A sus 5 años, Diago usa con destreza computadora y tablet. Pero su contacto con estos dispositivos no fue prematuro, ni espontáneo. Su abuela Kenia, muy involucrada con su formación, se acercó a especialistas para conocer cuál era “la edad correcta” para incentivar en su nieto el uso de la nuevas tecnologías.
“Pregunté a un psiquiatra infanto-juvenil y a una psicóloga amiga mía, y ellas me hablaron de los efectos negativos del uso temprano de esos equipos en la socialización y en el desarrollo del lenguaje. Por eso pensé en una estrategia para la casa: que no viera películas de muñe antes de los 3 años. Nada más le ponía canciones con muñequitos de fondo mientras él hacía otra cosa como comer, pero siempre alguien cantaba las canciones y hacía mímica; y nunca era por más de 10 minutos”.
Ella había escuchado, además, del llamado autismo sobreimpuesto. También conocía sobre niños retraídos, con dificultades para comunicarse, y que preferían pasar muchas horas frente a la computadora antes que ir a jugar. Los padres, para mantenerlos tranquilos, solían dejarlos viendo dibujos animados o videos musicales.
“Después de los 3 años lo dejé tocar el mouse de la PC y en una semana ya sabía buscar todo y manejarlo a la perfección. Después de los 4 años, le permitía hasta una hora de muñe y películas con alguien cerca para responder las preguntas sobre el significado de palabras que no entiende y explicar algunas cosas que le llaman la atención”, cuenta la abuela.
El resultado del asesoramiento fue un niño muy activo, que socializa sin problemas. Diago prefiere los juegos con pelotas y con juguetes a los de PC, pero sabe usar estos últimos perfectamente, y los disfruta.
“Su lenguaje es claro, coherente y bien desarrollado. Cuando se sienta frente a una película no es para verla pasivamente: es para que te agarres con las pregunticas que a veces da trabajo responder”, dice Kenia.
Casos como el de Diago, en que los familiares planifican la introducción de los niños en las tecnologías, podrían ser historias escasas. Muchas veces los primeros contactos son accidentales, o intencionalmente para mantenerlos entretenidos.
Después, las interacciones con los dispositivos electrónicos cambiará cuando comience el contacto con las redes sociales, en las que Cuba incrementó su presencia en un 368 por ciento, de acuerdo con el reporte Digital in 2017 Global Overview, debido a más de 500 puntos de navegación pública wifi y las más de 4,5 millones de líneas de teléfonos móviles en el país.
Cuando llegan las redes
A los 11 años, los padres de Susana le cumplieron el sueño de tener una PC. A los 12 tuvo su tablet y su smartphone. En 2015, cuando tenía 13 años, conoció el Paquete y SNet, una red cubana clandestina fuera del control estatal. Allí chateaba, buscaba información y jugaba en red, con personas que en su mayoría no conocía.
“Con el celular la tenía localizada y por eso veía la necesidad. También ya casi todos los niños de su escuela lo tenían. Era la farándula del momento”, dice Tamara, madre de Susana.
Una encuesta realizada a 1,897 adolescentes y jóvenes de todo el país, entre los 12 a 34 años, mostró que el 94 por ciento de los consultados utiliza las tecnologías de Información y Comunicación (TICs) y, y que el dispositivo al que se tiene mayor acceso es el teléfono móvil.
El estudio mostró que la mayoría de los adolescentes y jóvenes cubanos “ha aprendido a utilizar Internet y sus servicios por ellos mismos, o con ayuda de familiares y amigos, al tiempo que menos del 10 por ciento refiere haber pasado algún curso de Informática”.
El aprendizaje, en muchas ocasiones es mimético: pongo una foto sexy en el perfil porque lo veo hacer; o comparto todos mis eventos y pensamiento por la misma razón.
En el mundo se han creado herramientas para este grupo etáreo para tenerlos alejados de los contenidos de adultos en la web. Por eso existen Messenger Kid –versión del Messenger de Facebook, para menores de 13 años– o un motor de búsqueda para niños, que son poco conocidos y menos usados en Cuba.
Incluso, las redes sociales han intentado poner restricciones a los menores en Estados Unidos, para no incumplir una ley federal: la Regla de Protección de la Privacidad de los Niños en Internet. El objetivo de esta es velar por cómo se recopilan y usan los datos de los niños y dar el control a los padres.
Pero se ha demostrado que las limitaciones no siempre se cumplen y los menores siguen usando las redes de los mayores. Messenger Kid tampoco es la solución del tema. Como explica el antiguo especialista en ética de diseño de Google Tristan Harris, “Es como si Coca-Cola inventara un refresco para niños. Su objetivo es vender azúcar, así que el bienestar de los niños no puede ser su preocupación principal”.
Eventualmente los cubanos llegarán a Internet a edades más tempranas. Serán más los perfiles de menores edad en Facebook o Instagram. En Cuba, entonces, los efectos podrían ser similares al resto del mundo.
Más acceso puede tener también consecuencias que podrían afectar la salud y estabilidad emocional en estas edades. El acceso a la red y a las TICs para los cubanos es todavía precario, pero lo que puede ocurrir no es poco preocupante.
En este entorno, el ciberbullyng, el grooming o el sexting, incide en los adolescentes y niños más pequeños pueden sufrir el autismo sobreimpuesto. Todos estos fenómenos también empiezan a verse en Cuba, pero con diferencias notables, sobre todo, por la ausencia de un marco regulatorio o estrategias educativas.
“Me preocupa que estamos presentando a los niños algo que realmente no necesitan, y creo que el objetivo de empezar desde tan jóvenes es incorrecto”, dice Larry Rosen, un investigador estadounidense, en el artículo Messenger Kids, el Facebook para niños, debería aterrar a los padres.
Si esto pasa con la versión más “ligera” de Facebook, qué no ocurrirá cuando el acceso sea a la propia red social, en la cual convergen con los adultos. Cabría preguntarse sobre las competencias de los menores cubanos para vivir y crecer en estos escenarios cada vez más digitalizados, quienes reciben los tablets, computadores y móviles, sin que a veces tengan las herramientas y la preparación para usarlos sin perjuicio.
Cuando salen de casa, la escuela tampoco ayuda. En el entorno educativo, los planes de estudio o asignaturas como computación, a esas edades, enseñan muchas veces solo nociones muy básicas y reduccionistas que ya los estudiantes dominan. Adolescentes como Susana, cuando llegan al preuniversitario, sienten que las clases de Informática no funcionan, porque ya ellos “se lo saben todo”.
Rafael Guerrero, director de Darwin Psicólogos y profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid recomienda “fomentar estrategias y habilidades en los niños como la paciencia, la tolerancia a la frustración, aprender a aburrirse, el trabajo en equipo y la empatía, entre otras habilidades. Una vez que tengan bien adquiridas estas habilidades y posean los recursos necesarios, ya podrán utilizar de un modo responsable las nuevas tecnologías”.
Ese aprendizaje comienza en el hogar y debe continuarse en la escuela. Para Cuba, aun con las limitaciones de su acceso a la red, la alerta también vale.
El artículo presenta el argumento poco original de las aptitudes exageradas de un menor, algo casi normal en los padres que alaban la inteligencia de su hijo. ¿Ha pensado el autor lo que significa usar con destreza una computadora; o manejar perfectamente un juego de computadora? Vamos!
El fenómeno digno de atención aquí es la obsesión de los padres cubanos con que su hijo tenga computadora o tableta o smartphone, sin capacidad de pago ni de mantener el servicio de conexión. Yo era niño sin televisor ni artículos suntuosos y te aseguro que nunca envidié a los que los tenían y que era feliz. Jamás se me ocurrió pedirle algo a mis padres porque sabía la situación económica que me había tocado. Más bien colaboraba con la economía cuando la escuela me lo permitía. Me daba pena que las niñas de mi aula me vieran vendiendo algo, pero no había de otra. Yo creo que tanta pajarería actual está de cierto modo relacionada con esta falta de contacto con la realidad.
Regular es lo primero que viene a la mente y es el primer error que se comete. Educar es lo principal. Los niños y jóvenes necesitan tener acceso a Internet y a las nuevas tecnologías. Piensen en eso como en el proceso de permitirle a los hijos salir solos a la calle. Primero se les enseña a cruzar la calle, luego a que vayan a lugares cercanos y se les da luego la libertad de ir a donde deseen. A nadie se le ocurriría esperar a que fueran mayores de edad para comenzar ese proceso. Lo que pasa es que lo nuevo da miedo y se tiende a satanizarlo. Lo lamentable es que ese es el discurso oficial y pasará mucho tiempo antes de que se empiece a pensar en el problema de manera constructiva.