On-Décimas: Réquiem por un trampolín

La acumulación de males / hasta el Riviera llegó. / El trampolín colapsó. / Se sintió el estruendo afuera / y preguntó una extranjera / con voz de antiguo latín: / “¿Qué le pasó al trampolín / de tu piscina, Riviera?”.

Foto: Kaloian.

Foto: Kaloian.

Hotel Habana Riviera,
en Paseo y Malecón.
Boato del hormigón,
el cristal y la madera.
Hotel Habana Riviera:
referencia del pasado.
Edificio acostumbrado 
a ser el protagonista 
de las fotos del turista 
y del cubano asombrado.
 
 
Lobby, granito y cristal.
Lozas de mármol impares.
Chaises lounges espectaculares
de color azul real.
Escalera helicoidal
(dorada) por donde sube
flotando en mística nube
la mirada del turista
mientras levanta la vista
la escultura de Dirube.
 
 
Hotel de espacios lujosos 
y de añeja idolatría.
Para muchos todavía 
“el hotel de los mafiosos”. 
Hotel de los glamurosos
bañistas en la mañana.
Hotel que nació en La Habana 
(según investigaciones)
con más de 12 millones 
de la mafia siciliana.
 
 
Tan moderno y elegante 
también dicen que el hotel
era refugio y cuartel 
para Santo Trafficante.
Mafia (dinero contante,
casino, alcohol, purpurina.
glamour, cine, gente “fina”).
Pero ya todos se fueron.
Todos desaparecieron
como el agua en la piscina.
 
 
Hotel que el mundo conoce.
Signo de la capital.
Monumento Nacional 
en el año 2012.
El mar, con un simple roce,
lo bendice y edulcora.
El aire lo besa y llora.
El sol le hace un rubio guiño.
La luna le da cariño.
Nuestra ciudad lo enamora.
 
 
Dicen: “Lansky se inspiró
en el Riviera Casino
de Las Vegas. Lansky vino
a Cuba y lo replicó.
Dicen: “Genovese vio
un refugio frente al mar”.
Dicen: “Espectacular”.
Dicen: “Poema hotelero”.
Dicen: “Elegante, pero…”.
Dicen: “Espejo del mar”.
 
 
Alarde de arquitectura
con atmósfera oriental
y exotismo tropical. 
Eclecticismo. Hermosura.
Racionalista estructura
del Movimiento Moderno. 
Vaya hotel para un eterno
orgullo de la ciudad.
Elegancia y calidad.
Hotel de aire sempiterno.
 
 
Planta diseñada en forma
de letra “Y griega”, espaciosa.
Sobrio decorado. Hermosa
vista al mar. Nada transforma 
la belleza vuelta norma.
Y en los bajos el casino.
Cúpula de estilo fino
revestida de cerámica
verde y azul. Panorámica
del buen gusto citadino.
 
 
Fue el primer hotel en Cuba
con aire acondicionado
central, en pleno Vedado.
“Si alguien quiere más, que suba”.
En los desayunos, uva.
En las boutiques, fragancia.
En la piscina, distancia.
En los snack-bar, glamour.
Luz al norte. Luz al sur.
Veinte pisos de elegancia.
 
 
Uno de los atractivos 
del Riviera: su piscina. 
Azul, limpia, cristalina,
llena de divas y divos.
Delineada con motivos
en zigzag. Con manierismo
caprichoso y cromatismo.
Piscina de agua blue-green
y un inmenso trampolín, 
una obra de arte en sí mismo.
 
 
Pero… hace poco pasó.
Lo vi en las redes sociales.
La acumulación de males
hasta el Riviera llegó.
El trampolín colapsó.
Se sintió el estruendo afuera
y preguntó una extranjera
con voz de antiguo latín:
“¿Qué le pasó al trampolín
de tu piscina, Riviera?”.
 
 
¿Ha muerto? ¿Se ha suicidado
tu famoso trampolín?
¿Le puso a sus días fin 
en el hotel del Vedado?
¿El trampolín se ha tirado?
¿Desde sí mismo? ¿Y por qué?
Yo pregunto. Yo lo sé. 
Yo pregunto sin inquina.
¿Si no hay agua en la piscina
cómo es que el miedo da pie?
 
 
Cayó sobre la piscina
vacía. Ruido y cemento.
Estruendo que rompió el viento.
Asombro que no termina.
Una vecino (¿una vecina?) 
toma una foto. Instantánea
vecinal, foto espontánea
desde edificio aledaño.
Una foto que hace daño.
Parálisis momentánea.
 
 
¿El trampolín no sabía 
que en una piscina seca
no se nada? Risa hueca.
Nostalgia y rabia sombría.
Llora la mampostería.
El mar jubila a una ola.
¿Y la cadena española
Iberostar qué ha informado?
¿Al trampolín lo han matado 
a las 3, igual que a Lola?
 
 
Yo pregunto desde lejos
(duda en todos los niveles):
¿Por qué hacer nuevos hoteles 
en vez de salvar los viejos?
Me hacen muecas los espejos.
Y el sol: ¡Levanta los brazos!
Y yo: ¿Por qué hacer los trazos
de una obra de piedra histriónica 
si una joya arquitectónica 
se está cayendo a pedazos?
 
 
Astros que se han alojado
en el Riviera se juntan
en el asombro y preguntan:
“¿Qué ha pasado, qué ha pasado?”.
Stewart Granger, pasmado.
William Holden, sorprendido.
Chucho Valdés, aturdido.
Preocupado Alain Delon.
Michel Legrand sin pasión. 
Kid Chocolate, dolido.
 
 
 
Rocky Marciano molesto.
Angela Davis, muy triste.
Roque Dalton: “¿Es un chiste?”.
Joe Louis, seco, indigesto.
Víctor Manuel indispuesto.
Regina Duarte fatal.
Joan Manuel Serrat muy mal.
Dean Reed partiendo una escoba.
Valentina Tereshkova
y Allende, tristes igual.
 
 
Chico Buarque: “No lo creo”.
Ana Belén: “¿La piscina?”.
La D’Aida: “¡Dios, qué ruina!”.
Olga Guillot: “¡Marx, qué feo!”.
Víctor Manuel: “¿El museo?”.
Alicia Alonso: “Y… ¿por fin?”.
Y hay una voz comodín
(voz en off, labios difuntos)
que responde a todos juntos:
“Que se cayó el trampolín”.
 
 
Fotos, memes. Comentarios.
Caras de incredulidad.
Símbolo de la ciudad.
Descuidos innecesarios.
Críticas y chismes diarios.
Más trajín en el trajín.
“¿Cómo?”, dice El Mandarín.
El Monseñor sale al quite.
Y todo el mundo repite:
“Que colapsó el trampolín”.
 
 
Arde Facebook. “¿El Riviera?
¿El trampolín? ¿Se cayó?”
“¿Piscina sin agua? ¡Nooo!”
“¿No es de cadena extranjera?”
“¿Pero se ve desde afuera?”
“¿No será otro bulo ruin?”
Y comenta un tal Joaquín
con cierta angustia en el tono:
“Pesó tanto el abandono 
que se cayó el trampolín”.
 
 
Todo el mundo lo comenta.
“¿No lo estaban reparando?”
“¿Otro derrumbe? ¡Hasta cuándo!”
“Chico, ya perdí la cuenta”.
“A mí lo que me revienta…”.
Ahí se hospedaba Errol Flyn”.
Y pregunta un borrachín
con voz de poeta aédico:
“¿Alguien dará el parte médico?
¿De que murió el trampolín?”.
 
 
Polvo. Cascotes. Ladrillos.
Fotos. Videos. Chismes. Bolas.
Tomando notas las olas.
Temblorosos los pasillos.
Cerraduras y pestillos
Luchando contra el orín.
Y un turista mallorquín
que pregunta en los extremos:
“¿Y tras la autopsia sabremos 
de qué murió el trampolín?”.
 
 
Un hotel. Una piscina.
Un trampolín. Un derrumbe.
Vaya. ¡Que osogbo! ¡Qué nfumbe!
Qué mala pata. Qué ruina.
La foto de una vecina.
Un vídeo de polvo herido.  
Y aquí lo dejo. Esta ha sido 
una crónica “pequeña”
porque no quiero hacer leña
con el trampolín caído.
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