El pasado 6 de enero nació una hembra de manatí antillano en Faunia, un jardín botánico y zoológico de la capital española donde se recrean diversos ecosistemas y se ha convertido en un centro de referencia europeo en la reproducción de esta especie, considerada en peligro de extinción.
El nacimiento de esta criatura está inscrito en el Programa Europeo de Especies Amenazadas de la Asociación Europea de Zoos y Acuarios.
El hábitat de estos mamíferos son las aguas cálidas como el mar Caribe, y su reproducción en cautiverio es muy compleja, por eso se celebra con toda gala a esta pequeña que nació con 25 kilogramos y 95 centímetros de largo.
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La pequeña manatí que nació en un estanque de agua a 28 grados de temperatura será presentada hoy 14 de febrero al público y a la comunidad científica como un nuevo avance para la supervivencia de este peculiar mamífero herbívoro en riesgo de extinción.
Después del nacimiento hubo que esperar el primer mes, que se considera el tiempo crítico para su supervivencia.
En Faunia el público puede interactuar con los manatíes y alimentarlos dentro del agua en lo que constituye una experiencia única en toda Europa.
La madre manatí se llama Fiona, como la princesa hechizada del animado Shrek. El padre Bruno y una hermana de tres años nacida también en cautiverio, llamada Aceituna.
La pequeña manatí aún no tiene nombre, se espera en los próximos días se vote una propuesta de tres nombres a través de la web de Faunia.
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Los cuidadores de la cría la han descrito como muy activa y con una gran cantidad de pelo.
Además de amamantar, la nueva manatí ha comenzado a comer pequeñas porciones de los 30 kilos de verduras que come su madre Fiona diariamente.
Según informa la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN) los manatíes antillanos están amenazados en la actualidad, principalmente por las colisiones con los motores de embarcaciones, la poca adaptación a los cambios de temperatura del agua y el deterioro de su ecosistema.
Los manatíes o vacas marinas como se le conoce popularmente, viven en aguas poco profundas tanto saladas como dulces, y son herbívoros que pasan una gran parte del tiempo buscando plantas del lecho marino cerca de las costas. Pueden llegar a vivir hasta 80 años y su edad adulta es a partir de los 4 años de vida.
Científicamente se conocen como Trichechus manatus que es un género de mamíferos sirénidos de la familia de los triquéquidos.
El nombre manatí parece provenir de las lenguas originarias del Caribe, y significa “con mamas”.
Cristóbal Colón, en su primer viaje a América avistó estos animales y escribió en su diario: “En el día anterior [08 de enero 1493], cuando el Almirante fue a Río del Oro [Haití], dijo que vio con toda claridad tres sirenas que surgieron fuera de la mar; pero no son tan hermosas como se dice, porque sus caras tenían algunos rasgos masculinos”.
Los manatíes antillanos tienen sus primos en los dugongos en las aguas del Océano Pacífico. Se tiene evidencia de pinturas rupestres de hace 3,000 años en la cueva Tambun de Malasia donde aparecen pintados estos mamíferos. De hecho en Palua, un conjunto de islas del Pacífico, el dugongo está en el centro de sus tradiciones y cultura.
Dugongo se traduce como “mujer del mar”, y en estas islas existe la leyenda de que mujeres jóvenes se convirtieron en estos mamíferos, y que ayudan a los pescadores cuando están perdidos en el mar.
Completan la familia del manatí antillano, los manatíes de África Occidental, el manatí del Amazonas, y la vaca marina de Steller que se extinguió en 1768 por su caza excesiva.
El manatí tiene parentesco evolutivo con el elefante y el damán que es un pequeño mamífero.
En los mares del Caribe y el Golfo de México la población del manatí supera los 10,000 ejemplares, y en algunos países del área se está recuperando la especie, como en los Estados Unidos que en el 2016 se contabilizaron unos 6,350 manatíes.