Diario de la peste: Llevadme de nuevo a casa, llevadme de nuevo al mundo

Esta es la última entrega del Diario de la peste, durante noventa días el escritor portugués Gonçalo M. Tavares, considerado uno de los más destacados en lengua portuguesa ha registrado en su estilo y mirada los acontecimientos de esta pandemia.

Usando una mascarilla en medio de la pandemia del nuevo coronavirus, un maestro le canta a su clase en el primer día de vuelta a la escuela rural cerca de Empalme Olmos, Uruguay, el lunes 1 de junio de 2020. Foto: Matilde Campodonico/ AP

La historia no funciona así

13 de junio de 2020

 

El presidente de Magnum: “la pandemia causó un hoyo negro informativo”.

Muchas historias no se contaron.

Alguien hablaba de un “virólogo con un aspecto muy feliz”.

Toda la alegría del especialista proviene de la observación del desastre en directo. No de conferencias sobre el pasado en salas cerradas.

Un estudioso de sismos salta dos veces con el temblor violento del suelo.

Salta de alegría y curiosidad, y por la sacudida natural de las placas.

Hoy es sábado y estudio fríamente el fuego que casi ardió.

El “olvido del exterminio es parte del exterminio”, decía Baudrillard sobre la cuestión del Holocausto.

Toda borradura de números y registros es una borradura del hecho inicial.

Borrar una muerte es una acción criminal de higiene.

Hay una higiene individual y una higiene del Estado.

Leo: “La pandemia amenaza la supervivencia de los indígenas de la Amazonía colombiana”.

Necesito el aire exterior y el simple deambular por el espacio.

Avanzo al azar con el mandato de una cierta corriente artística: “lo que encuentre será aquello que necesito”.

No se trata de recolectar restos.

Sino de que el resto sea material para una hoguera urgente.

Pensar que la necesidad nace del encuentro con lo necesario, y no antes.

Recuerdo una definición del abecedario de Deleuze.

La recuerdo y la olvido.

Cuando un discurso despierta a algún oído, tiene lugar un encuentro; una pequeña luz en medio del público, a oscuras.

En Estados Unidos, a un sobreviviente del coronavirus le llegó una cuenta del hospital que ascendía a 1.1 millón de dólares.

Diez mil enfermos estadounidenses recuperados equivalen a la deuda de un país mediano.

Deberían reunirse y fundar un pequeño Estado.

“La extrema derecha salió a la calle en Londres y tuvieron lugar enfrentamientos con la policía.

Se vieron saludos nazis y se oyeron himnos racistas.”

Estatuas protegidas por la policía. Pero también por saludos e himnos.

Pienso en alguien que toma los números de un lado y los revuelve, repitiendo unos, eliminando otros.

La suerte está viciada.

Pelo una manzana y emprendo el ejercicio de cortarla en trocitos más pequeños que una falange pequeña.

Hay una higiene del espacio y una higiene del tiempo.

La higiene del espacio limpia superficies, el suelo, las paredes y hasta el techo, al que se sube con la escalera portátil.

Los animales peligrosos pueden estar en el suelo, en la mesa, en la pared o en los objetos.

Todo brilla después de que se limpia un espacio.

Y la suciedad queda escondida detrás de la mañana del día siguiente en espera del momento propicio para regresar.

El joven Muhammed Ali entrenaba con un amigo.

Éste le arrojaba piedras al rostro, y Ali las esquivaba.

Así practicó los esquives del box.

Muhammad Alí rechazó su primer nombre, que venía de la esclavitud. Cassius Clay.

Los esclavos tenían el nombre de los dueños de los esclavos.

Tener el nombre del dueño de tus padres. Tener el nombre del dueño de tus abuelos.

Mucho más violento que un golpe con un guante en plena cara.

Que un hombre cambie de nombre, que una calle cambie de nombre, que un puente cambie de nombre.

Y el arte del esquive de Muhammad Ali; la piedra viene y el rostro en el último momento se desvía.

Dos versos de Auden:

“Observó con todos sus órganos de interés

Cómo caminan los príncipes.”

Y otros tres versos de Auden.

“Volvió a abrir viejas tumbas en su corazón para averiguar

Qué leyes desobedecieron los muertos

Y si fue esa desobediencia la que los mató.”

La limpieza del espacio ahuyenta a los virus malignos y confiere una luz temporal a las cosas.

Después de un baño, cualquier ser humano viene con una luz que no es totalmente la suya.

Una luz que el agua le presta.

Veo a un virólogo con un aspecto muy feliz en la televisión, pero, sin sonido, la felicidad se vuelve muda. Pierde la mitad de su potencia.

La higiene del tiempo es menos visible, pero más fuerte y violenta.

Se limpian los tiempos pasados de sus impurezas, del polvo y de esa basura que viene de una tremenda acumulación de errores y violencia.

Pero, una vez limpio y desinfectado, no vemos al tiempo brillar.

La historia no funciona así.

Gente haciéndose la prueba del COVID-19 en un puesto para hacer pruebas desde autos colocado por el Puente Movement, una organización de justicia para los migrantes, el sábado 20 de junio de 2020, en Phoenix. Foto: Matt York/ AP

Manifestantes participan en una protesta organizada por Black Lives Matter, en Hyde Park, Londres, el sábado 20 de junio del 2020. Foto: Aaron Chown/PA vía AP

Nuestro ensayo fue cancelado

14 de junio de 2020

 

Mensaje de mi amiga griega, el domingo:

“Primera excursión fuera de Atenas con mi coro.

Primera reunión del grupo después del confinamiento.

Fuimos a acampar el fin de semana a una playa linda, a tocar y a cantar.

Todo perfecto, la alegría y la energía de reivindicar la alegría.

Y hoy en la mañana, hacia la hora de nuestra reunión, corrió el rumor de que un joven se había ahogado…

Algunos corrieron a ayudar, fue demasiado tarde, el muchacho del pueblo murió.

Los aullidos de una ambulancia en el sitio menos probable.

Nuestro ensayo fue cancelado, nos fuimos del sitio más temprano.”

Sensación de culpa. Un coro y un hombre ahogado.

Tarde, sol. Final de la tarde, sol; Günter Anders, primer marido de Hannah Arendt.

Libro sobre Kafka.

Anders habla del “hambre moral” en Kafka.

Observar la expresión bajo el microscopio.

El hambre nunca se sacia en definitiva.

Poco después, más hambre. Mañana también. Más hambre moral.

Expresión que hace temblar. Brasil, manifestaciones en la Avenida Paulista.

Muchas personas lado a lado, separadas por más de un metro.

Cada una con la fotografía de un muerto por la pandemia.

Parece un ejército bien alineado, pero con una imagen en la mano.

La vida es un “proceso de autoacumulación de culpa”, dice Anders sobre Kafka.

Un contador de kilómetros sustituido por un contador de culpas en la cabeza.

Marcar con un trazo en la pared cada culpa nueva.

“La consciencia se mueve en círculos”, escribe Anders.

Un círculo es una especie de prisión.

Hicimos una parada en el camino, en la fuente de un pueblo, para cantar 4 canciones, dice mi amiga.

Un día vi ese coro en Atenas: canciones tradicionales griegas.

Instrumentos que casi ríen y pies que casi imponen seriedad y ritmo.

Déjà-vu, pero auditivo: nunca había oído esto y siempre he oído esto.

Un retorno a la música en todas partes. Se escucha en América.

Say it Loud — I’m Black and I’m Proud, de James Brown.

Raves ilegales en Mánchester. Un muerto.

Se habla de personas delirantes en muchos sitios del mundo.

Fiestas escondidas.

Unas veces violentas, otras veces no.

Muchos salieron a la calle esta semana y no para sentarse.

Delirio, etimología probable. Del latín delirium.

Significaba: acto de salirse el arado del surco.

Lira: “surco del arado”. Fuera de la lira, delirio: el arado se sale de su camino, de su línea.

Ya no organiza el terreno, no hace lo que es útil.

Hace simplemente aquello que no se entiende: lo torcido y lo imprevisible.

La historia de las palabras. Preguntarle a una palabra: ¿en qué estás pensando? Y ella responde.

Estudio las características de varios animales.

Quiero hacer zooliteratura, eso para mí es claro.

Los buenos escuchas y los ojos más desorbitados no están entre los humanos.

Leo que algunas hormigas pueden comer y guardar algo en su estómago sin digerirlo.

Cuando la comunidad lo requiere, regurgitan el alimento intacto para que todos lo consuman.

Es un “estómago social”, dicen.

Estómago individual, estómago social.

“Inclúyanme desde fuera”, dice alguien.

A veces, es eso.

Exigir la inclusión muy afuera del círculo trazado con tu nombre con tanto cuidado.

En las Américas y en las Europas, en movimiento, un hambre moral colectiva.

Pero no todos van por las mismas calles.

Una niña baila en espera de su padre; un perro está en la puerta moviendo la cola; un hombre acaba de romper una vitrina y huye.

Y a veces hay disparos por la espalda.

“No se puede errar en lo obvio. Los errores tienen que ser nobles”, dice una cantante.

Me imagino a alguien que se devora el alimento moral, pero no lo digiere, lo guarda.

Más tarde, cuando el grupo lo requiere, ese alguien regurgita el alimento moral.

Pero en ese momento tal vez los otros le agradecerán y le dirán que no.

Ya están saciados.

Músicos tocan en medio de la pandemia del coronavirus para protestar contra el gobierno en La Paz, Bolivia, el lunes 8 de junio de 2020. Foto: Juan Karita/ AP

Una persona con cubrebocas para protegerse del coronavirus en la favela Turano en Río de Janeiro, Brasil, el 19 de junio de 2020. Foto: Silvia Izquierdo/ AP

Llevadme de nuevo a casa, llevadme de nuevo al mundo

15 de junio de 2020

 

El instinto fascista viene de una necesidad paranoica de acomodo del espacio y de las cosas.

Ante el aumento de la confusión y del desorden, ese instinto adquiere ansias y excitación.

La India, ayer: vagones de tren convertidos en hospitales improvisados.

Es necesario detener el movimiento. De la máquina hecha para cambiar de lugar, hacer hospitalidad y camas fijas.

El arzobispo de Valencia criticó las vacunas que se están “desarrollando con células de fetos abortados”.

“Es obra del diablo”, dijo.

Goethe y su Fausto.

La ciencia, otra vez, como aquello que viene con los zapatos pesados del diablo.

O con los leves zapatos de quien salva.

“Llevadme de nuevo a casa. ¿Para qué ha de viajar un jardinero?” Goethe.

La frase que todos oímos en nuestras cabezas durante las primeras semanas de la pandemia. ¿Para qué ha de viajar un jardinero?

Nos volvimos todos jardineros, aunque de ningún jardín.

Llevadme de nuevo a casa, llevadme de nuevo al mundo.

Este constante dudar entre el jardín y el aeropuerto.

Un jardinero que ve aviones desde su ventana.

Y, a manera de viaje, le basta hacer viajar sus ojos por la ventana.

La India, otros tiempos: el intocable sólo podía circular fuera de su barrio “agitando matracas, con el fin de que los hombres de casta tuvieran tiempo de apartarse”.

De él y del “viento que lo había rodeado momentos antes”.

Señalar su propia presencia con instrumentos y ruido.

La importancia del viento en estos días en que Europa está cautelosa, pero con la cabeza al aire libre.

Semanas en las que, en cada rincón del mundo, la normalidad sufre estremecimientos, o por lo menos modificaciones sucesivas.

Instrucciones semanales para seres humanos.

Instrucciones para seres humanos semanales.

El mito de algunas tribus: los vientos que venían de lejos entraban en la inhalación y los vientos que iban hacia lo lejos estaban hechos del aire humano que salía de la exhalación.

Inhalas el aire que viene del otro lado del mundo.

Viento y respiración, el mismo material. Circulación entre la tierra y los pulmones.

En Perú, la cuarentena “es controlada a chicotazos por brigadas de campesinos”.

Son las “rondas campesinas”, elegidas por el pueblo.

Una mujer del grupo del místico Osho. Documental.

Dice que al ponerse en cierta posición de meditación podía atinarle a cualquier blanco con una bala.

Todo es una cuestión de respiración, dijo. Yoga y puntería.

Aprender gestos serenos para atinarle a la cabeza de otro sujeto con una bala.

“Yo me temo que lo peor está por venir: en la salud y en la economía. Sin embargo, también hay alegría.” Grecia.

Sobre el muchacho que murió ayer ahogado cerca de Atenas. Dice mi amiga: era un estudiante de la Escuela de Danza.

Imaginar los terribles movimientos de un bailarín que se ahoga.

Los bailarines no deberían ahogarse.

Una tremenda falta de delicadeza del agua para con alguien que domina el suelo con piruetas y saltos.

Kierkegaard y el “dios que exige demasiado”.

Tenemos que ser hábiles sobre la tierra, hábiles en el aire, hábiles bajo el agua y hábiles ante el fuego.

Un dios que les exige demasiado a los humanos.

En Atenas y en el resto del mundo.

“El presidente de los Estados Unidos fijó para el sábado un mitin en Tulsa, en un sitio con aforo de 20 mil personas.”

Memoria, documento e instinto: este diario.

Registrar en directo tiempos híbridos.

Parte final, estoy exhausto. Decidí terminarlo el día 20, noventa días.

Este sábado.

En el diario de Pavese: aquél que no ha aprendido, sucumbe.

Y yo digo: aquél que sucumbe, no puede seguir aprendiendo.

Necesitamos otra vida, claro. Y la tendremos.

Gente con mascarillas para protegerse del coronavirus mientras viajan en metro en Taipei, Taiwán, el sábado 13 de junio de 2020. Foto/Chiang Ying-ying/ AP

Marcas de distanciamiento social están pegadas en el baño de hombres en el centro comercial Gran Estación durante un periodo de prueba para reabrir negocios en Bogotá, Colombia, el lunes 8 de junio de 2020. Foto: Fernando Vergara/ AP

Las libélulas se acercan a los hongos

16 de junio de 2020

 

Cuatro hombres negros ahorcados en árboles fueron hallados en Estados Unidos. El FBI investiga.

Nina Simone, Strange Fruit.

Nina Simone, ¿qué es para ti la libertad?

Nina Simone: no tener miedo.

Un trapo cubriendo la boca como cubría antes los genitales en la Capilla Sixtina.

El sistema de salud y los sistemas de pudor sociales.

El pudor ha llegado hasta la boca: no quiero ver ni tu oxígeno.

Beijing vuelve a imponer restricciones para impedir la propagación del nuevo brote.

La segunda vez, la tragedia vuelve como tragedia.

Pero, la segunda vez, la noticia no vuelve como noticia.

Una misma noticia pierde intensidad como si se tratara de una sustancia que se va consumiendo.

El asombro por la muerte de alguien 5 minutos después no causa ningún asombro.

Si le dices a alguien que cuando llegue a casa se va a encontrar con una sorpresa y ese alguien llega a casa y no se encuentra con una sorpresa, se va a sorprender, Wittgenstein.

Desde México, Paula me dice que las clases de esgrima están interrumpidas.

Un arte de herir a distancia, la esgrima.

Pasamos semanas de confinamiento en las que sólo podíamos herir a distancia, se lamenta alguien.

En Brasil hay dos órdenes opuestas: ¡hacia adentro, rápido!

¡Hacia afuera, rápido!

Imposible la salvación de los que titubean.

Nadie que titubea merece salvarse. La salvación es de los decididos.

O entonces es pura suerte.

Ser un “Napoleón del teatro europeo de la Música”, la ambición de Wagner.

La mitad de los locos internados en el siglo XIX decían ser Napoleón.

En los hospicios de Rusia, dicen ser Putin.

En un solo hospicio de los alrededores de Moscú hay 23 Putins.

Todos dicen ser el verdadero.

Algunos hasta tienen un documento en el bolsillo que prueba que son Putin.

Yo soy Putin, dice el papel. Y ellos mismos lo firman.

Cualquier idiota puede decir la verdad, se repetía en los años setenta del siglo pasado.

Una provocación.

La noticia de ayer: para llegar al verdadero Putin “hay que pasar por un túnel de desinfección”.

El verdadero Putin es el que está después del túnel de desinfección.

Los otros son chiflados.

La Torre Eifel reabrirá el 25 de junio.

En México, el día del padre se posterga.

Los pulmones acaban completamente irreconocibles, dice un especialista sobre las consecuencias del coronavirus.

Reconocer al ser humano por su rostro y por sus pulmones.

En La Montaña Mágica, los amantes intercambiaban imágenes de sus pulmones.

Mejor en cuanto los vértigos; más o menos en cuanto a los mareos.

Flusser hace una pregunta, hablando de diseño.

Qué tipo de persona será un individuo “que no se dedique a cosas, sino a informaciones”.

Estamos todos dedicados al alimento y a la información.

Quien come y ve noticias al mismo tiempo, se empacha.

El primer paso para volverse loco es sentir que falta el equilibrio sobre un muro bajo.

“Quien no sienta vértigo, no está bien informado”, escribió Sloterdijk en uno de sus libros.

Exacta descripción, antes de tiempo, de los tiempos presentes.

Dudo entre tomar Vertigo Heel en gotitas (para disminuir los deseos de caída) o bajarle en mi cabeza el volumen a la información y los saltos.

En el campo, una mujer murió tranquila con un plato de caldo en el regazo.

Las libélulas se acercan a los hongos.

La tierra huele a tierra después de la lluvia.

Y las luciérnagas están locas.

Personal de un salón de belleza porta mascarillas y guantes para atender a sus clientes en Moscú, Rusia, el martes 9 de junio de 2020. Foto: Pavel Golovkin/ AP

Un mesero lleva cervezas a unos clientes de un bar en la ribera del río Sena, el lunes 15 de junio de 2020, en París. Foto: Thibault Camus/ AP

Una mujer ante un tribunal

17 de junio de 2020

 

Gráficas en la televisión forman curvas no deseadas. Curvas equivocadas.

Gráficas no humanas; una biología que no entiende de promedios, medianas, curvas gaussianas, etc.

Como un animal ciego, la biología avanza sin orden; sólo furia.

La melancólica Jeri y la intempestiva Roma coinciden en el furor con que atacan la comida y el aire puro fuera de casa.

Pero son mansas.

Zapatos desinfectados por debajo, cielo casi siempre sin nubes por arriba.

La furia no entra en las estadísticas; hace colapsar previsiones y estudios con lápiz técnico detrás de la oreja.

Película que anuncia su fin y vuelve a comenzar.

El virus en el Norte y en el Sur, juego de escondidillas: desaparecí, aparecí, desaparecí.

Los mitos, Quignard, apuntes.

Una mujer ante un tribunal.

Le dicen: sólo puede salvar a uno de estos hombres.

Su marido, su hijo o su hermano.

Nada más puede salvar a uno.

Ella se aleja y piensa largamente. Luego regresa.

A mi hermano, dice.

Psitalea, pequeña isla en el golfo Sarónico de Atenas.

Un análisis del drenaje urbano.

Drástico aumento en el uso de drogas y medicamentos psicotrópicos.

Una soprano cantando el “Cante jondo” de Lorca.

Zócalo, Ciudad de México. Un loco con megáfono: el fin del mundo es invisible.

A este loco me lo inventé, me gusta inventar locos.

Importancia de la basura, del drenaje.

Los restos de la ciudad como indicios de salud y enfermedad, tal como en el ser humano.

Los desechos son la señal.

No pierdas de vista tus restos: Atenas, Lisboa, Nueva York, Londres. La polis tiene que mirar atrás.

Psitalea, drenaje:

cocaína, récord de la década: 800 gramos al día

aumento en el uso de anfetaminas: 650%

del ansiolítico lorazepam: 77%

de antidepresivos: 31%

Muere el líder indígena brasileño Paulinho Paiakan, “uno de los más grandes defensores de la selva amazónica”.

Cientos están muriendo por la pandemia.

“Nuestros ancianos son sagrados y la fuente de sabiduría en los pueblos indígenas.” El extranjero y el amigo son dos peligros. En la Amazonia y en Atenas. En Londres y en Nueva York.

Muchas noticias con esta rareza: los más cercanos son los que más contaminan.

Enfermedad por afinidad y cercanía excesivas.

El solitario es el privilegiado en las enfermedades contagiosas; el blanco principal de las enfermedades depresivas.

Formas de saludar a distancia, con ilustraciones y una indicación de dónde son más comunes.

Codo con codo, China.

Pie con pie, Líbano.

Puños cerrados que se acercan pero no se tocan, Irán.

Quedan a unos centímetros uno del otro: puño y puño.

La mano afortunadamente no respira.

Recuerdo a Bruce Lee: un golpe velocísimo con la mano que se detiene a unos milímetros del rostro del otro.

Comunidad en la calle: un Bruce Lee lento y fuera de forma frente a otro ser vivo de igual abandono.

Un golpe lentísimo que se detiene a dos metros del otro. Y, en vez de acercarse, dice adiós. Así están los seres humanos.

El portón averiado; rechina como si estuviera vivo.

El mito. ¿Por qué eligió a su hermano?

Ella responde: puedo tener otro marido.

Puedo tener otro hijo.

Mis padres ya murieron, no puedo tener otro hermano.

Asia, algunos países. Lema de la semana: no te saludo, porque te amo. Bajar la cabeza y la parte superior del tronco en reverencia. Japón.

India: manos juntas al frente del tronco e inclinar la cabeza.

¿Por qué eligió a su hermano? Preguntan de nuevo.

Porque sólo con él puedo recordar mi infancia.

Zócalo, Ciudad de México. Loco con megáfono: el fin del mundo es invisible, el fin del mundo es invisible, el fin del mundo es invisible.

Un trabajador de la salud toma la temperatura de una niña para ayudar a aplanar la curva de contagios del nuevo coronavirus en el mercado Central de Abastos en Ciudad de México el jueves 18 de junio de 2020. Foto: Marco Ugarte/ AP

Usando una mascarilla en medio de la pandemia del nuevo coronavirus, un maestro dirige su clase en el primer día de vuelta a la escuela rural cerca de Empalme Olmos, Uruguay, el lunes 1 de junio de 2020. Foto: Matilde Campodonico/ AP

Pienso en un fin del mundo que pasa desapercibido

18 de junio de 2020

 

Pienso en un fin del mundo que pasa desapercibido.

Ya llegó, dicen unos.

Ya llegó, pero se fue, dicen otros.

El ballet de Nueva York cancela sus presentaciones hasta 2021.

Un gimnasio en California crea cápsulas individuales.

El esfuerzo es solitario, y eso es más que justo.

En 2020, el fin del mundo es invisible.

El fin del mundo aparece y no lo vemos. Y nada altera en lo esencial.

Cuando mucho, posterga el performance exterior del mundo.

El espectáculo prosigue, pero en 2021.

Si estuviera vivo, Debord viajaría en avión sobre las ciudades, arrojando folletos:

¡No trabajes nunca!

¡Apaguen las pantallas!

¡Larga vida a lo efímero!

¡Déjenos vivir!

Estudio la Cloud Appreciation Society (Sociedad de Apreciación de las Nubes).

Su fundador es inglés, Gavin Pretor-Pinney.

En una vieja entrevista, dice que a las nubes “se les difama injustamente”.

Y añade que por todas partes hay “fascistas del sol”.

Individuos que tratan de difundir la idea “de que sólo podemos ser felices bajo un cielo azul y limpio”.

El cielo presenta un estado azul y casi limpio.

Albert Cossery decía que nunca había querido tener un carrazo.

Sólo había querido tenerse a sí mismo.

“Salgo a la calle con las manos en los bolsillos y me siento como un príncipe.”

No trabajar, larga vida a lo efímero, déjenos vivir.

La semana pasada, enviaron una sonda para estudiar los orígenes del sistema solar.

Conocer el principio, una vez más.

En China dicen que la segunda ola de la pandemia llegó de Europa.

Dónde principia el segundo principio, el tercer principio, etc.

Documental sobre los terraplanistas.

Los terraplanistas hacen muchos experimentos.

Todos llegan a la evidente conclusión de que es imposible que la tierra sea una esfera.

Economía: el Reino Unido, con valores parecidos a los de 1963.

Avanzo por la ciudad y las tiendas tienen la bandera a media asta. Un velorio que trata de hacer un zapateado para parecer fiesta.

Baudrillard y algo importante.

Muchas culturas tienen imaginarios sobre su origen; pocas tienen imaginarios sobre su fin.

Y algunas no saben ni se imaginan cómo habrán empezado y cómo van a acabar.

Estamos a la mitad, y volteamos hacia ambos lados y no vemos nada.

Nos falta una ciencia del apocalipsis.

En 2020, los apocalípticos, científicos y otros, salieron a la calle y ya andan sueltos.

Desde Brasil, me llegan mensajes: el cielo azul está negro.

Las nubes como aquello que educa a los niños de la calle.

No hay maestros, y los niños apocalípticos están abandonados bajo el sol.

Drummond de Andrade.

“Entre las desesperanzas del momento,

y a falta de mejores noticias,

vengo a informarles que ha nacido una orquídea.”

Bajo el sol limpio, los apocalípticos salen a la calle. Y bajo el suelo también suceden cosas.

Ya desde diciembre se detectó el virus en los drenajes de Europa.

18 de junio. Los drenajes del mundo siguen hablando.

Pienso en esto, en estas nuevas pitonisas: los drenajes. De ellos vendrá la clarividencia en 2020.

Entre los drenajes y la orquídea, un camino estrecho.

El presidente Donald Trump camina desde la Casa Blanca a través del parque Lafayette el lunes 1 de junio de 2020 para visitar la iglesia de San Juan, en Washington. Foto: Patrick Semansky/ AP

Unas personas admiran la Galería de los Mapas en el Museo del Vaticano, que abrió por primera vez después de tres meses debido al coronavirus, el 1 de junio de 2020, en Roma. Foto: Alessandra Tarantino/ AP

Salgo al sol junto con dos animales y con una nube encima

19 de junio de 2020

 

Salgo al sol junto con dos animales y con una nube encima.

Trato, con la mano, de apartar a la nube, pero no lo logro.

Inicia el solsticio de invierno en el hemisferio sur.

Y de verano en el hemisferio norte. El día 21.

Los dos hemisferios parecen cambiar de posición.

También en la pandemia.

Versos fuertes, traduzco a la fuerza:

“Dos veces fui yo mendiga

ante la puerta de Dios”.

La pandemia se está acelerando en el mundo, dice la OMS.

Avance descontrolado en Perú y en Chile.

Brasil, nuevo récord: 54 mil casos en un día.

En Argentina, un sacerdote convirtió una iglesia en un bar.

Se vistió de empleado, “sirvió” biblias.

Protestaba “contra la decisión del gobierno de abrir bares y casinos, pero mantener las iglesias casi cerradas”.

Servir la Biblia en una mesa: ¿una Biblia para uno o para cuatro?

Primer eclipse solar de 2020: el “anillo de fuego”.

Unos dicen que es “señal del apocalipsis”.

Cuando dos personas escuchan lo mismo, no escuchan la mitad de lo mismo.

Palabra y parábola del pan.

Una palabra que se dice para muchos, no se divide; mantiene su fuerza.

Biblia para algunos, noticias para otros.

Lo que relata Luigi Giussani, religioso italiano, sobre un moribundo:

“Era como si contara serenamente los latidos de su corazón y dijera: uno más.”

Mañana cierro el Diario de la Peste. Última entrada, el día 20.

Dice Cioran: “No se puede concebir la fuerza sin la enfermedad.”

Dice Cioran: ” No en vano, los hombres más peligrosos tienen una salud endeble.”

Las nubes no son bienvenidas. Pero eso no es justo.

El Diario de la Peste me trató bien en los malos días; mañana, adiós.

Gavin Pretor-Pinney y la Guía del observador de nubes.

Habla de una nube que se llama “gloria de la mañana”.

Hay pilotos de planeadores de todo el mundo que la “surfean”, “como si fuera una ola”.

Golfo de Carpentaria, norte de Australia. Miles de personas se desplazan para ver una nube.

Desde México, una amiga me dice: estamos asustados, como si fuera un ciclón.

Me acuerdo de un poema del Nordeste de Brasil. Terrible período de sequía.

Aparecen nubes y, acá abajo, la población esperanzada . Muchos días rezando por la lluvia.

Pero las nubes se disuelven y aparece el sol.

El día en que la población insultó al sol, título del poema.

Poemas y noticias. Un médico inglés habla “del quiebre total de la arquitectura pulmonar de los pacientes infectados.”

Un paisaje por dentro que se deshace.

Una destrucción del patrimonio individual, de esas obras hechas por la biología instintiva. La enfermedad como un explosivo sin sonido.

¿Qué quieres? Todo, dice alguien en un café de Sintra.

En la calle, personas ansiosas, casi se tropiezan, algunas de veinte años; unas se abrazan, otras, menos jóvenes, parecen salidas de la cárcel.

Todas como si hubieran llegado de un viaje.

Importancia de las nubes. Tampoco producen sonido.

Al parecer, fue un hecho: en el Nordeste, maldijeron al sol como a un asesino.

Hiroshima, el año pasado.

Estoy cerca del edificio: la zona cero de la destrucción.

Me explican y señalan y yo veo.

La segunda bomba atómica:

“A las 3:49 de la mañana del 9 de agosto de 1945, cargaron el Bockscar, piloteado por el equipo de Sweeney, con la Fat Man, siendo Kokura el blanco principal y Nagasaki el blanco secundario.”

Sobre Kokura, nubes, clima incierto, viento que arrastra polvo.

Demasiadas nubes entre el bombardero y la ciudad de Kokura.

Es necesario ver bien, para dejar caer bien la Fat Man.

“¡Sí, somos libres! Pero tenemos nuestras pesadillas”.

Salvo por el sol, salvo por las nubes, el mundo es extraño.

Me pongo las manos en el corazón y serenamente digo: uno más.

Tres vuelos sobre la ciudad y el bombardero renuncia a Kokura y se dirige a Nagasaki.

Las nubes salvan a Kokura.

Fernando Castro, de 59 años, toca el violín para ganar propinas de gente que pasa caminando en Avenida Juárez en Ciudad de México el domingo 31 de mayo de 2020. Foto: Rebecca Blackwell/ AP

Gente con mascarillas para combatir el nuevo coronavirus reza mientras mantiene el distanciamiento social, en el templo de Chogyesa, en Corea del Sur, el lunes 22 de junio de 2020. Foto: Ahn Young-joon/ AP

Ante el acontecimiento, permanecer atento y de pie

20 de junio de 2020

 

Día de solsticio. El verano comenzó este sábado a las 22:44.

Día y biología cronometrados con este falso rigor.

Podemos hablar así del despegue de un cohete de la NASA, pero no de las cosas vivas.

Noventa días, hoy. Diario de la peste, fin.

2020, año suspendido, nube. Ni cae, ni asciende.

El ritmo de estos diarios, una corriente eléctrica por debajo del texto.

A veces, en la mañana; otras veces, en la noche: una excitación ante la noticia; la noticia como cortocircuito.

Una energía, primero, encerrada en casa. Pero, si la energía no sale en forma de texto, esa debilita y enloquece a quien la posee.

Necesidad absoluta, diario.

Ante el acontecimiento, permanecer atento y de pie.

Fuerza contra lo mucho más fuerte.

O estás presente en los días fuertes, o huyes. O con la boca abierta haces un ohh, a manera de sonido, respuesta y pasmo.

El diario de la peste como compañero en los días duros y en los días hechos para ver. Necesidad y tensión.

E intento de documento para que la memoria endeble deje un vestigio más claro.

Guattari, ese filósofo que no se está quieto, siempre de viaje.

¿Qué haces?

¿Y qué buscas? Le preguntan.

Guattari responde:

Ando en busca del “pueblo que falta”.

Podría hacerse la revolución, dice Guattari, pero no hay un pueblo para hacerla.

Cabeza: asociaciones, saltos, cortes; me interesa lo que está a un lado y del lado opuesto.

Cualquier tangente entre el pensamiento y lo visible.

Mujer de noventa años se recupera después de 81 días en el hospital, leo.

Su nieto de 9 años y un papel donde está escrito: 81 días.

Los días empiezan a ser contados por dedos más lúcidos.

Cada día se ha convertido en un recorrido. Desde las ocho de la mañana hasta las dos de la madrugada, como quien va por un camino que no conoce.

En las películas de Herzog “hay paisajes que llevan a los personajes a la locura”.

Sobre un monte, muchos pierden el raciocinio para siempre.

En 2020, ciudades desiertas produjeron locos como una fábrica llena de urgencia.

Y ya están ahí, en la calle, y no saben cuál es el camino a casa.

“Se apagaron los faroles

y se encendieron los grillos”, escribía Lorca.

Pero hasta los grillos se han vuelto locos con tanto espacio y cambio.

Un rabí ortodoxo sobre la pandemia. Hace unos días.

“Cuando los acontecimientos están ocurriendo en nuestro mundo, somos ciegos”.

La pandemia y sus efectos continúan y por ahí andan.

Una ceguera de tres meses, seis, tal vez año y medio.

En la cama, insomnios. Muchos se quebraron, viejos y jóvenes.

Una tabla puede quebrarse por todos lados; no hay material que no tenga su locura incluida y una muerte que apunta hacia el reloj.

Los mareos se pasaron un poco; pero, allá atrás, estable, está esa amenaza en la cabeza, ese maelström privado que me gustaría olvidar en la silla cuando me levanto.

Escribió también el estudioso de la Biblia:

“Nuestro entendimiento de Dios empieza después de sucedido el acontecimiento.

Solamente vemos la espalda de Dios”, dijo.

La espalda de Dios es nuestra ceguera.

Aquí vamos. A buscar el pueblo que falta para hacer la revolución.

A viajar, levantar piedras, mirar las nubes, hacer preguntas, observar de lejos la multitud.

A encontrar al pueblo que falta.

O tal vez al ser humano que falta, al animal que falta, al virus que falta para hacer la revolución.

Pero no es éste aún.

“Mas a nosotros nos es dado

No reposar en ninguna parte”,1 escribió Hölderlin, uno de los oráculos de este diario.

Allí vienen nuevas comunidades y nuevas marchas; el desasosiego ha salido de casa y quiere fundar una nueva ciudad.

El 2021 será un año raro.

“Todos los días salgo, siempre en busca de otro camino”.

Pero el segundo camino es siempre peor que el primero; cada vez que te pierdes más lejos, encuentras una salida más peligrosa.

Por muchas partes, el colapso; toda excepción durará el tiempo del miedo.

Con miedo individual tiemblan el suelo y las leyes que siempre han sido sus límites.

El centro lo ocupa todo; en la urgencia, El estado se convierte en el búnker paterno.

Y nos dimos cuenta en las primeras semanas de marzo y abril: casa búnker; la comida entra por un lado y los desechos salen por otro.

Y eso basta.

Cuando el ser humano entiende esto se convierte en un lobo y ya no hay vuelta atrás.

Ni al amigo necesitas. Muchos humanos van a salir de 2020 predadores y carnívoros.

En Stonehenge, “debido a la pandemia, no hay festejos por la llegada del verano”.

Los aeropuertos están vacíos y las tiendas de los aeropuertos tienen hojas A4 pegadas en los vidrios que, a falta de uso, se han convertido en espejos.

Roma, la intempestiva, está curada; la melancólica Jeri, feliz de nuevo con el mar. Casi se mete, pero el miedo nos mantiene vivos o, a veces, empuja a los seres vivos a dar un salto sin espalda. Mejor la primera opción.

Tomar la parte del miedo que no quema ni la mano ni la resistencia.

En Gotinga, en Alemania, hoy. 700 personas están en cuarentena obligatoria y arrojan desde las ventanas objetos contra la policía.

Norte y sur, economías en estado de obesa señora desmayada.

En los aeropuertos y en otras partes, nos miden la temperatura sin que lo sepamos.

La vigilancia ha pasado de los gestos al organismo.

Muchos jóvenes húngaros desempleados se alistaron la semana pasada en el ejército. Éste asegura disciplina y comida.

En hebreo, hambre se dice raàv, palabra que significa “gruñido en boca vacía”.

No sólo va a haber un después de esto, sino un gran después.

Trágico, leve, pesado, terrible, efusivo, hambriento, burlón, perverso, egoísta, incierto, tembloroso, temible: un después que será todo esto y más.

Un después ambiguo, brutal y alegre.

En una película de Herzog, aquel pensador y lógico que, cuando le ponen un recién nacido en los brazos, dice: “¡Esto me destruye!”

Ser destruido por lo simple. Una destrucción benigna. Pero no siempre es así.

“Me dices que, más inmortal que el cuidado y la cólera, es la alegría”, escribió Hölderlin, y este verso es suficiente para terminar lo que sea.

Estoy cansado, cierro la ventana y el diario; quiero hacer otra cosa.

1 Traducción de Yolanda Steffens.

Varios trabajadores cavan tumbas en el cementerio de San Lorenzo Tezonco en la alcaldía Iztapalapa de la Ciudad de México, el martes 2 de junio de 2020, en medio de la pandemia de coronavirus. Foto: Marco Ugarte/ AP

Un hombre saluda a un grupo de doctores, parte de la primera brigada médica cubana del Contingente Henry Reeve, el lunes 8 de junio de 2020 después de que llegaron a La Habana, Cuba. Los médicos habían viajado a Italia para ayudar con la emergencia por la COVID-19. Foto: Ramón Espinosa/ AP

 

 

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Traducción: Paula Abramo. 

*Estos textos se han publicado originalmente en el diario Expresso, de Portugal. Se reproducen con la autorización expresa de su autor. 

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