La Habana es una ciudad, como toda capital, pródiga en espectáculos y actividades culturales. Tanto hay cada día que es imposible participar en todo o enterarse de todo. Es difícil que no coincida un evento con otros de la misma categoría y del mismo nivel. Es imposible que no se solapen. La Habana es la ciudad de los grandes teatros, de los grandes conciertos, de las presentaciones de libros imprescindibles, de la danza en directo, de las exposiciones, todo a la vez y todo inmenso.
Solo por eso se entiende que un acontecimiento como la primera exposición del historietista italiano Milo Manara en Cuba, o la presentación de un libro sui generis, único, diferente, insólito casi, como El Trompetista, una novela histórica escrita en décimas (¡y en italiano!), obra original del cineasta, actor, humorista y cantautor también italiano David Riondino, traducida al español por mí, pasase casi inadvertida.
Y digo “casi” porque es cierto que más de cien personas asistieron a la exposición y presentación del libro el pasado 29 de julio en la Vitrina de Valonia, un espectacular sitio que no conocía, en el mismo corazón La Habana Vieja.
En una ciudad como la nuestra, el hecho de que asista un centenar de personas a cualquier evento es ya una muestra de éxito. Pero que en una ciudad como la nuestra se presente un libro como este y se inaugure una exposición de este calibre y que no estén las cámaras de televisión ni los principales periódicos para dar constancia del hecho, es, cuando menos, sorprendente.
¿No saben los periodistas culturales cubanos quién es Milo Manara? ¿Realmente la décima es considerada en Cuba Patrimonio Nacional? Si así fuese, todo lo relacionado con ella debería ser documentado, ¿o no? En la Vitrina de Valonia esa tarde no estaban los medios, aunque sí hubo reportajes previos invitando a la cita. Lo raro es que los propios periodistas no asistieran luego a la cita promovida por ellos. “En fin, el mar” (Guillén dixit).
Nosotros sí asistimos. O sea, Oralitura Habana sí, y la Embajada de Italia, y Aurelia Ediciones, y la embajada de Bélgica (reino del cómic, madrina institucional de la Vitrina de Valonia) y un centenar de curiosos y entendidos. Por allí vi, feliz, por cierto (y es una gran noticia porque el resto de los colegas brilla por su ausencia) a un repentista del calibre de Sindy Manuel Torres, repentista y trompetista y profesor de inglés, un rara avis de la cultura cubana del que se habla poco; y a Roly Ávalos, poeta, repentista, corrector, actor, todoterreno, otro fenómeno. Y, por supuesto, estaban Claudia Acevedo y Carlos Cairo, almas mater y pater de este proyecto dual: exposición y libro, representantes de Aurelia Ediciones y el espacio Ventú.
Por allí los vi a todos felices, compartiendo la felicidad presencial de Riondino y la virtual del Manara. Debo destacar también, en su justa importancia, la presencia de los embajadores de Italia, Roberto Vellano y de Bélgica, Jean-Jacques Bastien, quienes participaron y compartieron con asombrosa emoción el acontecimiento, los acontecimientos, porque además de la expo y la presentación del libro, hubo un taller de décimas e improvisación dos días antes, impartido magistralmente por mi hijo Alex Díaz y mi sobrino Roly Ávalos, allí mismo, con una veintena de participantes.
He dejado para el final, y no por gusto, el regalo musical que nos hizo a todos el trompetista cubano Maiquel González (trompetista o trompetero o trombettiere), un Giovanni Martini criollo que acompañó con solos ensordinados mis décimas improvisadas y los dibujos manaristas.
La presentación fue breve, casi íntima, pero emotiva, muy emotiva. Sobrevivimos al calor ambiental a golpe de buena música y de décimas improvisadas por mí, por Roly Ávalos y Sindy: invitados por sorpresa. Y tras el breve discurso del embajador de Italia, Roberto Ballano, llegó el momento de David Riondino, el performer mayor, quien, con su novela ya en la mano, hizo gala de lo que bien sabe hacer: actuar, improvisar, hablar en público.
Su emoción era real: tenía en sus manos, hecho realidad, su libro soñado, nuestro libro, porque yo me siento parte, en tanto traductor al español de sus versos, como Manara, en tanto ilustrador. Han sido largos años de trabajo que parecieron mucho más largos gracias a la pandemia, o por su culpa.
Riondino es un hombre de teatro, de cine, de literatura, un intelectual de corte decimonónico y mentalidad áurea, embutido en el cuerpo de un adulto con mente de millenials. Eso es: un millennial madurísimo. Y así va por la vida. No lo detienen ni las enfermedades. Lo conozco bien. Llegó a Cuba unos días antes preocupado y salió de Cuba más vivo que nunca, escribiendo en su cabeza odas al alacrán cubano y al amor invisible. Riondino en estado puro.
¿Una novela en décimas? ¿Y en italiano?
La décima es una estrofa clásica de origen español que lleva varios siglos de sobrevivencia sobre sus espaldas, gracias a la oralidad, más que a la escritura. Llegado el siglo XXI y mirando hacia atrás, de las tantas estrofas clásicas que hay, solo la décima y la cuarteta se han mantenido como estrofas vivas entre los poetas populares y también entre los escritores.
Actualmente, nadie escribe estancias, silvas, serventesios, sextillas, octavas, etc., toda esa panoplia estrófica que pobló un libro imprescindible para hablar de la historia de la poesía española: el Diversas rimas de Vicente Espinel.
En 1591 este poeta rondeño publicó un libro único para su tiempo, Diversas rimas, que más que un libro, más que un poemario, era un alarde de virtuosismo y de dominio técnico. Una colección estrófica en la que demostraba al mundo todas las estrofas que conocía y podía escribir. No por gusto todos sus contemporáneos (nada menos que Lope, Calderón, Góngora, Quevedo, el mismísimo Cervantes) le llamaban maestro, “el maestro Espinel”.
Pues bien, David Riondino y yo nos conocimos en 1997, en Lerici, Toscana, en un espectáculo de repentismo bilingüe. Él improvisaba octavas ariostescas (ottava rima, en italiano, el equivalente a la décima en Italia) y yo, décimas. Y ahí nació una amistad y una larga etapa (más de dos décadas) de colaboración artística que han dado como resultado seis películas documentales (Otello al improvisso, Shakespeare in Havana, El Campo Semántico, Dos orillas una sola voz, El Papa en verso, Decamarón Habanero: Alatiel), una Compañía Teatral de repentistas (Aedos), varios espectáculos y giras por Italia y Cuba, y un libro, este, escrito por él, traducido por mí e ilustrado por Manara.
No es poco, digo yo. Ni la presencia de Manara, alumbrando los versos, tampoco. Milo Manara es un indiscutible maestro del cómic erótico, reconocido no solamente en Italia, sino en el resto de Europa y del mundo. Su obra ha trascendido con el paso de los años hasta convertirse en un clásico de la historieta erótica, de manera que el hecho de que esta novela en décimas, en la que se cuenta una tormentosa historia de amor del siglo diecinueve, aparezca ilustrada por él es un absoluto regalo para el público cubano y para Riondino.
Nos conocimos Manara y yo en Italia, hace unos años, gracias a David. Y yo ilustré con décimas endecasílabas algunos de sus dibujos durante la pandemia: puro divertimento. Pero nada es comparable a compartir páginas en este libro, viajar juntos con el trompetista de Garibaldi entre Italia, Estados Unidos y Cuba.
Escribir décimas, una estrofa esencialmente española, en cualquier otro idioma, siempre será una curiosidad filológica y una proeza poética. Yo he tenido alumnos que han escrito décimas en inglés, en francés, en italiano y en muchas otras lenguas. Décimas sueltas, poemas epigramáticos y lúdicos. Pero nadie se había lanzado a la aventura de escribir un cuento o una novela en décimas. He aquí, entonces, un estreno absoluto: algo realmente novedoso en un mundo en el que ya las novedades no abundan.
Me consta que David Riondino no conocía la tradición de la novela en décimas cubana, fundada y continuada por el maestro Chanito Isidrón en la radio cubana a partir de la década del 50. Isidrón no solamente fue un maestro de la décima humorística, sino que fue pionero en este género, seguramente animado por el éxito comercial que tenían las recién estrenadas radionovelas de Félix B. Caignet en la época (El derecho de nacer sobre todo).
Chanito, talento puro, noveló en décimas las relaciones tormentosas de Camilo y Estrella, en sus Amores montaraces. Este es, sin duda, el gran antecedente de la novela de Riondino. La diferencia está en que El trompetista no es una novela amorosa: es una novela histórica, ambientada en Italia, Estados Unidos y Cuba a finales del siglo XIX, cargada de erotismo, violencia, narraciones bélicas, una novela basada en hechos reales y en un personaje real. David Riondino ha novelado la vida del trompetista de Garibaldi, Giovanni Martini, de una manera excepcional y única.
Estoy seguro de que Riondino desconocía este antecedente, pero su novela en décimas encaja perfectamente dentro de este género. Él descubrió y aprendió la décima conmigo, improvisada y escrita. Y fue perfeccionándola a golpe de cine, de guateques en Cuba y de admiración por los repentistas cubanos. Y aquí está el resultado: su obra mayor, su aporte desde Italia.
La excepcionalidad de este trabajo se verá con el tiempo. Para empezar es un libro único, obra para bibliófilos: una novela en décimas escritas en italiano originalmente y traducidas al español, en la que se salva en la traducción (dificultad añadida allí donde la haya) la perfecta estructura clásica de la estrofa: el abbaaccddc espineliano.
Yo he devuelto a su lengua original una estrofa que había viajado al torrente lingüístico de Dante. Y lo he dicho y lo repito: si en el Siglo de Oro la literatura española tuvo la feliz visita de Petrarca y el soneto entró para siempre en el corpus literario de la lengua de Cervantes en el siglo XXI la décima española, nacida también en el Siglo de Oro, ha entrado con buen pie en la lengua de Dante gracias al trabajo de David Riondino.
Los lectores cubanos hemos asistido a este nacimiento, a la presentación de una obra diferente y única en su tipo. Para la traducción, debo agradecer la asistencia inicial de la profesora y traductora italomexicana Caterina Camastra, sin cuya ayuda yo no habría podido convertir estas décimas en lo que son.
Por último, quiero destacar la edición tan cuidada y esmerada del libro (eso que llaman, feamente, “su valor objetual”). Desde el punto de vista editorial, El trompetista de Riondino-Manara es un auténtico regalo para los lectores, a la vista y al tacto. Tapa blanda con solapas, catricromía técnica y policromía gráfica, gama de colores mate seleccionada por Manara en sus dibujos y protagonizada por el amarillo (en portada), más la exquisita corrección de Roly Ávalos, más la celosa edición de Claudia Acevedo y Carlos Cairo (Aurelia Ediciones), más el diseño de Yasser Fonseca e incluso la colaboración silenciosa de Roberto Puddu en la recta final del largo parto; todo suma para que el nacimiento de este libro sea considerado lo que es: un acontecimiento literario y bibliográfico. Y para muestra, un botón. Algunas décimas de El trompetista, en italiano y mi traducción-adaptación al español. Que las disfruten.
GIOVANNI SULLA NAVE
Un garibaldino stava
dipingendo un tramonto.
Uno scriveva un racconto.
Il naviglio navigava.
Giovanni li contemplava:
erano giovani e belli,
con il vento tra i capelli.
Leggevano, scrivevano,
ma il mare non lo tenevano.
Non erano suoi fratelli.
Qualcuno conversava,
altri cantavano in coro.
Uno dalle chiome d’oro,
lo vide che vomitava.
Un altro gli si accostava
palandogli in bergamasco.
In modo cavalleresco
Giovanni lo ascoltò
due ore, poi se ne andò,
lasciandolo col suo fiasco.
Giovanni senti ridere;
A ridere era il Pittore,
l’Inglese.“Fammi il favore,
– gli disse – non ti muovere.
Ti finisco di dipingere”.
E poi rise un’altra volta.
“Sai chi è quello? Garibaldi.
Giovanni non si scompose.
Ci pensò un poco, e rispose:
“Me lo facevo più alto”.
JUAN EN EL BARCO
Un garibaldino estaba
pintando un atardecer.
Otro escribía a placer
y el navío navegaba.
Juan a los dos contemplaba:
eran jóvenes y bellos
con el viento en los cabellos
y leían y escribían,
pero el mar no resistían.
No eran sus hermanos ellos.
Alguien cerca conversaba.
Otros cantaban a coro.
Y a otro, con cabellos de oro,
lo vio cómo vomitaba.
Otro a charlar se acercaba
(en bergamasco su prosa).
De forma caballerosa
Juan lo escuchó allí, de pie,
dos horas casi. Y se fue.
Adiós, voz aguardentosa.
Juan escuchó risas nuevas.
Carcajadas del pintor
(el inglés). “Hazme el favor
–le dijo–: Así… No te muevas…
Ya termino… Estas son pruebas…
Ya está”. Y se rio otra vez.
“¿Quién es ese?, “¿Ese?”. “¡Yes!”.
“¡Garibaldi!”. Y Juan calló.
Luego pensó y contestó:
“Bueno… Tan alto no es”.
AVVENTURE IN MARE
Gridarono le vedette:
“Abbiam perduto il Piemonte!
Ai posti di combattimento
Mare, nebbia, vento, notte.
Fischia il vento tra le scotte.
S’intravede un’ombra scura.
Un un brivido di paura.
Era la nave gemella
“L’abbiamo scampata bella!
L’avventura, è l’avventura.
Uomo in mare! Uomo in mare
Subbuglio sopra la nave.
“Chi è? Quando? Come
Dove?” Andatelo a ripescare!
Riprendono a navigare.
Giovanni progressivamente
si abitua all’ambiente.
I signorini soldati
sembravano motivati.
Comunque, era strana gente.
Finché, camminando a poppa,
e cercando di evitare
quei professori guerrieri
che parlavano troppo,
vide in un sacco di stoffa
una tromba scintillare.
Qualcuno con cui suonare.
Guardò se c’era nessuno:
e vide un giovane bruno.
che lo stava a guardare.
AVENTURAS EN EL MAR
Voz de vigía en derroche:
“¡El Piemonte hemos perdido!
¡Al combate!”. Voces, ruido,
mar, niebla, ventisca, noche.
Chifla el viento con reproche
y se ve una sombra oscura.
Surge el miedo. Qué locura.
¡Pero era un barco gemelo!
“¡Nos salvamos por un pelo!”.
¡La aventura es la aventura!
“¡Hombre al agua!”. “¡Hay que parar!”.
(Alboroto a bordo). “¿Quién?
¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde? ¡Bien!
¡Lo debemos rescatar!”.
Y así fue. Vuelta a arrumbar.
Ya Juan, lenta, gradualmente,
se ha ido adaptando al ambiente.
Ya los jóvenes soldados
parecen más motivados.
De igual forma: extraña gente.
Hasta que, en la popa andando
para evitar tropezón
con la vulgar dotación
(siempre gritando y hablando)
vio, en costal de paño blando,
una trompeta brillar.
“¡Hay alguien con quien tocar!”,
pensó, musitó. ¡Qué bueno!
Y vio a un muchacho moreno
que lo comenzó a mirar.