En la más reciente edición de MasterChef Junior (11), uno de los rostros más carismáticos y prometedores fue el de Marcelo, un chef de apenas 9 años con un amor inquebrantable por sus raíces cubanas. Con su paso por el concurso, Marce, como se le conoce, demostró que la edad no impide tener una gran pasión por la cocina y una personalidad arrolladora.
Originario de La Habana, dejó claro desde su presentación que su identidad cubana es algo que lleva con orgullo. “Soy felizmente cubano”, dijo con una sonrisa que irradiaba confianza. Hace dos años, se mudó con su familia a Valencia, donde continúa desarrollando sus habilidades culinarias, siempre con la mirada en su país natal.
“Yo tengo el verdadero sabor cubano en la sangre”, afirmó el minichef en entrevista con OnCuba.
Lo dices con mucha convicción, ¿por qué?
Porque me viene de dos raíces: la hostelera y la artística. La parte hostelera me viene sobre todo por mi familia. Mi tío es uno de los mejores chefs que conozco; mi abuela es una gran repostera; mi papá siempre ha trabajado en la gastronomía, especialmente en el bar y la cocina; y mi abuelo paterno es un súper chef.
Por otro lado, la parte artística me la inspira mucho mi abuelo materno, José Amador López Santander, más conocido como Pepe López. Él es un gran músico muy famoso en Cuba.
En mi familia tenemos dos restaurantes: uno en La Habana y otro en Trinidad. En el restaurante de La Habana había un escenario súper grande. Yo siempre estaba entre la cocina, el bar o terminaba por la noche en el escenario. Si no me dejaban entrar a la cocina, lloraba; si no me dejaban estar en el bar, lloraba; y si no me subía al escenario, también lloraba. Es que me encantaba todo eso, ¡y todavía me encanta!
¿Hay algún plato típico cubano que te inspire en la cocina?
¡Mi comidita cubana es mi comidita cubana! Me encanta el arroz congrí, la vaca frita, el lechón asado y, sobre todo, la ropa vieja.
Uno de los platos que más me inspiran es la ropa vieja, porque la puedo montar sobre una base de plátano y me hago un tostoncito riquísimo. ¡Como Diosito manda! Es que la ropa vieja tiene muchísimas posibilidades.
Siempre mencionas lo mucho que disfrutas viajar a Cuba… ¿Qué sueños culinarios te gustaría cumplir allí?
Siendo sincero, estoy formando una vida muy bonita aquí en España. Y no es que no vaya a Cuba nunca más; de hecho, cada verano y en todas las vacaciones que tenga, quiero ir a Cuba para ver los negocios familiares, estar con mi familia, contarles sobre mi progreso en MasterChef Junior, darles consejos a los equipos de los restaurantes… Para mí sería un honor hacer todo eso.
Una de las cosas que más me inspiran en este momento es poder ir a Cuba a compartir todo lo que he vivido y aprendido gracias a ese programa.
En MasterChef Junior descubriste que tenías una conexión con el juez Pepe Rodríguez por las raíces cubanas que comparten. ¿Cómo fue ese momento para ti? ¿Llegaron a hablar más sobre ello?
¡Ay, mi Pepito, mi Pepito querido, mi juez del corazón! Bueno, Pepe y yo nunca llegamos a tener una conversación muy profunda sobre el tema, pero él siempre me resaltaba mi cubanía, mi salsita. Nos poníamos a hablar de eso. De hecho, él está muy orgulloso de su restaurante, que se llama El Bohío.
Yo creo que él está súper orgulloso de sus raíces cubanas, igual que yo. De hecho, cuando podía, me decía: “¿Puedo dedicarle este bailecito a Cuba?”. Y lo hacíamos, casi todo lo que hacíamos se lo dedicábamos a Cuba, los dos.
Participar en un programa como MasterChef Junior debe ser emocionante y desafiante. ¿Cuál fue el mayor reto que enfrentaste durante el concurso?
Imagínate la adrenalina que experimentaba cada vez que pasaba un casting, otro casting, otro casting… ¡MasterChef Junior es una cosa impresionante! Al principio pensaba “no voy a entrar”, pero después me subían los ánimos a un nivel que no te imaginas. Es cierto que es un poco difícil, porque al final te enfrentas a platos muy buenos y a gente muy buena. Como competencia, es verdad que es complicado, hay que ser sincero.
Lo más desafiante para mí, a pesar de que me he criado entre restaurantes, es que jamás me imaginé que iba a participar en un nivel tan profesional. Es muy difícil cocinar delante de esos grandes maestros del arte culinario. En los exteriores, cocinábamos para 100, 120, 180 personas… ¡Imagínate! Si mi mamá al principio no me dejaba ni coger un cuchillo… Y, además, había muchos ingredientes que ni conocía, porque no se consiguen en Cuba.
Lo que más me costó fue entrar. Porque los castings son difíciles, pero si haces las cosas bien, puedes entrar. Entre 14 mil niños o algo así, ¡yo entré! ¡Todavía no me lo creo!
En tu primer cocinado, un arroz duro, se convirtió en una lección de resiliencia. ¿Qué aprendiste de ese momento y cómo te ayudó a crecer como pequeño chef?
Uf, ese arroz…, ¡ese arroz ya no quiero recordarlo jamás en mi vida! Bueno, mejor si me acuerdo, porque ese arroz fue el que me dio fuerzas de donde no tenía para continuar una semanita más.
Fueron tantas emociones que sentí miedo, dolor por tener que irme. Fue, emocionalmente, la semana más dura de la competencia para mí, pero también fue la que me dio fuerzas para seguir adelante. Porque ninguno de los grandes ha empezado arriba, todos han empezado abajo, como le dije a Jordi Cruz ese día. Puedo empezar con un arroz duro, pero acabar con una estrella Michelin.
Y te cuento un secreto… el que mejor hace arroz en toda mi familia, prácticamente, soy yo. Eso me hizo superarme tanto que, en un momento, dije: “Ya no puedo más. Tengo que ser el mejor haciendo arroz en mi familia”.
¿Qué recuerdos guardas de los jueces? ¿Algún consejo especial de Pepe, Jordi o Samantha que te marcara?
Creo que en lugar de llamarse jueces deberían llamarse maestros. Más que evaluar los platos, nos enseñaban. Me han dado tantas críticas, sobre todo constructivas, que han ayudado a liberar el mini chef que llevo dentro.
Nunca olvidaré las palabras que me dijo Samantha un día. Ella me dijo que con 16 años iba a trabajar en un restaurante, y eso me hizo sentir que Samantha tenía admiración por mí. Para mí, eso fue un orgullo enorme.
Mi Pepe es mi Pepe, tanto por tener una súper conexión como por su carisma. ¡Nos llevábamos muy bien y siempre estábamos muy juguetones! Y Jordi es un ejemplo de lo que quiero ser cuando sea mayor. Es una persona centrada, que sabe hacer lo que hace de verdad, y de los grandes, de los que realmente saben.
Si tuviera que resumir lo que significan para mí, en una palabra, diría enseñanza o aprendizaje.
¿Qué fue lo más divertido que viviste junto a tus compañeros? ¿Alguna anécdota que siempre recordarás?
Bueno, MasterChef Junior es diversión. Pero te diviertes solo si no lo ves como una competencia, sino como un juego. Es una experiencia para disfrutar y llegar hasta donde llegues.
Aunque hay momentos que son súper divertidos. Por ejemplo, uno de mis favoritos, como ya sabéis que estoy un poco loquito, fue tirarme a la piscina de chocolate y que me cayera encima toda la confitura —como le decimos en Cuba—. ¡No, y también ver a los jueces ahí, todos manchadísimos, deslizándose por la plataforma como si fueran nosotros! Fue súper divertido.
Mencionas que uno de tus sueños es regresar a Cuba y ayudar en los restaurantes de tu familia. ¿Qué te gustaría cambiar o innovar en la gastronomía cubana?
A ver, como te he contado antes, una de las cosas que más me inspiran es ir a los restaurantes familiares de Cuba y enseñarles a los chefs todo lo que he aprendido. Una de las cosas que me encantaría mostrarles es la cocina molecular, también conocida como cocina de vanguardia.
Por ejemplo, me gustaría innovar platos tradicionales como la ropa vieja, pero haciéndola con esferificaciones de su propio juguito, bien rico, y su caldito. O también un lechón asado, pero que no sea asado tradicional, sino cocinado al vacío en el roner, con su típico adobito. Y luego acompañarlo con una gelatina de mojo criollo. Más o menos, esa sería mi idea.
¿Cómo crees que MasterChef Junior te ha ayudado a convertirte en una mejor persona y chef?
Primero, me ha ayudado a creer en mí mismo. O sea, antes confiaba en mí, pero no tanto como ahora. Ahora pienso: si me lo propongo, lo hago bien. También me he dado cuenta de que los sueños no se cumplen solos; hay que lucharlos, como dice mi mamá.
Además, he aprendido el verdadero valor del trabajo. Ahí pasábamos horas y horas trabajando. Por ejemplo, en la prueba de Walt Disney Studios Park estuvimos muchísimas horas entre cocinas y grabaciones. Pero cuando algo te gusta de verdad, como a mí me pasó, las horas se convierten en minutos. Para mí, todo pasó tan rápido que sentí como si fuera de un día para otro.
Otra cosa importante es el proceso. Aprendí a disfrutarlo mucho. Y, aunque no ganara, me siento como un ganador solo por haber disfrutado el proceso. Fue una experiencia tan bonita, que siento que gané por dentro al vivirla y aprender tanto de los grandes.
En cuanto a la cocina, me he obsesionado, ¡tanto, que ya mi mamá está hasta preocupada! Me dice que la cocina no es mi responsabilidad, que la tome como un juego. Pero es que yo me lo tomo todo con muchísimas ganas.
A tus 9 años, ya has logrado mucho. ¿Dónde te imaginas dentro de 10 años? ¿Te gustaría abrir tu propio restaurante?
Creo que he logrado mucho a mis 9 años, pero obviamente no lo he conseguido solo. Tengo una red de apoyo increíble: unos padres geniales, una familia maravillosa que me apoya en toda mi formación y en mi vida diaria. Yo tengo 9 años, pero dentro de poco cumpliré 10, y luego ya llegaré a los 19 o 20, ¡estoy en camino!
A mí me gustaría, con la ayuda de mis padres, abrir un restaurancito. Que ese restaurante crezca poco a poco, se haga conocido y termine siendo uno de los buenos, ¡y reconocido por todos!
¿Cómo es tu día a día? ¿Qué otras pasiones tienes además de la cocina?
Tengo muchas pasiones, es verdad, pero ahora mismo estoy obsesionado con la cocina. Me paso el día viendo videos de cocina, cocinando, leyendo y buscando libros sobre el tema. Pero tengo otras actividades que me apasionan. Por ejemplo, me encanta pintar y voy a clases de taekwondo, que son muy importantes para mí.
Otra cosa que considero súper importante es el inglés, porque es prácticamente el idioma del futuro. Si no aprendo inglés, no podría estudiar cocina en el extranjero. Por ejemplo, si quiero ir a una escuela de cocina en Nueva York, tengo que hablar inglés.
Además, me gusta mucho la música. De hecho, tengo un pequeño talento para cantar súper bien con una voz increíble, bailar y hacer teatro. Pero claro, son actividades que tengo que ir haciendo poco a poco, porque mis padres no siempre tienen tiempo. Bueno, no es que no tengan tiempo, pero hay que repartirlo para todo, y eso a veces es difícil.
Aun así, sigo luchando y esforzándome para desarrollarme en todo lo que me gusta.
Por último, ¿qué mensaje les darías a los niños que te siguen y sueñan con participar en programas como MasterChef Junior?
Que luchen por sus sueños, que nunca dejen de amar lo que les gusta y que, aunque se caigan un día, se levanten al siguiente, o incluso se levanten al mismo tiempo. Porque nunca hay que rendirse en la vida. A mí me pasó con el arroz: primero me caí, pero luego me levanté y seguí adelante.
Además, la disciplina es muy importante para nuestra formación. Hay que estudiar, tenemos que formarnos y, sobre todo, hay que saber que todo eso es lo que nos ayuda a llegar lejos.
El pequeño chef se despidió de la competencia en la semifinal, pero se ganó no solo el corazón de los espectadores en España, sino también el de su Cuba querida, un lugar que Marce siempre lleva en su memoria y su cocina.