Es claro que Cuba ha pasado de una larga primera etapa en la que se entendían las reformas como un mal necesario, pero reversible (entre 1990 y 2008), a otra en la que las reformas se conciben como deseables, aunque se carece de una concepción integral del proceso y de una secuencia de cambio suficientemente dinámica.
El miedo a los costos que las reformas comportan –en muy diversos ámbitos, también en el político–, ha hecho que la definición de un marco integral de reformas y del escenario al que conduce a la economía cubana se posponga una y otra vez.
Es importante que se cierre también esta etapa y que la reforma se contemple con la ambición propia de un programa de acción simultáneo e integral. Las reformas en unos ámbitos requieren de acciones en otros si se quiere que rindan frutos. Aunque se reconozca el valor de la prudencia, el carácter fragmentario de las acciones tiene sus costos.
Secuenciar y parcializar en exceso las medidas adoptadas ha conducido a la economía cubana a una situación indeseable. Ni rige la lógica del pasado, ni se ha permitido que prospere una nueva lógica económica. Diríamos que desde hace años, Cuba aparece en tierra de nadie, atrapada en el medio de un proceso de cambio (stuck in the middle), quizás la peor de las opciones.
Se pueden identificar dos factores principales que afectan a la eficacia del proceso de reforma económica: la ausencia de una meta reconocible y su dosificada parcialidad.
Ausencia de una meta reconocible
En primer lugar, el proceso de reforma económica planteado en Cuba carece de la definición de un escenario de llegada preciso que oriente los esfuerzos. Se asumen como necesarios cambios institucionales sucesivos, pero se omite la definición precisa de cuál es la meta final a la que se encamina.
Los textos que se presentan como estratégicos (los Lineamientos de política económica y social del partido y la revolución para el período 2016-2021 y el Plan nacional de desarrollo económico y social 2030 de Cuba) son documentos políticos que mantienen un tono dominantemente declarativo, pero resultan poco útiles para definir un modelo económico reconocible. Ni siquiera el documento titulado Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista cumple ese propósito: se trata más bien un texto desiderativo con limitada precisión en materia de estrategias y de definición del marco económico del futuro.
El gobierno presenta los cambios como el avance hacia un socialismo próspero y sostenible, pero sin definir el significado de ese lema. Por momentos la prensa oficial alaba los éxitos del modelo chino y vietnamita, pero en otros demoniza el trabajo del sector privado.
La actual coyuntura de crisis económica y financiera, en medio de mayores sanciones de la administración Trump y el estancamiento del intercambio con Venezuela, no ha llevado al nuevo gobierno a afianzar una posición reformadora, o al menos a revelar su propio diagnóstico sobre las causas de las fallas del sistema económico.
Se acrecienta la indefinición de la meta cuando en vez de ofrecer una mejor definición del futuro modelo al que se quiere llegar, la nueva propuesta que aparece en la agenda económica de la actual presidencia consiste en retomar algunas de las trasformaciones de los años 90, tales como la redolarización parcial de algunos mercados e industrias, lo cual va a contravía de la tantas veces anunciada unificación monetaria.
Ante la ausencia de compromisos respecto al ritmo de las reformas, los grados de discrecionalidad de las autoridades para la toma de decisiones son elevados. Y esa misma discrecionalidad otorga márgenes añadidos a los sectores resistentes al cambio para que se organicen y presionen a fin de demorar o relegar las reformas que consideran más lesivas para sus intereses.
En ese contexto de incertidumbre, los agentes sociales son incapaces de anticipar los cambios: su actitud es permanecer a la expectativa, a la espera de noticias que confirmen una nueva reforma. Su incertidumbre –extensible a las empresas internacionales que operan en Cuba–, no solo limita su implicación efectiva en el respaldo a la reforma, sino también daña su disposición a la inversión, dada la ausencia de escenarios creíbles de mediano plazo.
La parcialidad de las reformas
La ausencia de una meta precisa explica la falta de un plan sistemático e integral de reformas. La lógica de conjunto se pierde en beneficio de una dinámica de “parcheo”: se toman decisiones parciales concatenadas a medida en que se detectan problemas y se tienen los márgenes políticos para darles solución. En algunos casos, las decisiones tratan de avanzar en una reforma anteriormente pospuesta; en otros, de corregir las consecuencias inadvertidas o las lagunas de decisiones previas.
Como quiera que sea, el proceso viene regido por la suma de acciones parciales, más que por la lógica de un plan integral. Visto en su conjunto, el problema no es que no haya reformas: han sido bastantes –y algunas de calado. El problema es que muchos de estos cambios no logran el efecto debido por no acompañarse de reformas en otros ámbitos complementarios.
Obtener éxitos parciales es sin embargo crucial, especialmente si se adopta una senda de reformas gradual y prolongada en el tiempo, porque permite ensanchar secuencialmente el respaldo social al proceso (reduciendo el margen de los sectores resistentes al cambio) y porque posibilita ampliar la viabilidad de las reformas ulteriores.
En el caso de Cuba, la parcialidad de las reformas hace que ambos objetivos se logren de manera muy limitada.
En suma, porque se carece de un plan de reformas integral, y porque se fragmentan y parcializan las reformas, el efecto de los cambios inducidos está muy por debajo de lo esperado. Las consecuencias de los cambios internos no han llegado a la mayoría de la población –que depende del empleo en el sector estatal o está pensionada–, ni han mejorado los niveles de competitividad y crecimiento de la economía a escala agregada.
La presencia de una nueva jefatura de Estado ha incorporado nuevas formas de proceder y nuevos estilos de gobierno, pero sin que haya comportado una inflexión en la tendencia dosificada de reformas fragmentarias heredada del período previo, el de Raúl Castro.
La situación se agrava por el nuevo curso que adoptó la administración Trump respecto a Cuba (y a América Latina, en general). Hace tres años, parecía que el restablecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos presentaba una opción clara de diversificación para las relaciones internacionales de la Isla, pero con Trump esa opción se detuvo. Al mismo tiempo, se han retomado las medidas más agresivas frente a Cuba, como las que se derivan de la Ley Helms-Burton.
Frente a este entorno internacional adverso, la economía cubana necesita encontrar nuevos amortiguadores al shock venezolano. La solución a sus problemas no está tanto en identificar los apoyos que se pueden concitar desde el exterior (siendo estos importantes), sino en la capacidad para poner en marcha en un proceso coherente y previsible de transformaciones productivas e institucionales que atraigan la inversión y estimulen la productividad.
Por último, no habrá reforma económica si no hay, al mismo tiempo, una modificación en los marcos institucionales que rigen la economía y los procesos de decisión colectivos en Cuba. La renuencia a asumir un plan de reformas más integral solo cabe explicarla por la rigidez de las estructuras colectivas de decisión y de gobierno, poco sensibles a ampliar los espacios de autonomía de los agentes en sus procesos de decisión.
No obstante, hacer más flexible y creativa la economía pasa por ampliar esos espacios, transitando desde decisiones jerárquicas y administrativas hacia aquellas más autónomas que responden a un adecuado diseño de incentivos. Un marco institucional correcto es el que pretende lograr que los retornos de las decisiones privadas estén lo mejor alineados posible con los retornos sociales, haciendo más eficiente el esfuerzo colectivo.
Ese debiera ser el propósito.
* Resumen del documento de trabajo del Foro Europa-Cuba. Publicado en coautoría del economista cubano Pável Vidal. Se reproduce con la autorización de sus autores.
Es un trabajo excelente, ya que va al centro del inmovilismo economico. y analiza todos los factores que inciden en el mismo.
te esta haciendo mucho daño como joven investigador dar cirterios desde Colombia sobre lo que se esta viviendo en Cuba, debes acercarte un poco mas al pensamiento y acción de los cubanos
Jorge: no sera que a los cubanos de la isla –por lo menos a algunos de ellos– les esta afectando lo contrario, es decir,
haber estado alejados de Colombia –o de China?
Las medidas adoptadas no han avanzado porque las mismas han provocado un rechazo en la población al crear mas problemas que resultados, ninguna de ellas se discutieron seriamente con la clase trabajadora y estas no se apropiaron de ellas. Cuba no es ni parecida a China y Viet-Nam, nuestro pueblo está más politizado y concientizado lo cual levanta muchos temores en la dirección del Estado. Es notoria la falta de transparencia en la verdadera intensión al implementar las mismas.
Las reformas se conciben como deseables para las elites y las clases acomodadas, no asi para la clase obrera y trabajadores de bajos ingresos en general, estos últimos tuvieron que asimilar en sus hogares la carga del sustento de sus hijos Becados en las Escuelas en el Campo, simultáneamente con la eliminación de la mayoría de los productos de primera necesidad, reduccion de las pensiones y políticas de Choques que llevaron a la eliminación 100 Complejos Agroindustriales Azucareros que convirtieron Municipios Ciudades en pueblos fantasmas, llevando a medio millón de cuabanos al desempleo entre directos e indirectos, junto se fue, los Grandes Planes de Vacacionales en las playas de las Provincias y la compra de productos del Autoconsumo de esas empresas.
Las políticas economicistas dieron fin a consignas como la Igualdad, que empezó a llamarse Igualitarismo, incrementos de precios de los productos agroalimentarios, los servicios y otros en una nueva política económica y comercial que generalizo el precio de acuerdo al principio de la oferta y la demanda que sin incremento de salarios afecto sensiblemente el poder adquisitivo de los trabajadores asalariados, duplicando en muy pocos años la desigualdad, las últimas informaciones al respecto de un i9ndice GINI de 0,22 en 1989, se elevó a 0.46 similar y superior a algunos países capitalistas en el área. Los cambios o reformas en general tuvieron una intensión netamente Estatal, que no beneficiaron en nada al pueblo en general.
Que beneficios trajo a los trabajadores las siguientes medidas:
1.- Aumento en los precios de venta forzosa al Estado de parte de su producción (acopio), y venta de insumos a aquellos;
2.- Permiso para el transporte privado de pasajeros y carga;
3.- Supresión del tope salarial
4.- Autorización del pluriempleo
5.- Abono de parte del salario en divisas;
6.- Trabajo por resultado (destajo)
7.- Reforma de las pensiones que aumentó la edad de retiro en cinco años
8.- Acceso de cubanos a hoteles y restaurantes para turistas extranjeros.
9.- Entrega en usufructo de tierras estatales ociosas;
10.- Cesantía de empleados estatales innecesarios;
11.- Fomento de trabajos no estatales (cuenta propia,
12.- Cooperativas de producción no agrícola y servicios)
13.- Eliminación de “gratuidades” (escuela secundaria en el campo, universidades municipales)
14.- Extracción gradual de artículos del racionamiento y su venta a precios de mercado a los subsidiados (la supresión total es rechazada por grupos de bajos ingresos y que no reciben remesas del exterior);
15.- Reducción en gastos de servicios sociales financieramente insostenibles;
16.- Autorización de compraventa de viviendas y de coches;
17.- Reforma tributaria que estableció el impuesto progresivo a la renta; y mercado mayorista para el sector no estatal.
Todos los que estaban bien posesionados apoyaron sin reparo todas las reformas económicas realizadas y se entusiasmaron ante la inminente conversión de Cuba en un país socialista tipo China y Vietnam, en primer lugar la Burocracia Estatal, Intelectuales, Trabajadores por cuenta propia y los pequeños y medianos Empresarios etc.
Las intenciones están claras de a dónde nos quieren llevar con este proceso, al Socialismo Posible, Prospero y Sustentable de economía Mixta, donde se pretende cada vez más la creación de Empresas Privadas, pero no se piensa en permitir a las Empresas Estatales o de propiedad social la Normas que rigen a las Empresas Privadas, y la autonomía que las mismas requieren para crear riquezas, fijar sus precios a la producción realizada el manejo eficiente de sus finanzas que garanticen su estabilidad y crecimiento, sin estrangularlas con su responsabilidad social e una Empresa Socialista.