Urbano y la bola de cacao gigante

Bigote Gato. Foto: archivos de Bohemia.

Bigote Gato. Foto: archivos de Bohemia.

Su sorpresiva presencia acaparó la atención de todos. Unos preguntaron, incrédulos, que era aquello, otros, argumentaron que se trataba de un enorme huevo fosilizado, o de un meteorito por el color negrezco de su fisonomía. Su silueta, casi redonda, me hizo recordar los pedazos de plastilina con que juegan los niños. La soledad donde fue colocada se convirtió en un punto de reunión.

Varios se acercaron y la miraron como si se tratara de algo exótico, y lo era en realidad.

Entonces, apareció Urbano González Guiza anunciando, como si se tratara de la presencia de un monarca europeo que era aquello. “Ante ustedes la bola de cacao artesanal más grande que se ha confeccionado en Cuba”. ¡Era cierto! ¡Una bola de cacao de 40 libras de peso! El rostro de Urbano se mostraba feliz, cuando el del resto de los presentes era de asombro.

González Guiza, relató como surgió la idea de confeccionar semejante bola, en Baracoa, villa que conserva su tradición chocolatera 500 años después de fundada. Con 60 abriles dedicados al estudio y cultivo del cacao Urbano, como prefiere que lo llamen, atrajo en el pasillo la atención de los presentes por unos instantes. Con fino humor sus palabras fueron describiendo la importancia de esta semilla.

“El cacao es vida para la vida.  Así me gustaría que se nombrara y no como se conoce ahora Theobroma cacao bebida de los dioses, calificativo muy bonito, pero injusto. Soy de los que propone denominarlo como Theobroma cacao vida para la vida. Ese es el nombre que le hace justicia por todas las bondades que le brinda a la vida”, así comenzaba sus respuestas Urbano.

Alguien preguntó cuánto le debe al cacao. Urbano hizo una leve pausa, se llevó su dedo índice de la mano derecha al centro de sus labios. Dirigiendo la mirada hacia el gigante de 40 libras, afirmó como el cacao es el primer miembro de su familia. “Mi vida ha estado vinculada a ella. Todo se lo debo ha ella. Digo que es parte de mi familia, porque si visitas mi casa encontrarás en la entrada dos matas de esta planta, la mayoría de mis libros abordan estos temas, no puedo vivir alejado de una planta de cacao”.

La conversación se volvió una cátedra para todos. Urbano era un mar de gestos, el brillo de sus ojos nos mostraba al campesino sencillo, amante de las plantas y la naturaleza, Describió el trabajo pasado por él y sus compañeros para realizar semejante obra artesanal, cuando una bola normal de cacao no sobrepasa los 200 gramos. Sus palabras se vieron cortadas, cuando le comunicaron su indispensable presencia en uno de los salones para dar otra disertación….de cacao.

Urbano se alejaba, contempló por última vez la esférica gigante. Sabía de su destino final, su mirada perdía el ímpetu de minutos atrás. Aquella masa inamovible sería diseccionada en pedazos y repartida entre los presentes, mientras Urbano, a unos metros, explicaba los privilegios del cacao para la vida.

foto-3

Salir de la versión móvil