De los primeros campeones mundiales de ajedrez, Steinitz dependía económicamente del tablero, y Alekhine jamás ocultó que su propósito en la vida era ser el mejor jugador del universo. Mientras, Lasker y Capablanca nunca se consideraron trebejistas profesionales, pero solo debido a la escasa reputación social que tenía el juego.
Ellos fueron los cuatro monarcas iniciales. Sin embargo, detrás vino un hombre que sí puede ser considerado un amateur en toda regla. Se llamaba Max Euwe, nació en Holanda, y estudiaba y practicaba el ajedrez en ratos libres.
Profesor de matemáticas en una escuela para damas de la alta sociedad, Euwe no fue de esos jugadores que marcaron una época –a la manera de sus predecesores en el trono-, pero llegó adonde llegó con méritos sobrados, pasando por encima del inmortal Alekhine. Como escribió Mijaíl Botvinnik, “la fuerza de Euwe consistía en que supo cambiar drásticamente como nadie el carácter de una posición”.
Recordemos que por entonces, cuando aún no existía la FIDE, el titular podía gastarse el lujo de rechazar rivales o exigir condiciones rigurosas. Así había hecho con Capablanca el propio Alekhine, quien aceptó dos veces defender su corona contra Efim Bogoljubow y después, confiado en que tampoco representaba un gran peligro, le había dado a Euwe –un jugador en franco ascenso- la condición de retador.
El match quedó pactado para 1935 en Holanda, y se extendió por espacio de más de dos meses. De un lado estaba el estelar francés, con ocho años de reinado. Del otro, un simple aficionado que venía de lograr actuaciones destacadas en algunos torneos internacionales.
Para desconcierto de todos –incluso de él mismo-, Euwe ganó. Eso, pese a que todo comenzó con una victoria contundente de Alekhine. El holandés contestó de inmediato, emparejando el duelo, pero el galo se impuso en los cotejos 3 y 4 y nadie puso en duda que acabaría arriba en la pulseada.
Entonces fue el milagro: Euwe doblegó a su adversario en las partidas 12 y 14, el score se puso 7-7, y los nervios hicieron presa del más fuerte, que encontró en el alcohol (su viejo amigo) un remedio para las tensiones del encuentro.
Que Alekhine asistió borracho a varios desafíos, se rumoró bastante. Pero lo cierto es que chocaba con un muro inesperado, tan sólido y tenaz como jamás imaginó en sus pesadillas. Y que las horas del campeón fueron abruptamente recortadas a partir de que Euwe llegó con dos puntos de ventaja a falta de tan solo cuatro enfrentamientos.
Genio y figura, Alekhine triunfó en el juego 27. Necesitaba de una victoria más para mantenerse en el poder, restaban tres partidas, y la misión les pareció posible a todos los expertos. Pero Euwe no resbaló otra vez: bajo una formidable presión deportiva, jugó con exquisito tacto y consiguió tres tablas sucesivas que lo convirtieron (15,5-14,5) en el quinto monarca del ajedrez mundial.
Ese fue su momento dorado. No importa que dos años más tarde, en la revancha, las aguas retomaran su cauce y el francés le arrebatara la conquista. O que en 1948, muerto Alekhine, resultara un bocado en el certamen para determinar al sucesor del galo. Su historia estaba escrita, y era grande.
Euwe jugó torneos hasta mediados de la década del sesenta, y luego presidió la FIDE en el período 1970-80, con un rol decisivo en la organización del famoso encuentro entre Boris Spasski y Bobby Fischer, donde debió tener una paciencia interminable con el excéntrico norteamericano. (“Hay algo raro en este hombre. Es demasiado normal”, dijo Fischer de él).
El inolvidable doctor, además, escribió un montón de libros y estudios sobre aperturas, se erigió una leyenda merecida de caballero moderno, y ahora mismo, en Ámsterdam, hay una plaza y un museo que llevan su nombre.
Cuando ya era un cincuentón, Max Euwe todavía estaba apto para la producción de joyas. Una prueba se las dejo a seguidas, con esta Apertura Italiana que obtuvo el Premio de Belleza en Venecia 1948.
Blancas: S. Tartakower (Francia). Negras: M. Euwe (Holanda).
1. e4 e5 2. Cf3 Cc6 3. Ac4 Ac5 4. c3 Ab6 5. d4 De7 6. 0–0 d6 7. h3 Cf6 8. Te1 0–0 9. Ca3! Cd8 10. Af1 Ce8? 11. Cc4 f6 12. a4! c6 13. Cxb6 axb6 14. Db3+ Ce6 15. Dxb6 g5! 16. Ac4 h6 17. h4?!
Evaluación errónea: Tartakower quiere que las negras retomen en e5 con el peón de d6, abriendo así la columna ‘d’, porque el de f6 estará atado al de g5. Pero menosprecia la importancia de la columna ‘h’, que será decisiva.
17…Rh7 18. hxg5 hxg5 19. dxe5 (Los programas recomiendan 19. a5 Dc7 20. Ae3 g4) dxe5 20. Ae3 Th8! 21. g3?! (Lo prudente era Rf1–Re2) Rg6 22. Rg2?! (22. Af1!?) Cf4+!!
23.gxf4
Si 23. Axf4 Ah3+! (mucho mejor que 23…gxf4? 24. Th1, con clara ventaja blanca) 24. Rg1 gxf4 25. Ch4+ Rg7 26. Af1 (o bien 26. Cf5+ Axf5 27. exf5 Cd6 28. Ae6 Th5, y las negras están bien) 26…Ae6, y el peón está compensado.
23…Ah3+! 24. Rg3?? (24. Rg1 gxf4 25. Ch2 y existen posibilidades) gxf4+ 25. Axf4 Dd7!!
Le Lionnais: “Es en esta clase de jugadas donde se conocen los grandes artistas”.
26. Ch2? (26. Cxe5 fxe5 27. f3) exf4+ 27. Rxf4 Th4+ 28. Re3 Ag2! 29. Cf3 Txe4+!!
Ahora el rey blanco está perdido.
30. Rxe4 Cd6+ 31. Rd3 Df5+ 32. Rd4 Df4+ (Mala decisión que le da chances al rival; 32…Dxf3 es lo indicado) 33. Rd3 Dxc4+ 34. Rc2 Axf3 35. b3 Ae4+ 36. Rb2 Dd3 37. Tg1+ Rf7 38. Tac1?? (Mucho mejor era 38. Tgc1) Dd2+ 39. Ra3 Cc4+!!
Un sacrificio aniquilador.
40. bxc4 Txa4+!!
Brillante. Todo está ya decidido.
41. Rxa4 Da2+ 42. Rb4 Db2+, y Tartakower se rindió en vista de 43. Rc5 Dxf2+ 44. Rb4 Dxb6+ 45. Ra3 Ac2!, y cae el telón.
LA FRASE: “La estrategia es cosa de reflexión, la táctica es cosa de percepción”. Max Euwe.