz alta se reían
Cuty y Ángel Boligán.
Adigio: “Pásame el pan”.
“Y a mí” (Servando Cabrera).
“Tú mismo, amigo Aguilera”.
“Tú mismo, José Julián”.
Aliocha Aracil, cercano
se agenció su pan también
mirando cómo Guillén
saludaba a Laureliano,
Y José Martí a Mariano.
Y Mariano al joven Buesa,
que levantó su cerveza
mirando a Deysi Granados
que miraba a Pérez Prado,
cada uno en otra mesa.
De pronto, Sandú Darié
le pidió a Noel Guzmán
También un trozo de pan:
“Yo sin pan no cenaré”.
Carlos Trillo: “¿Habrá café?”
“Claro”, dijo Umberto Peña,
mientras le hacía una seña
a Manuel López Oliva.
“Dile a Pepe que no escriba,
que el horno no está pa’ leña”.
Pepe Pérez Olivares
es pintor y es escritor,
pero se siente mejor
en la mesa de Mijares.
“¿Aquel no es Fidel Pajares?”,
pensó, viendo al bailarín.
“¡Y esa es Verónica Lynn!”
pensó, mirando a Verónica.
Y luego: “Si tienen tónica
después de la cena, un Gin”.
Qué feliz Manuel Mendive
con Frémez como vecino.
“¿Y Fuster?” “Fuster no vino;
solo come donde vive”.
Umberto Peña le escribe
un papel a Ana Mendieta.
Y Carlos Luna interpreta
que le está haciendo un dibujo.
Y solo dice: “Qué lujo,
el arte en la servilleta”.
Se sirve Portocarrero
un gran trozo de lechón
mientras Ponce de León
dibuja a Emilio Falero.
Tomás Sánchez pone un pero:
“Luego habría que bailar”.
Y responde José Omar:
“Es temprano todavía”.
Y Lesbia agrega: “Confía,
que todo se va a lograr”.
Diana Balboa conversa
con Enrique de la Uz.
Mario Carreño: “¡Qué luz,
qué gran cultura, qué fuerza!”
Víctor Manuel se dispersa,
se inventa un collage mental.
Pero Armando Menocal
le pide a Gina Pellón
que les dé un poco de ron,
a él y a Antonio Vidal.
Porque Gina Pellón sabe
que Antonio Vidal no bebe,
pero si hay fiesta se atreve
porque en fiestas no es tan grave.
Jorge Arche hace la clave
de guaguancó en el tablero.
Y René Portocarrero
grita: “¡Viva la cultura!”
“Un brindis por la pintura”.
“¡Viva Cuba, compañero!”
Y por supuesto, había más
(la mesa era kilométrica):
solo por temas de métrica
no menciono a los demás.
Mesa 5. La Música
Contagiados por la euforia
que provocan los pintores
bailarines y escritores
brindan también. ¡Vaya historia!
Y los actores (qué gloria),
alzan su copa también.
“Todo está quedando bien”
dice Alicia Alonso, eufórica.
“¡Viva Cuba!”, voz pletórica
la de Nicolás Guillén.
Y volvieron a sentarse
bailarines y pintores,
y dramaturgos y actores
y poetas. A llenarse
la panza para inspirarse
con todo lo degustado.
Pero el grupo más callado
era el de la mesa quinta,
que parecía distinta,
tan seria, tan “del Vedado”.
Silvio hablaba con Lecuona
y Haila con Milanés
viendo que Chucho Valdés
miraba a Gente de Zona.
Sindo Garay y Corona
con Leo Brouwer (qué brillo),
mientras que César Portillo
le hacía un raro ademán
al gran Amadeo Roldán
y otro a Isolina Carrillo.
Ignacio Piñeiro era
con Gonzalo Roig (tan serio)
del atinado criterio
de formar “la gozadera”.
“De mí otra cosa se espera”,
dijo Amadeo Roldán,
pero Pello el Afrokán
le preguntó a Tata Güines
“¿Y esa es Rebeca Martínez”
“No, chico, es Eva Griñán”.
Pedrito Calvo y Fabré
con Caturla conversaban
y las D’Aida juraban
amar a Benny Moré.
De pronto Paulo FG
le dijo a Adalberto: “¿Y yo?”
Cuando Clave y Guangancó
elogiaba el buen comer
de don Pedro Luis Ferrer,
que a nada dice que no.
Elena Burke quería
que el viejo Ibrahim Ferrer
también pudiera comer,
todo lo que se ponía.
Y Antonio Machín oía
lo que decía Ibrahim
mientras el viejo Jorrín
conversaba con Omara,
que tenía mejor cara
que una actriz de Larry Finn.
Celia Cruz se sinceraba
con María Teresa Vera.
Y Lucrecia: “Ay, qué manera
de quererte”, le cantaba.
Esther Borja se acordaba
de los ojos de Changuito.
Lourdes Torres y Monguito,
masticaban sin parar
mientras Xiomara Laugart
besaba a Ñico Saquito.
“Yo quiero una servilleta”,
dijo Ramón Calzadilla.
“Y yo un té de manzanilla”,
dijo Olga Guillot, coqueta.
La Lupe, siempre indiscreta,
movía mucho las manos.
Los Compadres, como hermanos
de sangre se comportaban.
Y los Orishas le daban
su número a Los Aldeanos.
Pío Leyva, qué feliz.
Y qué elegante Alfredito.
Qué jocoso Cachaíto
y orondo, Meme Solís.
Lino Borges: “¡Qué país!”,
dijo, y siguió masticando.
Miriam Ramos recordando
su juventud sonreía
mientras Compay le decía
“Yo joven no sé hasta cuándo”.
Jorge Luis Prats otra vez
dio la mano a Pérez Prado
que veía a Isaac Delgado
junto a Barbarito Diez.
El viejo Bebo Valdés,
con voz de gentleman hosco
preguntó: “¿Y yo te conozco?”,
a un joven con guayabera
que ustedes saben quién era:
José Luis Cortés, el Tosco.
Junto a Polo Montañez
sentaron al Guayabero
que se pasó el play entero
mirando a Rosa Fornés.
José Tejedor después
de pedir yuca y congrí
le dijo a Formell que sí,
que la cena le gustaba
mientras Haila conversaba
con Miguelito Cuní.
Roberto Faz y el Jilguero
departían con Celina.
Y sentado en una esquina
Chano Pozo, el “rompe-cuero”.
“Panchito Rizet, te espero
en la casa de Compay”,
dijo Formell. “¿Y qué hay?,
preguntó serio Panchito.
“Mano a mano de Alfredito
con Silvio y Sindo Garay”.
Don Abelardo Barroso
dijo: “Óyeme, a ver si aprendes”,
a don José Antonio Mendez,
y este respondió: “¡Sabroso!”,
contemplando un delicioso
arroz a la jardinera.
Juana Bacallao era
la “pareja de Cachao”
y Laritza Bacallao
se rió la noche entera.
Tony Ávila y Barbería
vieron que Carlos Varela
pidió tamal en cazuela
y dijeron: “¡Qué alegría!”.
Kelvis Ochoa pedía
ser el chef alguna vez.
Raúl Paz pensó al revés:
“Mejor que tú no cocines”.
Mientras tres de los Papines
tarareaban “Mamá Inés”.
Al escuchar Mamá Inés,
los López-Nussa rieron
y un guiño cómplice hicieron,
a dúo, a los Carcassés.
Mongo Rives pidió tres
trozos de plátano frito.
Y Yumurí pegó un grito
Lleno de “erres”: ¡A gozarrrrrrrrrrrr!
Intentando tambalear
las torres de Raulito.
Yoruba Andabo comía
junto a Linda Mirabal.
y Amaury Pérez Vidal
con Santi Feliú reía.
Eliades Ochoa hacía
música con la mascada.
Y cerca, como si nada
ocurriera, a la intemperie,
el gran Rolando Laserie
junto a Moraima Secada.
Todos juntos y revueltos.
Todos, juntos y felices.
Juntas todas las raíces
y todos los gajos sueltos.
Todos juntos y resueltos
a llenar de luz La Habana.
Era otra vez Tropicana
un paraíso de estrellas,
lleno de voces y huellas
en la cultura cubana.
Y en una mesa apartada
estaban los repentistas,
que aunque también son artistas
no clasifican en nada.
Naborí con la mirada
los tocaba desde lejos.
Bardos jóvenes y viejos
que compartían también
con Lezama y con Guillén,
felices y sin complejos.
Justo Vega se reía
de Adolfo Alfonso y hablaba
con Chanchito que negaba
los que Riberón decía.
Tacoronte le servía
ropa vieja a Riberón.
El Ñato bebía ron
y Mima y Pipo negaron
diez versos que adjudicaron
otros a Pablo León.
El Ñato, mientras, le hacía
caso a Rigoberto Rizo
y echaba ron en el piso
por la familia García.
“Hace tiempo no comía
tanto tamal en cazuela”,
dijo Guambán, centinela
de los chistes de Guambín
viendo a Bárbaro Marín
decir, “¿Y qué es la espinela?”.
En fin, los bardos guajiros
también estaban de fiesta
y montaron una orquesta
de susurros y suspiros.
Salieron de sus retiros
con sus populares sellos
y hasta se sentían bellos,
felices en Tropicana,
pues la cultura cubana
siempre contaba con ellos.
Repentistas, escritores,
bailarines y cantantes,
pintores y dibujantes,
dramaturgos y escultores,
todos artistas mayores,
todos hijos del Caimán.
Y tras el último flan
se armó –final muy genuino–,
una rueda de casino
al ritmo de los Van Van.
Manos jóvenes y viejas
se unieron en Tropicana
bajo el cielo de La Habana
conformando las parejas.
Preparados pies y orejas.
Las almas de par en par.
Listos para comenzar.
Y se armó en la noche fresca
una rueda gigantesca.
Sonó Formell… ¡y a bailar!
Lorna y Pello el Afrocán.
Padura con Isolina.
Zaida y Norberto Codina.
Esther Borja y Boligán.
Arnaldo el del Talismán
con Amelia la pintora.
Justo Vega sacó a Flora.
Félix Pita a la Zambrana.
Lezama Lima a la Juana
y… ¡a bailar!, ¡llegó la hora!
Erviti y Dulce María.
La Mujica y Carralero.
Choco con Juana Borrero.
Zenaida y Tuto García.
Gaztelu y Analucía.
Padura y Daisy Granados.
La Tula con Pérez Prado.
Martí con Lydia Cabrera.
Zaida y Virgilio Piñera.
Celina y Carlos Pintado.
La Legrá y el Guayabero.
Amaury y Lorna Feijóo.
Radeunda y Llauradó.
Raquel Revuelta y Cepero.
Consuelito y el Jilguero.
Eslinda Núñez con Tito.
Blanca Rosa y Cachaíto.
Zenaida y Pancho Rizet.
Flora y Eduardo Manet.
Ovelia y Rolando Brito.
Servando con Paula Alí.
Albita y Regino Boti.
Manzano y la Pogolotti.
Carilda con Naborí.
Don Miguelito Cuní
con Laritza Bacallao.
Y al ritmo del “Buey Cansao”
Benny con Aurora Pita,
Omara con Puntillita,
y Enther Borja con Cachao.
Yo con Rita Montaner
(claro, también fui invitado).
La Portela y Pérez Prado
y Karla con Carpentier.
La rueda empezó a crecer
y el intercambio empezó.
Dame una: la Feijóo.
Enchufa: Zaida rotando.
Otra: Celina y Servando.
Dame: Loipa y Llauradó.
Yogurt: y Bebo Valdés
recibe a Lydia Cabrera.
Dame: Julián Aguilera
con la Rosita Fornés.
Al tronco: el Tosco esta vez
con Coralita Veloz.
La prima: Lázara Ross
en brazos de Chavarría.
Setenta: a Dulce María
le doblan el brazo en dos.
Dame una: y Senel Paz
recibe a García-Marruz.
Otra: y Laura de la Uz
baila con Roberto Faz.
Dos con dos y la de atrás:
Guillén con Analucía.
Dos con Dos: Reina María
baila con el Guayabero.
Dame otra: y el Jilguero
recibe a Fina García.
Juana con Fayad Jamís.
Lezama con la Laugart.
Omara con Retamar.
Zaida con Meme Solís.
Silvio recibe feliz
a la Eiriz otra vez.
Tula y Polo Montañez.
Eslinda Nuñez con Bebo.
Machín y Aurora Basnuevo.
Carilda con Milanés.
José Omar baila con Sara.
Alicia y Cintio Vitier.
Kcho y Rita Montaner.
Justo Vega con Omara.
El Cucalambé se para
delante de Eva Griñán.
Rosa Fornés con Guambán.
Coralia con Tata Güines.
Martí y Rebeca Martínez.
Tula y Pello el Afrocán.
Dame una… y dos con dos…
y enchufa… y dame…. y la prima…
y al tronco… y prosigue el clima
de danza ritual, veloz.
Cuba baila en alta voz.
Cuba canta en Tropicana.
Y tiembla a gusto La Habana
cada vez que se descubre
(los días 20 de Octubre)
qué es la Cultura Cubana.
Y por supuesto, hubo más
(la mesa era kilométrica):
solo por temas de métrica
no menciono a los demás.
Música, baile, compás,
amistad, admiración
y vanguardia y tradición
bailaron con los Van Van.
No son todos los que están,
pero los que están, sí son.