La sustentabilidad en la moda es un tema polémico, mientras los vendedores grandes y pequeños luchan por mostrar que cuidan del medio ambiente, el deseo por nuevas prendas decrece y la industria sigue siendo una de las más contaminantes del mundo al tiempo que los activistas ambientales suenan las alarmas.
La industria es la segunda más grande consumidora de agua y es responsable de 8 a 10% de las emisiones globales de carbono, más que todos los vuelos internacionales y el comercio marítimo combinados, de acuerdo con el Programa Ambiental de Naciones Unidas.
“Así que se necesitarían 13 años para beber el agua que se usa para hacer un par de jeans y una camiseta”, dijo Fee Gilfeather, experta en sustentabilidad de la organización no lucrativa OXFAM. “Es una cantidad increíble de recursos ambientales que se requiere para hacer la ropa que usamos”.
Químicos peligrosos, transporte global de productos y empaques no biodegradables se agregan al costo ambiental. El impacto total ha hecho que la industria esté bajo escrutinio entre los clientes que quieren saber dónde y cómo se producen sus prendas. Ahora exigen prácticas éticas y una venta responsable.
Algunos fabricantes y vendedores han encontrado soluciones innovadoras, ya sea a gran escala o más pequeñas.
En el lado de alta gama en el mercado los diseñadores están entusiasmados por hacer que la moda sustentable sea un sinónimo de lujo. En 2015 un reporte sobre sustentabilidad de Nielsen encontró que 66% de los consumidores estarían dispuestos a pagar más por prendas amigables con el medio ambiente. En el lado de bajo costo y ropa de confección también se han hecho promesas.
Inditex, la empresa gigante dueña de Zara anunció un compromiso de sustentabilidad en julio en el cual señaló que quiere hacer todas sus prendas con telas sustentables o recicladas para 2025.
El sector global de moda también abordó el cambio climático al lanzar la Carta de la Industria de la Moda para la Acción Climática en la conferencia de la ONU sobre cambio climático COP24 en Katowice en diciembre de 2018. Importantes marcas de moda, vendedores, organizaciones de proveedores, una importante empresa de paquetería y la organización no gubernamental WWF International acordaron abordar colectivamente el impacto climático de la industria en diferentes sectores. La mexicana Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de ONU Cambio Climático, dijo que la carta surge en un momento en el que “la necesitábamos más”. La carta reconoce el papel crucial de la moda como contribuidor a los gases de efecto invernadero, así como múltiples oportunidades para reducir emisiones. Espera que haya cero emisiones para 2050 y señala varios temas como la descarbonización de la fase de producción, la selección de materiales sustentables y amigables con el medio ambiente y la necesidad de un medio de transporte de bajas emisiones, además de mejorar el diálogo con los consumidores y conciencia sobre esta problemática.
La escala de la carta es amplia, pero a veces los activistas enfrentan enormes retos.
En Gran Bretaña, el Comité de Auditoría Ambiental reportó sobre el problema este año y encontró que el Reino Unido es el país que más ropa compra de todo Europa, desechando 1 millón de toneladas anuales de las cuales cerca de 300.000 toneladas (661 millones de libras) terminan en incineradores o basureros. El comité liderado por la integrante del parlamento Mary Creagh, concluyó que los vendedores de moda deberían hacerse responsables por la ropa que ofrecen. El comité pidió que se hiciera un esquema de responsabilidad de los productores para textiles, que aumentaría un poco el costo de cada producto, también pidió recaudar fondos para invertir en centros de reciclaje para evitar que la ropa termine en los basureros o incinerada. El gobierno británico, entonces encabezado por la primera ministra Theresa May, rechazó todas las propuestas del comité para alarma de Fashion Revolution, un movimiento mundial que pide una mayor transparencia, sustentabilidad y ética en la industria de la moda.
“Nos hizo retroceder por lo menos 20 años. Es inexcusable y francamente imperdonable”, dijo la directora creativa y cofundadora de esa organización, Orsola De Castro. “Uno pensaría ¿por qué algunas de esas recomendaciones no fueron puestas a consideración? Y la realidad es que el gobierno británico en esta ocasión también se vio muy insensible porque hemos visto muchos cambios de política, por ejemplo, en Francia. Y parece que ellos no están alcanzando la velocidad que se requiere en este tema, es algo terrible”.
La industria tiene otros problemas. Ha sido acusada de explotación laboral, aunque la tendencia comenzó a cambiar después del desastre de Rana Plaza en 2013, cuando un edificio de ocho pisos donde se fabricaba ropa en Dhaka, Bangladesh, colapsó y mató a 1.134 personas.
“Hemos visto un enorme aumento en la demanda pública no solo de mejores productos, sino de mejores hábitos de compra y ahora vemos una generación que está aplicando su escrutinio, que quiere saber qué marcas son responsables y obviamente la transparencia ha ido en aumento desde el desastre de Rana Plaza”, dijo De Castro.
Pero el cambio más significativo en la industria y la acción masiva de los consumidores aún está por verse, agregó.
“¿Cambios reales efectivos? No creo que veamos ningún impacto particular, pero hay que poner atención en cuanto a la conciencia social, es una enorme diferencia”, dijo De Castro.