Guantánamo está siendo la provincia cubana más golpeada por Matthew. Las lluvias torrenciales y los vientos huracanados amenazan a los habitantes de la parte más oriental del arhipiélago, pero a miles de kilómetros muchos los sienten como si estuvieran allí. En la distancia, el huracán categoría 4 también impacta a quienes están fuera de Cuba. Esos hijos de la ciudad bañada por el río Guaso están conectados a las redes sociales y revisan cada actualización de los medios de prensa en internet. El alma de esos cubanos allende los mares, está hoy con los suyos, en su tierra natal.
Eyder La O Toledano desde Miami cuenta a OnCuba que “la lejanía también nos sobrecoge, cuando sabemos que un mal, como el fenómeno atmosférico Matthew llega con fuerzas destructivas a un lugar que nos pertenece por siempre. Nos queda ver las imágenes de noticias, revisar internet, dialogar con amigos y conocidos que aún viven en el sitio donde uno nació y creció para conocer más humanamente cómo anda todo”.
La O Toledano, periodista de profesión y guantanamero de nacimiento, señala que todavía “conociendo por experiencia propia que las autoridades han coordinado todo para evitar la pérdida de vidas humanas, el temor no nos abandona. Pensamos, por ejemplo, en los familiares, las amistades, el número de familias que quedará sin sus casas, alguna edificación icónica de la ciudad que ya no estará, y el hecho de volver a comenzar otra vez a reconstruir el lugar que un día me acogió”.
https://www.youtube.com/watch?v=LLNQ4j5ySEM
A Yarlenis Vidal este 4 de octubre le será difícil de olvidar. “Mi corazón está en pausa, esperando a ver qué pasa, y que con la ayuda de Dios no hayan pérdidas de vidas humanas. Mis padres, hermanos, amistades y vecinos, están allá. Tengo un nudo en la garganta y solo rezo y pido que nada les pase. Tengo mucha incertidumbre y dolor por mi pueblo y mi gente”, comentó también desde Miami.
El escritor, profesor y promotor cultural Oscar Montoto Mayor no pierde ni un detalle del huracán Matthew. Aunque desde algún tiempo vive en La Florida, de alguna forma ha estado hoy en Baracoa, donde nació.
Allí está ahora mismo su esposa, Nercy Carratalá. Fue de visita por motivos familiares y quedó atrapada ante la inminencia del huracán. Montoto siente no haberla acompañado, no compartir hoy su mismo techo. Espera que la naturaleza no sea demasiado cruenta con sus afectos y que más temprano que tarde su querida Baracoa pueda levantarse con toda su belleza.
Johnny Capdevila, su coterráneo, tiene a su madre y su abuela en la Ciudad Primada. Hace solo siete meses que partió de suelo cubano rumbo a la ciudad de Orlando, Estados Unidos. Ahora, el azote de Matthew sobre el terruño alimenta su desasosiego.
“Tenía la esperanza de que se alejara, pero parece que no hay remedio. Solo pido que mi ciudad y mi familia no sufran demasiado. Cuando las raíces son profundas, aunque uno esté lejos, sigue sintiendo con la misma fuerza. El lugar de donde somos nos acompaña toda la vida”, relató.
En la ciudad alemana de Bochum, el colega Pablo Osoria también siente el peso de la distancia y el no estar hoy con los suyos. “Es triste. Son fenómenos que suelen ser arrasadores. En apenas minutos acaban con tanto esfuerzo, tantos sueños… Como cuando niño, cruzo los dedos para que nada malo pase”, dijo Osoria.
Rolando Villaverde Marcé, quien adora la Contabilidad y desde la española urbe de Santiago de Compostela, sigue atento lo que sucede en su natal Guantánamo, es de los que está “alerta”.
“Mi preocupación es por todos nuestros familiares y amigos que inevitablemente van a sufrir la fuerza de tan poderoso huracán. Como bien se sabe, la información es poder y estamos todos conectados al internet del móvil esperando cualquier noticia que nos haga salir de la incertidumbre y la zozobra por no saber qué pasa. Gracias a los reportes de muchos amigos y con las nuevas aperturas de Internet en Cuba, podemos saber que pasa casi al momento. Gracias a todos por informar…. De cierta manera ellos también son comunicadores”.
En Los Ángeles, Estados Unidos, el joven cineasta cubano Carlos Barba trabaja en la edición de su más reciente filme. Es el cortometraje 25 horas, realizado a cuatro manos con el maestro Enrique Pineda Barnet. Pero de tanto en tanto hace un alto para seguir la evolución del huracán Matthew, que impacta en este momento el territorio de Guantánamo.
Carlos es guantanamero y vivió varios años en Santiago de Cuba antes de radicarse fuera del país. Sus familiares más allegados y no pocos amigos se reparten entre ambas ciudades, amenazadas ahora por Matthew. Por eso, busca el tiempo para informarse en las redes sobre lo que sucede en el oriente cubano y llamar a sus padres en la capital guantanamera.
Sus pensamientos y su fe también están allí. 25 horas es una producción de Mareafilmes con la colaboración de Xperima Productions. Narra la historia de una emigrada cubana que regresa a cuidar a su padre y cuenta con los protagónicos de Isabel Santos y del propio Pineda Barnet.
Desde lejos, Guantánamo se siente. Los cubanos somos guerreros y nos reponemos, coinciden todos.
Otros testimonios:
“Huracán hasta el Río de la Plata”
Leandro Estupiñán, natural de Holguín, desde Buenos Aires
Quien sale de Cuba lleva a cuestas sus obsesiones. Y una son los ciclones, casi siempre huracanes, bestias de viento y agua que giran en dos direcciones y son capaces de hacer volar por los aires animales, árboles, casas y con ellas proyectos y sueños, el esfuerzo añejo de una familia completa. Los huracanes no tienen ideología, pero lo persiguen a uno saliéndose de su trayectoria estimada, rompiendo el cono de probabilidades que describen meteorólogos en la televisión, entre ellos Rubiera, de esos fetiches que también terminan acosándote donde quiera que te hayas metido.
Mathew y Rubiera llegaron juntos a Buenos Aires, uno al lado del otro surcaron el Río de la Plata. “Huracán pa Cuba”, dijo no sé quién. “Rubiera-Huracán”, googlé yo. El célebre meteorólogo saltó ante mis ojos como es natural algo más avejentado que la última vez y el rigor de su responsabilidad lo volvía de repente ojeroso. Para colmo descubrí en él una terrible tartamudez que solo dejó de preocuparme cuando comprendí lo elemental, no era asunto de enfermedades, sino problema de señal. Internet, mala no sé dónde. Miré el modem. Me dije: “Aquí no debe ser”. Para colmo había un fantasma, otro Rubiera vomitaba borbotones de palabras en alguna parte. Así y todo lo seguimos con paciente y disciplinada atención. Hemos visto cada uno de los partes que la televisión cubana, poco interesada en su público más allá de sus fronteras, no transmite pero que sí copia y pasa un sitio llamado CiberCuba.
De manera que también nosotros permanecimos en alerta, y donde quiera que hayamos estado, sea ya un colectivo (la guagua Austral) o un quiosco (el timbiriche tropical), tratando de dormir porque el bebé de ocho meses no lo ha permitido en la noche, cuando alguien comparte el último parte de Rubiera, ¡a correr! Que si está cerca el huracán, que si el ojo es peor que el de un cíclope, que inundaciones, ráfagas, evacuaciones, muertos en Haití, pero no en Cuba porque la Defensa Civil evacúa a la gente y al que no quiere lo arresta por su bien la policía hasta que llegue el buen tiempo. Al concluir mi mujer mira apesadumbrada. Su familia vive en Banes y Banes está en el trayecto del meteoro y uno casi lo desaparece del mapa.
Luego siguen las explicaciones a los amigos que no saben qué es un huracán y hay que describírselos poniendo por delante a quienes habitan frágiles casitas, sacando el sentimiento como en los tangos, pero sin caer en sensiblerías. Hay que contarles, por ejemplo, que el último de los huracanes que uno vivió fue tremendo. Ike, se llamaba, hito en la economía de Holguín y toda Cuba, pues después de apaciguados sus vientos en aquel septiembre de 2008, después de que los contingentes de soldados y vecinos consientes hubieran limpiado las calles de escombros y basura también quedaron límpidos (tal vez hasta hoy) los estantes de no pocos establecimientos gastronómicos, y se vaciaron las placitas, y aquella feria que se hacía los domingos por los aires voló como la casa de una parienta que aún vive en un campamento de evacuados en Antilla. Hay que decirles que cuando el huracán se lo lleva todo ese todo puede implicar como la vida entera.
Por eso uno lamenta tener que ver a Rubiera, que solo aparece en temporada ciclónica. Al menos lamenta verlo aquí. Y no digo en vivo, que si me lo topo en Corrientes invito a un café o cerveza. Lo triste del caso es que deba buscarlo porque su voz es la voz de un país al borde de la tormenta. También lamento que mucha prensa priorice la consigna por la información, que ponga por delante la visita de los jefes de la defensa civil a no sé qué escuela en lugar de entrevistar a los que en breve serán desolados. Y ni hablar de los estados de ánimos, ahora que todavía se siente el frío y el cielo medio que se encapota.
A veces pareciera que el Río de la Plata será alcanzado por el huracán. Y uno se entristece. Tiembla por los que están allá en la Isla, resistiendo el viento traicionero y cobarde, que pega sin dejarse ver. Otros cubanos habrá por esta tierra que sigan estrictamente la metodología que llevaban en Cuba: provisiones, vino o ron, laptop encendida, Rubiera y que venga Matthew, Macri… o el que sea.
“Vivo al tiempo de Matthew”
Rosario Ojeda, natural de Puerto Padre, Las Tunas, nos escribe desde Santiago de Chile.
Conozco todos sus pasos, el minuto a minuto del poderoso huracán que pasará muy cerca de Puerto Padre, en el norte tunero. En aquel litoral está mi familia.
Cuando se está lejos en un momento así, una se replantea la vida. No acompañar a los tuyos es el alto precio de ser migrante. Queda entonces moverse y hacer todo por ellos.
Mi antigua casa fue aplastada por un árbol cuando pasó el huracán Ike en 2008. Lo perdimos todo. La casa de ahora es fuerte, pero no tiene techo de placa, mi madre recogió todo y se fue donde mi vecina. Desde allá habla conmigo, la llamo más de una vez al día y pregunto hasta por nuestras planticas.
Cinco amigas al tanto de Cuba en distintos puntos del planeta hemos hecho un grupo de guajiras en whatsapp; de Las Tunas, Bayamo, Santiago… juntas vemos online cada parte meteorológico y nos ponemos de mal humor si no sale Rubiera. “Chica él lo explica tan bien”, se queja mi amiga.
Una envía dinero, pregunta qué hace falta; pero sabemos que por el momento serán manos y fuerza lo que se necesita para acopiar, trasladar y ayudar.
Aquí no hablo de otra cosa que de Matthew, los chilenos no conocen un huracán. En mi trabajo muestro imágenes, hablo de marejadas, inundaciones, la fuerza del viento.
Aquí pasé un terremoto y es peor. El huracán avisa, el temblor de la tierra no, me consuelo.
Que dios ponga su mano con esas personas que sean quedado sin nada por que le tiene que pasar eso a un pueblo tan sufrido.