La percepción de los colores está en parte determinada por el lenguaje que hablamos . El color es un espectro cuyos límites están fijados por las palabras que elegimos. Pero dependiendo del país, las culturas y los idiomas, los límites no son los mismos, según un reciente estudio.
El “azul” de los rusos no es el mismo azul que en español. De hecho, lo que para los hispanoparlantes representa dos tonos de azul (claro y oscuro) corresponde a dos colores distintos para ellos.
El idioma que hablamos cambia los colores que vemos. En Europa, el color naranja no existía antes de la llegada de la fruta . El tono que ahora llamamos “naranja” se describió como “amarillo-rojo” o simplemente “rojo”.
Un equipo de investigación de la Universidad de Nueva York decidió estudiar el fenómeno en cada uno de nuestros sentidos. Veinticinco científicos dirigidos por Asifa Majid, profesora de psicología, examinaron a 323 hablantes de veinte idiomas diferentes: idiomas comunes (inglés, farsi, cantonés, etc.), en peligro (yuracaré) e incluso el lenguaje de señas.
Cada participante tenía que escuchar, comer, tocar y oler los objetos y luego responder a una pregunta como “¿Cuál es este color?” . De acuerdo con las respuestas, los científicos clasificaron cada estimulación sensorial en una escala de “codificabilidad”: una codificalidad alta significa que la estimulación es fácil de describir.
En los experimientos del idioma Semai de Malasia y del Mian de Papua Nueva Guinea, los sujetos no participaron en la prueba de sabor: según los investigadores “principalmente debido al miedo a la brujería”.
“A menudo pensamos que la forma en que experimentamos el mundo debe ser como es”, dice Asifa Majid, pero “el color es un consenso”
El equipo de investigación llegó a la conclusión de que la codificabilidad difiere mucho según la cultura. Los hablantes de inglés aceptan definir los estímulos sonoros o visuales, mientras que los hablantes de farsi o tzetal describen fácilmente el gusto. El olor es difícil de describir para la mayoría de las culturas.
Los científicos de Nueva York comprueban así aquello que afirmaran Nietzche y Flaubert. Para Nietzche “no hay hechos, sino interpretaciones”. O como decía Gustave Flaubert, “no hay verdad, solo formas de percibir”.