Un “paquete” es en Cuba una mentira, un “tupe”, una exageración feroz, sobre todo si aparece en una película. Nuestra crítica de cine, habitual cuando salimos de una sala de proyección, antes de ocuparse del guion o la fotografía se concentra en si el filme tiene demasiados “paquetes”. Los efectos especiales siempre lo fueron, tanto cuando el chino voló demasiado como cuando el personaje principal no murió cuando debía.
Pero ahora El Paquete es otra cosa, no es el bulto postal sino el bulto virtual de imagen, sonido, fotografía, páginas de Internet, anuncios y otras imaginaciones, que llega a nuestros hogares en una memoria flash u ofertado por los nuevos paqueteros, que ya no mienten sino comercian algunos productos apetecidos en Cuba, por ejemplo televisión por cable y prensa extranjera.
La televisión diferida es un invento viejo pero el Internet diferido es un invento cubano que nos ha pasado por delante como si nada y estoy convencido de que tendríamos argumentos para demostrar que con él podemos patentar la máquina del tiempo.
Si adquirimos en El Paquete páginas de Internet, de una navegación que hizo alguien el día anterior o la semana pasada, viajamos en el tiempo de una forma que no experimenta nadie que pueda usar Internet por sí mismo. Nos conectamos, en realidad, un día después o con una semana de retraso, lo que significa en cualquier caso viajar al pasado.
También hemos viajado al futuro cuando la libreta de abastecimiento nos adelanta un producto de un día feriado que no ha llegado, pero nuestra especialidad es ir hacia el pasado, el futuro siempre ha sido más extraordinario.
Leer a nuestro tiempo una página de Internet por el que otro navegó hace días y tal vez naufragó, es una ventaja si se hace como método de calmar el paso de la vida. Nuestras prácticas nacionales con Internet son una muestra de hasta dónde puede llegar la paciencia cubana y de la percepción muy propia que hacemos del mundo. Una conexión a Internet puede ser en Cuba el momento perfecto para pensar con calma en tus problemas más íntimos, para recordar a amigos de la infancia, para estirar las piernas y conectarte con la otra realidad que te rodea. La conexión es tan lenta que hace romántico y bucólico lo que en el resto del mundo es vertiginoso y a su manera también desesperante.
En Cuba no vamos rápido y solo por momentos nos ponemos furiosos. La versión filmada en nuestro país de la película de carreras de carros y “paquetes” por doquier, que emociona a La Habana en estos días, tendrá que ser al final una comedia de enredos porque en las pequeñas callejuelas del centro histórico es una costumbre ancestral molestarse con el chofer de un auto que ose tocar un claxon para apurar a un transeúnte.
La lentitud es una virtud nacional. No se puede ir muy rápido bajo un clima que impone 33 grados Celsius en invierno. Nos resistimos, como quien saca un machete, ante el administrador que nos apura en nuestros trabajos y le frenamos con una sola palabra, símbolo de la resistencia cubana: “suave”.
Pero todo esto nos conecta con el pasado, con un modo de vida que no es común en el mundo de hoy. En el día a día se oyen historias de admiración por el vecino que se fue a Miami, que aquí no trabajaba y allá tiene tres trabajos. En Cuba casi nadie tiene tres trabajos, el pluriempleo es un derecho nuevo y todos consideramos que si trabajamos en lo que no nos gusta somos esclavos.
No sé si pueda ser conservado en el futuro el candor insular caribeño que nos caracteriza, que nos permite andar a paso de gallina gorda, que nos hace tan libres a los ojos de los extranjeros que nos visitan y se asombran tanto de nuestro uso del tiempo.
Para ser parte de un mundo que se va a acabar achicharrado por el cambio climático, la falta de agua y las guerras, los cubanos y las cubanas andamos como si nada. “Hay que coger calma”, dicen las señoras maduras en Cuba, porque saben que las colas son eternas para cada cosa que se trate de conseguir y que la guagua no se sabe cuándo llegará. El indicador de éxito no es entre nosotros la eficiencia sino la calma, conservar el corazón sin fracturas y seguir.
Todo lo anterior no nos hace productivos pero nos ha convertido en una cultura que se relaciona con las cosas como debería la humanidad si fuera conciente del desgaste del planeta Tierra.
Para casi ningún cubano, sin embargo, esto es un mérito sino una forma de sobrevivir. Que lo guardemos todo y todo lo reciclemos no ha sido una consecuencia de nuestra educación ambiental, solidaria con el resto de la humanidad, sino una defensa ante la precariedad del mercado y del consumo.
Por eso vivimos en el ayer, rodeados de cosas de los ancestros. Nuestras casas son templos de antepasados. Ningún matrimonio joven compra vajilla nueva para comer en la nueva vida, ni toallas, ni sábanas. Se pueden usar hasta la transparencia las telas. Los muebles y las camas acomodaron a todos los difuntos de la casa. El carro debe ser para toda la vida, el televisor debe durar veinte años. La taza donde bebía café la abuela no se debe romper jamás.
Esto nos hace especiales. No mejores, pero sí distintos. Si las cosas son tan importantes para nosotros, si cada hogar es un almacén de donde puede salir una invención sorprendente sin tener que acudir a un taller especializado, imagínese el lector lo que nos importa la madre, el hermano, los hijos.
En Cuba es un valor y no una deshonra conservar a los hijos en la casa materna tanto tiempo como se pueda. Tener casa propia no depende del esfuerzo personal sino de la suerte pero mientras podemos conservar el amor cerca y no hay amor mejor que el de los hijos.
Para los cubanos el pasado es un lugar cómodo, recordarlo es el deporte nacional. Nos movilizamos hasta los huesos con hechos del siglo XIX y vamos al pasado a buscar con qué vivir. De cómo avanzar no me pregunten.
En Cuba la vida cotidiana es museable, se guarda en ella la historia real de un pueblo que no usa objetos antiguos para ser pintoresco sino para existir. Habrá que salvar dentro de poco el dilema de cómo seguir, de cómo balancear nuestro cálido contoneo con el apuro del desarrollo. Si la máquina del tiempo nos va a llevar al futuro ojalá pueda tener en él un solo trabajo que me deje llegar a tiempo a la casa a jugar con mi hijo, que como es presumible siempre será un niño para mí.
Pues no le veo ninguna gracia a esa “cultura” de guarda-guarda. Eso hace que las personas se vuelvan demasiado ligadas a las cosas materiales y que cualquier equipo, mueble o plato que se rompa en la casa se convierte en casi una tragedia. Eso es un reflejo de carencias, escasez y falta de solvencia, que el autor trata, graciosamente de justificar apelando a nuestra “identidad”. Todas esas situaciones lo unico que hacen es crear stress, tensiones y frustraciones. Yo no comparto los valores del consumismo desmedido, pero tampoco los de la austeridad rayando con lo espartano que los cubanos hemos vivido por necesidad y no por eleccion.
en verdad,me gusto este articulo,pero me dejo con la pregunta de siempre: es decente,util,sensato confundir la miseria obligada con escoger un camino austere?? Es lo mismo vivir buceando y en un cuarto semidestruido que en el monasterio de Shaolin ?? A estas Alturas se sabra distinguir entre miseria y austeridad??Creo que el autor anda perdido,como yo, en este laberinto.Por lo menos,el autor es mas sincero y franco que Silvio,que como siempre,parece se rie interiormente de su pueblo al hacer un llamado a no enamorarse de lo feo,la miseria,etc…!!
Tu padre fue mi maestro y pude disfrutarlo poco. Tenía el don de la palabra y sin duda lo has heredado. Has dicho muchas verdades sin que duelan en los oidos de nadie, no se si será porque te limitaste solo a hablar del pasado pero aun así ha sido un placer leerte.
saludos
Que tiene que ver la foto con el artículo
Describes verdades innegables, pero realmente disfruto más cuando tus artículos versan sobre el sistema político, la constitución y otros temas relacionados con el derecho, donde explicas de forma sencilla lo que muchas veces es objeto de tesis doctorales.
Si te sirve de inspiración me gustaría conocer tu opinión sobre el ejercicio de la democracia y la reforma del sistema electoral cubano. Siempre he pensado que debemos perfeccionar ciertos aspectos de nuestro sistema electoral, desde la forma en que se realizan las nominaciones, la importancia de la elección directa para los cargos principales, y por último pero no menos importante, la forma en que se ejecuta el voto, entiéndase que la boleta no sea un papel cualquiera, que las urnas no sean simples cajas de cartón y que el elector no tenga que votar con lápiz.
Cuando leí tu artículo sobre la Constitución, donde mencionas la posibilidad de un futuro referendo, no pude dejar de preguntarme: cómo confiar en los resultados que arrojaría si cuando voy a votar tengo que marcar mi opción con un lápiz (porque en el colegio electoral no hay bolígrafos); cómo saber si mi boleta no es intercambiada por otra si no existe control respecto a la cantidad de boletas impresas en cada colegio. Pienso que un sistema electoral seguro y bien estructurado, es una de las premisas fundamentales para el ejercicio de la democracia. Espero con avidez tus ideas al respecto.
Una de las más caras aspiraciones de los movimientos de izquierdas que llegaron al poder a través del camino de las armas o de la democracia burguesa, fue, siempre, la redistribución de la riqueza, una cuenta pendiente de resolver por parte del gobierno cubano, por su cúpula dirigente, ajena por completo a la realidad social de los varios millones de cubanos que viven hoy día por debajo del umbral de la pobreza, percibiendo los salarios más bajos del hemisferio occidental. Recrearse en el hecho para nada fortuito, y si causal, de que somos una nación pobre, subdesarrollada, también bloqueada, es cierto, y a la vez un supuesto estandarte de la Revolución triunfante que debe ser exportada al subcontinente, no debe servir de plataforma para exaltar la precariedad, y la austeridad casi monástica, como una filosofía de vía asumida voluntariamente, cuando en realidad nos fue impuesta por las circunstancias y las muchas decisiones estúpidas pero convenientes tomadas por los supuestos representantes de la sociedad civil cubana en su conjunto, sometida a los criterios partidistas que apuestan por la salvaguarda de los intereses y privilegios de casta de la organización en detrimento de ciertos derechos elementales que nos fueron arrebatas. Vivo en el primer mundo, y aunque no soy partidario del consumismo, tampoco del comunismo, entiendo que la felicidad pasa, en primer término, por la satisfacción de aspiraciones, expectativas, intereses, objetivos, urgencias, colectivas e individuales, y no por renunciar a percibir las recompensas materiales derivadas del trabajo honesto. Quizás superemos el problema el día que la nación cubana, dentro y fuera de la isla, decida, al fin, sin cortapisas ideológicas, lo que les conviene y desean, sin que se le impongan tareas heroicas y casi mesiánicas. Quizás el autor, a no dudarlo, un gran profesional, debería insistir en hablar de algunos temas muchos más espinosos, que tengan que ver con el ordenamiento jurídico del país más allá de las convenciones ideológicas vigentes. Mis respetos y saludos.
Pues a mi me molesta tremendamente esta lentitud forzosa. Como dijeron en otro comentario, no es lo mismo ser austero por elección que la miseria que vivimos.
Y esto que es? Cual es el objetivo? se trata de una oda a nuestro modo de vida? Que periodismo tan mal aprovechado, tanto que tenemos por decir, pero no importa, vivimos en el pasado y nos conformamos, el conformismo es aplaudible.
Alicia, sin drama ¿sí? Esto es una crónica. Muy bien escrita de un tema tan general, como específico. Cuando entré, pensé que leería algo de derecho. Al final ‘Bultico’ (así le dicen en la Facultad) es abogado. Pero no. Y fue una muy agradable sorpresa: tanto por la forma, como por su contenido. Espero entonces, que no lo acusen de ‘centrista’ y no le hagan campañitas, como hace unos días hicieron con Yuris, por dibujar, con precisión, el panorama por venir de nuestras (…) vidas. En el paréntesis le ponen el adjetivo que les dé la gana.
En Popayán Cauca también una que otra persona sabemos la sabiduría de la lentitud, entre todos sumamos la suficiente gente para ser una comunidad y sobrevivir. Abrazos desde el corazón hermanxs
No había leído a Julio Antonio antes. Estará entre los articulista que hay que leer en Oncuba. Sin menospreciar el texto que es excelente, la foto es la mejor representación simbólica cubana que he visto entre pasado y presente. ( Kaloian ). Si Yosy, como dijo Platón; “La Belleza está en el ojo del Observador”.
Julito, saludos a ti, a Michel y a Rene Fidel. Sigo sus articulos aunque estoy temporalmente en las entranas del monstruo, abrazos a los tres
Gracias, profesor. Ha dado usted expresión a los pensamientos de muchos que conozco, y me incluyo.
July,
Me alegro haberte encontrado en este sitio, ya sabes que me convertí en fiel seguidora desde este momento. Me alegra más aún poder leerte y disfrutarte, me he remontado a nuestras conversaciones de anaño, de las que tanto me nutrí. Gracias!
Pues lo mejor de todo es precisamente poder vivir sin apuro, la prisa en todo es un infierno moderno de los llamados paises desarrollados.
Por suerte los cubanos todavia pueden vivir normalmete y disfrutar cada momento.
No se apuren en conseguir el cacareado desarrollo moderno , es un infierno !