El nacimiento del pueblo de Gloriosa Santa Clara ocurrió un 15 de julio de 1689 bajo un frondoso tamarindo. Allí escucharon la primera misa los pobladores que habían venido de San Juan de los Remedios –la octava villa fundada por los españoles en la Isla y Ciudad Monumento para fundar este nuevo poblado.
Los historiadores aún no se ponen de acuerdo sobre las razones que obligaron a las familias residentes en la costa a marchar tierra adentro y fundar un nuevo asentamiento. Muchos indican que fue huyendo de los constantes ataques de corsarios y piratas que asolaban la zona del centro del país durante los siglos XVI y XVII, otros que éste solo fue un pretexto para disfrazar los motivos económicos de la partida.
Lo cierto es que Santa Clara quedó fundada hace ya 323 años y como constancia de ello se erigió un monumento en el parque El Carmen, cercano a la iglesia de igual nombre.
Pero habría de ser otro parque y otro monumento los que identifiquen a la ciudad en el cariño y el recuerdo de sus pobladores o de los que vienen a conocerla desde los más disímiles puntos de la isla y del planeta. Ellos son el parque Leoncio Vidal y la escultura el Niño de la Bota Infortunada.
En el parque y sus alrededores se concentra la vida de la ciudad. El ritmo de la urbe santaclareña pasa por sus bancos, por los pasos que sobre él resuenan en cualquiera de las direcciones posibles. El Vidal es lugar de encuentros, inicio de los caminos o simplemente un punto en el trayecto del día.
El Niño de la Bota Infortunada ha acompañado a la ciudad y sus habitantes desde 1925. Antes, la figura había seducido al coronel Francisco López Leiva desde las páginas del catálogo de la J.L Mott Company de New York, casa de venta de objetos de artes. Éste la hizo traer a Cuba para instalarla en la fuente que él mismo había diseñado.
Así apareció en el parque el infante de calamina, con gorra, uniforme militar, calzado por una sola bota pues la otra la sostiene en la mano, y es por un agujero de ésta del que sale el surtidor de agua cristalina que comenzó a verter el 15 de julio de 1927 cuando se inauguró el parque Vidal, justo en el aniversario 238 de la fundación de la villa.
Años más tarde la estatuilla que recuerda a los niños tamborileros que participaban en la guerra del norte contra el sur en los Estados Unidos, quienes muchas veces daban de beber en sus propios calzados a los soldados sobrevivientes; fue sustituida al ser dañada la primera.
Fue reemplazada hacia la década del 70 del siglo pasado por una similar construida en bronce fundido para beneplácito de los lugareños. Así de manera imprevista se sumó una nueva copia a las 23 hechas por la casa de ventas J.L Mott de la original fabricada en Italia, que se encuentran diseminadas por distintas ciudades del mundo.
Lo cierto es que los residentes de Santa Clara como cualquier otro cubano tiene al Niño de la Bota Infortunada como uno de los símbolos de esta ciudad junto al teatro La Caridad y el complejo monumentario dedicado al Che Guevara.
Aunque fue traída desde otro país y nada tiene que ver con las raíces culturales cubanas la pequeña escultura posibilita identificar esta ciudad situada en el centro de la Isla, punto casi ineludible tanto para los que se trasladan hacia el oriente del país como para los que vienen de él.