Una buena novela nos dice la verdad sobre su protagonista;
pero una mala nos dice la verdad sobre su autor.
Gilbert Keith Chesterton
Donald Trump posee la irrefutable capacidad, con sus tweets, de ser conciso, alocado, explosivo. Es capaz de decir mucho y nada, al más loable estilo de ciertos cuentos cortos que habitan algunas antologías.
Sus pequeños textos tienen argumento, trama, y misterio. Sean Spicer, secretario de prensa de la Casa Blanca, dijo a principios de junio que deberían tomarse como declaraciones oficiales. Una especie de literatura presidencial para el futuro.
Trump usa compulsivamente la red social. Horas después –arrepentido o quizá porque algún buen consejero le advierte– suele borrar algunos. Hay de todo tipo: desde políticamente incorrectos, hasta agresivos e irrespetuosos.
Otros se han vuelto virales y establecen tendencias. Es el caso del ya famoso de la madrugada del 31 de junio, que decía: “Despite the constant negative press covfefe”. Sería borrado pocas horas después.
Las especulaciones al respecto son variadas. Para algunos fue solo un error del presidente al emplear el intrigante –e indescifrable término– covfefe. Pero Spicer atizó el fuego cuando declaró a la prensa que: “El presidente y un pequeño grupo de personas conoce exactamente lo que significa”.
Los tweets de Trump son altamente inestables y provocan, muchas veces, una reacción en cadena. El sitio The Hill reseña que hasta el 15 de junio pasado, la Oficina de Patentes y Marcas de los Estados Unidos había recibido más de 30 solicitudes de marcas que contenían la palabra “covfefe”.
Las solicitudes fueron presentadas por empresas y personas, incluido un neoyorquino que pretende usarla para vender ropa para mascotas domésticas.
Los memes comenzaron a llover a través de Internet. NBC publicó varias de las ocurrencias de los usuarios sobre el término ya popular, incluso una “traducción” del inglés al ruso.
This is #covfefe translated from Russian. pic.twitter.com/1Im7ZzLO0Y
— Kristina Wong ❄️ (@mskristinawong) 31 de mayo de 2017
Como parte de las reacciones, el diputado demócrata Mike Quigley, de Illinois, presentó la “Communications Over Various Feeds Electronically For Engagement” Act, conocida como la COVFEFE Act. El nombre –nótese el rejuego lingüístico– usa cada una de las letras del término.
El objetivo es enmendar la Ley de Registros Presidenciales para clasificar los posts de medios sociales como comunicaciones presidenciales oficiales que necesitan ser preservadas para la posteridad.
Trump ha borrado varios de sus tweets que son joyas de la concisión. “El Papa, quien vive en El Vaticano, una ciudad fortificada con grandes murallas piensa que está mal construir un muro. ¿De verdad?”, fue una de ellas.
Sobre su encuentro con Abas en mayo, tuiteó: “Es un honor recibir al presidente Mahmoud Abbas en la Casa Blanca hoy. Ojalá algo bueno pueda surgir entre los palestinos e Israel”. Lo suprimiría 13 horas más tarde. O aquella pieza diminuta y fugaz del 12 de mayo que duró apenas 30 segundos: “We”.
Como si no bastara, sus tweets se convirtieron en “arte” con la apertura de “The Donald J. Trump Presidential Twitter Library”, en una edificación a pocos pasos de su mítica Torre Trump, en Nueva York.
La exposición fue gratuita y abierta al público. Como si se tratara de obras de arte, los tweets del presidente aparecieron enmarcados en la pared. Con este montaje, la galería imitó la estética de un museo.
Según promocionaba un tweet de The Daily Show, uno de los organizadores del curioso evento: “Sólo este fin de semana! Aparte de la lluvia nuclear, estos tweets serán el legado más duradero de Trump”.
El impacto fue inmediato. La afluencia fue tal, que se extendió la hora de visita al recinto para que el público observara el curioso montaje, con algunos de los más famosos mensajes que el mandatario colgó en Twitter.
Por la red social, el mandatario de los Estados Unidos se comunica con el público y hasta publicita sus entrevistas con los medios de comunicación. Twitter sirve para que, como buen maestro del relato breve, Donald Trump diga lo que quiere, como gusta de hacerlo: inopinadamente.