Demasiados memes. Demasiada repetición de Se acerca el invierno (el viejo Winter is Coming) como para ignorarlo y que se pierda el chance redondo de conseguir prosélitos.
Poco tiempo se ha cumplido de que circulara por las redes sociales un video “cómico” donde un tipo visita a un amigo y en medio de una conversación, de ambiente cordial y respeto mutuo, confiesa que no ha visto el incesto y la sangre derramada de Juego de Tronos. Después de que el amigo se encrespara y lo reprendiera con exagerada severidad –lo cual parece una reacción creíble y con la que quién sabe cuántos millones estarían de acuerdo– van a aparecer uno a uno a amonestarlo. La familia del amigo, el cobrador de impuestos, el veterinario, el perrero, el cartero, el plomero, el repartidor de pizzas. La impiedad con el que no supo disfrutar de la serie a tiempo ni se interesó en hacerlo, llega a su vértice en su propia casa, donde su novia lía los bártulos para dejarlo. Naturalmente no puede seguir de pareja con quien ignoró durante siete temporadas la serie de consumo global –quitando por supuesto a Corea del Norte.
Juego de Tronos, además de dividir los reinos de la novela del multipremiado George R. R. Martin, por los días que vivimos separa al mundo en dos equipos: los que la han visto y los que no.
En una esquina, el mar de nerds cool que recita al detalle los personajes, o que la Daenerys Targaryen está buena de pies a cabeza –de lo que se podría discutir largo y tendido ya que en otras apariciones como en La voz de la Piedra la actriz Emilia Clarke pierde cierto halo. Sea lo que sea, los nerds y freaks cubanos que sufren por no tener en sus manos –o discos duros– la séptima temporada trasmitida por HBO, están “en onda” y saben que por esto ganan que a sus publicaciones les opriman más de una decena de veces el botón Me gusta. Y les gusta.
En la otra, el mar de insolentes, el rara avis que no ha consumido un solo capítulo y que así lo postea en Facebook, Twitter o Instagram y luego hala todo un entrecruzamiento de confidencias que hasta entonces, hasta el momento de la eclosión –la ansiedad por la nueva temporada– no habían sentido la necesidad de expresar. “Mírenme, aquí estoy, voy por la senda contraria a las doctrinas y las creencias comunes, he sido capaz por años de permanecer inmune a una epidemia cultural.”
Hoy los cubanos, aun sabiendo que al final los protagonistas van a morir y van a morir, esperan los capítulos por el paquete. El paquete que, en un rinconcito, en alguna carpeta menor y sin folio, le reserva una baldosa a Tras la Huella.
Tras la Huella fue la serie que la televisión nacional rodó con impulso para que olvidáramos CSI: Las Vegas. Como si fuera posible. Como si hubiera modo de compararlas sin dejar a la cubana en ridículo. CSI, con una producción abundante a cargo de Jerry Bruckheimer, ponía resoluciones a partir de métodos científicos, de legítimas investigaciones criminológicas. Grissom revelaba que, no lo sé, una especie de mosca que depositó huevos en un cadáver solo era posible encontrarla en el sur y el equipo debía, en respuesta, partir al sur.
En Tras la Huella los oficiales no se mueven por las ramas. Las indagaciones se resumen en un par de rastros dactilares y si acaso el de una pisada reproducida en un molde de yeso o de escayola. El resto es sencillo y expedito: El mayor Silvio (Omar Alí) se dirige a los CDR y al jefe de sector, extrae la información y al punto activa a sus agentes por ahí esparcidos, un rellenador de gas de fosforeras o un desmochador de palmas, detrás de lo cual hay incluso una labor profiláctica de fondo, es decir, la gente ahora se cuida de hablar de sus negocios relativamente turbios enfrente de un rellenador de gas de fosforeras o de un desmochador de palmas, porque nadie sabe el ojo escudriñador que lo vigila ni si se somete a un tanteo en la bodega de la esquina.
En resumen, los investigadores de Tras la Huella no tienen por qué esforzarse cuando actúa una red tan efectiva que los lleva a concluir los casos con una velocidad que por momentos puede confundir al televidente, perdido en las gestiones de cómo carajo atraparon al delincuente, eso por no mencionar que la naturaleza de varios de los delitos que los ocupan es peripatética, igual uno se encuentra con un homicidio que con un robo de antenas en los tejados.
Los personajes son de novelas policíacas setenteras, impolutos. No se trabajan ni los vínculos emocionales y si lo intentan parece que el guionista se olvida después de darles forma y continuidad. Nunca verán que rocen con un dedo a un policía en un enfrentamiento, el policía reduce al agresor incontinenti, aunque puede que el segundo esté armado y que se destaque en los minutos que dure el episodio que se trata de un individuo “violento y peligroso”.
Por todo eso y por otro cúmulo de razones que no viene a cuento enumerar ni dilatarnos en ellas, no hay nada de madurez en comparar Juego de Tronos con Tras la Huella, pero fantaseemos con que hubiera una industria cubana de videojuegos y que un día llega un cuadro, un compañero en guayabera planteando que hace falta un título que resalte los valores de la serie nacional. Uno, desde la última fila, levanta la mano y explica que se puede hacer algo como un Mortal Kombat, lo que más al estilo Marvel vs Capcom. Significaría, por tanto, llevar a combate de ring a Ned Stark y al Mayor Silvio. Después llevaría una pizca de devanarse los sesos. Ned Stark tiene al menos una espada filosa y Silvio qué, no se le ha visto en ningún episodio alguna habilidad prodigiosa, o sí. Silvio muestra su carnet y el inescrupuloso flaquea. Tiene esa rara influencia o poder y hay que reconocérselo. Los que han jugado Mortal Kombat saben que hay un movimiento final de ejecución, la Fatality. Es una combinación de botones o teclas en el Finish Him, los segundos en el que el adversario queda tambaleándose con el último aliento de vida a merced del otro. El movimiento final o Fatality de Silvio pudiera ser ese: El mayor muestra el carnet y el corazón moribundo de Stark no lo soporta y revienta. Ahora quedarían las animaciones de pelea. En las de Stark no hay que esmerarse, son sencillas de suponer. A Silvio, por el contrario, no se le recuerda una sola escena en que lanzara un golpe de puño. Ahora el cuadro diría que no importa, que copien de Batman de DC, que Silvio y Batman son a fin de cuentas lo mismo, pero que en la medida de lo posible los diseñadores y programadores se encarguen de que supere al estadounidense, ya que, claro está, Silvio tampoco puede ser menos que Batman ni que Stark. La Mayor Mónica una vez tiró una patada un poco papanduja a un bodeguero, aun así, habría que incluirla tomando de referente a La Mujer Maravilla con unas gotas de La Avispa de Los Vengadores. Después de amplias discusiones sin discutir y aprobada por unanimidad la sugerencia, el cuadro preguntaría, adoptando una gravedad implacable, que quién es el guapito que va a negar que Tras la Huella le gana a Juego de Tronos. Y luego habrá una gran ovación en la sala
Ese último párrafo de lo mejor que he leído…LOL
Realmente, a mí ese último párrafo me parece una bazofia, me le tumba el ritmo al resto del escrito. Necesidad de poner a fajarse a dos series que no tienen punto en común ninguno. Es como decir que OnCuba y CiberCuba y Diario de Cuba lo único que tienen en común es la palabra Cuba. Mal usada en todos los casos, como es lógico.
disculpàme, pero no se que tipo de periodismo es este… no logro comprender tu trabajo y he visto las dos series. No se si este trabajo “periodistico” es comentario, articulo, o ironia o … no se. Humoristico no debe ser porque no da risa ninguna. Y la verdad a ciencia cierta me perdi leyendo varias veces tratando de encontrar la intencion del trabajo o el hilo que hilvane la historia y lo que quieres decir. Fatal la verdad.
Obviamente @malena y @pp, deben ser el mayor Silvio y /o Mónica encubiertos, eso o literatos presuntuosos sin sentido del humor a los que solo les da risa los chistes metafísicos y existenciales
Muy bueno el articulo.El mensaje subliminal de Tras la.huella es uno solo: te estamos observando.
Considero OnCuba una gran publicación, pero este artículo no es periodismo.
manda cañón como dijera un borracho de mi cuadra!!!! que bueno estuvoi esto chico, mejoran el artículo el grupito de ineptos que dicen más abajo no haber entendido nada jejejeejeje excelente
Maykel,lo de la discussion aprobada por unanimidad,seguida de una gran ovacion en la sala vale por un millon.Yo si le veo la gracia y me cague de la risa.
Tras la huella unico serial policiaco televisivo,donde en ves de las ciencia criminalisticas resolver los casos delictivos,son resuleto por chivatos al servicio de la policia.
el ultimo parrafo se explica mejor al final, pero antes no entendia ni carajo.
Lo que encuentro fuera de lugar es la comparación de una serie policíaca con otra en circunstancias totalmente diferentes; cada sociedad es responsable de su propia delincuencia. No me gusta que el policía ninja-palestino tenga que enfrentar a un delincuente que lo ataca con machete; debería hacer como se hace en toditico el mundo: pum, disparo a la cabeza.
Resalta esa tendencia típica del intelectual cubano de citar nombres específicos que nadie retiene en su mente, “para impresionar, vaya…
Tras la huella resuelve en tono al ambiente delictivo cubano actual y no tiene que parecerse a ningún otro. Por supuesto que la tecnología, arquitectura, carros, variedad cultural es inmensamente más avanzada, pero eso sucede no sólo en series policíacas sino en casi todo.
Dígamelo a mí que siempre ando buscando un nuevo capítulo en llutuve, aunque también veo los de acá lejos.
No me gusta comparar al short stop con el primera base…
No soy científico, quizás sea setentatífico nada más, pero una vez me dejó loco una condena basada en el análisis de una diatomácea en la boca de un cadáver, que fue asociado a cierto lugar como característico de allí. Para mí que apretaron.
Otra vez convencieron a un jurado porque la fiscalía encontró que en el cristal del semáforo había quedado impresa, de algún modo indescriptible, la luz roja después de apagarse. Nada, hay gente que se traga esos mojones.
Ah, y veo esas series sin traducciones al español, o sea, sin errores de traducción.