Aunque ahora se habla tanto de medios alternativos nacidos en Cuba, de un “boom”, de una “oleada” –a la gente, empezando por mí, nos gustan las etiquetas– de publicaciones independientes, lo cierto es que Supervivo dio primero.
Supervivo dio dos, tres, cien veces. Dio por la constancia: la semilla del fanzine juvenil nació en 2008 como Misión Calle, y hace cuatro ya, cambió de nombre.
Dio por la permanencia: los supervivos no cobran un céntimo; para imprimir, por ejemplo, se hacen hoyos a sus bolsillos con las tijeras de un sueño. Y dio por las sinergias con otros proyectos, incluso institucionales, como la Bienal de La Habana, el Salón de Arte Contemporáneo o la revista Hazlink del Consejo Nacional de Artes Plásticas.
Los números de Supervivo son verdaderas obras de arte. Si una fortaleza tiene su pequeño grupo de hacedores es la visualidad. Creativa, hecha en casa, sin los cómodos y habituales préstamos de Internet. Única publicación independiente que marida el dibujo y el texto tan de un modo tan poderoso. Rara avis. Entre las estatales quizá solo El Caimán Barbudo lo hace, pero sin tal exhuberancia.
El núcleo de Supervivo eclosionó, básicamente, de las aulas del Instituto Superior de Diseño, en La Habana. Lo forman diseñadores que, con cierta fortuna, se sientan a escribir.
Hacen poesía, microcrónicas de corte social, hablan de películas. Citan a Santiago Feliú, toman textos de Walt Withman y C. S. Lewis. Gustan de armar textos breves, acompañados de la jerga de la calle; otros, con mensajes cifrados. Quieren avivar en los jóvenes esos valores dormidos, sacudirlos de la tirisia social. “Pero sin teque”, apunta el líder del proyecto, Mauricio Vega.
Todo eso está en este libro-recuento que llega a usted.
Tal espíritu renacentista, de hombres orquesta, de humanistas, locamente (pudiera parecer), está sustentado en una manera de entender el mundo desde postulados morales y principios que juegan con lo bíblico.
Los muchachos sobreviven, porque les afecta lo que a cualquier cubano, pero súper-viven, porque siguen un llamado intenso y una vocación de servicio. Mientras, como ese inmenso cronista que fue Héctor Zumbado, gozan de la ironía y el costumbrismo y, asiduos neologistas, inventan palabrejas para nombrar lo que ven en esta islista patas arriba.
Supervivo es un oasis cubano (discreto, breve, fresco, en fin, oasis) entre los proyectos editoriales independientes. Se han sumado a sus orillas, como colaboradores más o menos estables, jóvenes del mundo de las letras y artistas como Nestor Siré. Y los lectores, que paradójicamente no están en las Iglesias, cuentan por cientos entre los universitarios.
En la Universidad Central de Las Villas, de la ciudad de Santa Clara, cuentan con lectores que reclaman el fanzine, muchas veces agotado en la misma Habana.
¿Cómo una hoja impresa en blanco y negro, doblada a la mitad, distribuida por el azaroso oleaje de la clandestinidad, puede conectar con una generación digital, que prefiere el glamour, la cultura envasada por grandes cadenas?
Quizá porque hablan de lo que hablan los locos, literalmente, como Edlo, el de Centro Habana, que gusta de dar sus discursos en las paradas: “Quien no conoce su Historia está condenado a repetirla. Pero si la conocemos y aún así la repetimos, ¿a qué estaremos condenados?”
Quizá porque hablan los supervivientes de luchar, pero usando las armas correctas. Nunca la violencia. Porque “el bien es el bien, no existe tal cosa como el bien mayor; y el daño es daño, no existe ese daño colateral“.
Quizá porque no les tiembla el dedo al señalar la relativización de valores en la sociedad moderna en un deleitable texto distópico titulado “Libertad de cálculo”. O cuestionarse la diversidad en cuanto a decisiones sexuales que tanto se pregona, cuando la virginidad como decisión es objeto de bulling. O como la hipersexualización, el no mostrar media nalga o escote, presiona a cientos de jovencitas.
Su alcance se multiplica en eventos y talleres para adolescentes y jóvenes, como el impartido recientemente en el Palacio del Segundo Cabo. Los hacedores de Supervivo no se cierran las puertas.
La quinta edición del fanzine sorprendió a sus lectores con palabras de algunos célebres, como el cantante puertorriqueño Marc Anthony y el profesor cubano Manuel Calviño, versionando algunas líneas que los identifican en exclusiva para la publicación. “Muchas gracias a todos”, dijeron los editores y reprodujeron las frases.
El personaje de Pánfilo Epifanio, que interpreta el popular humorista Luis Silva, entonces, declaró que “Supervivir es otra historia, otra historia”. Marx, por su parte, dijo que un fantasma recorría la Isla, “el fantasma del supervivismo”.
Yo, en lo personal, me quedo con el bocadillo de ese guajiro en armas permanente que es Elpidio Valdés: “¡Superviva Cuba libre!”
Así marcha este proyecto: supervivo y en plena libertad creativa.
estan online las ediciones?