Me será difícil dejarle atrás. A mi patio, digo. Lo que para mí resulta habitual, en lo que no reparo; puede ser para otros una fiesta, un exotismo.
¿Has sentido el olor de la tierra mojada? ¿Has visto los plátanos sin una sola mancha, una sola negrura? ¿La guayaba temblando entre las ramas? ¿Has probado el mango bizcochuelo, con su masa olorosa, erotizante?
Nada sabe igual cuando lo has plantado con tus manos.
No seré pretencioso, pero bien pudo inspirarse en mi patio el célebre poeta Manuel Justo de Rubalcava. El poema Silva Cubana, asomó la nacionalidad desde la naturaleza: “Más suave que la pera / en Cuba es la gratísima guayaba”.
La higuera, sin embargo, se me resistió. Lo intenté muchas veces, pero ni modo. Siempre creyeron que era por los higos, pero era más por los versos de Juana de Ibarbourou: “Porque es áspera y fea, / porque todas sus ramas son grises, / yo le tengo piedad a la higuera”.
En el mamoncillo se tendió el columpio. Nos mecimos mis primos y yo. Nos relevaron mis sobrinos, hasta que un día la rama ya no pudo más y se vino abajo. Irreductibles, los muchachos se sacudieron el polvo y miraron hacia la enorme sombra de la almendra.
Los fines de año, la tradición manaba. El ñame volvía al plato. Se abría un hueco en el patio, se llenaba de carbón. Desde temprano se reunía la familia: la de la sangre y aquella que se escoge por el camino. El cerdo, la púa, la música, el ritual. El aire sonreía.
Eso fue hace años, cuando estaban los que ya no están.
Gracias al patio sobrevivimos el Período Especial, cuando nada había, cuando todo alcanzó precio de alhaja. Recuerdo la alargada calabaza, casi silvestre, que nos salvó una tarde, que hubiera merecido un monumento.
Cuando el 25 de octubre de 2012 terminó la noche más larga, la madrugada de Sandy, nos asomamos al patio. No podíamos creerlo. El huracán lo había arrasado todo. Torció, calcinó, quebró sin misericordia.
Mi padre no se rindió. Con paciencia de sabio campesino, amarró el pequeño limonero. Blandió el machete y escondió el rostro. Juro que vi crecer en sus manos bondadosas, los bejucos, los tallos.
Mi madre sembró manzanilla. Le tenía tanta fe a esa yerba milagrosa. Le encantaban los lirios y los plantó enfrente. Una noche quedó exánime, sin aire. Bailó la última danza de su vida al lado de sus flores. Las contemplo en silencio, mientras espero el milagro.
Me será difícil dejarle atrás.
Tal es mi emoción, que apenas seco mis lágrimas. Una vez más, maravilloso.
Esto tengo que decirlo amigo me ha sacado el alma en cuanto lo leí que poder posee, que belleza y poesía en su trabajo. Concuerdo con usted su trabajo es un milagro y más su historia y antecedente, maravilloso he disfrutado muchísimo. Gracias por compartir.
El limonero ¡que tanto le gusta a Joaquín! Ya sabes… siempre diciéndome: “pregúntale a Reinaldo si no se habrá caído un limón”. Verdad, tu patio es hermoso, gracias al labor de tu papá.
Te lo dije…. Eres experto en conocerme desde dentro de tus recuerdos. Es increible cómo tenemos iguales mundos paralelos. Eres tů el milagro
Cuanta belleza, poeta…!!!..me he sentido estremecida por esta semblanza de tu patio, que donde estes te acompañara siempre, porque los olores permanecen siempre en la memoria olfativa y te hacen regresar a cualquier momento de la vida. Te felicito ….
Tuve patio alguna vez, y sueño con recuperarlo, alguna vez. Hoy lo he recordado dos veces, será que pronto lo tendré?.Ojalá. Primero con una falsa alusión al modo de tostar semillas de marañón, pude responder porque se hacían a cada rato en mi patio, y cuánta alegría alrededor de las brasas y sonido de las semillas, jugaba con mis primas a los indios con el espeso humo que soltaba el tostadero, una palangana llena de huecos en el fondo. Tuve columpios, caballito de palo. Mi patio grande también fue el espacio preferido para todas las fiestas, Tuve mamoncillos, guayabas, anón, cañandonga, cocos, guanábanas; frutas que velaba diariamente en las matas. Mi abuelo decía: la madura y la tumba con los ojos, pero nunca fue así, esperaba pacientemente el proceso según las ordenanzas de la madre naturaleza, algunas veces tuve disputas con pajaritos, gusanos, murciélagos, que en varias ocasiones me tomaban ventaja. Entonces me decían: ellos igual que tú tienen derecho. Cuando me tocaban gozaba tomarla con las manos, o tumbarlas con una vara que no dominaba y en venganza, quién sabe si cómplice de las plantas o de las propias frutas, aquella me dejó unas cuantas heridas en la frente, en las manos y en las rodillas. Una vez con el premio en la mano, el grito de mis mayores: lávala. Al fondo de mi patio, cochiqueras, palomares, gallineros y hasta una piscina: la patera, fue más mía que de los preciosos gansos. Dormía en hamacas, al compás de las guásimas y “del plátano sonante” de Heredia. Mi patio, albergó mi espíritu y luego mi ser, pues en los noventa se pobló de culantro, malanga, yuca, calabaza y de frijol guandul para alimentar a la ya bien crecida familia, algunos allí levantaron su albergue. No quedó espacio para el juego, pero mi patio, siguió siendo la salvación.
Reinaldo, MILAGRO !!! me llegó al corazón !!! con los bellos y sublimes poemas , superó las espectativas Es contagiosa tu manera de revivir tiempos prodigiosos vividos y cuando se quiere no hay excusas. . Pienso que los grandes golpes de la vida no son para dañarnos, sino más bien, vienen para enseñarnos una verdad que no precibiamos, las historias son largas y la vida corta, por eso las cicatrices son justamente el lugar por donde entra la luz En el Lirio presenti la bella imágen de Caridad Pineda……Felicidades……un beso
Genial… Me quedé emocionado… ese y otros milagros…
Gracias MILAGRo compartido.
Muy sentido y cercano…yo también tuve que “matar” muchas calabazas de mi patio durante el periodo especial, a falta de una suculenta gallina.
Gracias, mil gracias. El Milagro eres tú en esta página.
REMEMORAR ES ALGO DIGNO, ADEMÁS DE HERMOSO. POR LO GENERAL NOS ASIMOS A LO BUENO DEL PASADO QUE EXPERIMENTAMOS, Y USUALMENTE LA VISIÓN MÁS EXACTA ES LA DE LA NIÑEZ, CUANDO LOS PADRES ERAN LO MÁXIMO, Y LOS PRIMOS, LOS AMIGOS MÁS ASÍDUOS. AHÍ ESTABAN TAMBIÉN LOS ABUELOS, LOS QUE SON PADRES VARIAS VECES…ENALTECE TU ORIGEN ESE PASADO, QUE NO ES MELANCOLÍA, PORQUE NO ES ABSTRACTA, NI SIQUIERA VIRTUAL…ESTÁ AHÍ, TANGIBLE.
ME GUSTAN LOS RECUERDOS, SON LA SAL DE LA VIDA, QUIZÁS EL POR QUÉ SOMOS…
FELICIDADES NUEVAMENTE. ESTÁS EN PLENO GOCE LITERARIO…DISFRÚTALO, Y COMPÁRTELO SIEMPRE.
OMAR
Si tan difícil es arrancar la raíz; si tu corazón se rasga con la simple sospecha de no estar; si te corre la savia como sangre y no respiras cuando te falta ese trozo de ti mismo que es tu tierra, la respuesta es simple, colega: no te marches.
No te marches, quédate con tu patio y los lirios plantados por tu madre, nada suplirá esa tristeza q llena cada pensamiento de la diaspora cubana, no todos los q no estamos es por las mismas razones. Por motivos ajenos a mi voluntad contemplo la vida desde otra orilla, otro cielo , otro mar q a pesar de haberlos hecho míos no pueden suplir con el q me corresponde por derecho de nacimiento, en mi caso no ha sido posible el retorno a Itaca.
Recuerda esa noche del 25 de octubre de 2012 como si fuera hoy. Nunca estuve en peligro pues mi casa en Santiago de Cuba es un búnker de cemento, sin patio de tierra pero al levantarme, como bien dices, tras la noche más larga que recuerdo, todo era un desastre. Desde la loma en que vivo, en San Fermín, se veían destrozos descomunales. Una ciudad arrancada de cuajo. Pero la gente entera, pasada por agua pero viva y heroica. Gracias por la crónica. Contigo Santiago de Cuba siempre está junto a mí. Saludos allende los mares.