Una paladar de lujo en pleno Centro Habana. Tal fue el “delirio” de Enrique Núñez cuando decidió abrir La Guarida en julio de 1996. A lo largo de estas dos décadas han sido muchas las compañías renombradas y las personalidades de la cultura, la política o el deporte que han pasado por el tercer piso del viejo y hermoso palacete de Concordia 418. Desde la reina Sofía en 1999 hasta Chanel, que recientemente contrató sus servicios para las dos fiestas –la pública y la privada– que tendría en La Habana a propósito del desfile de la colección Crucero.
Enrique dice a propósito de esta reciente experiencia, que lo que más lo emocionó fue la presentación en el Prado. “No solo trabajamos en el catering sino que asistimos al desfile. En cuanto yo escuché la música de Ibeyi realmente se me pusieron los pelos de punta. Fue impresionante”, comenta. “El mayor logro de un desfile como este es que hace a las personas tener ilusión, que también es importante y hace falta”.
“Por otra parte, el hecho de que una compañía de tanto prestigio escoja La Habana no es fortuito: venir representa asistir a una apertura y aprovecharla para posicionar una marca. Está claro que Cuba está de moda, lo veo en la gente que viene aquí todos los días con preguntas, queriendo saber. Cada día vendrán más”.
Apenas en los últimos meses, el tercer piso de la mansión Camagüey ha acogido la boda de Usher, una fiesta privada de Mick Jagger justo antes de su concierto en la Ciudad Deportiva. Visitas de Natalie Portman y Richard Gere, entre muchos otros famosos. La garantía de su privacidad es sagrada: “Somos muy cuidadosos con la dicreción”.
¿Habías experimentado antes una ola de visitas como esta?
Cuando empecé el negocio en 1996 había salido la Ley de inversión extranjera, se había autorizado el trabajo por cuenta propia, y también hubo una ola de visitas, sobre todo de empresarios atraídos por esta apertura. Lamentablemente eso no duró demasiado tiempo. Esa apertura se estancó.
En el caso nuestro, al principio el marco legal era absurdo, tan estrecho que era casi imposible estar dentro de la ley: no podíamos contratar personal, podíamos ofrecer una serie de productos muy restringida, aquello de las doce sillas… Ahora todavía hay carencias: no tenemos mercado mayorista, está limitada la contratación de personal, solo podemos gestionar un restaurante…, pero en sentido general ahora el marco legal es mucho más claro. Creo que lo que hace falta a esta ciudad y a todo el país es que haya mucha gente que emprenda proyectos no solo para mejorar su vida personal y su entorno más cercano sino que también puedan intervenir espacios más amplios. Eso, lejos de regularse tanto, se debería estimular.
Que los cubanos podamos hacer cosas aquí sin depender de alguien que venga de fuera con su capital, es la manera más orgánica de mejorar el país. Y sobre todo vamos a ser más libres y más independientes.
Dentro del turismo, que está entre los objetivos estratégicos, si nosotros fuéramos capaces de, además de recibir 3 o 4 millones de visitantes, desarrollar una industria interna capaz de darles de comer y brindarles servicios realmente estaríamos siendo eficientes. De lo contrario, si tenemos que comprar todo fuera, no hacemos nada.
El mercado estadounidense, que es el que nos interesa ahora, es muy exigente. Hay que hacer inversiones a un ritmo más acelerado que el actual, que no está a la par del crecimiento. Están viniendo muchos CEO de grandes compañías con proyectos concretos, pero es gente muy ocupada que no va a venir todos los días. Son oportunidades que no podemos rechazar porque no se sabe si se van a repetir.
¿Por qué se cuestiona el lujo en Cuba?
Para empezar la definición de lujo es muy ambigua. Siempre digo, por ejemplo, que es un lujo fumarse un tabaco, y nosotros somos los pobres que fumamos más rico. Tener un buen auto en Cuba, por ejemplo, sería un lujo, y a la vez puede ser algo tan elemental. Es un lujo para cualquier persona ir de la casa al trabajo y pasar por malecón sin atasco disfrutando del mar y de la brisa. Muchos no lo tienen aun con mucho dinero. Pero refiríendonos a lo que tradicionalmente se entiende como lujo. Entiendo que la belleza, la buena estética, los buenos materiales… eso le gusta a todo el mundo. Además, el cubano por naturaleza aunque sea humilde es elegante. A la gente le gusta estar bien vestida, y les gustan las cosas buenas en general. Si la gente no tiene mejores cosas no es porque no quiera sino porque económicamente no puede. Espero que eso cambie pronto.
Cada vez habrá más espacio para el lujo en Cuba. Como clientes somos propensos a eso. Por supuesto depende de cada persona. A mí realmente muchas de esas cosas me dan igual.
Aquí en determinados momentos nos dimos todos grandes lujos. Cuando yo estaba en el preuniversitario existía algo llamado la Socicedad de Educación Patriótico Militar (SEPMI) y, por ejemplo, teníamos un club de vuelo a vela, de planeadores. Y nos reuníamos cada fin de semana, nos recogía una guagua, nos llevaba a un aeropuerto en San Nicolás de Bari, y aprendimos a volar planeadores con 16 años. Pensemos en el gasto de gasolina, el propio costo de los aviones que calculo en varios miles de dólares, y teníamos 10. También sé que hubo clases de cacería con sesiones prácticas. En muchos casos el lujo lejos de negarse, se masificó.
¿Cómo fue la experiencia de trabajar con Chanel?
Tuvimos mucho apoyo de la Oficina del Historiador, del restaurante El Patio y Habaguanex para poder hacer la parte del evento que nos tocaba.
Realmente Chanel planificó todos los detalles y tuvimos asesoramiento de su especialista en este tipo de eventos. Hicieron degustaciones, debimos presentarles una propuesta de cómo se haría el servicio, diagramas de flujo… En total diseñamos treinta platos para 700 personas y cada uno venía con una vajilla específica solicitada por ellos. De esos platos la mayor parte ya estaba incluida en nuestro menú, pero también diseñamos otros especialemente para este catering.
Venimos trabajando para este evento desde hace seis meses; por supuesto respetando la discreción que nos pidieron. Tuvimos reuniones desde el principio y los últimos tiempos una vez por mes. Ahora estuvieron 15 días viéndolo todo, con nosotros y con todos los responsables de las demás actividades. Pero fue fácil trabajar con ellos. El prestigio que tienen es bien ganado: son muy profesionales.
Para Chanel inauguramos un espacio nuevo en el edificio, se trata de un espacio común que para eventos, mientras esperan pueden disfrutar de una vista de La Habana. Además del catering, hicimos la fiesta privada, todos los participantes e invitados cenaron la noche antes del desfile. Coincidió con la inauguración.
Desde la visita de la Reina Sofía en 1999, La Guarida ha sido destino de muchas personalidades que han estado de visita en Cuba. ¿Cómo se ha comportado esto desde el 17D?
En La Guarida, en estos 20 años nuestra historia ha sido de crecimiento. Incluso a pesar de haber cerrado en el verano de 2009 por un año y medio. Pero definitivamente el 17D ha acelerado notablemente esa curva de crecimiento.
Tenemos grandes expectativas. En julio cumplimos 20 años y estamos haciendo una campaña basada en cuatro principios: experiencia, innovación, compromiso social y constancia. Es lo que nos ha caracterizado este tiempo han sido nuestros principios. Siempre nos hemos arriesgado, desde el principio. Y lo continuaremos haciendo.
Bueno, creo ya todo está dicho, “no se permitirá la acumulación de propiedades ni riqueza”, en cualquier momento a este señor alguna instancia del gobierno le comunica que ya acumuló la riqueza que podía acumular y que tiene que cerrar el negocio, o venderlo, o traspasarlo al Estado, o lo que sea, y si quería abrir otros restaurante me temo que se va a tener que ir del país para poder hacerlo. Si alguien no está de acuerdo conmigo que se acuerde del VII Congreso y las palabras del Presidente.
Es increíble la trascendencia de una película que marcó un cambio de perspectivas en el entendimiento de la historia nacional y los modos de organizar la sociedad cubana actual. Fresa y chocolate, hasta ahora, sigue reportando regalías. Miren sino La Guarida. Pronto habrá que reservar una mesa con varios meses de antelación Me parece bien. He pasado muchas veces por ahí. Estuve a punto de entrar otras tantas. Me detuvo el miedo de no encontrarme con David y Diego, sino con algún mesero gentil. Salud y suerte en el difícil empeño de ser un emprendedor en Cuba.
De esos lejanos inicios de 1996, vienen dos titanes en cuanto a paladares y posteriores restaurantes de lujo respecta. Hablo de La Guarida, y de Hurón Azul. Ya nadie habla de Hurón Azul desgraciadamente. Si bien su desgracia fue que su dueño cayera como caen los buques al fondo del océano luego del impacto con un torpedo, más desgracia fue que el Estado viese en ello la oportunidad de continuar con un hiper próspero negocio, llevándolo poco a poco a la venta de cajitas y pizzas de 10 MN que es hoy. Todo aquel que pase por la esquina de Humbolt y P va a ignorar por completo que allí yace la competencia más tenebrosa que tuvo alguna vez La Guarida. Tuve el placer y el honor de trabajar durante 3 años con una de las personas más brillantes que conozco, con Juan Carlos Fernandez García, su dueño. Cuando uno está ante semejante personaje, entonces llegas a comprender por qué un lugar puede llegar a ser tan emblemático como aquel. En aquellos tiempos su lista de personalidades nacionales e internacionales triplicaba los de La Guarida. La vorágine con la que avanzaba lo hubiese transformado en lo que hoy es La Guarida, sin lugar a dudas -incluso más. El glamour allí era tanto, que personalmente vi extranjeros como tontos mirando hacia todos lados mientras entraban, sentarse, mirar la carta, levantarse, y retirarse. Pero como todo en este país, no es lo que hagas, sino la temporada en que lo hagas. Tal vez debió darle más suave, tal vez aquella no era la era del emprendimiento. Lo seguro -y en ello pongo la cabeza en un picadero- es que La Guarida debe su exclusividad hoy, aparte de su excelente trayectoria (también le reconozco eso, claro), a la caída al abismo de Hurón Azul -en eso que nadie tenga dudas.