José Guillermo González (Guille) y María Antonieta Espinosa (Mery) han fomentado desde 1995 un patio de plantas ornamentales que ostenta la categoría de Excelencia, otorgada por el Grupo Nacional de Agricultura Urbana. Poseen una de las colecciones de orquídeas más completas del país, con 160 variedades.
Ni porque tenía nombre de flor a Margarita le gustaban los jardines. Cuando se fue a vivir al batey del central Violeta, ella escogió la casa que no tenía patio porque, aunque no trabajaba fuera, no quería pasarse el día barriendo y recogiendo hojas secas.
El inmueble había pertenecido a Julio Fariñas, jefe de maquinarias del ingenio, y luego pasó a la familia de Mery, por allá por 1958, cuando su padre aceptó un puesto en la fábrica de azúcar. Desde entonces ella no se ha ido, ni lo hará.
A la vieja casona de estilo Balloon Frame, como en el sur de Estados Unidos, le cementaron los alrededores para evitar que en tiempo de lluvia el fango rojo lo manchara todo, irremediablemente. Por eso Mery cree que la decisión de fomentar un jardín es una suerte de sacrilegio y, tal vez, también, por eso, no fue hasta después de mucho tiempo que convirtió su hogar en el paraíso. Sin embargo, le gusta pensar, su madre Margarita, al final, habría sucumbido ante la belleza.
La historia de Guille comienza en otra parte, pero en 1958 se cruzó con la de Mery. Dice que no podía ser de otra forma, desde que la vio supo que esa era la mujer de su vida. No obstante, se fue a alfabetizar, estudió economía, trabajó en La Habana, llegó a ser auditor jefe del Banco Nacional de Cuba, pero regresó a Violeta. Volvió porque ni los altos edificios, ni el mar le hicieron olvidar el olor a caña molida que inunda el batey cuando el central muele, y porque Mery lo esperaba, sentada en el portal, abanicando el aire contra el calor y la nostalgia.
También porque en esta zona pescaba las truchas más grandes que haya visto y la pesca siempre fue una de sus grandes pasiones. Guille muestra las fotos de sus records, unos pescados enormes, como de 13 libras, capturados con nailon, a pulso limpio, en La Redonda o en Florida. Y aunque a lo mejor no le fallen las muñecas, ahora allí no hay truchas.
Esa pasión tuvo que cambiarla por otra, que le ha durado más. A falta de peces, flores. Desde 1980, el matrimonio que forman Mery y Guille ha convertido su patio en un jardín como pocos. Cuentan que todo comenzó con dos árboles de anón y que en los noventa creció el patio con frutales que de alguna forma amortiguaron la escasez. Sin embargo, una vez que lo peor pasó, prefirieron las plantas ornamentales porque no solo el cuerpo necesita alimento.
Guille sabe de memoria el nombre de todas sus flores, aunque para no abusar numera las que se parecen. Entre 160 variedades de orquídea y 20 de helechos a cualquiera se le trastocan los pensamientos. Pero él hace uso de sus años de contador y con la paciencia de quien sigue llenando modelos estadísticos y haciendo balances va una por una quitando hojas marchistas, eliminando malas hierbas.
“Siempre hay algo que hacer”, dice sonriente, mientras me cuenta que se levantan tempranito. Mery prepara el desayuno y luego barren el patio. Él se queda en casa haciendo injertos y regando, mientras ella va a la calle, a hacer mandados.
“Si le quitan el patio se muere en tres días”, susurra Mery cuando Guille anda afuera, cortando orquídeas para regalar. Ella, sin embargo, prefiere las violetas. A ambos el pueblo, las flores, la casa se le han metido adentro como los grandes amores y ni porque su hija y su nieto les supliquen que vayan a visitarlos se apartan un rato del jardín.
No les gusta pensar demasiado en eso, pero les preocupa que cuando ya no estén, nadie cuide el patio y se pierda lo que con tanto esfuerzo y dedicación han logrado. Es el único instante en que se les desdibuja la sonrisa. Entonces Guille, raudo, busca varios álbumes de fotos y comienza a contar la historia del ave del paraíso como si se tratara de su propia vida. Y esta orquídea solo florece en enero y esta semeja una araña, y esta una bailarina, y….
Apenas alcanzan los ojos para ver. Allí el tiempo, parece, no hace estragos. Todo está igual, o casi igual. En una de las paredes de la vieja casa de madera, sin embargo, una foto delata los años que han transcurrido y también revela uno de los secretos de este matrimonio para ser felices. El secreto no está en la flor, me digo. El secreto es sonreír.
Que linda historia. A mi me encantan las flores y especialmente las orquideas y los helechos me imagino ese patio debe ser algo impresinante yo también soy de por ahí cerquita de violeta el central ahora llamado 1ero de Enero mi nacimiento es en Camagüey y. Críe en en central baragua hoy Ecuador. Y también tuve un jardín hermoso de flores de malangas de begornias en fin se lo que se siente al disfrutar de un patio así. Hoy no tengo patio para sembrar mis matas es lo que más quisiera y es mi gran sueño veré si un día tengo aunque sea un balconcito y en masetas sembrar mis plantas y conversar con ellas cada mañana. Gracias por esa historia tan bonita soy fiel a los articulos de OnCubA. Y saludos a mi amigo Hugo Cancio y para usted un abrazo
Q linda historia de amor por la tierra la pareja la naturaleza por la vida la preocupación por lo q se cultiva nace crece y se desarrolla con amor, me encantaría conocerlos visitarlos y llevarles un regalo para su jardín vivo en miami pero el olor a tierra campo vegetación el mar me fascinan y es ese olor a mi cuba el que me hace no permitir q hablen de ella mal y defender la dondequiera q este, pues una cosa es la política y otra tus raices, otra las personas con malos modales y costumbres a personas con alma y corazón y mi tierra es sol tabaco ron playas monte caña azúcar café criollas solidaridad amor sonrisa ayudarse unos a otros compartir lo q se tiene pasar trabajos vicisitudes pero siempre la sonrisa en los labios, mi cuba la amo si alguien tuviera la direccion y el lugar Porfa mandarme la para visitarlos
Gracias por los comentarios, sinceramente. Janet, Mery y Guille viven en Ciego de Ávila, en el municipio Primero de REnero, también conocido como Violeta. realmente no me sé el entrecalle, pero si llega un día por allí cualquiera podrá decirle la dirección exacta. En un dos por tres, ellos tendrán listo un buchito de café y vaya preparada para ver las orquídeas más lindas, y con tiempo, porque la visita no podrá ser cosa de unos minutos.
Noemí, embúllese. en apenas un metro cuadrado puede crear un microjardín hermoso. un saludo para usted también.
Bellas essa Orchidea Bella pareja Mery e guille a eso se le puede llamar amor externo felicidades desde italia .:(
Adoro las orquideas, de hecho tengo en mi jardín varias de ellas, también las rosas y las mariposas.Admirable esa pareja que materializa su amor a la naturaleza y a lo bello , lo que más admiro es su sonrisa, y ese halo de amor que los mantiene unidos durante tantos años.Quisiera visitarlos y como vivo cerca, en el Central Ecuador, me llegaré hasta allá uno de estos dias.