Santiago de Cuba espera a Matthew entre tensión y ajetreo

Preparativos ante Matthew. Foto: EFE

Zayda lleva noches sin dormir. El paso amenazador del huracán Matthew por el mar Caribe crispa sus nervios y revive recuerdos que preferiría desterrar. Los recuerdos del huracán Sandy.

Aquella madrugada se ha quedado clavada en su memoria. La despertó el aullido del viento poco después de la medianoche. No había corriente eléctrica, así que debió encender la linterna para ver lo qué ocurría. Su padre, enfermo, ya estaba levantado y miraba al cielo con ojos de calamidad. Su mirada la aterró.

Corrió al cuarto de su hijo, que dormía aún inocente del peligro. Dudó en levantarlo, pero el crujir creciente del techo borró cualquier vacilación. Junto a su padre, apuntaló como pudo las ventanas y trancó con el sofá la puerta de la calle. Luego fueron hasta su cuarto, con el miedo encajado en la garganta, a esperar…

Para Zayda, las de esa noche fueron las peores horas de su vida. Primero se abrazaron los tres encima de la cama. Después, cuando las tejas de zinc comenzaron a ceder, volvieron a abrazarse debajo de la cama. El viento y la lluvia mordían los tímpanos y el valor. El cuarto, la casa, la ciudad, parecían venirse abajo. Era el 25 de octubre del 2012 y Santiago de Cuba quedaría marcada para siempre.

Cuando por fin amaneció, Zayda tardó en hallar fuerzas para salir. Parte del techo se había caído, algunas paredes estaban dañadas, muchas de sus pertenencias se habían mojado o estaban tiradas por doquier. En el patio encontró objetos, tejas y hasta ropa de vaya a saber Dios dónde. Con todo, su casa no estuvo entre las más afectadas del barrio. Enmudecida por tanta destrucción, agradeció el haber visto junto a los suyos el nuevo día.

La historia de Zayda es la historia de muchos en Santiago de Cuba. Hubo quien debió correr en plena oscuridad hacia un refugio más seguro. Hubo quien se escondió en closets, baños, mesetas de cocina. Hubo quien pasó el huracán en una mínima habitación de la terminal de ómnibus. Hubo quien acogió a sus vecinos debajo de su placa. Hubo quien apenas encontró rastros de su casa al regresar a ella la mañana siguiente… y hubo quien murió.

La ciudad no estaba preparada para aquel golpe, su gente nunca imaginó la devastación que podían sufrir. El mito de que a Santiago no entraban los ciclones se derrumbó junto a muchas de sus edificaciones. Y aunque con gran esfuerzo, propio y solidario, la urbe ha logrado recuperarse, el impacto en la psicología colectiva mantiene encendida la alerta.

Por eso, como Zayda, muchos santiagueros no logran ahora conciliar el sueño. La amenaza de Matthew hace que la memoria se dispare y teman lo peor. Pero también que se preparen mejor que hace cuatro años. La gente sabe hoy que reducir los riesgos y posibles daños recae en buena medida en sus propias manos.

La información meteorológica es la más buscada. Foto: Betty Beatón (Trabajadores)
La información meteorológica es la más buscada. Foto: Betty Beatón (Trabajadores)

Desde hace días las familias se apertrechan: arroz, azúcar, frijoles. Lo que permita comprar el dinero disponible. Los bodegueros permanecen hasta más tarde de lo habitual, para permitir el aprovisionamiento.

Y aunque la ciudad es todo sonido de martillos y techos que se desmontan, esto es Santiago. Así que también se ven los que esperan el ciclón con ánimo parrandero, a fin de cuentas es fin de semana.

El presidente Raúl Castro está en la capital oriental, junto a todo su Consejo de Ministros. Les habla a sus habitantes, trata de tranquilizarlos ante otra larguísima noche que se espera entre el lunes y el martes, cuando debe pasar Matthew por una ciudad que todavía está llena de casas de ladrillos sin repellar y techos de zinc; la huella remanente del paso de Sandy.

Por la radio CMKC se escucha a Lázaro Expósito, el primer secretario del Partido Comunista aquí, pedirle a la gente que se concentre en casas de “placas” de hormigón. Raúl Castro promete quedarse en hasta que pase el organismo ciclónico y comience la recuperación. Casi todo son consejos por los medios: no salga a la calle cuando esté el huracán, no toque cables caídos, asegúrelo todo. Consejos, y música.

Santiago de Cuba respira tensión y ajetreo. Cientos de miles de personas, como Zayda, rezan y cruzan los dedos, y avisados, esperan.

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