Sola, con la raíces apretadas en su tierra. Sola, como vigía del camino. Sola, desafiando la llanura. Sola y enhiesta, contra los huracanes.
Partíamos rumbo a Mangos de Baraguá, allí donde Maceo marcó la historia. Caía la tarde. Fue inevitable detenerme, inevitable recordar a Martí: “Las palmas son novias que esperan”, aquella frase del discurso que pronunciara en el Liceo Cubano de Tampa en 1891.
Fue inevitable recordar a Guillén, con su eufónico poema: “La palma que está en el patio / nació sola: / creció sin que yo la viera / creció sola… / guardián del atardecer, / sueña sola… // cazadora de las nubes / palma sola”.
Y a Heredia, que buscaba anhelante “las palmas deliciosas… en las llanuras de mi ardiente patria”, cuando sus ojos de desterrado contemplaban la caverna inmensa de las cataratas del Niágara.
En cada mirada de cubano bate el penacho de una palma real.
Gracias a las palmas, a su generosidad, mis tíos tuvieron casas. Pura yagua y guano, es verdad; pero allí cobijaron su humildad y su puerta siempre abierta. Allí hicieron sus hijos.
Cuando surco la Isla, busco las palmas. Es algo instintivo. Me alivian y me defienden. Aparecen los palmares, las palmas solitarias, entre las cañas o detrás del marabú. Aparecen lo mismo en el Parque Central de La Habana que en la increíble naturaleza de Baracoa.
El árbol nacional ha servido para nombrar más de un lugar de la geografía antillana. Uno siente ganas de perderse entre las palmas ondulantes de Carlos Enríquez. “La palma / está en el centro del paisaje / como en el centro de la vida”, diría Ángel Augier.
Hay una imagen que después de vista jamás se borra de la mente: una palma atravesada por una tabla de pino. La fuerza de los vientos logró lo que parecía imposible. Pertenece al ciclón de 1926 y la instantánea fue tomada en Batabanó.
Sindo Garay, uno de los grandes de la trova, tomó inspiración en ese hecho para crear “El huracán y la palma”. Es una pieza cuasi olvidada, cargada de un simbolismo que no conoce fin. La interpretación de esa pieza por las Hermanas Martí es un tributo a la cultura cubana:
“Silbaron los pinos, auxilio siniestro,
los cedros tranquilos esperan dolor,
la ceiba frondosa temblando sonríe,
la yerba en el llano,
sumisa a morir.
Pero hay una palma,
que Dios solamente
le dijo al cubano
cultiva su honor.
Que erguida y valiente
con blanco capullo,
que sirve de espada
doblada hacia el suelo,
besando la tierra
batió el huracán”.
A veces nos toca, nos ha tocado ser como la palma. Sola, con la raíces apretadas en su tierra Sola, como vigía del camino. Sola, desafiando la llanura. Sola y enhiesta, contra los huracanes.
en verdad los campos cubanos no lucirian nada sin la bella palma real