La secretaria de Comercio de Estados Unidos, Penny Pritzker, y el ministro cubano Rodrigo Malmierca intercambian dos visiones diferentes del mismo problema: cómo desaparecer el efecto del bloqueo contra Cuba. Cara a cara, ambos repiten las mismas líneas ya pronunciadas por sus presidentes. El gobierno de La Habana saluda las nuevas medidas emitidas en los últimos meses, pero las considera insuficientes y pide que Barack Obama tomé la pluma y empiece a desmontar las restricciones económicas a golpe de decretos.
La jefa del Departamento de Comercio, por su parte, tiene sus propias demandas, resumidas en una extensa declaración inicial durante una ronda de negociaciones regulatorias en La Habana, donde se encuentra desde ayer 6 de octubre. Pidió permitir a las empresas extranjeras radicadas en Cuba la contratación directa de trabajadores, modificar las reglas de exportación e información, y mayor acceso a Internet.
Eso no impidió que ambos conversasen de un tema más fructífero: la coordinación en los cambios a las regulaciones de agencias federales, cuya modificación puede desactivar el bloqueo, vaciarlo y dejarlo como un cascarrón sin contenido, como ilustran los diplomáticos cubanos al describir esa opción.
“Nosotros no pretendemos que estos cambios tengan un efecto que transforme la vida de los cubanos de la noche a la mañana”, tradujo la intérprete de Pritzker en su declaración inicial. “El efecto que pueda llevar a tener esto en el pueblo de Cuba va a depender de su gobierno, y que tome las medidas necesarias para suavizar su sistema reglamentario y reformar la economía de una manera que acompañe este desarrollo continuo del sector privado”.
El pronunciamiento de Pritzker no es muy diferente a lo ya dicho por el presidente Barack Obama. La respuesta a esa solicitud la dio el propio Raúl Castro en un discurso en julio de 2015: “Cambiar todo lo que deba ser cambiado es asunto soberano y exclusivo de los cubanos.”
Desembarcar el posbloqueo
La arquitecta de la diplomacia comercial de Estados Unidos con Cuba no se tomó un descanso tras aterrizar en La Habana el pasado 6 de octubre. Siguió a sus anfitriones afuera de la ciudad, hacia un puerto de la provincia de Artemisa. Las primeras impresiones del país llegaron a la mente de la secretaria Penny Pritzker en la terminal de contenedores del puerto de Mariel.
“Se interesó mucho en conocer cuáles son las principales dificultades que enfrentamos acá”, dijo a la prensa Ana Teresa Igarza, Directora General de esa Zona Especial de Desarrollo ubicada a 45 kilómetros de la capital cubana. “Le trasladamos que el principal reto es el bloqueo y el temor que sienten empresas, tanto norteamericanas como extranjeras, de invertir aquí, por las sanciones que puedan aplicarse.”
A lo largo de 2015 los directivos del Mariel han recibido a muchos estadounidenses, desde empresarios hasta gobernadores. Pero ninguno es tan importante como Pritzker, a quien The New York Times considera una protagonista central en los avances hacia el deshielo con la isla, pues su agencia controla una parte de las políticas que permitirían excepciones al bloqueo sin su levantamiento total.
La Secretaria de Comercio de EE.UU. no vino estrictamente a hablar de negocios. Sus acompañantes son los burócratas de su oficina y del Departamento del Tesoro, llamados a preparar los trámites en la transición de una política de guerra económica a otra de intercambios, cooperación e inversiones… Eso sí, escuchan atentamente las peticiones de sus contrapartes cubanas acerca de cuál es la vía rápida para llegar a esas modificaciones: una pregunta retórica que tiene respuesta en cuanto pronunciamiento internacional ha hecho el presidente Raúl Castro durante los últimos meses.
Barack Obama tiene la posibilidad de hacer puertas en el muro de sanciones y restricciones contra la isla mientras el Congreso no se decida a demoler toda la estructura. Decirle cómo y aplicarlo es, en parte, trabajo del Departamento de Comercio, que se encuentra no solo un nuevo socio, sino un país en medio de una transformación. El ministro Rodrigo Malmierca, quien encabezó las conversaciones oficiales con la Pritzker, es desde 2014 el portavoz internacional de una nueva actitud y cambio de mentalidad hacia la inversión extranjera en Cuba.
Una normalización económica entre Cuba y Estados Unidos no necesita esperar por el posbloqueo. Obama tiene la capacidad ejecutiva para ordenar al Departamento del Tesoro la emisión de licencias generales y hasta autorizar la concesión de créditos. Cuba nunca ha tenido inconvenientes en abrir sus puertos al intercambio comercial con su antiguo adversario, como ha asegurado ante Naciones Unidas en el último cuarto de siglo.
El Departamento de Agricultura ya especula acerca de un futuro sin barreras entre ambos países. Emitió en agosto pasado un informe con proyecciones de una resurrección de la compraventa bilateral de tabaco y azúcar cubano o arroz de Arkansas.
Pritzker encuentra en La Habana una economía saliendo de una desaceleración de cuatro años y en camino a revisar y evaluar los éxitos y dificultades del proceso de actualización de su sistema socialista en el VII Congreso del Partido Comunista de Cuba. Todo esto en medio de un cortejo por parte de viejos socios europeos, como Francia e Italia, sin barreras ideológicas o políticas para invertir, comprar o vender.
Después de todo, se trata de un “mercado virgen”, como comentó la propia Secretaria de Comercio en Tampa: “Necesitamos estos nuevos acuerdos comerciales o nuestros empresarios y los trabajadores que ellos emplean corren el riesgo de quedarse atrás.”
Estimo que en el intercambio comercial no debe ser frenado por barreras ideológicas. Y que Cuba debe apoyar más al emergente sector privado de la Isla.
“la contratación directa de trabajadores, modificar las reglas de exportación e información, y mayor acceso a Internet”
Demanda razonable que también todos los cubanos de dentro o fuera de la isla pueden pedir.
Yankis Si, Cubanos ¿Que?