Ya es un hecho: el Capitolio Nacional vuelve a ser la sede del Parlamento cubano. La reapertura parcial del edificio este 16 de noviembre, el día en que La Habana celebraba el aniversario 497 de su fundación, ocurre en momentos en que Cuba reconfigura diversos aspectos como nación.
“Hoy es un día histórico”, comentó en la reapertura Esteban Lazo, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, quien como acción inaugural recibió en la nueva sede del Parlamento al mandatario vietnamita Tran Dai Quang, de visita oficial en la Isla.
Inaugurado en 1929 durante el mandato de Gerardo Machado, el Capitolio acogió las dos cámaras del Congreso hasta que, tras el triunfo de la Revolución Cubana, fue destinado a otros fines. En las últimas décadas sirvió de asiento a la Academia de Ciencias y el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, hasta su cierre por labores de restauración.
Ahora el Parlamento pasa a ocupar los pisos ya restaurados del ala norte, al tiempo que se continúa trabajando en otras partes de la edificación para su culminación definitiva, prevista para 2018.
La apertura tuvo un perfil discreto, y estuvo más centrada en la visita oficial de Dai Quang y la delegación que lo acompañaba que en las características e implicaciones de la nueva sede para el funcionamiento de la Asamblea Nacional.
Los trabajos de restauración del Capitolio, declarado Monumento Nacional en 2010, fueron asumidos por la Oficina del Historiador de La Habana. Debido a su complejidad y rigor, fueron contratadas empresas estatales y cooperativas especializadas en la construcción así como trabajadores por cuenta propia. Después de la entrega final, la propia Oficina tendrá a su cargo el mantenimiento del inmueble para evitar los daños visibles en el edificio al iniciar el trabajo de los restauradores.
Aunque en décadas pasadas el edificio fue beneficiado con algunas labores de reparación, la explotación sistemática durante muchos años condicionó su cierre. El propio Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana, ha confirmado que el deterioro “viene dado, en parte, por los diversos usos que se le dio a la edificación. Después de ser Cámara y Senado, se convirtió en Museo, y hubo que realizar grandes adaptaciones espaciales; aunque me consta que Antonio Núñez Jiménez se preocupó mucho para no dañarlo. Pero inevitablemente el cambio de uso de un edificio, creado con una determinada función, modifica, quiérase o no, el ambiente interior”.
Hasta el momento, han sido restaurados salones y hemiciclos para su uso en funciones parlamentarias. En la actualidad el Parlamento cubano es mayor que su precedente republicano, y la capacidad de las salas del Capitolio no permite un funcionamiento semejante al anterior a 1959. No obstante, el inmueble está en condiciones de acoger en lo adelante múltiples funciones protocolares y reuniones de diversa envergadura del legislativo.
Para ello cuenta con una moderna climatización, sistemas de seguridad para la detección de incendios e intrusos y un circuito cerrado de televisión. La parte eléctrica se hizo nueva a partir de las redes existentes, al tiempo que para recibir a los diputados se engalanaron varios de sus componentes constructivos más reconocidos.
El Capitolio es una auténtica joya de la arquitectura cubana. Con un área cercana a los 40 mil metros cuadrados, tiene cuatro pisos y dos grandes sótanos debajo de cada hemiciclo, y cuenta entre sus reliquias al Salón de los Pasos Perdidos, con sus lámparas y columnas; la Estatua de la República, de más de 17 metros de altura; y la imponente cúpula bajo cuya aguja central se encuentra el diamante de 25 quilates que marca el punto de partida de la Carretera Central.
El historiador Emilio Roig de Leuchsering ponderó su “innegable belleza, serena y majestuosa, de líneas pura y severamente clásicas, de proporciones admirables donde contrasta la horizontalidad de las fachadas con la elegante esbeltez de la cúpula”. Y aunque su parecido con el de Washington ha sido motivo de controversia, el Capitolio habanero es considerado con justicia un símbolo inequívoco de la capital cubana.
quede como un legado del ilustrísimo Don Eusebio para las nuevas generaciones de parlamentarios, ahora toca cuidarlo y mantenerlo y nunca, pero nunca alejarlo de la admiracion de su pueblo
Se habla mucho de un “inmueble” pero nada de su gente, un inmueble no significa nada sin la gente que lo ocupa.