On-Décimas: Las propinas

Lo de dar propina o nada es de un acto solidario y aquí es tan bajo el salario que no hay plata regalada.

Foto: Kaloian.

Play para escuchar las décimas en voz de su autor Alexis Díaz-Pimienta: 

Desde que está la inflación

volviendo el salario ruinas

yo no suelo dar propinas

tras una consumición.

Qué violenta situación. 

La suma te echa pa’ trás.  

Y yo pensando, quizás, 

con la mirada indigesta:

“Encima de lo que cuesta

no le voy a pagar más”.

 

Lo de dar propina, o no,

es un tema delicado 

que a mí siempre me ha dejado

indeciso. Y me afectó.

En cada país, sé yo,

esto cambia y se reinventa:

en España es suculenta 

si hay clientes bien servidos.

Y en los Estados Unidos

viene incluida en la cuenta.

 

En México el 10 por ciento

ya va en la cuenta sumado.

En Cuba todo ha cambiado 

y el cambio ha sido violento.

En Chile no sé y no invento.

En Francia tampoco sé.

Creo que averiguaré

por América Latina 

qué pasa con la propina 

y luego compararé.

 

Lo de dar propina o nada

es de un acto solidario 

y aquí es tan bajo el salario

que no hay plata regalada.

¿Regalía “propinada”?

¿Con lo caro que está el pan?

Ay, chico, en nuestro caimán 

la inflación tanto subió 

que “Regalado murió” 

se ha convertido en refrán.

 

No soporto al camarero

que se hace el “chivo loco”

para quedarse lo poco

que te sobró del dinero.

—¿Qué le pasa, compañero?

¡La propina es voluntad!

Es un acto de bondad,

es una práctica sana

y esa voluntad se gana,

no es robo ni es caridad.

 

Yo solía dar propinas

cuando eran tiempos normales,

pero en los tiempos actuales

si das propinas te arruinas.

¿Venta en todas las esquinas?

Qué peligro. Vaya horror.

Como hay que gastar sudor 

para terminar el mes.

¿Dejar propina? ¿Me ves 

cara de buen sufridor?

 

Yo me compro un pan caliente,

me dicen que son 50,

pero le entrego 60

en tres billetes de veinte.

Hay dinero suficiente,

el cálculo es muy sencillo.

Pero el tipo se hace el pillo, 

disimula con excesos,

para ver si los 10 pesos

se quedan en su bolsillo.

 

Tú te compras en La Habana,

lo que sea, hasta un pan suelto 

y si recoges el vuelto  

te miran de mala gana.

Siempre igual. Práctica insana.

Económico pecado.

Ay, cuánto todo ha cambiado.

De la usura estamos presos.

Tuve que soltar 10 pesos 

pa’ comer maní tostado.

 

Antes yo daba propinas 

(centavos de CUC,

pesos de Martí y del Che,

monedas que ni imaginas).

¿Pero ahora? Son asesinas 

las manos del vendedor.

Todo es tan caro (qué horror)

que sería masoquismo

regalar pesos al mismo

que me saquea el sudor.

 

Lo siento por el mesero 

o la joven camarera

que seguramente espera

un poco de mi dinero.

Podría dejarle, pero…

Si la compra cuesta tanto

lo siento mucho, mi santo;

lo siento mucho, mi santa.

El bolsillo no lo aguanta 

y yo tampoco lo aguanto.

 

En el país se ha perdido 

el amor por el dinero.

¿Todo el mundo es usurero

o estudia para bandido?

¿Se ha perdido qué? ¡Ha crecido!

Crece como la inflación.

Aquí en cada transacción 

aunque sea por instinto 

te quieren dar con el cinto

(aun perdiendo el pantalón).

 

Y mientras tanto, un falso rapero 

se pone a tirar billetes 

y se disparan los bretes 

y los memes por dinero.

Dejen eso, caballero.

Dejen ya tanto cinismo.

No es culpa del socialismo

ni del criollo folclor,

en París o en Nueva York

hubieran hecho lo mismo.

 

Yo solo sé que el dinero 

de la masa sudadora 

actualmente se evapora

como agua de un aguacero.

¿Propina? No, compañero.

¿Propina? ¿Y mi vuelto qué?

¿Propina? Ay, no te escuché.

¿Propina? ¡Gratis ni el agua!

Lo quiero para la guagua.

Lo quiero para un café.

 

Por eso, no doy propinas.

No es mi culpa. Es demasiado.

No hay dinero regalado 

cuando en los precios te arruinas. 

Cierren puertas y cortinas.

Protéjanse, por favor.

¿La culpa es del vendedor?

¿La culpa es del propietario?

¿Del que regula el salario?

¿De Acopio? ¿Del inflador?

 

En fin, yo espléndido fui.

Y empático y solidario.

Hasta sin tener salario 

yo siempre propinas di.

Y como de Naborí 

heredé esta voz genuina 

si alguien me pide en la esquina 

décimas, yo no me quejo,

le canto un verso y le dejo

nueve versos de propina.

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