Cazando una foto, velando por intereses gremiales, o simplemente caminando por el Mónaco, Ricardo López Hevia es un tipo auténtico. Es su filosofía de vida, y no hay consagración ni nombre ganado que se la haga cambiar: siempre audaz, siempre consecuente, pero sobre todo, siempre auténtico.
“Así tiene que ser Charlón, lo demás es por gusto”, me aseguró este fornido foto-reportero del diario Granma, cuando le pregunté qué necesitaba la prensa deportiva cubana. “No solo la deportiva, la prensa cubana necesita ser más auténtica, porque solo la autenticidad garantiza respeto y credibilidad, sin perder la perspectiva”.
Y Ricardito, o simplemente Ricky, no la pierde. Hijo y sobrino de gatos, era inevitable que cazara ratones, pero nadie le regaló nada, salvo mucho trabajo y consejos. Disfruta sus logros porque se los ganó en interminables tandas de laboratorio y faena, y porque sabe que la gloria es efímera en un campo tan dinámico como el suyo, que lo obliga a reinventarse constantemente para dominar las nuevas tecnologías y tendencias.
"Si algún logro he tenido como profesional, se lo debo a mi etapa en los viejos laboratorios de revelado. El laboratorio me enseñó a componer, iluminar, a incorporar conceptos de comunicación. Todos los días tenía la enorme responsabilidad de revelar 50 o 60 fotos de profesionales establecidos, y ahí fui aprendiendo”, cuenta.
Tantas imágenes pasaron por sus manos y sus ojos en aquellas madrugadas que su “disco duro” mental grabó un formidable archivo de fotos e intencionalidades, muy valiosas cuando salió del cuarto oscuro y se puso tras el lente. Tampoco es un purista del género. Aunque tiene claro que con las nuevas tecnologías se gana en inmediatez, considera que la clave es el fotógrafo, no la cámara, aunque esta ayude.
“Con un buen equipo se logran buenas imágenes, pero no basta. Por ejemplo, el fotoperiodismo deportivo requiere especialización. Para comunicar hacen falta tanto conocimientos de la técnica fotográfica como de las características de la disciplina, del reglamento, del deportista y de su proyección”, explica.
Aunque no discrimina temáticas, confiesa que su pasión es el béisbol: “Me fascina. Me emociona llegar al estadio y escuchar las trompetas y a la gente gritando. Incluso la noche anterior sueño con la cobertura, me concentro y voy a buscar las imágenes que quisiera lograr. A veces aparecen, a veces no, pero que nunca me coja desprevenido”, advierte.
Tal capacidad de anticipación le ha permitido lograr instantáneas de premio, aunque ninguno se compara al privilegio de haber trabajado en varios Juegos Olímpicos:
“La oportunidad de cubrir las Olimpiadas siempre es exclusiva, como profesional y como furibundo amante del deporte. Ver a figuras que serán emblemáticas siempre, como Usain Bolt, Michael Phelps o LeBron James, te da una sensibilidad especial para combinar ambas pasiones. Por ejemplo, Bolt es impresionante, no solo por el símbolo deportivo que es, sino por su carácter, por mantener esa ingenuidad de haber salido de un mundo bien simple sin perder sus raíces. Te digo, su alarde nunca cae “pesao”, y si es cautivante al competir, lo es aún más al proyectarse, como alguien que ha logrado tanto por su esfuerzo, por entregarse a lo que ama”, evoca.
Bolt es, precisamente, uno de los protagonistas de una exposición que Ricardito presentó junto a su colega y amigo Marcelino Vázquez en la sede de la Unión de Periodistas de Cuba, organización de la cual es vicepresidente. En 15×15, ambos mostraron la parte oculta de su obra, que también padece las limitaciones espaciales de los medios impresos en Cuba, pese al alivio de las redes sociales.
Es inevitable preguntarle por su difunto padre, Ricardo López, y su tío Raúl. Dos “heavy weights” del fotoperiodismo cubano, maestros directa o indirectamente de varias generaciones de recién llegados a esta ingrata pero subyugante profesión:
“Este camino no fue casual, desde niño veía todo su trabajo, sentado horas y horas en el laboratorio me llevaron a este sendero que no traté de evitar porque es lo que siempre soñé. Ellos me transmitieron toda su experiencia, nunca se guardaron nada, al contrario. Me legaron la mayor riqueza: entregarme cien por ciento a lo que me gusta, poder realizarme con mi trabajo”.
En resumen, a ser un tipo auténtico…