Al filo del mediodía de este jueves 23 de junio todos los ojos políticos de América Latina se fijan en un salón de protocolo de nombre poco ceremonioso: El Laguito, en La Habana. El sitio donde por más de tres años los negociadores de las guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP) y el gobierno colombiano han construido paso a paso el fin del conflicto más largo de la región, vuelve a convertirse en el escenario para las cámaras.
Siete presidentes de la región, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas y el de su Asamblea General, dignatarios europeos y norteamericanos, más el líder de las FARC y congresistas e invitados colombianos; son los testigos presenciales de este acontecimiento. La firma del punto más importante del acuerdo de paz entre la guerrilla y el gobierno por fin se ha logrado… aunque no es el fin de las negociaciones todavía.
Por lo menos se callan las armas desde hoy. El punto que comprende el cese al fuego bilateral, la dejación definitiva de las armas por los guerrilleros y las garantías de seguridad para su reincorporación a la vida civil, está terminado.
En el documento firmado (el punto 3 de la Mesa de Negociación) se describen las condiciones para que más de 400 expertos no armados, enviados por la ONU, verifiquen el cese bilateral y definitivo de los combates: se establecen las 22 zonas y ocho campamentos donde se ubicarán las tropas guerrilleras (ubicadas en más de 80 frentes por todo el territorio colombiano). Además, se establece el cronograma para la dejación de las armas y las medidas de seguridad para proteger a los desmovilizados de las FARC de la posible acción sobre ellos de paramilitares y bandas criminales.
Cada punto, menos el desarme, comenzará a regir cuando se firme el acuerdo definitivo de paz, que luego de este acto de hoy avanza hasta el 90 por ciento de elaboración, según diversos analistas. La dejación de armas comenzará cuando los colombianos hayan refrendado en las urnas los acuerdos de paz, en un plebiscito que será convocado a su vez por el presidente Juan Manuel Santos cuando se firme el acuerdo general y tenga la anuncia de la Corte Constitucional, la cual aún no se pronuncia sobre ese mecanismo de refrendación.
Todo esto supone que faltarán al menos dos meses para tener el acuerdo acabado, otros dos para que se defina en las urnas su aceptación y varios meses más para completar el desarme y la desmovilización. El plazo final que se pusieron hoy fue de 180 días, seis meses.
Las FARC, que oficialmente desde hoy confirma su intención de dejar de ser una guerrilla para transformarse paulatinamente en un movimiento político, no se reconoce derrotada. Sus representantes son, en todo este panorama, los más cautelosos, los menos eufóricos. Han acuñado la frase que mejor describe lo que pasa hoy: #ElÚltimoDíaDeLaGuerra, pero advierten que no está finalizado el proceso de paz aún. “Falta pelo pa’l moño”, dice Timochenko, el líder principal de los insurgentes, en su perfil de Twitter.
Llegamos a la Mesa de conversaciones convencidos de la necesidad de Paz, interpretando el anhelo de las mayorías, ni vencidos ni derrotados
— Timoleón Jiménez (@Timochenko_FARC) 22 de junio de 2016
“¡Claro que las FARC queremos hacer política, si esa es nuestra razón de ser!”, insiste Timochenko en su discurso, en el cual confirma que entregarán las armas y solo quieren garantías para el ejercicio legal e igualitario de la actividad proselitista.
El presidente Santos recoge agua para su molino. Ha puesto todo su empeño en lograr la paz en su segundo mandato. Tiene la doble presión de negociar el fin de un conflicto con un cuerpo armado de miles de integrantes, al tiempo que un sector no despreciable de la sociedad colombiana (encabezado por el ex-presidente Álvaro Uribe) se resiste a un tratado que incluya perdón y amnistía para la mayoría de los guerrilleros.
“El proceso de paz no tiene vuelta atrás”, señala el anfitrión cubano Raúl Castro, quien promete sostener la participación del país caribeño hasta la firma del acuerdo final, “con modestia, discreción y profundo respeto de las dos partes”.
Más de 260.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 6,9 millones de personas desplazadas de sus hogares… este es el saldo más visible de casi seis décadas de conflicto. Pero el daño mayor está en el alma misma del pueblo colombiano, demasiado expuesto a la solución de las armas para sus problemas, demasiado acostumbrado a matar al diferente, cansado al fin de tanto guerrear sin llegar a ningún punto.
Colombia,venezuela…y el dialogo en cuba …cuando sera ????