A lo largo de la historia, decenas de jugadores de ajedrez han recibido calificativos como “formidable”, “poderoso” o “aplastante”. Sin embargo, acaso los dedos de las manos sean suficientes para contabilizar aquellos que han sido etiquetados con la palabra “genio”.
Vassily Ivanchuk es uno de ellos. Excéntrico a tiempo completo, personaje con un cerebro único montado en los nervios de cualquiera, seguramente el ucraniano es el trebejista más famoso de los tiempos que corren. Incluso más que Carlsen, o que Anand.
Nadie ha amado más que Chucky el ajedrez. Ya con 45 años cumplidos, todavía su mundo se compone de casillas blancas y casillas negras. Dicen que cuando se ve obligado a tomar un descanso se deprime, y que 72 horas representan el tiempo límite que puede soportar sin jugar una partida. Dicen que ha jugado todas las aperturas conocidas, y que pese a la edad, aún estudia diez horas cada día.
Ha ganado un montón de torneos, con relevancia para las tres ediciones de Linares en que deslumbró al universo. Ha vencido a todos los grandes, sin exceptuar al mismísimo Garri Kasparov, que probó cuatro veces su medicina mágica. Ha sido un grande, pese a sus nervios débiles.
Ese Talón de Aquiles lo ha dejado sin el título de Campeón del Mundo, que pudo alcanzar sin problemas en 2001 sobre su compatriota Ruslan Ponomariov. Antes, en 1990, había sucumbido en la carrera por el trono frente a Arthur Yussupov, y en 1999, inexplicablemente, contra Liviu-Dieter Nisipeanu.
Su sistema nervioso se derrumba a la par que su inteligencia edifica magníficos castillos en muchos cotejos. Ivanchuk ama la belleza, pero carece de autocontrol. Por eso, mientras sus rivales se relajan en el hotel antes de cada ronda, Chucky juega simultáneas en un parque, o camina con cara de tipo despistado y medio loco. Ya lo dijo Oscar Wilde: “Si quieres destruir a un hombre, enséñale a jugar al ajedrez”.
Dueño de un estilo genuinamente universal, es capaz de plantear una partida llena de complicaciones y ferocidad, o preferir el camino de la simplificación y el ajedrez posicional. Sí, se trata de un genio, y para demostrarlo no hace falta que ponga en su cabeza la corona universal.
Blancas: Vassily Ivanchuk. Negras: Alexey Shirov.
Wijk aan Zee, 1996
1.d4 d5 2.c4 c6 3.Cc3 Cf6 4.Cf3 e6 5.Ag5 dxc4 6.e4 b5 7.e5 h6 8.Ah4 g5 9.Cxg5 hxg5 10.Axg5 Cbd7 11.exf6 Ab7 12.g3 c5 13.d5 Db6 14.Ag2 0–0–0 15.0–0 b4 16.Ca4 Db5 17.a3 exd5 18.axb4 cxb4 19.Ae3 Cc5 20.Dg4+ Td7 21.Dg7 Axg7 22.fxg7 Tg8 23.Cxc5 d4
23…Tc7!? mantendría al negro en la partida 24.Ah3+ Rb8
24.Axb7+ Txb7 25.Cxb7 Db6 (En vez de 25…Dxb7 26.Axd4 a6 27.Tfe1+-) 26.Axd4 Dxd4 27.Tfd1 Dxb2 28.Cd6+ Rb8 29.Tdb1 Dxg7 30.Txb4+ Rc7 31.Ta6 Tb8 32.Txa7+ Rxd6 33.Txb8 Dg4?
33…Dh7!?±
34.Td8++-
34.Txf7?! c3 35.Td8+ Rc6±
34…Rc6 (34…Rc5 35.Ta1 De6+-) 35.Ta1
1–0
LA FRASE: “Yo no quiero ser un Ivanchuk, que juega ajedrez y deja la vida”. Leinier Domínguez.