Wilhelm Steinitz ya no era titular del universo cuando jugó su mejor juego de ajedrez. Había perdido la corona en la primavera de 1894 frente al joven alemán Emanuel Lasker, pero un año después, mientras todos daban por acabado su talento, renació como Fénix sobre el arduo tablero de 64 escaques.
La obra maestra la consumó en el mítico torneo de Hastings, acaso el más famoso de la historia, que congregó a la crema y nata de la época: el propio Lasker, Pillsbury, Chigorin, Tarrasch… Entonces con 59 años a cuestas, el otrora monarca apenas quedó quinto de la clasificación, pero dejó su huella con una partida deslumbrante que le merecería el Premio de Belleza del evento.
Su víctima resultó un cotizado jugador, Curt Von Bardeleben, quien llegaba a la décima ronda ocupando la tercera posición, a solo media unidad de la vanguardia. Y el arma usada fue la profundidad de cálculo, explotado hasta límites casi inhumanos por un cerebro frío que, esa tarde, determinó la humillación del adversario.
Cosa rara, porque aplastar al de enfrente hacía rato que no era prioritario en la filosofía de Steinitz. Años atrás, atizado por un bache deportivo, había renegado de la filiación romántica de sus contemporáneos Paul Morphy y Adolf Anderssen, y empezado a batallar por una solución personal al problema ajedrecístico. Así, del ataque incesante contra el flanco de rey, el austríaco había derivado en la fundación de una escuela menos emocionante, pero mucho más científica.
El estilo posicional, su gran aporte, llevó a Steinitz a arrasar donde se presentara, a diseñar variantes novedosas (y aún vigentes) para la Defensa Francesa y la Apertura Española, y a derrotar a cada uno de los grandes maestros de finales del siglo XIX, incluyendo al polaco Johannes Zukertort en el primero de los matches por el campeonato del mundo, efectuado en 1886.
Tres veces defendió exitosamente el trono. Contra el ruso Chigorin, en par de enfrentamientos que tuvieron como sede a La Habana cuando Capablanca apenas era un crío; y contra el anglo-húngaro Isidor Gunsberg, en Nueva York. Pero luego la salud no lo acompañó versus el formidable Lasker, cedió el cetro y comenzó el declinio de su estrella.
Sin embargo, nada agotó su herencia. Un sinfín de detractores le nacieron de su carácter irascible y de aquel modo conservador con que entendía el ajedrez, pero Steinitz, con una fe incansable en él, superó todo. Así, nos dejó los pilares que sostienen a la escuela moderna, tan dependiente de las estrategias en el medio juego, y enseñó para siempre que las pequeñas ventajas se acumulan hasta otorgar el triunfo, luego de construida una compacta posición sobre el tablero.
El 12 de agosto de 1900, Wilhelm Steinitz murió loco de atar y miserable. Triste fin para un tipo tan lúcido que, tan solo un lustro antes, había escrito la página que sigue:
Blancas: W. Steinitz – Negras: C. Von Bardeleben
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ac4 Ac5 4.c3 Cf6 5.d4
Planteado el Giuoco Piano, o Apertura Italiana
5…exd4 6.cxd4 Ab4+ 7.Cc3
Típico. Aunque también puede jugarse 7.Ad2 Axd2+ 8.Cbxd2 d5 9.exd5 Cxd5 10.Db3 Cce7 o 10.0-0 0-0 con relativa igualdad.
7…d5!?
La toma del peón (7… Cxe4!?) tiene el riesgo de que después de 8…Axc3 9. d5!, se entra en los temidos territorios del Ataque Moeller.
8.exd5 Cxd5 9.0-0! Ae6!
Si 9…Cxc3, entonces 10.bxc3 Axc3?! 11.Axf7+ Rxf7 12.Db3+ e6 13.Dxc3 con iniciativa sobre el monarca expuesto.
10.Ag5!
Empieza a gestarse el ambicioso plan de las blancas.
10…Ae7
Ahora, con una serie de intercambios, Steinitz mantiene al rey negro en el centro del tablero.
11.Axd5! Axd5 12.Cxd5 Dxd5
Si tomaba el alfil de g5, el negro perdía un peón por 12…Ag5 13.Cxc7+ Dxc7 14.Cxg5.
13.Axe7 Cxe7 14.Te1
El punto adonde quería llegar Steinitz. Clavando el caballo, el blanco evita el enroque y conserva al rey adversario sin mejorías de seguridad.
14…f6 15.De2 Dd7
Protege su caballo y, al mismo tiempo, la casilla b5.
16.Tac1!? c6?
Se imponía 16…Rf7, a fin de conectar las torres y devolver el equilibrio.
17.d5!!
Un bonito sacrificio que persigue obtener el recuadro d4. Si el negro declina aceptar el peón, 18.dxc6 deriva en un ataque por las columnas centrales abiertas.
17…cxd5 18.Cd4! Rf7
Forzoso. Si 18…Tc8?? 19.Txc8+ Dxc8 20.Dxe7 y mate.
19.Ce6!
Según dijo Steinitz, este caballo fue “un hueso atorado en la garganta del viejo Bardeleben”.
19…Thc8?? 20.Dg4!
Este lance genera múltiples amenazas, como la ganancia de dama y el mate en 2 luego de Dxg7+.
20…g6
No quedaba otra defensa. Si 20…Txc1?? 21.Dxg7+ Re8 22.Df8#, y si 20…Cg6 21. Cg5+, con neta superioridad material.
21.Cg5+
El blanco procede a una combinación tremenda que se recuesta a la desafortunada ubicación del rey rival.
21…Re8 22.Txe7+!!
Los expertos coinciden en calificar este movimiento como uno de los más rutilantes jugados jamás. Nótese que el blanco queda ahora al borde del mate con Txc1. Pero no queda nada por hacer para Bardeleben. Si 22…Dxe7, 23.Txc8+! define de un tirón. Y si 22…Rxe7, entonces 23.Te1+ Rd6 24.Db4+ Rc7 (24…Tc5 25.Te6+) 25.Ce6+ Rb8 26.Df4+ Tc7 27.Cxc7 y fin del cuento.
22…Rf8!
El negro apela a su último recurso. Steinitz sigue bajo amenaza de mate en primera, por lo que de nada vale para él tomar la dama. Al mismo tiempo, todas sus piezas están siendo acosadas. Pero la magia existe…
23.Tf7+! Rg8
23…Dxf7 sería un suicidio debido a 24.Txc8+!
24.Tg7+!
La torre se burla impunemente del contrario.
24…Rh8
Obviamente, 24…Rxg7?? entrega la dama y el triunfo. Y si 24…Dxg7? 25.Txc8+ Txc8 26.Dxc8+ Df8 27.De6+ Rh8 28.Cf7+ Rg7 29.Cd6, con clara ventaja. Finalmente, 24…Rf8 recibe un disparo mortal con 25. Cxh7+.
25.Txh7+!!
Llegado este momento, Bardeleben olvidó todas las normas y abandonó la sala sin estrechar la mano del oponente. Cuentan que echó una mirada a Steinitz, y sin decir palabra se levantó de su silla, salió de la habitación y nunca regresó.
De manera que, para ser declarado vencedor oficialmente, Steinitz debió esperar por que se consumiera el tiempo en el reloj de su adversario: nada menos que 50 minutos. Entonces demostró a los espectadores cómo llegaba al triunfo en todas las variantes posibles. A saber:
25…Rg8 26.Tg7+!
La apertura de la columna h permite la decisiva intervención de la dama.
26…Rh8
Obligatorio, porque si 26…Rf8? 27.Ch7+ arrolla con todo.
27.Dh4+! Rxg7 28.Dh7+ Rf8 29.Dh8+ Re7 30.Dg7+ Re8 31.Dg8+ Re7 32.Df7+ Rd8 (32…Rd6? 33.Dxf6+ De6 34.Dxe6#) 33.Df8+ De8 34.Cf7+ Rd7 35.Dd6#
Hecho esto, una salva de aplausos coronó la jornada del maestro. Jacques Hannak, su biógrafo, escribiría luego que “esta fue la última expresión de un sueño en el que toda la grandeza y felicidad imaginadas en su juventud, se dieron cita en un cálido 17 de agosto de 1895, el día en que ganó el cotejo más brillante de su vida”.
LA FRASE: “Puedo jugar contra Dios, darle las piezas blancas y un peón de ventaja”. Steinitz.
hermosa partida, era un ajedrez mas romántico que el actual !!!