El pasado 5 de mayo el Comité de Emergencia de la OMS declaró que la emergencia sanitaria por coronavirus, que comenzó el 30 de enero de 2020, llegaba a su fin. En el anuncio, el director general de la agencia de la ONU recordó que, hace 1221 días, la Organización era notificada de un conglomerado de casos de neumonía de causa desconocida en Wuhan, China.
“El 30 de enero de 2020, por consejo de un Comité de Emergencia convocado en virtud del Reglamento Sanitario Internacional, declaré una emergencia de salud pública de importancia internacional por el brote mundial de COVID-19 el nivel más alto de alarma en virtud del derecho internacional”, dijo en el comunicado el doctor Tedros Adhanom Gebreyesus.
En aquel momento de incertidumbre, fuera de China se habían notificado menos de 100 casos y ninguna muerte, señaló Tedros, antes de comentar que “en los tres años transcurridos desde entonces, el COVID-19 ha puesto nuestro mundo patas arriba”.
En estos tres años la OMS fue notificada de casi 7 millones de muertes por el coronavirus, pero se sabe que el número real de víctimas es superior: al menos 20 millones, según los datos que la propia organización maneja. Además de los fallecimientos, el doctor Tedros recordó que los sistemas de salud se han visto gravemente afectados y millones de personas no pudieron acceder a servicios sanitarios esenciales debido a la alta demanda.
El dirigente comentó que, por más de un año, la pandemia ha seguido una tendencia descendente que “ha permitido a la mayoría de los países volver a la vida que conocían antes de la COVID-19”. De hecho, desde principios de año la cifra de contagios y muertes reportadas por la enfermedad se ha ido reduciendo a nivel global: en la última semana de abril, la OMS confirmó 630 mil casos en el mundo y 3 500 muertes, cuando en enero se superaba el millón de positivos y los 14 mil fallecidos, en parte a causa de una ola de contagios en China.
“Ayer, el Comité de Emergencias se reunió por decimoquinta vez y me recomendó que declarara el fin de la emergencia de salud pública de importancia internacional. He aceptado ese consejo. Por lo tanto, declaro con gran esperanza el fin de COVID-19 como emergencia sanitaria internacional”, anunció.
Un momento de celebración
“Es un momento de celebración, logrado tras el incasable trabajo de millones de sanitarios, de mucha innovación e investigación, de difíciles decisiones tomadas por los gobiernos y de sacrificios que todos hemos tenido que hacer”, dijo Tedros en su comunicado reciente.
Sin embargo, el representante aseguró que una de las peores partes de la tragedia de la COVID-19 es que no tendría por qué haber sido como fue. Precisó que existen las herramientas, la tecnología y las condiciones para hacer frente de forma más eficiente a este tipo de situaciones y mitigar su impacto.
“Lo peor que los países podrían hacer ahora es utilizar esta noticia como excusa para bajar la guardia, desmantelar los sistemas que han construido o enviar a la población del mensaje de que no hay que preocuparse ya”, advirtió. “Miles de personas en el mundo luchan por su vida en unidades de cuidados intensivos”.
Mucho más que una crisis sanitaria
Como expresó el director de la OMS, la pandemia ha sido mucho más que una crisis sanitaria. Su impacto en los diferentes órdenes de la vida de los países ha sido enorme. Veamos algunas de estas repercusiones:
Impacto económico: “La mayor crisis en más de un siglo”
Según un informe del Banco Mundial correspondiente a 2022, la pandemia de COVID-19 generó una onda expansiva que afectó a toda la economía mundial y desencadenó la mayor crisis en más de un siglo. Esto condujo a un aumento drástico de la desigualdad interna y entre los países.
En el inicio de la pandemia se puso en marcha una respuesta decidida a través de políticas económicas que, aunque logró mitigar los costos humanos más graves a corto plazo, dio lugar a nuevos riesgos, como el fuerte aumento de los niveles de deuda privada y pública en la economía mundial, que afecta las perspectivas de recuperación, precisó el informe.
Estos impactos fueron especialmente graves en las economías emergentes, como la cubana, donde las pérdidas de ingresos pusieron de manifiesto y exacerbaron ciertos factores de fragilidad económica preexistentes.
La crisis tuvo un impacto drástico en la pobreza y la desigualdad en todo el mundo. La pobreza mundial se incrementó por primera vez en el curso de una generación. Se estima, además, que entre 75 y 95 millones de personas fueron empujados a la pobreza en estos años. La pérdida de ingresos también fue mayor entre los jóvenes, las mujeres, los autónomos y los trabajadores ocasionales con niveles más bajos de educación formal.
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Impacto social de la pandemia: los niños y los jóvenes entre los más afectados
Otro informe del Banco Mundial del 16 de febrero de 2023 afirma que la pandemia provocó un “colapso masivo del capital humano” en momentos clave del ciclo de la vida, lo que altera negativamente el curso del desarrollo de millones de niños y jóvenes de países de ingreso bajo y mediano.
En el documento se llega a la conclusión de que los estudiantes de hoy podrían perder hasta el 10 % de sus ingresos futuros debido a las crisis en los sistemas educacionales provocadas por la COVID‑19. Por otra parte, el déficit cognitivo en los niños pequeños del presente podría traducirse en una disminución del 25 % en los ingresos cuando sean adultos.
“Los cierres de escuelas, los confinamientos relacionados y las disrupciones en servicios durante el curso de la pandemia han sido una amenaza que podría destruir décadas de avance en la generación de capital humano” dijo David Malpass, presidente del Grupo Banco Mundial.
Debido a la pandemia, los niños en edad preescolar han perdido más del 34 % del aprendizaje en lengua y alfabetización tempranas, y más del 29 % del aprendizaje en matemáticas, en comparación con las cohortes anteriores a la pandemia. En el caso de los niños en edad escolar, en promedio, por cada 30 días de cierre de escuelas los estudiantes perdieron alrededor de 32 días de aprendizaje debido a medidas ineficaces de aprendizaje a distancia, implementadas como alternativa a la crisis de la enseñanza presencial.
En los países de ingresos bajos y medianos, casi 1000 millones de niños perdieron al menos un año completo de educación presencial debido al cierre de las escuelas, y más de 700 millones perdieron un año y medio. En consecuencia, la pobreza de aprendizaje —que ya era del 57 % antes de la pandemia— ha aumentado aún más en estos países, y se estima que el 70 % de los niños de 10 años no puede comprender un texto básico.
La COVID-19 golpeó duramente el empleo entre los jóvenes. A fines de 2021, 40 millones de personas jóvenes que habrían tenido un empleo en condiciones normales no lo tenían. Los ingresos de este grupo se contrajeron un 15 % en 2020 y un 12 % en 2021. Los datos de Brasil, Etiopía, México, Pakistán, Sudáfrica y Vietnam indican que el 25 % del total de los jóvenes no recibió educación, empleo ni capacitación en 2021.
Impacto político de la pandemia: “La COVID-19 ha exacerbado las divisiones políticas dentro de las naciones y entre ellas”
Según el director de la OMS, la “COVID-19 ha exacerbado las divisiones políticas dentro de las naciones y entre ellas. Ha erosionado la confianza entre las personas, los gobiernos y las instituciones…”.
Cuando la disminución progresiva del número de casos se hacía evidente y ya se vislumbraba una discreta recuperación de la economía mundial, estalló la guerra en Ucrania, echando por tierra cualquier esperanza de normalidad. Esta guerra trajo como consecuencia un aumento en el precio de los hidrocarburos y de la inflación a nivel mundial, una desaceleración de la recuperación económica y una mayor división entre Occidente y Rusia. Por otro lado, las relaciones entre China y Estados Unidos, dos grandes potencias económicas, han vivido momentos de mucha tensión en este tiempo.
Por otro lado, la lista de países cuyas sociedades han vivido momentos de crisis durante estos tres años sería interminable. El inédito asalto al Capitolio en los Estados Unidos, protestas en Canadá, Francia, Holanda y el propio Gigante Asiático, que obligaron a dejar atrás la política de “Cero COVID” son una muestra de cómo han impactado en la crisis tanto la emergencia sanitaria como las medidas que se adoptaron para contenerla.
La pandemia en Cuba
En nuestro país, los primeros casos de la pandemia se diagnosticaron el 11 de marzo de 2020. Desde entonces, según las cifras oficiales se han diagnosticado en nuestro país 1 113 507 casos de la enfermedad, con 8 503 fallecidos.
Sin embargo, una análisis en profundidad de las cifras oficiales durante los años 2020 y 2021 arroja que existió un exceso de mortalidad de 55 200 fallecidos en el 2021, casi 50 mil más que lo que había previsto la OMS para nuestro país. El 85 % de este exceso de fallecidos afectó a los mayores de 60 años y, en especial, a los que tenían más de 75 años con más de 30 mil defunciones.
Exceso de mortalidad en Cuba: como una chispa en la paja seca
Por lo demás, nuestro país no ha estado exento del impacto económico, social y político que este fenómeno ha tenido en todo el mundo. La isla continúa sumida en una difícil situación económica en la que la pandemia es factor contribuyente. En el verano de 2021 tuvieron lugar en el país las mayores protestas de los últimos 30 años y desde el punto de vista social el mayor impacto ha sido la enorme crisis migratoria que tuvo lugar desde noviembre de 2021.
Por otro lado, no puedo dejar de mencionar el impacto que la obtención y administración de vacunas de producción nacional tuvo y continúa teniendo el control de la situación epidemiológica en el país. Hasta el momento se han administrado más de 44 millones de dosis y más de 10 millones de cubanos tienen el esquema de vacunación completo. Esto ha permitido el regreso a la normalidad del país desde el 31 de mayo del año pasado.
¿Futuras pandemias?
El fin del la emergencia sanitaria, como bien afirmaron las autoridades de la OMS, no es el fin de la COVID-19. Todos los días en el mundo cientos de personas continúan muriendo a causa de la enfermedad. Sin embargo, es poco probable que, con el nivel de inmunidad alcanzado, el patógeno vuelva a tener un impacto tan grave como el que ya vivimos.
Mucho más preocupante es la posibilidad latente del surgimiento de nuevas pandemias. La viruela símica, que aún se considera una emergencia sanitaria internacional, así como con el reciente brote de la enfermedad de Malburgo, íntimamente relacionado con el virus del Ébola, e incluso la Influenza y el VIH/SIDA, son enfermedades zoonóticas. La COVID-19 también lo fue en su momento. El reservorio natural del virus eran los murciélagos, de ahí pasó a otro huésped y por último a los seres humanos, desencadenando la mayor emergencia sanitaria del último siglo.
Mientras no cambien los patrones de relación de la humanidad con la naturaleza el riesgo de nuevos brotes continúa latente. El aumento de la pérdida de los bosques, la pérdida de las tierras cultivables y el tráfico ilegal de vida silvestre están propiciando peligrosas condiciones que podrían conducir a nuevas enfermedades. Debemos estar preparados para que esto ocurra.