Los pobladores de San Juan de los Remedios, cansados de güijes, demonios y brujas, que los agobiaban, se reunieron para hallar una solución. Unos apostaban por quedarse, defender el territorio, no bañarse en los ríos, no salir tarde en la noche… cerrar los ojos.
Tras años de incertidumbre, algunas familias de la villa de San Juan de los Remedios decidieron asentarse más al interior del territorio, donde ni los seres míticos ni los corsarios o piratas pudieran acceder con facilidad. Atrás dejaban mitos, leyendas, y dos iglesias que habían construido –en el centro mismo de la villa– para la Virgen del Buen Viaje.
A más de 40 kilómetros de distancia de la tierra natal, erigieron sus casas en el hato Antonio Díaz, en la Loma del Carmen y, a la sombra de un árbol de tamarindo, fundaron el 15 de julio de 1689, la actual Santa Clara.
Católicos raigales, pronto se vieron inmersos en la construcción –con madera y guano– de la iglesia que marcaría el meridiano del nuevo asentamiento y, cuando las condiciones económicas lo permitieron y aumentó la población, rehicieron en 1725 –ya entonces con ladrillos y tejas– la pequeña parroquia.
Los más acaudalados aportaron joyas, dinero, contrataron servicios de albañilería, carpintería y tornería. El resto de los habitantes, como la pobreza no les permitía más que alimentarse, se ofrecieron como mano de obra con tal de tener, para todos, una iglesia linda donde profesar su religión.
Según refieren las memorias escritas de esa época, la recién edificada Iglesia Parroquial Mayor tenía una sola nave con dos capillas laterales, un campanario con cuatro campanas: dos pequeñas muy antiguas y dos mayores que, en su tiempo, fueron las mejores de la Isla; se afirmaba que su increíble sonoridad se debía a las cuantiosas joyas de oro y plata, monedas, y cobre extraído de las minas de Maleza, utilizados en su fundición.
Misas, bautizos, bodas… todo transcurrió en paz hasta que, en 1907, los gobernadores y alcaldes de turno comenzaron a considerar la ampliación del parque ubicado en el centro de la ciudad, porque Santa Clara se había convertido en la capital de la provincia Las Villas.
En ese parque también estaba, desde la creación misma de Santa Clara –cuando vivían pocas familias y proliferaban arboledas en lugar de caminos, y casas de guano en lugar de las de mampostería–, la Iglesia Parroquial Mayor, que con tanto esfuerzo habían construido los fundadores.
Los habitantes vieron amenazado el templo, hacia 1911, tras la cimentación de la glorieta de música, futuro centro de la plaza, a escasos metros de la parroquia. La demolición de la Iglesia Parroquial Mayor sería inaplazable.
El 22 de agosto de 1923 comenzaron a derribarla. El Padre Tudurí se empeñó en reconstruirla, pero fue en vano. (El ímpetu de aquel sacerdote era tan grande que, un día, se presentó ante el presidente cubano de entonces, Gerardo Machado, y le pidió ayuda para rehacer la Parroquial Mayor. El magistrado se negó, y cuentan que Tudurí, sin perder la compostura, le vaticinó: “No importa, Gerardo, Santa Clara te lo cobrará”. Resulta curioso que el presidente Gerardo Machado perdiera el poder un 12 de agosto, mientras en la ciudad de Santa Clara se celebraba la festividad por la patrona Santa Clara de Asís.)
En el lugar que antes ocupaba la torre de la iglesia se develó, en 1924, una estatua de Marta Abreu, la benefactora de la ciudad.
De la Iglesia Parroquial Mayor solo quedan fotos antiguas y el relato de algún anciano que la recuerde. Hoy Santa Clara tiene cuatro iglesias católicas, pero ninguna en el centro histórico. Mientras San Juan de los Remedios, villa madre de la ciudad de Santa Clara, sí conserva sus dos iglesias en el mismo parque, pese a güijes, demonios y brujas.